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M 6"^
ANTOLOGÍA
DE
POETAS LÍRICOS CASTELLANOS
BIBLIOTECA CLASICA
TOMO CCVIII
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ANTOLOGÍA
POETAS LÍRICOS CASTELLANOS
(TOMO "VTII)
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IM
(PRIMAVERA Y FLOR DE ROMANCES)
publicada con ana introdueeído y natas
POR
D. MMiraO JOSÉ I OL? T D. GOMADO lOÍMAU
SF.nUNDA EDICIÓN CORREGIDA Y ADICIONADA POR
D. MARCELINO MENÉNDEZ Y PELAYO
De la Real Academia Española.
Tomo I.
MADRID
LIBRERÍA DE HERNANDO Y COMPAÑÍA
Calle del Arenal, núm. 11.
1899
ES PROPIEDAD
Imprenta de Hernando y Compañía, calle de Quintana, núm. 33.
ADVERTENCIA
La presente colección (con titulo algo diverso, puesto
que el de Primavera y Flor aparece como primero) fué
publicada en Berlin por Asher y C.*, en 1856. Hasta
el presente no ha sido superada por otra ninguna, y el
unánime consenso de los doctos la reconoce como el único
texto crítico y auténtico de nuestros romances verdade-
ramente viejos y populares. Aunque el mérito de haber-
los distinguido de sas imitaciones, refundiciones y paro-
dias de la segunda mitad del siglo xvi pertenezca en pri-
mer término al editor de la Silva de Romances Viejos,
Jacobo Grimm, nadie puede negar que Wolf y Hoñnann,
trabajando en mejores tiempos y con más copia de sub-
sidios bibliográficos, y pudiendo aprovecharse, como en
efecto se aprovecharon, de los tesoros recogidos en el
segundo Romancero de Duran, habían de dar á su traba-
jo un grado de perfección muy superior.
El presente libro puede considerarse como reproduc-
ción textual y esmeradísima de todos los romances vie-
jos y tradicionales que se leen en el Cancionero de Roman^
ees de Amberes, sin año, en el de la misma ciudad
de 1550, y en las partes primera y segunda de la Suva
de Zaragoza, también de 1550. Duran no llegó á ver
Tomo VI, 1
II líbicos castellanos
niDguna de estas primitivas ediciones, porque en su tiem-
po ninguna de ellas existia en España. Su texto, por
tanto (que es casi el único que en España corre), re-
sulta notoriamente inferior al de la Primavera , asi
por estar tomado de libros más modernos, como por no
apuntar las variantes que,'^por el contrario, notan con
minuciosa y loable prolijidad Wolf y Hofmann, sepa-
rándose del antiguo y censurable método de construir
arbitrariamente un texto escogiendo lo que parece mejor
entre las diversas lecciones.
Siendo la Primavera de Wolf libro clásico y funda-
mental para todo el que emprenda hacer estudio cientí-
fico y serio de los romances castellanos, era necesario
y urgente reimprimirla, mucho más si se tiene en cuenta
la escasez de sus ejemplares en las bibliotecas de nues-
tros hombres de letras. Pero al reimprimirla, era preciso
adicionarla, respetando por otra parte la integridad de
su texto, y conservando el primitivo prólogo y las notas
que Wolf escribió en castellano, con leves incorrecciones
muy disculpables en la pluma de un extranjero. Por una
parte, el caudal de los romances viejos se ha acrecenta-
tado algo desde 1856, merced á diferentes hallazgos de
pliegos sueltos y de libros rarísimos, como la tercera par
te de la Silva de Zaragoza. Al mismo tiempo la tradición
popular, explorada en distintas comarcas con desigual
acierto y fortuna, ha aportado un contingente no despre-
ciable de romances que no figuran en las colecciones
impresas, pero cuyo remoto origen y carácter popular pa-
recen indudables. Tales son algunos de los recogidos en
Asturias, y tales los que se conservan en la memoria de
los judíos de Salónica. El estudio de la poesía tradicional
de otros pueblos de la Península (Portugal y Cataluña),
ADVERTENCrA III
y el más general de la canción popular en distintas ra-
zas y pueblos de Europa, ha traído gran número de ele-
mentos de comparación, merced á los cuales empieza á
ser posible distinguir lo que nuestra admirable poesía
narrativa tiene de peculiar, de histórico y genuinamente
castellano, y lo que debe á un fondo étnico, común á la
mayor parte de los pueblos del Mediodía de Europa,
ó bien á influencias y corrientes literarias de diverso
origen.
El estudio de los temas históricos ó novelescos de los
romances, y las mil cuestiones de historia social, de mé-
trica, de lenguaje, de saber popular, que cada uno de
ellos sugiere, han dado ocasión, sobre todo en Alema-
nia, al desarrollo de una considerable literatura, de la cual
puede considerarse como resumen hasta 1876, á la vez
que como complemento, el admirable libro de D. Manuel
Milá y Fontanals, De la Poesía Heroico- Popular Castella-
na, obra que por su carácter rígida y severamente cientí-
£co es tan estimada de los extraños como ignorada ó no
entendida de los propios, aunque sea el mayor esfuerzo
con que la ciencia española ha contribuido hasta ahora
al esclarecimiento de las tinieblas de la Edad Media.
Todas estas circunstancias exigen, pues, adicionar la Pri-
mavera de Wolf con un ramillete de los romances poste-
riormente descubiertos, y con un nuevo prólogo en que
se expongan y planteen todas las cuestiones que él no
toca en el suyo, para que de este modo el libro corres-
ponda á las actuales exigencias de la erudición literaria,
en que tan fácil es quedarse rezagado ó desorientado.
Para dar lugar á estas indispensables adiciones, sin
que la presente edición abultase más que la alemana, á
pesar de contener una tercera parte más de texto, hemos
IV LÍRICOS CASTELLANOS
recurrido al arbitrio de escribir los romances como ver-
sos de diez y seis silabas, siguiendo el ejemplo y la teoría
de Grimm y de Milá, que no es la de Duran ni la de
Wolf; pero que nos parece más conforme á los orígenes
épicos del metro. La venerable sombra de Wolf (el hom-
bre más sabio en cosas de España, y el más benemérito
de nuestra literatura entre cuantos extranjeros han escri-
to sobre ella) nos perdonará, sin duda, no sólo el disen-
tir de su opinión en este punto capital, sino el haber
aplicado á su edición de los romances un sistema contra-
rio al que él defendió y practicó siempre.
M. Menéndbz t Pelato.
A los
señores
5. Jacobü ílrimm,
eí/uimero ¿uve /ía^ jaSiífo edcoaeru^ aJireciar ¿(Xf ranuuiceé
5, Jílantid ®ribd,
auíap con e£ acierto ¿fe lui arcuihocia^ Ho' ¿(^arcufo rehroífiuUr
meior aiu^ tmífU e/Ure n^otnxf
tocfüJ fo:t Juimorcd ¿fe cioíuSÍoj ramanccd.
dedican có^a coU^ción,
en fytucSa Se »u aprecio y z^conociinicníó,
MRTENCIA DE IOS SEÑORES WOLF Y HOFMAl
Si hubiera quien, al leer la portada del presente libro,
exclamase con desdeñosa sorpresa: «¿Cómo, un nuevo
Komancero, después de tantos recientemente publicados,
y de algunos tan excelentes como los del Sr. Duran? —
jEsa es en efecto obra excusada! — ¡Eso es en verdad
scribere Iliadem post Homerumh le suplicaríamos que
la leyera otra vez, que la leyera con más atención. Verá
que dice: Primavera y Flor de Romances; titulo, es ver-
dad, ni nuevo ni original, pues está tomado de aquella
colección antigua y conocida que Pedro Arias Pérez pu-
blicó por los años de 1621 ó 1622; mas verá también que
le hemos añadido: ó colección de los más viejos y más po-
pulares romances castellanos, dándole por esa explicación
un sentido muy diferente de aquel que le atribuyó el
bueno de Arias Pérez, anteponiéndolo á su colección De
los mejores romances que han salido aora nuevamente en
^esta Corte; y, según creemos, hemos declarado suficiente-
mente la idea que presidió á la presente empresa, quizá
con eso justificando almenes nuestra intención, ya que
la ejecución esté lejos de haberla realizado bajo todos as-
pectos. Ahora estará claro también por qué hemos esco-
gido este titulo de Primavera y Flor de RomanceSy que-
riendo presentar en nuestra colección á los aficionados
an ramillete de flores recogido, no entre las más lozanas
del jardín de la poesía artística, sino entre las más genui-
nas y sencillas de los prados y montes de la popular»
Yin líbicos castellanos
nacidas espontáneamente y crecidas sin cultura ni arte^
si, pero hijas de la fuerza creadora del sol de vera-
no: en £n, flores de primavera de un suelo tan poético
como el de España.
Hemos, pues, procurado — aprovechándonos de los pro-
gresos y resultados de la ciencia y del crecido número
de materiales y recursos recientemente hallados y publi-
cados — ejecutar por medio de la presente colección exac-
tamente lo mismo que ejecutó en su tiempo el ilustre
sabio Jacobo Grimm, el primero y el único de todos los
editores modernos de romances hasta hoy día, por me-
dio de su Silva de romances viejos: y nos congratula-
ríamos si se considerase la presente colección como una
segunda edición, no empeorada, de la suya.
En fin, en nuestra Primavera y Flor hemos querido,
no sólo ofrecer á los aficionados de la poesía popular los
romances de este género sin mezcla de heterogéneos, sino
presentar también á los eruditos por primera vez los tex-
tos auténticos de ellos con todas las variantes nota-
bles. Decimos por primera vez, y por fabuloso y jactan-
cioso que parezca, no tememos ser tachados de presun-
tuosos ó vanagloriosos, ó de querer exagerar nuestros
méritos y rebajar los de nuestros antecesores, pues he-
mos sido los primeros bastante afortunados para tener á
nuestra disposición las fuentes más puras, las ediciones
más antiguas del Cancionero de romances (sin fecha) y de
la Suva de varios romances (edición del año 1550, en dos
tomos), cuyos ejemplares son de tanta rareza, que de la
primera se conocen tan sólo los dos que tienen la biblio-
teca del Arsenal en París y la de Wolfenbüttel, y de la
segunda no más que los dos que paran en el Museo Bri-
tánico y en la biblioteca de Munich: ni aun en España se
hallan ejemplares de estas ediciones.
Ello es que nosotros debemos á las bibliotecas de Mu-
nich y de Wolfenbüttel el insigne favor de habernos
franqueado sus ejemplares de ellas, de haberlos podido
disfrutar, comparar y copiar; así es que el mérito prin-
cipal de la presente obra es más bien fruto de la riqueza
y liberalidad de esas dos bibliotecas, bajos todos aspec-
tos ornamento de Alemania.
ADVERTENCIA IX
Del resoltado de esta comparación — del todo diferente
del que se lia tenido hasta ahora por decisivo para deter-
minar el valor y las relaciones recíprocas de aquellas
ediciones más antiguas del Cancionero de Bomances y de
la Suva — y de sus consecuencias para la redacción de
nuestros textos, trataremos detenidamente en la tercera
sección de nuestra Introducción.
Al mismo tiempo hemos podido aprovechamos del rico
tesoro que posee la biblioteca imperial de Viena en anti-
guas colecciones de romances, y hay entre ellos ejempla-
res únicos, de donde hemos entresacado asi las variantes
más notables de los textos contenidos en aquellas dos
fuentes principales , como algunos romances que son
exclusivamente de estas colecciones.
Era, pues, como acabamos de decir, nuestro empeño
principal el dar textos auténticos, fundados siempre en
los documentos indicados (al £n de cada romance), y re-
dactados según la regla de la crítica, ciñiéndonos á co-
rregir solamente los yerros manifiestos de imprenta en
nuestros originales. Con eso no hemos osado corregir los
versos que no constan, suplir los que parece hacen falta
al sentido ó á la asonancia, y enmendar las imperfeccio-
nes de la rima ó asonancia: defectos todos característi-
cos en composicioiies de origen tradicional ó popular.
Tan sólo en lo tocante al último punto nos hemos toma-
do la libertad de desviamos de nuestros originales: cuan-
do éstos llevaban añadidas ees finales á las rimas agudas
en a ú o contra la etimología (como, p. e., han-e, está-e,
son-e, etc.), por hacerlas conformes con las graves en a-e
ú o-e (p. e., madre, etc.), que se hallaban en las mismas
composiciones; pues hemos probado en otro lugar ( Ueber
die Éomanzen-Poesie der Spanier, en los Anales literarios de
Vienay tomo 117, pág. 118 y 119), que este proceder fué
no más que un producto de la ignorancia y arbitrariedad
de los editores desde el siglo xvi, quienes reconocían no
más la equivalencia de aquellas rimas graves con las
agudas, característica también de la poesía popular, sus-
tituyendo estos defectos imaginarios con pecados reales
contra la etimología y la índole de la lengua: así que
nuestro proceder de suprimir en este caso aquellas ee^
X LÍBICOS CASTELLANOS
añadidas, puede llamarse, en efecto, una restitutio in in-
iegrum (1).
En todo lo demás hemos seguido religiosamente nues-
tros originales, hasta reimprimir sus epígrafes ó encabe-
zamientos, porque estos epígrafes no son tal vez del todo
indiferentes para la procedencia de los romances ó la
determinación de sus asuntos.
Se entiende que hemos adoptado la ortografía, pun-
tuación y acentuación que ahora se usan, conservando so-
lamente la ortografía de los originales cuando señala al
mismo tiempo una diferencia etimológica, y sirve para
caracterizar las transiciones de la habla antigua á la
actual. Al contrario, no hemos conservado las sinalefas
de las ees^ oos, etc., al cabo y principio de las voces,
cuando son puramente eufónicas ó métricas, ni usado de
los apóstrofos ortográficos (como, p. e., ques ó qu*es, en
lugar de que es, dello ó d'ello, por de ello, y'os por yo
os, etc.), porque en este caso las elisiones y contraccio-
nes reproducidas por la escritura son tan poco fundadas
en la etimología, como las de otras vocales (como, p. e., de
la a en fuera hallar, en vez de fuera á hallar), que tan-
tas veces ocurren, ni por eso tampoco hay un motivo
esencialmente científico de conservar una ortografía di-
ferente de la actual, y usada también por los originales
muy arbitrariamente.
(1) La opinión de los Sres. Depping y Alcalá Galiano (en su Bo-
•mancero, tomo I, págs. XV, LXXV, 326 y 32"), de que estas termina-
ciones en ees finales eran: modo de hablar antiguo ó una licencia
poética, cae al suelo con sólo considerar que semejantes letras no
se hallan usadas ni en otros romances, igualmente antiguos, pero
rimados de modo diferente, ni siquiera en los mismos romances que
tienen tales finales en ningún otro lugar de los versos; y en cuan-
to á ser licencia poética, fueron licencia, sí, pero licencia muy excu-
sada de los poetas artísticos reformadores, de la cual los populares,
al contrario, no hubieron menester, como queda probado en nuestro
tratado citado arriba. — Timoneda j Lopes de Tor tajada, han, p. e., en
este caso seguido un camino contrario al de los editores anteriores,
reconociéndolo sin duda por desacertado, han mudado las voces, el
giro de la frase, y hasta el sentido, ó intercalado versos enteros,
para hacer agudas según las reglas del arte todas las terminacio-
nes rimadas ó asonantadas: proceder igualmente arbitrario y contra
la índole de la poesía popular.
ADVERTENCIA XI
Hemos, en fin, ordenado los romances por series de
materias y asuntos, en vez de clasificarlos por la época en
que fueron compuestos y el origen que les imprimió su
sello característico, porque los aquí incluidos fueron
todos compuestos por los siglos XV y xvi, y en la mayor
parte de ellos sería muy difícil determinar con exacti-
tud su fecha; porque son todos del mismo origen tradi-
cional, desde los genuinamente populares y primitivos has-
ta los popularizados, reformados por los juglares ó re-
fundidos por los poetas de profesión. Con todo eso, el
clasificar y ordenar romances todos anteriores al si-
glo XVII, y todos de origen tan homogéneo que sus di-
ferencias consisten solamente en modificaciones y formas
de transición, tal vez muy difíciles también de distinguir
y deslindar, no es de tanto interés científico como en
colecciones que los contienen mezclados con los de ori-
gen esencialmente heterogéneo, y pertenecientes ya á
épocas más modernas, en que el influjo de la poesía artís-
tica era ya predominante. Hémenos además ensayado en
suplir la falta de aquella ordenación estrictamente cien-
tífica, señalando la clase á que presumimos puedan per-
tenecer, atendiendo á su espíritu, carácter, construcción
y lenguaje, los romances aquí contenidos en él: «índice
alfabético», añadiendo al fin la: «Indicación por núme-
ros de los romances, ordenados según las tres clases
características en que se ha intentado dividirlos.»
INTRODUCCIÓN
I. Del origen, forma y oaráoter esencial y particular de los
romances, y de su respectiva clasificación.
No cabe duda que: «los primitivos ensayos de la poe-
sía castellana vulgar (y, digámoslo asi, de la literatura
española en general) debieron ser los romances», como
ha dicho con tanto acierto y probado con tanta erudición
el critico más £no y más docto que España posee actual-
mente, el Sr. Duran (en su Romancero general, segunda
edición, Madrid, 1849, tomo I, págs. XL á XLI y XLII);
supuesto que se entienda bajo el nombre de romances (1)
(1) El más antiguo documento en que aparece el nombre de ro-
mances, usado en el sentido actual, es, que sepamos, la célebre car-
ta del marqués de Santillana, donde dice: «ínfimos son aquellos que
sin ningún orden, regla nin cuento fa^en estos romancees é cantaros,
de que las gentes de baxa é servil condición se alegran.» Con el
noinbre de romance se designó en un principio toda composición en
lengua vulgar (en romance), y luego se señalaron con él más bien
los poemas largos de caballería y de aventuras (como también los
franceses llaman tales poemas: romans), destinados á ser cantados
ó recitados y leídos (como, p. e., el poema de Apolonio, que sollama
á sí mismo: un romanoe de nueva maestría), al paso que las ver-
daderas canciones populares, los productos de la poesía popular
lírico-épica, se hallan mencionadas en los documentos más anti-
guos (anteriores al siglo xv, como en la C/ónica general, en las Le-
yes de Partida, etc.), con el nombre de cantares, cantares de gesta,
cantares de los juglares, distinguiéndolas así de las canciones me-
ramente líricas que se apellidaron cantigas (véanse, p. e., las poesías
del Arcipreste de Hita, coplas 1.487 y 1.488).
XIV LÍRICOS CASTELLANOS
la poesía popular lírico-épica de la nación española: pnes
es un axioma ahora generalmente reconocido en la histo-
ria literaria, que en el desarrollo espontáneo y natural
de toda literatura verdaderamente nacional — y la espa-
ñola es nacional, y muy nacional — siempre precede la
poesía á la prosa, la poesía popular á la artística, y en
la poesía popular, la épica ó lírico-épica á la lírica pura.
Por de contado se puede, si no probar con documentos,
sí, al menos, afirmar con la certidumbre que dan las le-
yes universales de analogía, que el origen de los roman-
ces debió coincidir con aquella época en que, después
de haberse desarrollado ya bastantemente su nacionali-
dad, cultura y lengua, los castellanos se sentían con un
impulso irresistible de manifestar poéticamente su ser in-
timo, su carácter nacional, y con los medios de hacerlo;
y antes que la poesía artística comenzara á diferenciarse
de la popular, es decir, con la época que media desde el
siglo X al xiT.
Es verdad que, como queda dicho, no tenemos docu-
mentos ó muestras de tales romances primitivos; empero,
verdad es también que esta carencia es tan natural y
común á los orígenes de aquel género de poesía, que
casi podría llamarse una dote esencial de él, como la ha
llamado, en efecto, y con tanto tino un célebre crítico
francés, el Sr. !Fauriel, cuando dice de las canciones po-
pulares provenzales, anteriores á los cantares de gesta
del ciclo carlovingio (Histoire de la poésie provéngale.
Tomo n, pág. 310): Quantá ees chants populaires, germes
premiers de Vépopée complexe et développée, ü est de leur
éssence de se perdre et de se perdre de honne heure^ dans les
iransformations successives auxquelles üs sont destines. Los
romances anteriores á la formación de la poesía artística
debieron perderse tanto más fácilmente, cuanto que des-
pués la diferencia de ésta y de la popular se hizo decisi-
va y profunda, hasta tal punto, que la poesía popular no
era apenas contada como poesía, y era altamente desde-
ñada y despreciada de los trovadores y poetas escolás-
tico-cortesanos; lo que hemos visto, por ejemplo, en iíi
pasaje citado de la carta del marqués de Santillana.
Así es que los romances, aunque no perdieron nunca
INTRODUCCIÓN XV
del todo el favor popular, y fueron sin dada alguna con-
servados por una fiel tradición, no pudieron hallar aco-
gida en las muchísimas colecciones de poesías manus-
critas, pero dedicadas casi exclusivamente á las de la
escuela cortesana y erudita anteriores al siglo xvi. La»
pocas excepciones se reducen á la noticia que dio Argo-
te de Molina (discurso, Conde Lucanor^ edición 1675, fo-
lios 92 y 93), de que en el Cancionero del Infante D. Juan
Manuel (fallecido en 1347) que poseyó y peDsó publicar^
había romances, lo cual hace aun más lamentable su pér-
dida; y al romance publicado según el Cancionero manus-
crito de Lope de Stúñiga, hecho en 1448 por los señores
D. Pascual de Gayangos y D. Enrique de Vedia, en las
importantes adiciones á su excelente traducción de la
Historia de la literatura española^ del Sr. Ticknor (Ma-
drid, 1851. Tomo I, págs. 509 y 510), romance, es ver-
dad, ya contrahecho por un poeta cortesano, pero el más
antiguo que hasta ahora conocemos con fecha fija.
Vemos empero á principios del siglo xvi algunos ro-
mances contrahechos y glosados por los trovadores del
siglo XV, ya acogidos en los Cancioneros generales de
Fernández de Constantina y de Hernando del Castillo;
vámoslos en los primeros decenios de este siglo propa-
gados y reimpresos en pliegos sueltos en número siempre
creciente; vómoslos, en fin, desde la mitad del mismo
siglo aparecer como llovidos, recogidos en colecciones
propias, ó imitados, á cual más, por los eruditos y los
poetas artísticos. Este fenómeno singular no dejará ad-
mirado á quien considere que al comenzar el siglo xvi
estuvo ya formada la base de la gran monarquía españo-
la; que en la primera mitad de este siglo los pueblos de
los diferentes reinos, los castellanos, aragoneses, catala-
nes, navarros, granadinos, seguían juntándose á una
gran nación, la española; que á mediados del mismo si-
glo los capitanes españoles habían sojuzgado la mayor
parte de Italia al cetro de su rey, que era al mismo tiem-
po emperador de Alemania, y los conquistadores descu-
bierto un nuevo mundo , anexionándolo como provincia,
con el nombre de Nueva España, á la vieja. — ¿Es, pues,
de extrañar que por estos sucesos, por estas hazañas, se
xYi líbicos castellanos
4esperta3e el espirita nacional con la mayor viveza y
ñierza en el pueblo español; que la gloria actual resuci-
tara la pasada, la memoria de sus héroes nacionales; que
los bizarros hijos del Cid entonaran de nuevo los canta-
res que celebraban las gestas de el que «en buen hora
nació», con tanta lozanía y tanto vigor, que hasta los
poetas de corte y de escuela no pudieron ya ignorarlos, y
para ser oídos se vieron forzados á mezclar su voz con
la de los que «hacían estos romances»?
Así es que los romances, conservados hasta entonces
tan sólo en boca del pueblo, y transmitidos de generación
en generación por medio de la tradición oral, pero fiel,
corroborada y sostenida por sentimientos é intereses aná-
logos á los que los crearon, han llegado á nosotros, si no
alterados en su carácter esencial, al menos algán tanto
retocados en su estilo y lenguaje, con rastros visibles de
haberse ya mudado más de una vez sus formas primiti-
vas y meramente populares, de haberse tentado perfec-
cionarlas, ajustándolas siempre más con las del arte, y
habiendo pasado por manos de los juglares, de los tro-
vadores y de los poetas artísticos de los siglos xv, xvi
y XVII.
Indicios de estas mudanzas, que no se pueden deseo '
nocer, son la asonancia alternativa, uniforme y más y
más artificiosa, mientras que es un rasgo característico
de la poesía popular primitiva el no tener versos sueltos
y rimas alternadas; al paso que se encuentra en los ro-
mances más viejos y más populares todavía el variar del
asonante, y que este aparece aquí aun en su forma primi-
tiva de consonante imperfecto y rudo.
Por eso los conocedores más profundos de la poesía
popular han investigado las causas eficientes de un tal
producto semi-popular y semi-artistico, y se han ensaya-
do en hacer conjeturas, pues documentos no se hallan,
sobre la forma primordial y meramente popular de este
género de combinación métrica que ahora llamamos la
del romance común octosílabo.
Hay críticos, y críticos de marca mayor (2), que han
(2) Como los Sres. Grimm Diez, Dozy. y el Excmo Sr. Marqués
de Pidal. Así es que también ,el último, uno de los pocos nacionales
INTRODUCCIÓN XVII
opinado que la forma primitiva de los romances era la
de versos largos de diez y seis silabas, parecidos á los
llamados alejandrinos, con rima consecutiva; hay otros
qne han pretendido además que estos versos largos de
dos hemistiquios con rimas consecutivas en los finales
los hablan recibido los españoles de los árabes (3); hay,
que se han inclinado á esta opinión, dice (en la excelente introduc-
ción á la edición del Cancionero de Baena: de la poesía castellana en
los siglos XIV y XV, páff, XXII): «Con el tiempo sucedieron dos co-
sas: que los poetas eruditos introdujeron la medida ñja en la poesía,
y que los compositores populares perfeccionaron sus metros, po-
niendo poco á poco la cesura en el medio de los versos largos de
diez y seis sílabas, de lo que resultó el romance.» — Pero alega sola-
mente documentos y citas para probar que las poesías castellanas
más antiguas no tenían sílabas determinadas ni medida fija; mas
ningún ejemplo de tales poesías en versos de diez y seis sílabas, al
paso que él mismo añade (1. c. pág. XXV): «Los juglares y cantores
populares adoptaron casi exclusivamente el verso fácil y sencillo
de ocho sílabas, asonantado, que se alzó en lo sucesivo con la deno-
minación de romance, común antes á todo género de composiciones
en lengua vulgar... No se crea, sin embargo, que esta especie de
metro no se conocía desde muy antiguo: todo induce á creer, por el
contrario, que el romance octosílabo fué la primera forma métrica
castellana, aunaue tal vez se escribía siempre ó casi siempre en
líneas ó versos ae diez y seis sílabas, con el asonante ó consonante
al final.»
(3) Muchos partidarios ha tenido esta teoría de Conde (véase la
Historia de la lit. e»p. de Ticknor, trad. castell., tomo I, págs. 114
y 115), contra la cual empero el Sr. Duran se ha declarado ya en el
discurso preliminar á su Romancero de rom. caball. é hist. (ed. de
Madrid, 1832, pág. XVII): «En una palabra, nuestro Romance, tal
como es y ha sido, es tan exclusivamente propio de la poesía caste-
llana, que no so encuentra en ninguna otra lengua ni dialecto que
se hable en Europa.» — Y en la nota (15) á este pasaje (pág. XXXV):
«Para atribuirla un origen arábigo, no tenemos otro motivo que
haberlo así insinuado el erudito Conde en su Historia de los Árabes
en España; mas do cualquiera modo, no es menos cierto que sólo se
adoptó entre los castellanos. Los romances árabes, como Conde los
presenta (!), no son idénticos á los nuestros, y parecen un monori-
mo en versos de diez y seis silabas, con hemistiquio de ocho sin
blancos intermedios.» — Baste, pues, para despachar para siempre
la teoría harto decantada, pero ya rancia de Conde, alegar el dicta-
men de un orientalista tan versado en las literaturas del oriente
y occidente, como lo es el Sr. Dozy (véanse sus Recherches sur
íhistoire politique el littéraire de l'Espagne pendant le moyen age,
tomo I, págs, 609 y sig. , donde dice entre otros:... Quant a des ro-
manees árabes, on n^&n trouve pas la moindre trace, et Von peut regar~
der eomme iout a fait surannée, Vopinion d'aprés laquelle les Roman^
Tomo VI. 2
xviii líricos castellanos
al contrario, críticos, y de no menos nota, que tienen ]
combinación del romance común octosílabo, no sólo p(
la primitiva de los cantos populares lírico- épicos, sii
también por «la más fácil, natural y acomodada al cara
ter de la lengua castellana y al género narrativo»; ;
como es consiguiente, por la más vieja, más popular
más indígena de todas las combinaciones métricas usad{
en castellano (4).
La opinión de los últimos está, en efecto, corroborac
por la analogía de toda poesía popular, por la índole c
la lengua castellana y por el carácter lírico-épico de 1(
romances; al paso que la opinión contraria carece c
tales argumentos, fundados en la naturaleza de las cosa
que le hacen falta igualmente á ella los documentos, y-
lo que es bien de notar — que faltan ejemplos de vers(
de diez y seis sílabas no sólo en la poesía popular, sii
también en la artística castellana; pues los versos larg<
del poema y de la Crónica rimada del Cid no son mi
que imitaciones harto informes de muestras extranjeri
•
ees moriscos auraient été traduits de l'arabe'; y el juicio do un críti
tan sagaz como el Sr. Duran, repetido también en la nueva odici(
de su íiomancero general (tomo 1, págs. XXI y XXII): «En los (r
manees) históricos primordiales nada de árabe so percibo, nada (
oriental, y son puramente castellanos. >> — Aunque el ilustre orient
lista D. Pascual de Gayanfjos no conviene del todo con el Sr. I)oz
concluyo también su erudita apología en defensa de la existcnc
de una' poesía popular de los árabes en España, con las siffuient
palabras: </Por lo demás, creemos con nuestro autor (Ticknor),
con el Sr. D. Agustín Duran, cuyo Romancero acaba de ver la 1
pública, que la influencia de la poesía arábiga no fué ni directa
tan poderosa como Condo y otros han asegurado» (véase su tradu
ción de la Histaria de la lii. csp., de Ticknor, tomo I, pág. 516.).
(4) Son do este número los Sres Depping, Huber, Scnack, Ticknc
Da-Méril y Lemcke, y casi todos los naturales de Espaüia desde
marqués efe Santillana y Juan de la Encina hasta Duran. Uno de I
más recientes y, por cierto, de los más eruditos y sagaces crític
nacionales, el Sr. D. Manuel Milu y Fontanals Observaciones sobre
poesía popular. Barcelona, 1853, pág. 35), parece admitir el hab
tenido los hemistiquios de los versos larc'os de los poemas cultos d
siglo XIII un gran influjo en el dí^sarrollo de la forma conocida <
los romances — y diremos luego hasta qué punto tiene razón segí
nuestro modo de yer — ; sin embargo, no puede menos de admii
también él, que «los octonílabos usados anteriormente en la poes
lírica, acabaron por constituir el verso propio de los romances 6 poes
popular castellana>.
-i»T«
INTRODUCCIÓN XIX
(francesas), y los alejandrinos, tomados también da los
franceses, son de catorce silabas (5); y sobre todo con
haberse admitido y probado: que la poesía castellana no
tenia y no pudo tener poemas épicos populares (6), pier-
(5) Asi dice el Sr. Alcalá Galiano (Observaciones á la Introducción
del Sr. Depping á su Romancero, tomo I. págs. LXXIIIy LXXIV):
«Por otro lado, siendo el octosílabo mitad de otro más largo, debería
serlo de un verso de diez y seis sílabas. Ahora, pues, estos no se en-
cuentran ni en las composiciones más viejas. En el poema del Cid
no tienen los versos medida regular, siendo ya más cortos, ya más
largos (lo mismo puede decirse dé la Crónica rimada del Cid)." En los
poemas de Gonzalo de Berceo y en el Alejandro (como en los demás
poemas del siglo xiv), son los versos de catorce sílabas cuando más, y
otras veces de doce» (lo que es lo normal, pues sus modelos los ver-
sos largos de los poemas franceses, son de doce sílabas, determinan-
do los franceses sus medidas por ios agudos, y los alejandrinos cas-
tellanos, llamados con respecto á su origen también: versos france-
ses, se dicen de cartorce, porque en español las medidas se cuentan
por los llanos. Véase también: Diez, Altromaniiche Sprachdenkmale;
pág. 10*7, quien ha mostrado, á oo más dudar, que el alejandrino
también en francés era no más que un desarrollo del verso épico
primordial de diez sílabas. Ibid, págs. 128 á 180). Así es que el Se-
2or Duran ha dicho con tanto acierto, hablando de la Crónica rimada
del Cid (Rom. gen., tomo I, pág. 482).- «Este poema... debe presu-
mirse obra de un juglar que con pretensiones de poeta artístico re-
duce á versos largos, de forma francesa, los redondillos de la nues-
tra nacional.»
(6) Por extravagante que pudiese parecer á primera vista esta
aserción— que nosotros empero nos hemos ensayado en probar con
argumentos (véase F. Wolf, Uber die Homanzen-Poesie der Spanier,
en loa Anales lit., de Viena, tomo IH, páffs. 87 á 89), — la ha aproba-
do también el Sr. Dozv (1. c, pág, 649, donde dice: La poésie qui se
forma en Espagne, n était pas une poésie épique proprement dite.
CelU-eine pouvait naitre en Espagne, etc.). Si, al contrario, el docto
Sr. Lemcke, en el excelente Manual de la lit. esp. que acaba de pu-
blicar (Leipsique, 1855, en octavo., tomo 11, pág. 9), desaprueba algu-
nos de nuestros argumentos ó más bien conjeturas sobro las causas
de este singular fenómeno, no puede menos de conceder su realidad,
hallando una razón suficiente de su existencia en la misma populari-
dad de los romances, trastornando así nuestra cuestión principal:
¿por qué habían de contentarse los españoles con los versos cortos
épico-líricos de los romances, y no habían de procurarse un metro
más largo indígena verdaderamente épico como otras naciones?
Es verdad también que un crítico tan sagaz como el Sr. Milá y
Fontanals (1. c, pags. 55 y 56), ha asentado últimamente una opinión
que puede parecer^ontraria á la nuestra; empero se echa de ver que
ha confundido la poesía posterior de los romances con la primordial, el
pueblo de los siglos xvi y xvii con el de los primeros siglos de los
reinos de España: un pueblo, por cierto, no de labradores y villanos,
XX ÚRICOS CASTELLANOS
de esta opinión su principal argumento y su única razón
suficiente; pues cesando la causa, cesa el efecto; no te-
antes bien de guerreros, hidalgos y caballeros; que él mismo se ve
forzado á admitir como cosa más natural: que <Ios largos cantares
de gesta, del mismo género de los franceses, se fundaron sobre poe-
sías más cortas, que quedaron absorbidas por los mismos; que el
nombre de romance no se aplicó específicamente hasta muy tarde á
la clase de poesía que después ha designado»; — y que, en fin, dicien-
do: «que no había diferancia alguna entre los cantares de gesta y los
romances,» no ha ponderado de una parte el peso muy grave de los
elementos y carácter lírico-dramático de los romances, los cuales
constituyen una diferencia muy esencial y de gran influjo en las
formas, y que no ha reconocido de otra parte las huellas palpables de
elementos extranjeros y del influjo de la poesía artística, que ya
tienen los poemas más largos (y reconocemos de este género no más
que los dos del Cid), aunque se hayan designado con el nombre
de cantares de gesta indiferentemente los cantos populares narrati-
vos y sus refundiciones y enlazamientos por los juglares 6 los cléri-
gos (véanse la nota 1, y la iutroducción'del Sr. Uuber á su edición de
la Crónica del Cid, pág. XXXVIII, donde dice con mucho tino: <Esto,
sin embargo, no es decir que los romances ó cantares juglarescos
no se hayan distinguido en nada de los populares: pues no sólo se
conservarían entre los juglares por más ó menos tiempo algunos poe-
mas en alejandrinos, como el del Cid, sino que hasta los romances
juglarescos tendrían más extensión, aproximándose á poemas épicos
pequeños, como lo vemos en algún que otro de los más largos ae los
romances de los doce Pares del Cancionero de romances).»— Rastros
visibles de semejantes rehacimientos y enlaces se hallan aun en los
mismos poemas largos ó cantares de gesta franceses, donde se en-
cuentran tantas veces repeticiones de la narración del ¡mismo hecho
ó de la descripción de la misma situación en coplas fvers ó tiradesj
consecutivas, no sólo de diferente asonancia, mas también de dife-
rente estilo, y aun con costumbres que se refieren ya á diversos
tiempos, y con pormenores que tal vez se contradicen: se encuen-
tran tales repeticiones lo más amenudo en las refundiciones más re-
cientes ó en los asuntos más populares y más divulgados, y preci-
samente de las hazaüas ó situaciones más interesantes: indicios
claros que estas repeticiones son no más que otras tantas versiones
de los cantos populares que han servido de base á los poemas largos,
hechas en dilerentes tiempos y ensartadas é incorporadas en sus
poemas por los compositores ó compiladores fdieukeuastasj de ellos
(véanse Monin, Diiertaíio sur le Román de fíoncevaux, París, 1832,
págs. 69y sig.; — F. Wolf, Uber die neuesten Leistungen der Fransosen
fúr die Herauagabe ihrer Nacional- Heldengedichte, Viena, 1833, pá-
ginas 168 y sig.;— Fauriel, Hi%t, de la poésie provéngale, tomo II, pá-
ginas 292 y sig., y Jiistoire litt, de la France, tomo'xXII, págs. 182
y sig.: — y sobre todos, J. Barrois, Elemente Carlovingiens. París,
1846, págs. 186 á 228, quien ha dado muchos ejemplos, y dice, entre
otros, con todo acierto: Les chants primitifs emploient de petite ver».
INTRODUCCIÓN XXí
niendo los castellanos tales poemas, no habieron menes-
ter ni ocasión de producir versos épicos largos.
les ópiaodes son traites avec laconfsme: le iemps allonge les vers et
aecroit les textes, qui bientot s'étendent indéfíniment.* — Las opiniones
de loa Sres. P. París, //»«/. litt. de la France, tomo XXII, pág. 262;
Genio, La Chanson de Roland, París, 1850, págs. CII á CV, y Jonck-
bloet, Guillaume d'Orange, tomo II, págs. 194 y 195— además de ser
muy modernas en su modo de ver,— caen al suelo con sólo considerar
que el mismo autor no habría podido componer narraciones ó descrip-
ciones con pormenores tan diversos y tal vez contradictorios, y que
se encuentran semejantes repeticiones las más veces en composicio-
nes más recientes destinadas no más á ser cantadas; al paso que no
se encuentran nunca en los Romana compuestos por los poetas ar-
tiscos.
Con mano de maestro ha resumido las importantes consecuencias
de este fenómeno el Sr. Barrois, cuando dice (1. c, pág. 232): Les
couplets múltiples prouvent par' cela méme, que les versions nont point
élé alteres equant au fond, et qu'elles sont, pour ainsi diré, un echo
eontemporain, le retentissem,ent de Vactualité; toutefois, elles se modi-
fiérent en passant a travers les ages, et conservérent le re fie t des in-
fluenees posteriores. — De este proceder hay un ejemplo muy pertinen-
te en la misma poesía castellana, y documentos harto conocidos en
los romances del Cid que tratan del cerco de Zamora. El cerco de
Zamora era ya un asunto muy popular, y popularizado por los juglares
en tiempo del rey D. Alonso el Sabio, como lo prueba su Crónica
(4.^ parte, ed. de Valladolid, 1604, fol. 214 v.®, donde dice, hablan-
do de aquel cerco- <E dicen en los cantares que la tovo cercada siete
aüos, etc.).» Ahora bien, do esto mismo asunto hay todavía un largo
romance, «nuevamente hecho», como lo dan pliegos sueltos, la Silva,
ed. de 1550, y el Cancionero de romances, s. a. (comienza; Después
que Vellido Dolfos, y contiene además en uñólos romances que dicen:
Arias González responde-, — Ya se sale por la puerta; — Doña Urraca la
infanta), al paso que las ediciciones del Canc, de Rom., con lecha
(desde 1550), y las colecciones posteriores reimprimen aquel romance
largo disuelto de nuevo en sus elementos, vale decir en romances se-
parados, intercalando otro que dice: Ya cabalga Diego Ordénes — del
real se había salido (del cual hay otras dos versiones en pliegos sueltos
y en la Rosa esp. de Timoneda), asunto ya tratado en el largo roman-
ce: a&adcn además de la Silva de 1550 y todas las ediciones del
Cañe, de Rom. los romances que dicen: Ln Santa Gadea de Burgos¡
(y de éste hay también dos otras versiones que dicen: Kn Toledo es-
ttiba Alfonso; y En Santa Águeda de Burgoa; y: Por aquel postigo viejo
(en dos versiones), asuntos también ya tratados en el largo romance,
pero con variación en los pormenores: repeticiones intercaladas y
aiSadidas, claro está, por ser los asuntos en ellas tratados los más
interesantes rasgos de aquella tradición, conservados en tantas ver-
siones ó cantos populares, todas las cuales los primeros colectores
han creído deber incorporar aun después de haber dado la narración
entera en un romance largo y nuevamente hecho con asonancia uni-
XXII LÍRICOS CASTELLANOS
Dando, pues, por sentado que la combinación del ro-
mance común octosílabo fué la primordial, resta la difí-
forme. — De aquí es que el Sr. D. Eugenio de Tapia (Historia de la
civilisación española, Madrid, 1840, tomo I, pág. 268), haya dicho con
sobrada razón:... «Tengo, pues, por cierto, que antes del siglo xii se
cantaban en Castilla romances en lengua vulgar, porque esta es la
versificación más sencilla y acomodada á las canciones populares. Y
aun me atreveré á decir que antes de escribirse el poema del Cid,
á mediados del siglo xii..., se cantaba en romances la historia del
Cid, y tal vez el poema se compuso en gran parte con ellos.»
Tocante, en fin, á la teoría del Sr. Milá y Fontanals, que los primeros
romances castellanos — y en general los cantos populares primordia-
les históricos y caballerescos — dimanaron de los cantares de gesta,
vale decir de h.s poemas largos épicos, y que de esta suerte se
transformó en popular la poesía heroica (1. c, págs. 11 y 55; esta
teoría sostiene también el Sr. Génin), le concedemos, qué muchas
veces se han disuelto de nuevo los tales poemas en sus elementos
en cantos populares, y quede los últimos los que tienen este origen
son tal vez los más antiguos que hayan llegado á nosotros; mas por
cierto estas partes de los poemas largos, transformadas de nuevo, y
quizá más de una vez, en cantos populares, no pueden considerarse
como los cantos primitivos populares, confundirse con los primordia-
les; antes bien no admite duda, que todos los poemas verdade-
ramente épicos y nacionales (pues las epopeyas inventadas por los
poetas artísticos aquí no entran en consideración) tienen que haber
tenido por manantiales loa cantos primitivos populares, y de estos
sus elementos han debido conservar rastros todavía visibles, aunque
no poseamos casi ningunos ejemplos de aquellos cantos primordiales,
lo que, como queda dicho, no es de admirar. Así dice, p. e., el señor
P. Paris, hablando del cantar de gesta de Amia et Amile (lli&t. litt. de
la Frailee, tomo XXII, pág. 289 j: Nous croíriona volontiera quavant
de former une seuU geste, elle était divisée en no^nhreuses et courtes
chansons indépendantes les unes des autres, comme en Espagne les ro-
manees du Cid et de Bernard de Carpió. Les diverses parties de l'ou-
vrage que nous avons sous les yeux ne semblent pas jointes d'une facón
natureUe. On apercoit de grandes lacunes dans le récit, et méme on
pourrait aans trop de peine découdre toute la trame, en détachant un a
un ious les inorceaux qui furent employéa pour la composer. — Y el
mismo ha observado con su acostumbrada sagacidad respecto al
Román du roi llorn (ibíd., pág. 554): IL nous suffit de trouver ici la
preuve asses nette quavant de devenir ohanson de geste, la fable de
Horn était un lai, soit écossais, soit bretón. Et ce qui nous est revelé
pour cette lég&nde, nous pouvons le supposer d'un oertain nombre d'au-
tres chansons de geste, fondees les unes sur des lais bretons de courte
haleine^ les autres sur des cantilene franques et geo^m.aniques, etc. —
Esto era en todo tiempo y en todas partes el desarrollo natural de
toda poesía verdaderamente épica y popular; esta teoría en cuan-
to á los poemas homéricos, p. e., asentada anos hace por los más
famosos críticos entre nosotros, ha sido comprobada últimamente
INTaODUGGIÓN XXdl
cuitad de explicar la anomalía ya notada de la asonancia
alternada y de los blancos intermedios.
Esta anomalía es, por cierto, el producto del influjo de
una poesía extranjera y ya artística. Ahora, pues, bus-
quemos la poesía extranjera que estaba en más estrecho
i^ntacto con lo castellana, y que, por lo tanto, tuvo que ha-
ber influido en ella más inmediatamente. Hallaremos que
desde muy temprano, no sólo los caballeros de Francia
•eran constantes compañeros de los de España en sus
perras contra los moros, obteniendo en premio de su
ayuda «tierras y honores» en el país reconquistado, sino
que aun la mayor parte de las villas y ciudades de Cas-
tilla tenían un «barrio ó calle de Francos»: que ya en
tiempo de los reyes D. Alonso VI y Vil de Castilla los
clérigos franceses tuvieron tal renombre, que aun para el
arzobispado de Toledo fué nombrado un francés, el célebre
D. Bernardo; lo cual influyó tanto en el desarrollo de las
letras, que en el concilio de León del año de 1091 fué
decretado que se adoptase en el reino la «letra galicana
ó francesa» en lugar de la gótica (7): que no sólo los tro va-
por el eruditísimo helenista Sr. Teodoro Berg^k, en su excelente
Ítrograma: Uber das ¿ilteste VevBmass djr Oriechen, que acaba de ver
a luz pública (Friburgo, 1854); dado, pues, por sentado que los poe-
mas homéricos habieron de tener por elementos cantos populares
anteriores á ellos, y que estos debieron haber tenido una forma más
compendiosa, correspondiente á su carácter lírico- dramático y á su
destino de ser cantaaos: el hexámetro, como demasiado largo y pesa-
do para este fin, no podía ser el metro más antiguo de los griegos;
lo aebía ser un metro más corto, más vivaz, más cantable, en suma,
Has propio de cantos populares; y, en efecto, lo ha hallado en el verso
dímetro, llamado paremíaco (en sus dos formas principales de eno-
plio y prosodiaco), ha hallado rastros de él en refranes antiguos (así
el P. Sarmiento ha deducido de los refranes la invención de los roman-
ces), en inscripciones, y ejemplos en cantos populares más recientes
(como en los llamados Linos é Himeneo, etc.)— «Claro está, dice
(1. c, pá^. 16), que en estos versos cortos de refranes eran compues-
tos también aquellos cantares en que los cantores del tiempo anti-
guo celebraban las hazañas de los antepasados (xXéa dvbpuY), y de
suerte que siempre dos versos eran juntos á pares, lo que aun aho-
ra se deja conocer. >
(7) Véase, p. e., el Ensayo histórico sobre el origen y progresos de
la» lenguas, señaladamente del romanee castellano, del Sr. Marina (en
las Memorias de la real Academia áe la Historia, tomo IV, págs. 34
á 37), donde dice, entre otras cosas: «Todo se mudó y trastornó en
XXIV LÍBICOS CASTELLANOS
dores franceses que frecTientaban las cortes de CatalTiña^
Aragón, Portugal y Castilla, formaban á su manera escue-
las de poetas cortesanos en las lenguas lemosina, gallega y
aun castellana, y ocasionaban imitaciones en ellas asi de
sus asuntos favoritos (prueba son los poemas de Alejan-
dro, de los Votos del pavón, de Apolonio, de Santa María
Egipciaca, y aun muchas poesías del Arcipreste de Hita)
como de sus combinaciones métricas¡(además de las líricas
artísticas, baste mencionar los versos franceses ó alejan-
drinos; véase la nota 5); sino que también los juglares de
España tenían que estar en constante é íntimo comercio
con los de Francia, pues ya en la Crónica general y la
Conquista de Ultramar del rey D. Alonso X de Castilla
se hallan mencionadas muchas tradiciones del ciclo car-
lovingio, sin duda de origen francés, y precisamente
como «cantares de los juglares», de las cuales algunas
se han conservado hasta nuestros días en romances cas-
tellanos, y tales que, en cuanto á su forma métrica, se
cuentan entre los más antiguos, al paso que otras de
aquellas tradiciones debieron de estar entonces aun más
unidas al ciclo francés de Carlomagno, y ser después más
y más transformadas y acomodadas al genio español
(como consta, p. e., por algunos pasajes de la misma Cró-
nica general, 3.* parte, fol. 30 v". y fol. 45 v.*, tocantes al
parentesco de Bernardo del Carpió con «Carlos el Gran-
de» de Erancia, de que nos hacen mención los romances
que tenemos de aquel varón, transformado después en
héroe nacional.
¿Es, pues, de admirar que los juglares y hasta los
cantores populares de España adoptaran con las tradicio-
nes y los asuntos, conocidos por el trato con sus compa-
ñeros de Erancia, también alguno que otro rasgo de sus
España á influjo de los franceses, seü al adámente del arzobis])o de
Toledo D. Bernardo. Los sagrados y ¡Tenerables cánones de la igle->
sia de España; su liturgia y antigua disciplina; la política civil y
eclesiástica; el orden en los oficios divinos, todo mudó de semblante,
todo se alteró, sin excluir el arte de escribir; porque el emperador
(Alonso VII de Castilla), á instancia de los francos, mandó se adoptara
en el reino la letra galicana ó francesa en lugar de la gótica, mudan-
za que, imposibilitando á los españoles la lección de sus antiguos
códices, influyó mucho en la nueva lengua vulgar. >
INTRODUCCIÓN XXV
formas métricas? Los adoptaron tanto mas, cuanto que
no hallaron en su poesía nacional, que carecía, como que-
da dicho, de poemas largos épicos indígenas, formas
correspondientes á los asuntos: siguiendo además en esta
el ejemplo de sus propios poetas artísticos, que habían
adoptado también en sus imitaciones de los poemas fran-
ceses las formas métricas de éstos, é introducido en la poe-
sía española los alejandrinos ó versos franceses. — Em-
pero lo hacían, y debían hacerlo de otro modo que los
poetas artísticos; pues los cantos populares ó juglarescos
eran destinados, en un principio al menos, á ser canta-
dos por ó para el pueblo, y por tanto, habían de ser con-
formes á sus melodías y ritmos acostumbrados y nacio-
nales. El verso de redondilla mayor ó del romance común
octosílabo era, como queda probado, el más antiguo, más
nacional, más acomodado al canto y al género narrativo
en España. «Además», dice el Sr. Duran (Rom, gen,,
tomo I, pág. LIV), «el ritmo monótono del romance pare-
ce que indica y provoca el canto que se le ha aplicado, tan
propio para las danzas pesadas del país donde nació, que aun
se conserva, el solo, inalterable entre las variaciones infi-
nitas que experimentan cada día las demás canciones del
pueblo fundadas en combinaciones métricas más artifi-
ciosas.» Ahora bien, ¿no habría sido procedimiento natu-
ral y, digámoslo así, impuesto por la necesidad, que los
juglares — para obtener de un lado versos más largos pa-
recidos á sus originales franceses, y más convenientes ár
sus asuntos, á sus cantares de gesta ó romances largos»
y para tenerlos de otro lado todavía conformes á oídos
españoles, á las danzas y cantos nacionales y acostum-
brados — hubiesen tomado dos versos octosílabos, jun-
tándolos de modo que el primero, quedando blanco, se
asemejase al hemistiquio con cesura de un verso largo, y
que tan sólo los versos segundos ó hemistiquios finales
estuviesen copulados por la rima consecutiva? El pro-
ducto de tal procedimiento se asemeja algún tanto á las
iirades monorimes de los cantares de gesta franceses,
conserva al mismo tiempo el ritmo indígena castellano,
y explica de un modo asaz plausible la anomalía mencio-
nada en la forma actual de los romances.
xxvi líricos castellanos
Todo esto, en verdad, no pasa de mera conjetura —
aunque conjetura debida á un critico tan ingenioso como
-el Sr. Huber, el primero que ha señalado un rumbo en
materia tan obscura; — y no pasará de tal, mientras nos
falten los medios para probarla con documentos. No fal-
tan, sin embargo, indicios y rastros de que la «transid
ción de la forma primitiva de los romances á la secun-
daria bajo el influjo de la poesía juglaresca», como lo ha
llamado el Sr. Huber (1. c, pág. XXXV), tuvo en efecto
lugar.
Indicios de esta transición contienen los mismos ensa-
yos más viejos, el Poema y la Crónica rimada del Cid,
a.1 introducir versos "más largos para asuntos épicos en
la poesía castellana, formados, como queda probado, por el
dechado de los cantares de gesta franceses; pues á pesar
de su esfuerzo de imitar las formas extranjeras, las indí-
genas nacionales, es decir, los versos octosílabos del ro-
mance común se manifiestan á cada paso en ellos, y
precisamente — lo que es muy de notar — los hemistiquios
49egundos ó finales de sus versos largos, que son de más
valor para la rítmica, por llevar las cadencias rimadas ó
asonantadas, tienen por lo regular el ritmo trocaico de los
redondillos, al paso que sus primeros hemistiquios tie-
nen, ó aspiran á tener, el yámbico de sus modelos extran-
jeros, pero son generalmente may irregulares, pecando
contra la medida y contra el ritmo. En prueba de la exac-
titud de esta observación, baste citar el testimonio de un
crítico nacional tan excelente como lo es el Sr. Marqués
de Pidal, quien dice (1. c, págs. XXV y XXVI): «En el
Poema del Cid, aunque con las imperfecciones de los pri-
meros ensayos, se descubre muchas veces la versificación
que prevaleció más adelante en esta clase de composicio-
nes; y muchos trozos de él están escritos en el verso aso-
nantado de los romances... La Crónica rimada del Cid es
casi toda un romance de ocho silabas imperfecto; y sin
grande esfuerzo se pudiera escribir una gran parte de ella
en esta forma, con muy pequeñas variaciones.» Corrobo-
ra al mismo tiempo su aserción con ejemplos.
Rastros de la forma primitiva que se hallan aun con-
servados en la secundaria ó actual de los romances, son:
INTBODUGGiÓX XXVII
la falta de los versos blancos intermedios; la variación de
asonantes ó consonantes, y la división de algunos roman-
ces en estrofas ó cuartetas, caracteres que se encuentran
precisamente en los más antiguos y populares.
Asi hemos observado ejemplos de la falta de los versos
sueltos, sin bailarse por eso falta en el sentido, en algu-
nos romances viejos de la colección de Praga ( üeber die
Prager Bomanzen-Sammlung, págs. 30, QQ, 72, 83), de lo
que han resultado versos pareados (8), y hasta los poe-
tas artisticos de los siglos xv y xvi usaron este modo de
rimar en versos cortos pareados, formando con ellos una
especie distinta de romances (9).
La variación de la rima ó del asonante se encuentra to-
davía en muchos romances antiguos, y particularmente
en los más populares tomados de la tradición oral, que
contienen tal variación, ya conforme á la del sentido, ya
sin respeto á él (10), al paso que hay refundiciones de
(8) Que este modo de rimar en parejas es indígena y usado desde
largo tiempo en la poesía castellana, lo hemos probado en otro lugar
(véase Ueber die Romanzen-Ponaie der Spanier, 1. c, tomo 117, pági-
nas 104 á 107), y á ]os ejemplos allí alegados podemos ahora afiadir uno
muy pertinente, pues prueba su uso 3'a en tiempo del rey D. Enri-
que III de Castilla en «cantares y refranzillos que decía el pueblo».
(Véase el Cancionero de Baeym^ ed. de Madrid, nota XCVI, pág. 660).
Versos pareados, producidos por la falta de blancos intermedios,
se hallan no sólo en romances castellanos, sino también en portugue-
ses, y al ofrecérsele un tal ejemplo dice el Sr. Almeida-Garrett (/ío-
manceirOt tomo III. pág. 80). *Eite é nm do» muitos exemplos de se
faltar de ves em guando á forgada lei da redondilha, augmentando-a
eom doi8 versos no mesmo repisado consoante ou toante obrigado*
(9) Véase Rengifo, Arte poética española. Barcelona, 1703, en 4.^,
pág. 28, cap. XXII. «De los pareados ó parejas, en versos de redon-
dilla mavor.»— Así dice Duran (1. c, tomo I., pág. IX.): «Hay sin em-
bargo algunos (romances) en versos cortos pareados que se usaron
ya en el siglo xv>, y romances de esta especie los ha colegido en el
Apéndice III de su "Romancero (tomo II, págs. 639 y sig.) bajo el epí-
grafe de «Romances de varias clases, nechos en versos pareados,
ananacreónticos ó de ocho sílabas.»
(10) Véanse los ejemplos que hemos alegado en nuestro artículo:
Ueber die Romanzen-Poesie (1, c. , tomo 117, págs. 110 á 113); los que se
hallan en nuestra colección de los romances en pliegos sueltos de la
biblioteca de Praga (págs. 37. 108, 111); y en el Romancero del Sr. Du-
ran los núms. 305, 328, 359, 364, 372, con las notas del docto editor,
p. e., la al núm. 364, donde dice: «Todos los caracteres de este roman-
ce indican ser también de los más antiguos y menos alterados en al
XXVIII LÍRICOS CASTELLANOS
los mismos romances con la rima xS asonancia uniforme,
que hacen ver claramente la mano reformadora de los
juglares ó poetas artísticos, y su influencia en la transi-
ción de la forma primitiva de los romances á la secun-
daria ó actual (11).
En cuanto á la división de los romances en estrofas ó
cuartetas, no queremos aprovechamos de los lomances
posteriores de los poetas artísticos (á comenzar del si-
glo xvii), donde esta división es regular; pero como prue-
ba de que no fué invención suya, ni es del todo arbitra-
ria, y antes bien fundada eñ la naturaleza del canto popu-
lar y por eso usada desde muy antiguo, nótese que ya Juan
de la Encina enumera en su Arte de poesía castellana los
romances entre las «Coplas ó versos de quatro pies», di-
ciendo: «Y aun los romances suelen yr de qúatro en qua-
tro pies etc.»; y que ya en un pliego suelto de la prime-
imprenta, pues conserva las formas y cambio de consonantes con que
hoy en día canta el pueblo los que son puramente tradicionales, y que
no se han impreso (como el núm 372).» — También en los romances po-
pulares de los portugueses hay muchos ejemplos de este cambio de
consonantes, como en el fíomnm^etro áe\ Sr. Almeida-Garrett, en los
romances de O conde d' Allemanha (y en los mismos lugares de su
original castellano, que dice: A tan alta va la luna); de Dom Aleixo;
de Stlvaninha; de fíegt'naldo; de la, Donsella que vai a guerra; de O cap-
tivo (según el original castellano, que dice: Mi padre ea cierto de fían'
da)] lo que ha ocasionado al editor á hacer la siguiente observación
(tomo II, pág. 81): «... cujas {do assoante ou toante) severas leis nao
permittem que se mude senáo em espacos regulares, e nunca mais de
duas ou tres veses en todo o decurso do mais extenso delles.
(11) Así hay variación del asonante, y conforme ¿ la del sentido,
en el lindísimo romance que dice: Galiarda, Galiarda, al paso que su
refundición juglaresca, que dice: Ya se salia Aliarda, observa ya la
misma rima en ar; así tiene el romance del conde Fernán González^
que dice; Preso está Fernán González — el buen conde castellano, según
el texto de la Silva (ed. de 1550) cambio de asonantes, mientras el
Cancionero de fíomances (ed. de Medina del año de 1570) y Timoneda
lo dan con la asonancia ya hecha uniforme.
Es de notar que los juglares no se han contentado con introducir
la identidad del sonido final de un cabo al otro de los romances, sino
que han reunido también romances populares y separados en un gran
romance encíclico por el mismo expediente de hacer uniformes sus
asonancias (ejemplos muy conocidos de este proceder son los roman-
ces del Cid que tratan del cerco de Zamora, véase la nota 6), imitan-
do también en esto sus modelos franceses. (Véase Diez, Altromanische
Sprachdenkmüler, págs. 86 y 87.)
INTRODUCCIÓN XXIX
ra mitad del siglo xvi se halla impreso en cuartetas el
romance antiguo (del año de 1496) de la reina de Ñapóles;
j que ya Juan Rufo habla de estas cuartetas de roman-
ces como de cosa sabida (12).
De estos indicios y rastros, y de la analogía de la
poesía popular en general, y particularmente de la de las
otras naciones romanas, hemos inferido — dando empero
nuestro resultado no más que por una conjetura plausible
— que la forma primitiva de los romances fué la de cuar-
tetas de versos redondillos pareados ó monorimos (véase:
Ue^er de Bomanzen-Poesie,!, c, tomo 117,pág8. 104 y sig.),
y tenemos ahora la satisfacción de ver aplaudido nuestro
resultado por un crítico tan eminente como el señor Gui-
llelmo Grimm (véase su docto tratado que lleva por títu-
lo: Zur Geschichte des Beims. Berlín, 1852, en 4.°, pági-
na 167).
Hemos indicado también (1. c, págs. 108 y 109), que los
ejemplos más antiguos de la forma secundaría de los ro-
mances se hallan ya en las cantigas en lengua gallega
del rey D. Alfonso el Sabio, que por eso pudieran llamar-
se romances devotos, y en el romance castellano que al
mismo rey han atribuido Alonso de Euentes (cuarenta
cantos; en la Epístola dirígida por el autor á un cierto se-
ñor, etc. ) y Garibay (Compendio historial, libro XIII, ca-
pítulo 13), y el cual, si no es obra de aquel rey, es por lo
menos no muy posterior á su tiempo.
Hemos, en fin, notado las modificaciones (1. c, pági-
nas 112 y sig.) que de resultas del influjo de la poesía
juglaresca y artística se han introducido en la forma se-
(12) Véanse: <Ln8 seyscientaa Apotegmas de Juan fínfo, y otras
obras en verso.» Toledo^ por Pedro Rodríguez, 1596, en 8-^, donde se
halla el siguiente pasaje, muy intersante para la historia de la poesía
de romances en general (folio 26^: «Sin duda este tiempo florece de
poetas que hacen romances, y músicos que les dan sonaolas: lo uno y
lo otro con notable gracia y aviso. Pues como es casi ordinario amol-
dar los músicos los tonos con la primera copla de cada romance, dijo
á uno do los pK)etas que mejor los componen, que excusase en el prin-
cipio afecto ni extrañcza particular, si en todo el romance no pudiese
continualla: porque de no haccUo resulta, que el primer cuartete se
lleva el mayorazgo de la propiedad de la sonada, y deza pobres á to-
dos loa demás. >
XXX LÍRICOS CASTELLANOS
cundaría de los romances, de modo que ya al principio del
siglo XVI la hallamos casi idéntica con la actual.
Mas á pesar de su corte universal y común, estas modi-
ficaciones se hacen todavía muy sensibles en los roman-
ces Uegados á nosotros, y ciertas y constantes discrepan-
cias en las mismas formas los caracterizan ya como pro-
ductos heterogéneos en cuanto á su origen, y muy distan-
tes en cuanto á la época de su composición. Añádanse á
eso las diferencias en su lenguaje, tono y estilo, la diver-
sidad de sus asuntos, y no se podrá menos de admitir
ciertas clases de ellos esencial y característicamente dis-
tintas entre sí.
Es verdad que, no embargante esto, hasta las ediciones
más recientes, los romances iban publicados y reimpre-
sos sin orden, respecto á su origen, á la época de su com-
posición y á su carácter esencial, mezclados los viejos po-
pulares con los juglarescos y los artísticos modernos, y
coordinados solamente por asuntos y materias. Nuestro
célebre critico, el Sr. Jacobo Grimm, fué el primero (y
ha quedado el único hasta hoy día) que con su acostum-
brado tino y fino tacto para la poesía popular señaló el
camino que se debía seguir, con su Silva de romances vie-
joSf limitándose empero á mostrarlo por la práctica, sin ex-
plicar y fijar la teoría.
Este mérito singular de determinar y declarar las no-
tas características para distinguir de un modo verdade-
ramente científico los romances en cuanto á su origen,
forma y tono, y de clasificarlos con arreglo á ellas, esta-
ba reservado al Sr. Huber, quien en la tantas veces loa-
da introducción á su edición de la Crónica del Cid (pági-
nas LXXTTI y sig.) las ha abstraído con rara sagacidad
de los diversos géneros de romances que tratan de este
héroe.
«Tres clases, dice, ó géneros de romances del Cid se
han de distinguir esencialmente, diferentes en todos res-
pectos, aunque no sin ciertas transiciones.» Y como tales
distingue: 1.° Los antiguos ó verdaderamente populares,
de origen tradicional, con formas inartificiosas, en tono
sencillo, pero enérgico y hasta dramático. 2.** Los toma-
dos de las crónicas y compuestos por los eruditos, «con
INTRODUCCIÓN XXXI
tma intención didáctica y moral muy laudable por lo de-
más, pero nada poética»^ á imitación de los antiguos, con
formas más arregladas, pero en un tono seco, prolijo y
casi pedantesco. 3.° Los compuestos por «poetas cortesa^
nos, los que por lo general ni pensaban siquiera en imi-
tar y continuar el estilo y género de romances populare»
antiguos», vale decir los de origen subjetivo, con formas
artísticamente desarrolladas y en un tono predominante
lírico-retórico, pero no raras veces pretencioso y ama-
nerado.
Nosotros, siguiendo las huellas de tal maestro, hemos
adoptado su teoría y clasificación de los romances del
Cid, generalizándola y añadiendo otras dos clases, la de
romances juglarescos, y la de los vulgares (véase TJéher
die Romanzen-Poesie, 1. c, tomo 117, pags. 126 y sig.).
El Sr. Duran, en fin, no solo ha tratado esta teoría con
toda perfección y profundidad (13), sino también aplica-
do antes que nadie la clasificación en detalle, señalando
en el índice alfabético de la segunda edición de su riquí-
simo Romancero general á cada romance la clase á que
él lo atribuye.
Distingue, pues, tres épocas: la tradicional, la-^erudita
y la artística, -y divide los romances en las ocho clases si-
guientes: «La primera, segunda y tercera corresponden
á la época tradicional, y comprenden los que se conside-
ran como copias exactas, ó más ó menos aproximadas, de
su primitiva redacción.
»La cuarta, quinta y sexta pertenecen á la época eru-
dita.
»La séptima y octava á la verdaderamente artística y
poética. »
Nos parece lo más oportuno, para dar un resumen de
la doctrina del Sr. Duran, copiar literalmente la
«Indicación de los signos, que sirven para señalar á
cada romance la clase característica á que según su espí-
(13) Véase el «Apéndice sobre la clasificación de los romances con»
siderados relativamente á las épocas á que se atribuye su composi>
ción, -y al enlace que forman entre si las diversas moaifícaciones qu&
ezpenmentaron en la tradicional y en la artística, (1. c, tomo I, pági-
nas XXXIX 7 sig.)
XXXII líricos castellanos
ritu y época corresponde» (1. c, tomo I, pág. 583): aña-
diendo algunas observaciones propias.
«Clase 1.* Romances viejos (14) directamente popula-
res, ó cuando más, modificados en su redacción cual nos la
ha conservado la tradición oral. Versan casi todos sobre
hechos de nuestra historia nacional, posterior ó contem-
poránea á la conquista de los árabes. Esencialmente obje-
tivos, el poeta sólo aparece en ellos como simple narra-
dor, sin mostrar de sí [mismo otra cosa que el estilo y el
orden que da á las ideas. Pertenecen á una época anterior
á la imprenta, y antes de su descubrimiento se conserva-
ron de memoria, y no existió ninguno, que sepamos, es-
crito. Su versificación es imperfecta, tanto en la medida
como en la rima, que á cada paso se altera y cambia.»
Las rimas son en ellos aun consideradas como tales,
vale decir consonantes, aunque muchas veces imperfec-
tas y tan sólo asonantes por rudeza; son además por la
mayor parte agudas, mezcladas tal vez con graves, en
que empero las vocales finales se pronuncian como mudas
(casi agudas de dos sílabas, como a y a-e). En los roman-
ces de esta clase, reformados por los juglares, la medida
y la rima se hallan algo más guardadas y uniformes. —
Puede también considerarse como una señal caracterís-
tica de los romances llegados á nosotros que pertene-
cen á esta clase, que se encuentran casi exclusivamente
en pliegos sueltos ó en las colecciones anteriores al año
de 1590.
(14) €Hemos denominado viejos á los romances qae carecen de
toda pretensión artística, que, conservados por la tradición oral, son
anteriores á la imprenta, y no han llegado á nosotros escritos antes
de dicha época.
•Decimos antiguos á los que, tomados y calcados sobre los viejos,
se compusieron por poetas del siglo xvi, desde su segunda hasta su
quinta ó sexta década, cuando ya se escribían ó imprimían en pliegos
sueltos ó en antologías y colecciones generales y especiales.
•Llamamos nuevos á los romances de la 6.* clase, todos de actúa,
lidad, ya en los hechos y asuntos de que tratan, ya en las formas
vulgarísimas que aceptan.
» Y en fín, consideramos como modernos los de la 8.* clase, por con-
tener en sí, y haber fijado todos los elementos que formaron el siste-
ma poético nacional que llegó á popularizarse, y aun se continúa,
como emanación de su tipo primitivo. » — Nota del Sr. Duran.
INTRODUCCIÓN XXXIII
«Clase 2.* JRomances viejos tradicionales y popula-
res, donde se inicia el espirita oriental de los moros es-
pañoles, y á los que sirven de argumento los hechos his-
tóricos ó novelescos, en que se caracteriza más especial-
mente su civilización tal cual nosotros la concebíamos ó
percibíamos. Sus formas son épicas, y el poeta transmite
ya sus propias impresiones tales cuales se las inspiran
los hechos, y el modo con que excitan su alma. Pertene-
cen á una época de tradición posterior á los de la prime-
ra clase. Mezcla en ellos los consonantes con los asonan-
tes, aunque predominan los primeros. )>
Considerando, empero, que la mayor parte de los ro-
mances atribuidos por el 8r. Darán á esta clase son, ó
verdaderos históricos (los fronterizos) que pertenecen más
que otros algunos por su origen, carácter y sus formas á
la clase primera, y que los pocos novelescos, pero también
tradicionales y verdaderamente populares, no se diferen-
cian de los otros del mismo origen más que por los asun-
tos y las costumbres, nosotros no podemos convencernos
de la necesidad de formar con ellos una clase aparte;
pues los contamos entre los de la primera ó de la quinta
clase del Sr. Duran.
«Claso 3.^ Bomances viejos populares, también de
tradición oral, pero compuestos por juglares. Están toma-
dos de asuntos ajenos á nuestra propia historia y cos-
tumbres, aunque un tanto asimilados á ellas. Sus fuentes
de imitación son en general las tradiciones y crónicas
feudales caballerescas. Aparecen ya con formas épico-
narrativas, pero preponderante el elemento objetivo, poco
alterado. Pertenecen próximamente á la misma época que
los de la primera clase. En su prosaica versificación se
usan á la ventura y mezclados el consonante y el asonan-
te, y su medida es incorrecta é inartificiosa.»
Hemos observado que, á nuestro modo de ver, precisa-
mente con estos romances juglarescos, algunos de los cua-
les son en efecto pequeños cantares de gesta, comenza-
ron á alterarse no sólo los asuntos, sino también las for-
mas primitivas de los romances populares, por la imita-
ción de modelos extraños. Esta clase forma al mismo
tiempo la transición á las épocas erudita y artística.
Tomo VI. 3
XlíXiy LÍRICOS CASTELLANOS
«Clase 4.* Eomances antiguos popularizados. Época
escrita y de erudición. Calcados é imitados servilmente
sobre los de la 1.^ clase, y tomados sus asuntos y su le-
tra de las crónicas antiguas, cuya prosa riman y cuyos
giros afectan artificiosamente, estaban destinados á sus*
tituir á los viejos, y á vulgarizar nuestros hechos y tra-
diciones históricas, que suponían presentar despojadas de
su parte fabulosa. En su esencia objetivos, y pocas y
escasas veces un tanto épicos y razonadores. Su medida
y rima es como la de los de las clases 1.* y 3.*. »
Sirvan de ejemplos de esta clase los compuestos y pu-
blicados por Alonso de Fuentes, Lorenzo de Sepúlve-
da (15) y Juan de Timoneda; también en el Cancionero de
Romances y en la Silva se hallan ya algunos que pueden
contarse entre los romances de esta clase.— En cuanto k
la rima, usan ya con preferencia de las llanas (principal-
mente en a-o é i-a) y de las asonancias propiamente
dichas.
«Clase 5.^ Eomances antiguos popularizados. Épo-
ca escrita. Es su tipo característico el de las clases 1.*, 2.^
y 3.*, según los asuntos de que tratan, cuyo espíritu y
sencillez conservan en medio de formas más artísticas, y
del lenguaje cultivado propio del tiempo en que se com-
pusieron. Tienen en estas últimas cualidades mucha ana-
logía con los de la clase 7.^ ó artística del siglo xv, y las
continúan hasta la séptima década del xvi. En los que
imitan ó que proceden de la 1.* y 3.* clase, prepondera
el elemento épico; y en los que de la 2.*, se desarrolla algo
más el lírico, adornado del colorido oriental de sus mode-
los. Nótase esmero, cuidado y arte en la medida y rima
de sus versos, que casi siempre es de consonantes conti-
nuados, sin mezcla de asonantes, aunque hay algún otro
en asonancia.»
Distínguense los romances de esta clase de los de la an-
terior por ser imitaciones, ó más bien refundiciones poé-
ticas de los viejos, al paso que no afectan ni su lenguaje,
(15.) Véanse los pasajes mt/y significativos c interesantes para la
historia de esta clase de romances que hemos sacado de los prólogos
de Fuentes y Sepúlveda 3' reimpreso en nuestro tratado ; Ueber die
Bomanzen-Pocsie, 1. c, tomo 114, págs. 15 á 16 y 18 á 19.
INTRODUCCIÓN XXXV
ni SUS giros, bí su rudeza. Perteneciendo así por sus ele-
mentos á los de origen tradicional, y aproximándose por
sus formas más cultas á los artísticos, hacen muchas ve^
ees muy difícil su clasifícación, que exige el tacto más uno
y deja por eso el campo más vasto á la controversia, como
toda clase de transición.
«Clase G.ft Romances nuevos vulgares, producidos
próximamente desde la cuarta década del siglo xvi hasta
el día. Escritos con el lenguaje y formas contemporáneas
á su composición. Son, para su tiempo, lo que para el vie-
jo fueron los de la clase 1.» y los vulgares son para los
posteriores. Sus autores afectan el cultismo que se halla-
ba inoculado hasta en el vulgo, y dan lugar frecuente-
mente al elemento subjetivo y lírico que de la poesía artís-
tica había descendido hasta las clases más ignorantes, y
se contim'ian hasta el día de hoy con pocas diferencias.
Son, por lo común, obra de gente lega, pero que presu-
miendo más de ciencia y genio que el vulgo, pretendo
distinguirse de él afectando un lenguaje hinchado y un
estilo declamatorio. Su versificación es incorrecta y llena
de ripios.»
Hablaremos más largamente de esta clase cuando con-
sideremos los romances con respecto á sus asuntos y su
modo de tratarlos. Por lo demás, los romances vulgares
son muy -fáciles de distinguir, aunque «el espíritu y pau-
ta prosaica sobre cuya letra se formaron, los aproxima á
los de la cuarta clase, hechos, como ellos, para vulgarizar
la historia», y aunque, «atendiendo á las formas subjeti-
vas y líricas que afectan, puede considerarse á ellos como
el eslabón de la cadena que une la época erudita con la
artística, porque de los elementos de ambas participa.»
«Clase 7.* Romances antiguos popularizados de los
trovadores y poetas artísticos del siglo xv y primeras
décadas del xvi. Son puramente subjetivos, líricos y doc-
trinales. Se distinguen como imitación de la poesía pro-
venzal por su sutileza de ideas y pensamientos, y por su
tendencia á la alegoría. Su construcción es artificiosa, y
su rima y medida bastante bien arregladas. Para su épo-
ca son lo que fueron para la suya los de la 2.^^ sección de
la clase 7."»
XXXVl LÍRICOS CASTELLANOS
Comienza con los romances de esta clase la diferencia
decisiva y fundamental de los dos géneros principales de
romances, el popular y el artístico. Del último forman es-
tos romances en todo rigor no más que una sección, y por
eso el Sr. Hciber y nosotros los hemos reunido con los de
la clase 7.'^ del Sr. Duran en una sola clase. Empero en
los romances artísticos de los trovadores la rima es casi
siempre de consonantes continuados, y evitan la asonan-
cia, teniéndola aun por rudeza de los cantos populares.
También llevan estos romances muchas veces los nom-
bres de sus autores, y se hallan ya mezclados con los vie-
jos populares en los pliegos sueltos del siglo xvi, ya en
los Cancioneros generales y de romances, ya, en fin, en
los particulares de los trovadores, como en el de Juan de
la Encina, etc.
« Clase 8.* Romances artísticos modernos populariza-
dos. Consta esta clase de dos series. La primera contie*
ne oomposiciones donde se conserva la forma épica y se
mezcla con la lírica, doctrinal y descriptiva, guardando
todavía mucha importancia el asunto objetivo, aun en
medio de los ornatos de la imaginación'y de la parte que
de sí propio pone el poeta. Sus formas son artísticas, su
expresión oratoria, y degeneran frecuentemente en afec-
tada declamación. Tienen analogía con los de la 6^ clase,
que á veces les han servido de modelos. La segunda serie
de esta 8.* clase es la más eminentemente artística, y en
sus composiciones se hallan reunidos todos los elemen-
tos de la poesía castellana popularizada en romances,
cuya base fueron los viejos y tradicionales, á los cuales
el arte impuso nuevas formas, adaptando las antiguas á
la entonación lírica y á la expresión de los sentimientos
subjetivos, ya fuesen doctrinales, eróticos, satíricos, etc.
Los romances de esta serie, aunque sean históricos los
asuntos y hechos sobre que versan, los aceptan como ac-
cesorios, y sólo sirven de disfraz y de pretexto para que
el poeta disimule un tanto su personalidad, y para que
exponga sus propias ideas, haciendo del sujeto el objeto
principal de sus inspiraciones. Los romances de la prime-
ra serie de esta clase 8.* se llaman vulgarmente heroicos;
pertenecen en general á las tres últimas décadas del
INTRODUCCIÓN XXXVII
siglo XVI. Los de la 2.' corresponden á las dos últimas dé-
cadas del mismo siglo, y se continúan hasta el dia.»
Como los romances de la primera serie de esta clase
afectaban el lenguaje y la forma exterior de los viejos,
al paso que sus autores, como poetas artísticos, intenta-
ban conformarlos á las leyes y progresos del arte, y ha-
cerlos aptos para expresar sus ideas y sentimientos, fueron
precisamente ellos los que desarrollaron artísticamente
las formas del romance, introduciendo reglas ñjas para
la medida y la rima, y transformando las imperfecciones
en galas, como la asonancia por rudeza en el medio más
propio para evitar la monotonía y pesadez de la rima
continuada. Asi fué que el sonsonete uniforme no hirió ya
los oídos de martillejo sino de repelón y resbalando, ya
que lo que originalmente fué no más que una ayuda de la
necesidad para marcar el ritmo, se convirtió en una ar-
monía tan halagüeña coir^o los acordes de guitarra. Así
fué que los cantores del pueblo adoptaron y generaliza-
ron prontamente este progreso de los poetas artísticos,
pues se hallaba fundado en la índole de aquel género de
composición. Los romances de la segunda serie de esta
clase contienen los modelos más perfectos de este géne-
ro en cuanto al estilo y la versificación, y lucen todas las
cualidades de los grandes ingenios que los compusieron,
al paso que hay entre ellos no pocos que adolecen ya
de todos los defectos y extravagancias del culteranismo
y de la época de la decadencia de la poesía castellana.
Los romances de la clase 8/ se hallan publicados ya
por los poetas á su nombre en sus obras particulares,
como los de Pedro de Padilla, Lucas Rodríguez, Lobo,
Laso de la Vega, Juan de la Cueva, etc., ya anónimos en
las Plores, los dos partes del Romancero general (16), y
(16) Es eauivocación muy común en los extranjeros el tener las
nuevo partüs ae la Flor de varios romances nuevos que formaron des-
pués, eon otras cuatro, el liovianoero general, v el oue bajo el título
de: Segunda parte, etc., publicó Miguel de Madrigal, por los verda-
deros tesoros de la poesía popular de romances; todas estas coleccio-
nes conlienen no más que imitaciones de los poetas artísticos y jue-
gos de su ingenio, compuestos en las dos últimas décadas del siglo xvi
6 en la primera del xvii. v ninguno de los romances verdaderamente
populares y viejos se halla recogido en ellas, las cuales servían más
XXXVIK LÍRICOS CASTELLANOS
otras varias colecciones de i^al clase posteriormente pu-
blicadas; empero anónimos ó pseudónimos, son muy fáci-
les de reconocer, y eran, por cierto, muy conocidos y ce-
lebrados de los aficionados los compuestos por los gran-
des ingenios, como Lope, Cervantes, Góngora, etc., aun-
que disfrazándose en el traje morisco ó pastoril y con los
nombres poéticos de Belardo, Elicio y el Cordobés. Por
tales poetas, verdaderamente nacionales, fué la poesía de
romance rejuvenecida y popularizada por segunda vez y
en sentido más alto, pues ellos supieron aprovecharse de
su espíritu, de sus tradiciones y formas, para fundar so-
bre sus elementos el drama nacional.
Como la presente colección está destinada á recoger
exclusivamente romances populares viejos ó populariza-
dos antiguos, basta distribuirlos en las tres clases si-
guientes:
I. E/Omances primitivos ó tradicionales (pertenecien-
tes á las clases 1.^ y 2.<^ del 8r. Duran, las cuales, como
queda dicho, en nuestro sentir no forman más que una
sola).
II. E/Omances primitivos refundidos por los eruditos
ó poetas artísticos (atribuidos por el Sr. Duran á la cla-
se 4." ó 5.*).
m. Romances juglarescos (también la clase 3.* del
Sr. Duran).
H. De los diversos géneros de romances, según los asuntos de
que tratan.
Acabamos de ver cuan grande era el influjo de los
asuntos en el desarrollo del carácter y las formas de los
romances: esto se echa de ver aun más si los considera-
mos ahora respecto á los asuntos de que tratan y el
modo con que los tratan, pues en toda composición ver-
bien de almacén de moda para los aficionados de aquel tiempo. —
Véanse las excelentes observaciones del Sr. Duran sobre las Flotas y
el liomau'.'ero general, en el Catálogo de los documentos, etc., al fin del
lomo II de su Jiomanc<:i'0 general.
INTRODUCCIÓN XXXIK
daderamente poética existe siempre una intima conexión
entre la materia y la forma; asi que tal vez constituyen,
como queda dicho, los asuntos mismos un signo caracte-
rístico de ciertas clases de romances.
No es empero fácil clasificar los romances por series
de materias y asuntos, y todos los que se han ensayado
en esto se han visto forzados á admitir la serie de va-
rios, que, en efecto, es no^ más que un asilo para todos los
que producen duda ó embarazo, no dejándose contar en-
tre las otras series.
Duran, p. e., ha considerado los romances: «en tres
grandes series, á saber: la de fabulosos ó novelescos, la
de históricos y la de varios.» «A la primera correspon-
den, según él, los moriscos, los caballerescos y algunos
de los vulgares; á la segunda, los de historia verdadera ó
tradicional; y á la tercera, la de asuntos amorosos, satiri-
ces y burlescos, que consideran las pasiones, las virtu-
des y los vicios subjetivamente, ó según el sentimiento
intimo y moral para expresar las unas, ensalzar las
otras y castigar ó ridiculizar las costumbres y los actos
viciosos.»
8i no nos contentamos con esta clasificación, por ha-
llarla demasiado general, y para restringir, cuanto en
nosotros cabe, la eerie de los varios, no por eso tene-
mos la presunción de sustituirla con un sistema perfecto
y de apurar la materia: lo que vamos á proponer no es
máis que un ensayo que tiende á ordenar con mayor
claridad y perspicuidad estos productos caprichosos del
ingenio y de la fantasía, para facilitar su revista.
Considerámoslos, pues, bajo dos aspectos principales:
1." En cuanto son verdaderamente objetivos, ó se dan
por tales.
2.® En cuanto se presentan puramente subjetivos ó lí-
ricos.
Comprende el primer género las especies siguientes:
1.** Los romances históricos y tradicionales.
2.° Los novelescos y fabulosos.
3.* Los caballerescos.
4.® Los heroicos.
.6." Los moriscos.
XL LÍRICOS CASTELLANOS
6.° Los pastoriles, piscatorios^ villanescos, etc.
7.** Los romances de Gemianía, los picarescos ó já-
caras.
El segando género, ó el puramente subjetivo y lírico^
se podría dividir en tantas especies cuantas sensaciones
y pasiones caben en el corazón humano; pero basta divi-
dir los romances pertenecientes á ella, según las dos dis-
posiciones fundamentales del alma, en los serios y los fes-
tivos, abrazando los primeros, p. e., los amatorios senti>
mentales, los espirituales, doctrinales, alegóricos, etc.,
mientras que los festivos pueden tener un carácter más 6
menos pronunciado, gracioso, satírico, burlesco, irónico,,
etcétera.
Se entiende que estos géneros y especies no pueden
deslindarse siempre con toda precisión, que hay román*
ees de géneros mixtos y especies de transición; tales
son, p. e., en les romances llamados heroicos los asunto»
casi siempre accesorios, y la tendencia principal del poe-
ta es á lucir su iugenio, á expresar sus sentimientos y su
modo de ver las cosas, y por eso tienen un colorido emi-
nentemente subjetivo; aun más se manifiesta el carácter
lírico en los moriscos, pastoriles, etc., donde el objeto no
es más que un disfraz del poeta.
No es nuestra intención, ni lo permiten los limites de
esta advertencia, tratar cabal y detenidamente de todas
estas especies de romances, lo que es tanto más super-
fino, cuanto que un maestro tal como el Sr. Duran ha
casi apura lo la materia. Limitarémonos, pues, á algunas
observaciones y dudas, cuando no podemos coincidir del
todo en sus miras, y nos ocuparemos en considerar con
alguna más detención tan sólo aquellas especies de que se
hallan recogidos ejemplos en nuestra colección, como:
DE LOS ROMANCES HISTÓRICOS.
«Para contar hechos insignes pasados fueron verdade-
ramente inventados los romances», ha dicho Lope de
Vega {Arte de hacer comedias); y, en efecto, al impulso
INTRODUCCIÓN XLI
tan natural y tan irresistible en una nación heroica de
cantar las hazañas de los antepasados y las proezas d&
los contemporáneos, de narrar los acontecimientos más-
interesantes, de celebrar el carácter nacional y social en
sus representantes más señalados, los héroes semi-histó-
rícos y semi-tradicionales (personas míticas); á esto de-
bió, por cierto, su origen la poesía de romances; por eso-
son, sin género de duda, los históricos los romances más
viejos y más populares, y fueron los primitivos. Es-
tos se hallan ya citados en las crónicas más antigua»
(como en la general); trozos de ellos se han conservado-
en éstas, y los eruditos del siglo xvi, que hacían «sus ro-
mances nuevos sacados de las crónicas» á imitación de
los viejos, fueron en verdad muchas veces no más que
refnndidores de su prosa en los romances primitivos que
les habían servido de originales. Es verdad también que
no llegaron á nosotros en su forma primitiva, pues vivían
por siglos tau sólo en la boca del pueblo, y por de con-
tado estaban sujetos á todas las transformaciones y des-
figuraciones de la tradición oral: mas á pesar de todo eso,.
tales cuales los poseemos, llevan aun el sello de su ori-
gen y de su antigüedad; y de nuestra primera clase con-
siste, como queda dicho, la mayor parte en históricos
propiamente dichos, es decir: aquellos cuyos asuntos es-
tán tomados de la historia nacional, que fueron compues-
tos por y para un pueblo de hidalgos y caballeros, y des-
tinados á expresar sus sentimientos, á pintar su estado y
á celebrar sus héroes y hazañas (17). Por eso el Bernar-
do del Carpió de los romances viejos, sea histórico, sea
del todo fabuloso, representa el tipo ideal de la ricahom-
bría de la época heroica; por eso en los romances de esta
clase aparece aun el Cid como el héroe de la aristocra-
cia de la Edad Media, el ricohome casi independiente, algo-
(17) Vóansc las ^iete Partidas, parte II, tít. XXI, loy XX: «Como-
ante los caballeros deben leer las hestorias de los grandes fechos do
armas quando comieren.» — Donde dice: <Et alli do non habien tales
escrípturas facienselo retraer á los caballeros buenos et ancianos que
se en ello acertaron: et sin todo esto aun facien más que los juglares
non dixiescn anV ellos cantares sinon de gesta ó que fablasen de fe-
cho d'armas- >
XLII LCRIGOS CASTELLANOS
altanero y turbulento, el «hijo de sus obras», diferente
ya del Cid del Poema y de las Crónicas, y aun mucho
más del Cid de los romances heroicos y de las comedias;
asi celebraron en los romances viejos del conde Fernán
Oonzález (18) los dinastas sus propias victorias sobre la
realeza; asi el romance de los Carvajales canta de «la fal-
sa información que los villanos han dado» al rey, quien,
por haberles dado crédito contra los nobles, fué empla-
zado ante Dios; y asi pinta el romance de los ¿inco mara-
vedises la indignación de los hidalgos al suponer que se
les cobran tributos, y la humillación de un rey tfA como
el de las Navas, quien se vio forzado á respetar sus
fueros.»
Estos romances, llamados por nosotros los propiamen-
te históricos, por ser los más objetivos, se distinguen ya
muy sensiblemente por el espíritu, tono y colorido, de
los hechos á su imitación por los eruditos ó por el estilo
de las crónicas rimadas; son aun más diversos de los lla-
mados heroicos, compuestos por los poetas artísticos; y
distan de los vulgares tanto como el pueblo, cuando abra-
za aun la nación entera, del vulgo, apodo de las clases
bajas, en contraposición con las que se tienen por más
elevadas.
Los romances de los eruditos nacieron en aquella épo-
ca de transición, cuando de un lado vivían aun las ira-
(18) Véase la obra citada del Sr. Dozj, págs. 652 y 8i^. sobre el
«arácter del Cid, según la Crónica rimada y los romances viejos; — pá-
gina 656, sobre Bernardo del Carpió, — y pág. 662 sobre el conde
Fernán González. — Los argumentos con que el Sr. Duran {Rom. ge-
neral, 1. 1, pág. 482, t. II, Ipágs. 649 y sig.) ha impugnado estas opi-
niones, no nos parecen convincentes: pues creemos que no haya dis-
tinguido con todo el rigor que pide la verdad histórica la ricahom-
bría y hidalguía de los reinos separados durante la Edad Media, de
la grandeza y nobleza desde la época de su reunión en una gran mo-
narquía. Las primeras, casi independientes (pues pudieron desnatura-
lizarse^, y más altaneras y turoulentas que cualquier aristocracia
feudal, tenían al rey poco más que por el primero entre pares (véa-
se, p. e., el rasgo notable con que caracteriza la''r<>Mífa yenerai^ edi-
-ción de Valladolid de 1604. fol. 233, al Cid, el tipo del caballerismo
«spanolV, las segundas, por haber apartado sus intereses de las de
las otras clases de la nación, fuoron también domadas y sojuzgadas
f>or la realeza, y en fin, contentas de hacer el primer papel de galán
eal en la corte del monarca casi absoluto.
INTRODUCCIÓN XLIK
diciones del influjo é interés político de todas las clases
de la nación, cuando todas participaban de la nueva glo-
ria nacional: en suma, cuando existia aún un pueblo en
el sentido político, y cuando de otro lado, por esta misma
gloria de la recién crecida monarquía, la realeza hubo
salido triunfante y tan superior á todas las clases de la
nación, que todas comenzaron á sentirse subditos en fren-
te del monarca. Por eso se echan de ver en estos roman-
ces eruditos rejuvenecidas las tradiciones viejas, imitados
los cantos populares y celebradas las antiguas y las nue-
vas glorias y héroes de la nación; pero ya no con aquel
espíritu de independencia, no ya con aquella franqueza y
viveza de varones que sienten su valor é influjo, y siem-
pre con todos los respetos debidos á la realeza.
Sucedieron á los eruditos los poetas artísticos, imitan-
do también ellos en sus romances heroicos las formas y
tal vez el lenguaje de los viejos, tomando también ellos
sus asuntos de la historia nacional. Pero lo que inspiró
á estos poetas no fueron ya los objetos mismos, el in-
terés patriótico y las glorias nacionales (19). Buscaron y
(19) No puede caracterizarse mejor la manera de los poetas artís-
ticos al tratar los asuntos históricos, que con las palabras de un ro-
mance satírico (en el Jiomancero general, el que empieza: Qué se me
da á mi que el mundo) donde dice:
Y porque para escribir mayor ingenio descubre,
romances, coplas y letras más saber y mas prudencia;
de tan sabidas historias, y sin mirar al objeto
es menester menos ciencia: se advierte do un buen poeta
pues un ficto pensamiento el estilo, el pensamiento,
arguye más elocuencia, « el concepto y la s.mtencia.
Bl Sr. Milá y Fontanals (1. c, págs. ol y sig.), aunque exagera con
mucho el haber acertado en la imitación y restauración de los roman-
ces viejos los poetas artísticos, hasta poner la cuestión: <¿Se creó en-
tonces vpor ellos de nuevo) una poesía popular?», no puede menos de
confesar; (sus romances) <no eran ya poesías verdaderamente popu-
lares (!), y exceptuando los trozos que no son sino imitación, y acaso
•copia perfeccionada (V) de los antiguos, están generalmente despro-
vistos de la precisión y claridad plástica de estos. Tienen un no sé qué
de artificial (!), una complicación de cláusulas y frases, una trabazón
de ideas, todo ello excelente, p?ro que arguye una procedencia no
popular, y que no eran, por decirlo así, para el paladar del pueblo.»
XLIV LÍRICOS CASTELLANOS
hallaron en todo eso no más que ocasiones para lucir su
ingenio, su imaginación y su arte; no más que disfraces
para celebrarse con nombres históricos á si mismos, y
ensalzar á sus valedores y amigos; no más que analogías
para enmascarar con situaciones decantadas sus aventu-
ras y relaciones, y para expresar sus sentimientos; en fin,
no más que «temas para sus variaciones», como ha dicho
con tanto acierto el Sr. Huber. Por eso no narran, sipo
pintan; no pintan retratos de antepasados y costumbres
antiguas, sino los de sus contemporáneos y las modas del
dia. Por eso sus héroes obran poco y hablan mucho, ha-
ciendo alarde de su lealtad acrisolada, de su sensibilidad
pundonorosa y galantería cortesana en largos discursos
y sutiles razonamientos, llenos de conceptos y antítesis.
En suma, los romances heroicos fueron no más que jue-
gos de ingenio, medios de conversación, divertimientos
de los saraos de la corte, y no pudieron ser más.
No pudieron serlo, porque desde la sublevación de Us
comunidades y su derrota en Villalar, vencidos los comu-
neros por los nobles, fué pronunciada la separación y opo-
sición de las diferentes clases de la nación. En las Cor-
tes de Toledo del año de 1538 se vio la aristocracia ven-
cida á su vez, por haberse opuesto á los demás, y se re*
tiró con desdén de una junta de pecheros, no queriendo
ya participar de una representación nacional cuyo po-
der consistía en votar tributos y servicios, en presen-
tar súplicas y proposiciones, y en ejecutar las leyes y
pragmáticas reales. Ya no existió desde entones un pue-
blo, en el sentido político, un pueblo que tiene influjo
activo en el gobierno y la legislación con la conciencia
de tenerlo: pues los miembros desunidos del estado llano
y de las clases bajas, sin el cimento de una aristocracia
poderosa y vigilante sobre los intereses comunes á to-
dos, son siempre despojo, ó de la demagogia, ó del abso-
lutismo, y la aristocracia aislada y en oposición con las
otras clases ha de sucumbir á la liga de ellas con la rea-
leza, en cuyas manos se reconcentran luego todo poder,
todo impulso, toda actividad política. Asi sucedió, como
siempre en tales circunstancias, también en España: las
diferentes clases de la sociedad, no estando ya ligadas
INTRODUCCIÓN 3CLV
por intereses comunes, no teniendo ya una parte activa
en los negocios públicos, apartándose siempre más las
unas de las otras, y no apreciándose ya reciprocamente
á sí mismas más que por las gradas que ocupaban del
trono abajo, se dedicaron casi exclusivamente á sus inte-
reses particulares: asi fué que el espíritu de partido y el
egoismo volvieron á ser los impulsos predominantes, y
favorecieron todo lo que era puramente subjetivo. Añá-
dase á todo eso que entonces el género lírico fué el más
cultivado en la poesía artística española, y no se extra-
ñará que los poetas que componían para el gusto y di-
vertimiento de las clases superiores, aun cuando adopta-
ban formas populares y asuntos nacionales, siguiesen
también ellos el rumbo universal, el impulso subjetivo;
que cultivasen sobre todo los elementos líricos en aque-
llas formas, y adaptasen los asuntos á los intereses, sen-
timientos y costumbres de la sociedad culta de su
tiempo.
Quedaron, pues, las clases bajas é íntimas de la nación,
abandonadas á sí mismas y miradas con desdén por todas
las que se contaban entre la sociedad culta; no inspiradas
ya por intereses comunes, acciones públicas y hazañas
de héroes nacionales; pero con gana todavía de cantar
sus intereses particulares, los acontecimientos más extra-
ños de su vida y los hombres más famosos de su trata:
hé aquí por qué esta clase, no constituyendo ya con las
otras un pueblo en el sentido político, sino en oposición
con las que se tenían por superiores, la parte más ínñma
de la sociedad, la plebe, apodada desdeñosamente por las
otras «el vulgos»: hó aquí por qué este vulgo no pudo ya
producir cantos y romances populares, sino solamente
vulgares.
Los romances compuestos por y para un tal vulgo, di-
fieren, como hemos apuntado, no sólo por el lenguaje, giro
de la frase, tono y las demás formas exteriores de los vie-
jos populares, sino que difieren aun más por los asuntos,
el espíritu, los sentimientos, las miras y costumbres. Es
verdad qua tampoco este vulgo había enteramente olvi-
dado las glorías antiguas, las tradiciones nacionales y los
héroes populares; que siguió cantando y oyendo con gus-
XLVí líricos castellanos
to loa romances viejos, aunque ya adaptados á su boca;
las hazañas de Bernardo del Carpió y del Cid, aunque
ya desfiguradas, según su modo de ver y sentir. Es ver-
dad que este vulgo todavía se gozaba en oir ensalzado y
proclamado el valor español de sus contemporáneos, aun-
que con voz más templada y á modo de gaceta de corte
ó acta en verso. Pero cuando tenia gana, lo que era na-
tural, de cantar y oir también cosas nuevas, cosas más á
su alcance, más conformes con sus intereses y sentimien-
tos, ya no fué el vulgo, como en otro tiempo el pueblo^
su mismo poeta y trovador, por faltarle ingenuidad, can-
dor y estro; no fueron juglares sus cantores, sino los de
feria y los ciegos, por no ser ya los oyentes caballeros y
damas, sino picaros y manólas. Los asuntos de los ro-
mances vulgares no fueron ya tomados de la historia na-
cional y de la vida intima y política de la sociedad, por-
que el vulgo no tuvo parte ni interés en los negocios pú-
blicos, hallándose segregado y repelido por la sociedad
cuita, y por eso en oposición con ella. íáus asuntos eran
los acontecimientos del día, los milagros de los caminos
reales, las reyertas y aventuras de las plazas y calles;
en suma, todo lo extraordinario que abraza el estrecho
circulo de vida de la gente ruin, abandonada á sí misma.
Sus héroes no son ricoshombres, hidalgos y caballeros,
ni siquiera capitanes ó galanes de la corte en traje mo-
risco ó pastoril; sino guapos y muy guapos, valentones,
rufianes, bandoleros y ladrones, gitanos y jaques. En fin,
los sentimientos y costumbres que expresan y pintan na
pudieron ser de independencia, de conciencia del propio
valor y poder, ni de lealtad, pundonor y galantería; sino
los de su bajeza, opresión y desaliento, los de la envidia
que les inspiraban las clases más altas y más ricas, los
del odio que arrastraba al vulgo á mantener una guerrilla
oculta, pero continua y á todo trance contra la ley y la
sociedad.
Hemos hablado aquí solamente de los romances vulga-
res históricos y más ó menos objetivos; pero se entiende
que tratan asuntos de todo género, que hay vulgares
meramente líricos, amorosos, satíricos, etc., y es fuerza
confesar que hasta los vulgares tienen, á pesar de todo
INTRODUCCIÓN YLVIi
6S0; un cierto aire caballeresco, un cierto tono de desen>
fado; que maniñestan fino oído y agudo sentimiento para
la melodia en la versificación y la elegancia en el giro
de la frase; y los festivos no carecen de sal y gracejo:
porque en España también el vulgo es valiente todavía,
tiene sus puntas del fiero carácter castellano, un instinto-
poético, un oído musical, un donaire innato (20).
Aun menos que estos romances heroicos y vnlgares-
tenemos por verdaderamente históricos aquellos cuyos-
asuntos no están tomados de la historia nacional. Son, en
nuestro sentir, ó crónicas rimadas, ejercicios escolásticos-
y pedantescos de los eruditos; ó tradicionales, como loa
pocos que tratan fábulas mitológicas ó leyendas griegas-
y romanas, conservadas en la boca del pueblo, ó popula-
rizadas, aunque revestidas, como en los cuadros de la-
Edad Media, con trajes caballerescos y nacionales, y en-
mascaradas con el colorido del tiempo de su composición:
por eso hemos tenido por más oportuno incluir en nues-
tra colección el escaso número de semejantes romances
tradicionales entre los demás novelescos y caballerescos-
sueltos.
Sin embargo, antes de tratar de estos últimos, debe-
mos mencionar una especie ó sección de los romance»
verdaderamente históricos, por contener algunos que,
contemporáneos de los hechos que narran, han llegado*
(20) El Sr. Duran ha dividido el Romancero de vulgares en las sec-
ciones siguientes (en la obra misma, mientras que el prólogo Sd
ciñe á seis secciones):
1) Caballerescos.
2) Novelescos y fabulosos.
3) De cautivos y renegados.
4) Históricos.
5) Tomados de leyendas devotas.
6) De valientes y guapos.
^) De casos y fenómenos raros y maravillosos.
8) De asuntos imaginarios.
9) De controversia, agudeza é ingeniosidad.
10) Satíricos, jocosos y burlescos.
11) Cuentos vulgares nechos en romances.
Nosotros hemos tratado con más detención de los romances vul-
gares en los Anales lit. de Viena, tomo 114, págs. 66 y sig., y en el
periódico intitulado: Blatter für literarische Vnterhaltunq, año de
1852, no. n.
XLVIII LÍRICOS CASTELLANOS
á nosotros casi en su forma primitiva, y por eso pueden
considerarse como los más característicos de su género,
y merecen una particular atención. Queremos, pues, in-
dicar ios romances llamados fronterizos, porque fueron
<K)mpuestos por los mismos héroes, los adelantados ca«
balleros, capitanes y soldados que defendieron en los
siglos XV y XVI las fronteras de los reinos cristianos, y
la integridad de lamonarquia española contra los infieles
y rebeldes, hasta hacer desaparecer tales fronteras, hasta
la conquista del último reino musulmán, hasta la expul-
sión de los moros, hasta la total dominación de los mo-
riscos sublevados en las Alpujarras.
Estos romances fronterizos son muy históricos, verda-
■deramente populares, puramente nacionales y limpios do
toda imitación extraña. Por eso no hay que confundirlos,
como se ha hecho tantas veces, con los romances llama-
dos moriscos, de los cuales se diferencian por el origen^
carácter, estilo y tono, como veremos luego al tratar:
DE LOS ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS
SUELTOS.
Si se han llamado lUada española los romances histó-
ricos, se podrían señalar con el nombre de Odisea espa-
ñola los romances novelescos y caballerescos: pues pin-
tan la vida intima de la familia, el estado doméstico de
la sociedad, y principalmente las diversas fases que si-
guen las pasiones eróticas.
De los romances de este género, los viejos populares
son también verdaderamente objetivos y puramente na-
cionales. En ellos aparece aun el caballerismo español
en toda su ingenuidad y carácter; en ellos hallan expre-
sión las relaciones de familia según las leyes y costum-
bres particulares á España, como el poder del padre,
hermano y marido, el estado de la mujer legal, de la
manceba y esclava; en ellos se representan las diferentes
clases de la sociedad en su comercio reciproco y en el
roce con sus vecinos y enemigos, desde el rico-hombre
hasta el villano, desde el soberbio castellano hasta el
INTRODUCCIÓN XLIX
rain judio y el miserable gitano; en ellos se retratan, en
fin, la fe, las creencias, pasiones y afectos que caracteri-
zan este pueblo tan singular como interesante.
Se entiende que los moros, ya vecinos ó ya enemigos,
y sus relaciones con los cristianos de la Península, ocu^
paron entonces un lugar muy eminente é importante, no
sólo en la vida del campo, sino también en la de casa y
familia de los españoles. Hay por eso entre los romances
viejos populares algunos novelescos que narran y des-
criben los lances, aventuras y situaciones que procedían
del frecuente trato con los moros. Tienen, es verdad, un
tono un tanto más lírico, fantástico y sentimental, un co-
lorido brillante y lozano; mencionan tal vez costumbres
y creencias orientales, pues sus héroes y heroínas son
también moros y moras. Pero su carácter fundamental
nada tiene de oriental, los sentimientos íntimos predo-
minantes en ellos son tan caballerescos y nacionales, tan
propios del caballerismo español, como en los demás
verdaderamente populares; y lejos de ser imitaciones de
la poesía árabe, ni bajo el aspecto de las formas métri-
cas, ni bajo el del colorido, tono y estilo, pueden, al con-
trario, contarse algunos de ellos (p. e., los de Moriana y
Gal van, de la mora Moraima, etc.,) entre las composicio-
nes más bellas, más lozanas, á la par que más genuinas,
de la poesía popular de España (21).
(21) Coa referencia á estos romances novelescos y á su heteroge-
neidad de los posteriores moriscos, ha dicho con sobrada razón el
Sr. Duran (Romancero general, tomo I, pág. 10, nota 8): «Con efecto,
Soco antes de la conquista de Granada, y quizá hasta algunos años
espués, se hallan pocos romances moriscos novelescos que tengan
Testigios muy señalados de la poesía árabe.» — (Véase también la
nota 16, pág. 21.)— Y particularmente sobre los romances do Moria-
na y Galván dice en la nota al primero de esta serie (1. c. pág. 3):
«Así éste como los demás de Moriana tienen un carácter caballeresco
may marcado y particular que los distingue, con algunos otros de
esta sección, de los demás romances moriscos.»
Caracteriza, pues, con mano de maestro este género de romances
novelescos viejos y populares como sigue (ibíd pág. XIII); «Descúbre-
se en ellos cierto candor primitivo, cierta expresión de sencillez
semi-bíírbara; un lenguaje tan en su infancia; tantas palabras, fra-
ses y giros de expresión anteriores ala reforma con que se nos pre-
sentan, qiie es imposible no .considerarlos como de muy remota
procedencia, y como hijos de un espíritu que se empleaba en asuntos-
Tomo VI. 4
L LÍRICOS CASTELLANOS
A pesar de todo eso, se han confundido constantemen-»
te aquellos romances tradicionales y populares con los
llamados moriscos, otro género de novelescos, y hasta 1&
nueva edición del Romancero del Sr. Duran los ha in-
cluido mixtos con los últimos en una sección, sólo por
tratar ambos géneros de cosas de moros. Pero los do»
son heterogéneos en cuanto á su origen, distan casi un
siglo en la época de su composición, son por eso muy
diversos en su carácter fundamental y el espíritu que
los dictaba, muy diferentes en el colorido, tono, estilo y
hasta las formas métricas. Pues los romances moriscos
novelescos son un producto puramente artístico, el ca-
pricho de una moda, sin tener un fundamento tradicional,
sin haber sido jamás verdaderamente objetivos y popula-
res; dado que esta moda de hacer romances á lo morisco
no nació antes del último tercio del siglo xvi (los pliegos
sueltos y las colecciones anteriores al año de 1580 no
contienen aun tales romances moriscos), es decir, casi
un siglo después de la conquista de Granada, cuando la
total sujeción de los descendientes de los moros, cuando
la conversión de los moriscos á la fe y su incorporación
en la sociedad cristiana; pues estos romances moriscos
nacieron aun después de introducidos aquellos igual-
mente artísticos cuyo asunto es también morisco, pero
ya del todo facticio y tomado de los poemas italianos (22)»
Entonces fué cuando tomaron este disfraz los caballe*
ros y poetas galanes de la corte de los Felipes, para ce-
lebrar sus damas con los nombres de Zaida ó Lindaraja,
para representarse á sí mismos como valientes Muzas»
é invenciones de suyo muy populares, aunaue ya impregnadas
del colorido oriental que los árabes nos iban lenta y escasamente
comunicando.»— En verdad, tan «lenta y escasamente», que las in-
venciones de estos romances no se distinguen de las de los otros
viejos populares, sino por las costumbres y otras cosas meramente
accesorias, que no muoaron en nada su carácter esencial y espíritu
nacional.
(22) Sirva de prueba del influjo que tenían los asuntos tomados de
los poemas italianos en los romances novelescos, p. e., el romanee
morisco de Gazul, que dice:
No de tal braveza lleno
Rodamonte el africano, etc.
INTRODUCCIÓN LI
enamorados Gazules ó celosos Tarfes; para pintar los
saraos y torneos de la corte, enmascarados con trajes
moriscos, en las zambras y los juegos de cañas de la
plaza de Vivarrambla (como se ejecutaron, en efecto,
tales mascaradas en la corte del rey D. Manuel de Por-
tugal; véanse las Memorias da Academia de Lisboa,
tomo V, 2., págs. 44 y 45), para cantar, en fin, con ma-
yor despejo sus amores y aventuras, sus celos y desvelos
bajo este disfraz, y del mismo modo que lo hicieron, tal
vez los mismos poetas, bajo el de forzados, pastores,
villanos, picaros, etc. Contribuyó, no poco, á favorecer
y propagar esta moda el éxito y aplauso que obtuvo por
aquel tiempo la célebre novela morisca de Pérez de
Hita.
¿Es, pues, de extrañar, que composiciones nacidas
bajo semejantes auspicios, producidas de esta manera
por tales autores, tengan todas las calidades con todos los
defectos de una poesía artística cortesana, brillante, in-
geniosa, perfecta bajo el aspecto del arte, y nacional
todavía; pero careciendo ya de toda verdad histórica, de
toda objetividad é ingenuidad, y no libre de afectación
y culteranismo?
Nosotros empero — por no ser tachados de parciales y
preocupados, y, digámoslo francamente, por no poder
hacerlo mejor — queremos poner aquí al pie de la letra
la excelente clasificación que ha hecho de aquellos ro-
mances moriscos el Sr. Duran, quien dice (1. c, pág.XIII):
cLos romances de esta sección son la idealización com-
pleta de los histórico-fabulosos, tales como los que tra-
tan de las hazañas, empresas y hechos atribuidos á los
Vargas, Pulgares, Garcilasos, etc. El espíritu de moda
influyó mucho en la boga que tuvieron, y en la cansada
monotonía que á muchos les impuso la necesidad de re-
petirlos por acomodarse al gusto público y facticio de la
época. Asi se observa que entre los romances moriscos
novelescos hay muchos que sólo lo son en sus aparentes
formas, cuando en realidad pueden, con mudar los nom-
bres de los protagonistas, convertirse en otro género de
los eróticos ó -descriptivos.»
Hasta aquí convenimos en un todo con la excelente
LII LÍRICOS CASTELLANOS
clasiñcación del Sr. Duran, y precisamente por eso no
podemos convenir cuando prosigue diciendo: «Pero esto
no impide que los genuinamente moriscos no sean des-
cendientes y no contengan todos los vestigios del orien-
talismo árabe que los caracteriza. Los cuadros que for-
man los Homances moriscos novelescos no son cierta-
mente la poesía árabe pura, ni la castellana primitiva,
sino la fusión de ambas en las nuevas formas que adqui-
rió la civilización por el roce y trato de ambos pueblos.
Desde los romances fronterizos á los histórico-fabulosos,
y desde éstos á los moriscos novelescos, se percibe una
graduación continua que señala sus transformaciones, é
indica lo que inñuyó en ellas el espíritu que las anima, y
la moda que las aceptó y corrompió, etc.» — No podemos
nosotros admitir estas aserciones sin hacer restricciones
y distinciones. Pues en nuestro sentir no hay tales ro-
mances «genuinamente moriscos», en cuanto se entiende
bajo la denominación de moriscos tan sólo aquel género
de novelescos de que acabamos de hablar, y, como cree-
mos, de probar: que carecen de toda verdad histórica, de
toda ingenuidad; que se distinguen esencialmente [y por
eso no se deben señalar con el mismo nombre dos géneros
casi opuestos por el principio, carácter, etc.), de los fron-
terizos, de los histórico-fabulosos y de los novelescos
populares que tratan de asuntos moriscos, y por no tener
un fundamento común con aquellos, no pueden expresar
«una graduación continua»; que tienen tan pocos «vestí-
gios del orientalismo árabe» como del caballerismo anti-
guo español: pues no son más que juegos de ingenio,
cuyos autores, caballeros sí, y españoles todavía, pero
caballeros cortesanos, y sobre todo subditos leales de los
monarcas de España, se enmascararon con la «roperia
mora», y curándose aun mucho menos del espíritu orien-
tal y de las costumbres y creencias de los árabes, que
lo harian los poetas y novelistas que compusiesen tales
romances en nuestros días (23).
(23) Así dice el docto conde Alberto de^Circourt en su excelente:
IliBtoire dea Mores Mudejares (Tomo 111, págs. 325 y siga.) con tanta
razón como agudeza: Ces pauvi-es Mores des romances aont bariolés
conime Arlequín, empanachés comme dee saltimbanques, emblasonés de
INTRODUCCIÓN Lili
Nos hemos detenido en impugnar estas opiniones, por
haber sido tan generalmente admitidas, tantas veces re-
petidas, y después de refutadas, ahora de nuevo autori-
zadas por un critico tan sagaz y tan docto como el señor
Duran, quien empero nos parece en este caso algún tanto
preocupado en favor del orientalismo tan decantado de la
poesía castellana (24).
devises comme un livre de Saavedra: et quelles devises! de vaisseaux
dont pensée fo'nne la poupe^ a qui ferme foi sert de pilote^ et dont les
écoutilles sont les deus yeux d'un amanta etc. Y descñbe (1. c, pági-
nas 826 y 82*7) según autoridades acreditadas el traje histórico ae los
moros de aquel tiempo.
Asi dice una autoridad nacional, el célebre poeta Ángel de Saave-
dra, duque de Rivas (Romances históricos, París, 1841, págs. 6 y 7):
«Entonces nacieron los romances moriscos; engañándose mucho los
que, escasos de erudición , juzgan estas composiciones originariamente
árabes. Error que se nota con sólo considerar que ni las costumbres,
ni los afectos, ni las creencias que en ellos se atribuyen á persona-
jes moros, sou los de aquella nación: advirtiéndose desde luego que
son cristianos enmascarados con nombres y trajes moriscos, etc. »
Véanse también las notas del Sr. Alcalá Galiano á la introducción
del Sr. Depping á su Romancero, tomo I, págs. LXXX y LXXXl.
Esta modado hacer romances alo morisco rué, como sucede siem-
pre con cosas de moda, luego exagerada, y se compusieron tantos
romaneos moriscos, y entre ellos tan «ridículos, estrafalnrios y culte^
rizantes», que provocaron la sátira y la oposición del gusto natural
y sencillo contra aquel facticio y amanerado, v dieron margen á
aquellas parodias que se conocen bajo el título de romances moris"
eos, satíricos, jocosos y burlescos,- otra prueba de la escasa ó ningu-
na verdad histórica de los moriscos novelescos.
(24) Véase la nota 3. — Añádanse las autoridades alegadas por
nosotros para impugnar este supuesto orientalismo de la poesía
castellana y especialmente de los romances moriscos, en los artícu-
los: Uber die Romanzen-Poesie, 1. c, tomo 117. págs. 160 y 161, v so-
bre el Romancero del Sr. Duran, en el periódico que lleva por titulo;
BliUter fiir literarische Unterhaltung, año de 1852, no. 16, donde he-
mos mostrado que el Sr. Duran ha refutado él mismo muy bien las
extravagancias de esta teoría en otros pasajes de su prólogo (cabal-
mente en la nota 16, pág. XXI;; y manifestado con eso su candor y
BU esfuerzo para librarse de preocupaciones nacionales y arraigadas.
— Tenemos además la satisfacción, de que el autor que recientísima-
mente ha tratado de este asunto, un conocedor tan fino y profundo do
la literatura española como el Sr. Lemcke (1. c, tomo I, pág. 19., to-
mo II, pág. 16), se ha declarado también contra aquel orientalismo
de la poesía castellana, contra el influjo exagerado de los árabes en la
formación del carácter nacional español, contra la posibildad de una
«fusión de la poesía árabe pura y de la castellana primitiva en las
nuevas formas que adquirió la civilización por el roce y trato de
Liv líricos gaslellanos
Nuestra colección nada tiene que ver con aquellos ro-
mances moriscos novelescos, por ser tan poco viejos ni
populares como los demás disfraces de los poetas artís-
ticos, aunque contienen composiciones lindísimas, y baja
el aspecto del arte las más perfectas.
Pero hemos colocado entre los romances novelescos, los
que llamaremos caballerescos sueltos.
Es verdad que los novelescos de que acabamos de tra-
tar, óomo compuestos por caballeros y para un pueblo de
caballeros, tratando de su vida privada, expresando sus
pasiones íntimas, pintando sus costumbres y narrando
sus aventuras, que tales romances populares habían de
ser de suyo también caballerescos, y muy caballerescos
españoles. ¿Hay, p. e., romance más caballeresco, más
nacional, á la par que novelesco y popular, que el famoso
del conde Alarcos? Por lo tal, no es menester formar con
estos novelescos una clase separada, ó señalarlos con
una denominación particular.
Pero hay romances también populares, también caba-
llerescos, en los cuales se halla dominado el caballe-
rismo particular de España por el general de Europa,
por el espíritu de la caballerosidad universal é ideal
de la Edad Media. Y por cierto que ésta había de in-
fluir también en el pueblo español, porque era de suyo
muy inclinado á la caballerosidad, porque era un pueblo
de caballeros, porque estaba en continuo contacto y es-
trecho trato con los franceses, la nación más caballeresca
de Europa.
Hablamos de un caballerismo español, volvemos á lla-
mar á los españoles un pueblo de caballeros: y, en efec-
to, las circunstancias y relaciones propias del pueblo
español, bajo cuyo influjo se formaban su carácter nacio-
nal y sus instituciones políticas y sociales, tuvieron que
producir y favorecer un caballerismo particular, distinto
de las demás naciones.
La nación formada por los godos refugiados en las
montañas asturianas y por los habitantes de aquellas re-
ambos pueblos», y por de contado contra «la verdad histórica y mo-
ral» de los romances moriscos.
INTRODUCCIÓN LV
giones descendientes de los aborígenes celtiberos, pera
entonces cristianos también, la cual después volvió á ser
la española, tuvo que sostener una lucha continua y á
todo trace durante muchos siglos contra los vencedores
infíeles, para defender su vida, su fe, am existencia políti-
ca, y para recuperar el patrio suelo paso á paso. Aquí
no fueron exclusivamente dinastas poderosos los que con
su comitiva ó mesnada y seguidos de otros aventure-
ros emprendían correrías en países extraños para ha-
cer conquistas, para repartir los despojos, tierras y ho-
nores entre sus'fieles, según el favor ó el valor de es-
tos: aquí no fué una clase privilegiada en el uso de las
armas que se aprovechaba de su educación y destreza
militar para lucir su brío y bizarría: aquí se vieron for-
zados todos, desde los descendientes de reyes y magna-
tes godos hasta los nietos de siervos de criation y los
villanos vascongados, á hacerse á las armas, á saber ser-
virse de ellas, ya á pie, ya á caballo, para rechazar las
incursiones de los conquistadores, para amparar sus ho-
gares y familias. Aquí no sólo los castillos y solares fue-
ron fortalezas y baluartes del poder individual: fortale-
zas habían de ser también las ciudades, las villas, las
aldeas, expuestas á cada hora á las sorpresas y cercos de
los infieles; habían de ser amuralladas con los pechos de
sus vecinos en defensa de la comunidad. Por eso el lle-
var las armas no era en España una prerrogativa de una
clase privilegiada, sino una obligación de todos los que
eran capaces de hacerlo; por eso en España era tenido
por caballero cualquiera que á su costa mantenía armas
y caballo, y sabia servirse de ellos con valor; por eso los
caballeros asentaron sus moradas no sólo en castillos
aislados y muchas veces no suficientes para su amparo,
sino que se avecindaron también en las ciudades y villas
para su mayor seguridad; por eso los reyes y señores tu-
vieron que otorgar á los vecinos de ellas fueros muy
latos y libertades extensas. «Por eso» — dice el Sr. Du-
ran con tanto acierto como primor — «nuestro espíritu
guerrero empleado contra los moros produjo un caballe-
rismo especial y diverso del que creó el Norte; por eso
éste, hijo de una guerra santamente popular, fué exten-
LVI LÍRICOS CASTELLANOS
sivo á todas las clases y no circunscrito á las aristocrá-
ticas; por eso cada español era un guerrero, cada gue-
rrero un noble, cada noble un caballero de la patria (25).
£n vista de todo, puede hablarse de un caballerisma
español, de un caWllerismo, por decirlo asi, real y demo-
crático; puede llamársele al pueblo español un pueblo de
caballeros. Pues fácil seria poner de manifiesto, según
ha observado el Sr. Duran con admirable sagacidad, cómo
cada soldado, fuese antes pechero, solariego ú obscuro,
llevaba en la punta de su lanza los medios de obtener no«
bleza ó hidalguía, que, al principio personal y después he-r
reditaria, se extendió de modo que apenas quedó un sola
castellano que no se creyese tan noble como un rey...
Considerando las circunstancias del pais donde dos pue-
blos diferentes se disputan el terreno, es fácil conocer
que todas las clases se confunden, no habiendo ninguna
sólidamente establecida, y más siendo multiplicados y
frecuentes los medios de alternarlas. Donde las guerras y
batallas eran continuas y diarias, ya generales ó ya par-
ciales, la hidalguía se propagaba hasta tal punto, que el
estado plebeyo pudo ser la excepción de la regla. Un
pueblo entero que, parcial ó generalmente, gozaba de las
exenciones entonces concedidas á la nobleza, ¿qué otra
cosa podía ser más que una democracia? Así sucedió en«
tre nosotros, donde multitud de comunidades, ayunta-
mientos y concejos gozaban fueros latos y libertades ex-
tensas. »
De aquí fué que por un lado en España el espíritu ca-
balleresco cundió, se popularizó y se propagó en mayor
esfera que en otros países; que aquí no se limitó exdu*
sivamente á las clases aristocráticas, y por participar de
él casi todas, amalgamó más intimamente la nobleza con
los comunes: de aquí fué que por otro lado en España,
hallándose la fuerza individual, la arbitrariedad y la
opresión refrenadas por los fueros y las libertades de
las comunidades, y castigadas por los tribunales ferales
(25) Vf^anse la excelente exposición del estado social de Espafia
durante la Edad Media, en el Prólogo del Sr. Duran, 1. c.,pág8. XVI
á|XX; — y las observaciones muy justas y concisas sobre el caballe-
rismo español, en el Manual del Sr. Lemcko, tomo I, pág. 22.
INTRODUCCIÓN LVII
y municipales, el espirita de la caballerosidad ideal y
moral no faé un medio tan necesario como en las socie-
dades paramente aristocrático-feadales, donde fué casi el
único para amparar á los débiles y oprimidos, desfacer los
tuertos y mitigar las costumbres; donde fué menester
que la generosidad del más fuerte se sujetase volunta^
riamente á las leyes dictadas y otorgadas por ella misma»
que el prepotente tuviese á honra el incorporarse á una
orden sancionada por la religión, y el observar y hacer
observar sus reglas, sus votos, sus costumbres; que el
miembro de esta caballería ideal hallase una recompensa
de su generosidad y proeza en oirías celebradas por sus
juglares en los cantares de gesta.
Pero también en España ese espíritu caballeresco^
aristocrático-ideal, hubo de introducirse y lograr un in-
flujo notable: porque era el espíritu del siglo, que tanto
más fácilmente había de privar con un pueblo, cuanta
que éste tenía propensión natural á él; porque también
en España cundió y se estableció muy temprano el feu-
dalismo, y no sólo en los países limítrofes con la Francia
y sujetos á la dominación de dinastías originarias de
Prancia, como Cataluña, Navarra y Aragón, sino hasta
la Castilla misma se inoculó con sus hábitos ya en tiem-
po del rey D. Alfonso VI, porque los cantares compues*
tos en loor de la caballerosidad ideal y del caballerismo
feudal fueron comunicados por los juglares franceses á
lofif españoles, como ya se echa de ver en la Crónica gene-
ral y la Oran Conquista de Ultramar del rey D. Alfonso X^
Contribuyeron á favorecer aun más este espíritu y sus
productos las guerras civiles de los dos hermanos D. Pe-
dro el Cruel y D. Enrique de Trastamara, que llamaron en
BU auxilio señores y caballeros franceses é ingleses, y los-
hubieron de recompensar con tierras y honores; y sabe-
mos que, desde mediados del siglo xrv no sólo los canta-
res de los juglares, sino también los libros de caballería
de los troveros fueron introducidos y conocidos en Espa-
ña, y particularmente en Castilla también (26).
(26) Véanse, p. e., los pasajes del Cancionero de Baena alegados
en nuestras adiciones á la traducción alemana de la obra del Sr. Tick-
ñor, tomo II, págs. 6S1 y 688.
LVIIf LÍRICOS GASTELLENOS
¿Es pues de extrañar que los caballeros españoles,
participando también de aquel espíritu, conociendo sus
productos, ya sea por la tradición, ya por la via literaria,
comenzasen á celebrar en sus romances también la caba-
llería ideal, á imitar los cantares compuestos en su ala-
banza?
Y, en efecto, encontramos entre los romances viejos po-
pulares del género novelesco algunos que sólo se distin-
guen de los otros por aquel espíritu aristocrático-ideal
que los anima, por cierto colorido no enteramente caste-
llano castizo; y algunos cuyos asuntos ya anuncian tm
origen extraño, pero tradicional también, sin pertenece
tantos á una serie que pudieran formar sección separa-
da. Por eso los hemos llamado caballerescos sueltos, pe-
ro incluido entre los demás novelescos, á cuyo género
pertenecen todos más ó menos.
Así hemos colocado entre los romances de esta sec-
ción, como queda dicho, los que tienen por asunto fábu-
las mitológicas ó leyendas griegas y romanas, pero no
tomadas inmediatamente de los libros clásicos ó de las
obras de los eruditos, sino conservadas y popularizadas
por la tradición, y, por tanto, revestidas con trajes nacio-
nales y caballerescos; así hemos in cupido aquí el escaso
número de romances viejos tradicionales, cuyos asuntos
fueron comunicados por los juglares franceses á los espa-
ñoles, como los cuatro del ciclo bretón, y los fundados
en las leyendas caballerescas de los troveros y los /a-
i/mMOJ juglarescos (27).
(2*7) Danse á coLOcer como oríginarios franceses v fundados en
tradiciones bretonas especialmente los asuntos en que hacen un pa-
pel las fadas y los encantamientos, elementos fantásticos que repug-
naban al espíritu histórico y al caballerismo real de los españoles, así
como á su ortoJozia de cristianos viejos (véase el Discurso preliminar
^el Sr. Duran, 1. c, tomo I, pág.LXI.). Que estos elementos no fueron,
«mpero,de'origen oriental, lo prueba su carácter diferente del orien-
tal, y el hallarse más frecuentemente y más conforme todavía á la
mitología céltica en los romances portugueses. Así dice el Sr. Almei-
da Garrett (Romanceiro, tomo II, pág. 19, tratando de la versión por-
tuguesa del romance castellano, que dice: A casar va el cabaHero.—de
«tro romance de aquel género, el que dice: De Francia partió la ni'
tia, conservado también en una versión portuguesa ha señalado ya
e\ Sr. Depping, 1. c, tomo II, pág. 180, su origen francés,) con mu-
IiraaODUGGIÓN LIX
Por el contrarío, hemos excluido todos los romances
caballerescos cuyos asuntos están tomados inmediata-
mente de libros, ya sea de los clásicos, ya sea de las cró-
nicas ó de los libros de caballerías, y por eso compuestos
por los eruditos ó los poetas artísticos.
Asi no contiene nuestra colección ningún romance del
ciclo galo-greco^ como lo ha llamado el Sr. Duran, ó de los
Amadises. Pues ya el padre de esta caballería andante y
fantástica, «el dogmatizador de una secta tan mala,» fué
el fruto ilegítimo de un capricho, «hijo de aire,» el juego
de un ingenio, si, pero una composición meramente artís-
tica y del todo facticia, sin base histórico- tradicional, na-
cida sin duda en un país donde, como en Portugal, estaban
muy en boga los libros de caballerías de origen francés ó
inglés (28), ya del todo prosaicos, no sólo en sus formas,
cho acierto: Accresce que o romanee castelhanOf propriamente dilto,
nunca se lancou no maravilloso das fadas é incantamentos que a escho-
la céltica de Franga é Inglarerra, é mais ainda á neo^grega de Italia
fiseí'am depois tam fam,iHar na Europa: os severos descendentes de Pe-
lato nao tinham my,ologia nos aeus poemas, cantados ao som, de langa
no escudo e a compasso das cut tilladas. O sobrenatural d'esta historia
parece-se m,ais com as crencas é superticdss, ainda hoje existentes no
nosso povo, das nioiras inoantadas. das apparicóes da manhan de San*
Joüo, e de outros mythos nacionaes, etc.»
(28) En Portugal fueron ya por medio de los caballeros borgoño-
nes, que ayudaron á reconquistarlo, y de su primera dinastía, de ori-
gen francés, introducidos y conociaos los poemas caballerescos fran-
ceses; aquí su lectura fué favorecida y continuada, por haber sido la
poesía nacional de este país ya en sus principios cortesana y caballe-
resca, imitadora de la provenzal. Así hay aquí traducciones ó imita-
ciones también de los libros de caballerías franceses en prosaya en el
siglo ziv, como lo prueba, p. e., un manuscrito portugués del siglo xiv
6 XY, que posee la bibloteca imperial de Viena, y que contiene una
composición cíclica sobre la caballería de la corte del rey Artús y
de la Tabla redonda (lleva por título; Historia dos cavalleiros da mesa
redonda e da demanda do Santo Graall, y comprende las leyendas de
los caballeros Galaad, Tristán, Erec, Perceval, Palamedes y Lanza-
rote, casi con la misma serie que en el Román d^Artus et de ses che-
valiers). Por oso no es de extrañar que en el siglo xv naciesen imita-
ciones libres de ingenios portugueses, compuestas según aquellos
modelos franceses é ingleses, las cuales, empero, nacidas en una época
«n que el espíritu creador del caballerismo ideal ya estaba apurado,
careciendo de toda base nacional ó histérico-tradicional, y remedan-
do modelos ya ellos mismos harto alterados y desfíffurados, hubieron
de ser del todo facticias, aun más extravagantes y hasta caricaturas,
como lo son en efecto los libros de Tirante el blanco^ y de Amadis de
LX LÍRICOS CASTELLANOS
sino también en su espíritu, ya desvariados y extrava-
gantes; nacida sin duda en una época en que, como en la
segunda mitad del siglo xiv, el espíritu creador del ca-
ballerismo ideal ya se había extinguido, cuando las ideas
que le presidían fueron no más que huecas formas sin vida
real, y, como siempre en tal caso, la caricatura de un ser
que fué. Por lo tanto, ni el Ámctdís, ni sus imitaciones, ni
menos los romances tomados de ellas, pudieron ser ver-
daderamente populares en España; no pudieron ser más
que una moda cortesana y pasajera, cuya exageración y
ridiculez habían de provocar la sátira, y de quedar ven-
cidas por ella, cuando su látigo fuera manejado por una
mano maestra cual la de un Cervantes.
Si hubiera quien dudase de lo que acabamos de ex-
poner, oiga el dictamen de una autoridad irrecusable,
de un crítico nacional tan acertado y tan sagaz como el
Sr. Duran, quien dice (1. c, pág. XX): «... fué facticio el
furor con que en el siglo xvi; se lanzaron nuestros poetas
y narradores á la imitación y propagación de los libros
de caballerías, cuyo tipo fué el Amadis de Oaula.,. Y
en efecto; ¿qué épocas, qué circunstancias de nuestra ver-
dadera civilización retrataban los Amadises? ¿Qué tipo
necesario y popular de ellos existió entre nosotros? ¿Có-
mo, sin él, pudieran dar más resultados que serviles y
disparatadas imitaciones? El caballerismo exagerado é
inútil de los Amadises sólo pudo representar á los hom-
bres de corte cuya caricatura fué Don Quijote. Además,
en prueba de que las expresadas fábulas no tenían el se-
llo de nuestra verdadera y arraigada civilización; de qu&
no salían de nuestras entrañas, basta considerar que, aun
siendo nosotros los autores de ellas, obtuvieron más boga
y celebridad en los países extraños.:
Tampoco hemos dado entrada en nuestra colección, y
por las mismas razones , á los romances caballerescos
Cwaula, sin género de duda puras ficciones, y con toda probabilidad
de origen portugués. Véanse las obras citadas de los Sres. Ticknor»
tomo 1, págs. 231 y sigs. 349 y 350;— Almeida-Garrett, tomo4I, pá-
ginas XXXI y XXXIl; — Lemcke, tomo I, págs. "74 y sig.; — y el ar-
tículo de Ritson sobre el Tirante el Blanco en el Catálogo de íaBibliO'
teca Grenvilliana,
INTRODUCCIÓN LXI
que compusieron los poetas artísticos en el último tercio
del siglo XVI, ó en los primeros años del xvii, apoderán-
dose de las fábalas de los poemas italianos de Carlomag-
no y sus paladines, y cabalmente del Orlando furioso de
Ariosto: pues además de ser muy modernos y puramente
artísticos estos romances, fueron ya sus manantiales
aquellas epopeyas italianas, meras ficciones, sin funda-
montos tradicionales ó nacionales, y aun en su parte se-
ria no más que parodias de los hechos tomados de los li-
bros de caballerías franceses.
Hemos, por el contrario, recogido romances caballeres-
cos del mismo ciclo, pero de género muy diferente, y for-
mado con ellos una sección particular, la
De los romances oaballeresoos del ciclo carlovingio,
por hallarse en mayor número, y cabalmente por tener
una índole particular, un carácter españolizado, por ser
muchos de ellos tradicionales, y por eso muy viejos y ver-
daderamente populares.
Es cosa sabida que las tradiciones del ciclo carlovin-
gio fueron conocidas y propagadas también en España, y
ya en tiempos muy remotos (29), y no sólo, como se ha
opinado, por medio de aquella leyenda monacal que co-
rría con el nombre de Turpín, y de las crónicas, sino tam-
bién por medio de los cantares juglarescos, ó inmedia-
tamente por las mismas canciones populares.
Sirvan de prueba varios pasajes de la Crónica general
del rey D. Alfonso X el Sabio, y de la Graii Conquista
de Ultramar j que mandó redactar el mismo rey (30), don-
(29) Véanse las autoridades alegadas en nuestro tratado : Uber
die Romansen-Poesie, 1. c, tomo CXVII, págs. 148 y 149; — y los pa-
sajes del Cancionero de Ba&na citados en la nota 26.
(80) Sirvan de ejemplo los pasajes que tratan de la reina Berta,
madre de Carlomagno; ae «Carlos Maynetc», de sus aventuras en la
corte del rey Galatre de Toledo, y de sus amores con la hija de aquél,
la infanta Galiana, bautizada con el nombre de «Sebilla»; de la derro-
ta de Roncesvalles, del caballero del Cisne, etc.— Que fueron comu-
nes machas tradiciones y cantares á la España septentrional con la
Francia meridional, lo prueba el célebre fragmento de la leyenda
proyenzal de Santa Pides de Agen, donde dice:
Lxii líricos castellanos
de se hace mención expresamente de los «cantares de los
juglares» sobre tradiciones cario vingias; sirvan los ro«
manees mismos llegados ¿ nosotros, tratando asuntos de
este ciclo ó de un modo diferente del conocido por las
crónicas y los originales franceses, ó de los cuales no se
han podido hallar absolutamente ningunos modelos, ni en
las crónicas, ni en los cantares de gesta, ni en las nove-
las ó libros de caballerías franceses conocidos hasta ahora
(como, p. e., de los romances de Guarinos, Gaiferos, Ghri-
maltos, Montesinos, Calaínos, etc.), al paso que, sin em-
bargo de que algunos de los últimos, y no los menos inte-
resantes (como los libros de Flores y Blanca Flor, de
Fierabrás, etc.) se han traducido al castellano, no hay
siquiera un romance viejo que haya tomado su asunto de
ellos; sirva, en fin, de prueba que ya en tiempo del mismo
rey I). Alfonso se había formado un ciclo de tradiciones
indígenas españolas, el de Bernardo del Carpió, y forma-
do de un modo análogo al carlovingio, y con él puesto en
relación, entonces aun más estrecha que la que encontra-
mos todavía en los romances llegados á nosotros, como
se echa de ver igualmente en algunos pasajes de la Gró"
nica general, donde dice que, según «los cantores de ges-
ta», ó en cuanto «oymos dezir á los juglares en sus can-
tares»... «fué este Don Bemaldo fijo de Doña Tiber,
hermana de Carlos el Grande de Francia», etc. (Véase la
edición de 1604, 3.' parte, fol. 30, v.°, y fol. 45 v.').
Este fenómeno halla su explicación y su razón suñcien-
te en ser aquellas tradiciones carlovingias, especialmente
las que se refieren á las expediciones de Carlomagno
contra los moros de España, hasta cierto punto naciona-
les también en España; en haberse podido tanto más fá-
cilmente popularizar aquí, cuanto que eran en sus versio-
CanczoD audi qu'es bell' antresca,
que fo de razo espanesca,
Tota Basconn' et Arogons
e l'encontrada deis Gaseóos
saben quals es aqist canczons.
Véase también la Histoire de la poesie provencctle de Fauriel, tomo I»
págs. 88 j sig.; tomo II, págs. 8*74 y 8'75; tomó III, págs. 464 ¿ 466.
« INTRODUCCIÓN LXIII
Bes más antígaas homogéneas con los intereses, las
creencias y costumbres de los españoles, que quisieron
tomar su parte en la gloría del emperador y sus doce pa-
res, bien haciéndoles héroes semi-españoles, bien opo-
niéndoles héroes nacionales que los vencen aun en valor y
gallardía. Asi tomaron los troveros y juglares franceses
muchas veces la España por el teatro de sus cantares de
gesta; asi combatieron los españoles más de una vez en
compañía con caballeros franceses contra los moros. ¿Es^
pues, de extrañar que tales tradiciones hallasen acogida
favorable en tal suelo, que aquí se arraigasen y popula-
rizasen prontamente, que se propagasen y conservasen
en canciones populares, en cantares juglarescos, y des-
pués en romances como son los que han llegado á nos-
otros?
Estos romances caballerescos del ciclo carlovingio son,
en efecto, ó viejos populares, ó antiguos juglarescos, y
hay también algunos de los últimos ya refundidos por
poetas artísticos.
Los viejos populares conservan siempre todas las seña-
les de su origen tradicional: son cortos, narrando tal vez
á retazos y con repentinas transiciones, imperfectos en
las formas métricas, rompiendo la medida y cambiando
la rima; pero tienen una ingenuidad objetiva que intere-
sa, un tono lírico-dramático que encanta, una sencillez en
la pintura de los caracteres y de las situaciones, y en la
expresión de los sentimientos que admira y enternece,
y un laconismo enérgico que dice mucho con pocas pala-
bras (31).
Los antiguos juglarescos participan, es verdad, toda-
vía de la objetividad en el narrar, de la sencillez en las
costumbres y en el giro de la frase, y aun de la rudeza
en las formas métricas, y manifiestan todavía el estar cal-
cados sobre fundamentos histérico-tradicionales; mas ca-
recen ya de la espontaneidad y el candor de los popula-
(31) Tales son, p. e., los romances que dicen: Ñuño Vero,- — En lo9
campo» de Alventosa, — Domingo era de ftam,08; — Mala la vistes, fran-
ceses; — En Castilla está un castillo, — Estábase la condesa, — Vctmonos,
dijo mi tio; — A casa va el emperador; — Del soldán de Babilonia; — Arri'
bOjj^nes, arriba; — Todas las gentes dormían, — etc.
Lxiv líricos castellanos
res, han trocado ya la viveza dramática y la brevedad
enérgica por una verbosidad y monotonía machas veces
muy pesadas, teniendo ya tal vez miras subjetivas y ten-
dencias doctrinales; asi que se parecen ya más bien á
poemas destinados para la recitación ó la lectura, que á
improvisaciones cantadas y conservadas en la boca del
pueblo: por todo eso, y por emplearse en ellos mayor es-
mero en versificarlos, en ordenarlos y enlazarlos, se de-
jan conocer como composiciones délos juglares, populari-
zadas, si, pero hechas á imitación [y á semejanza de los
cantares de gesta franceses, sus origiuales también las
más veces bajo el aspecto de los asuntos.
De estos sus originales tienen aun los romances del
ciclo carlovingio, asi los populares como los juglarescos,
algunos rasgos característicos, por ser muy análogos á la
índole y civilización del pueblo español, como: el caba-
llerismo feudal, la posición social de la mujer, y el care-
cer de elementos mitológicos y fantásticos.
Asi aparecen en los cantares españoles como en los
franceses los doce pares aun con aquella heroicidad in-
domada, con toda la altanería y turbulencia respecto de
su soberano, el débil emperador: y por cierto los ricos-
hombres de Aragón y Castilla no habrían hallado extraño
€ste modo de obrar y proceder.
Asi pintan los juglares tras-y cispirenáicos la mujer
aun en una posición algo ruda, pero natural á la civiliza-
ción primitiva, como la compañera amada, pero subordi-
nada al hombre, la cual está lejos de ser, como en las tra-
diciones de origen céltico, un ideal, una deidad adorada
y requebrada con todas las extravagancias de una galan-
tería refinada y fantástica, la cual, por el contrarío, da
aquí tal vez los prímeros pasos para declararse vencida
por el amor, para buscar y provocar sentimientos recípro-
cos en el hombre (32); y con efecto, en semejante posición
(32) Véanse, p. e., los romances de Gmomar y do Melisenda^ y
en cuanto á sus modelos, las heroínas de los cantares de gesta fran-
ceses, las observaciones muy justas del erudito Sr. Paulin París en
la Ilistotre litt. de la Franee, tomo XXII, pág. "720.— El influjo de las
tradiciones de origen céltico en alterar y ensalzar hasta lo ideal la
posición de la mujer en la época del caballerismo refinado, va seba-
INTRODUCCIÓN LXV
encontramos en la Crónica rimada y aun en el Poema y
los romances viejos del Cid á Doña Jimena demandando
ella misma la mano de su amado ofensor, sirviéndole con
la obediencia y el respeto debidos á su señor y al padre
de sus hijas, y honrándole y adorándole como el héroe
de su patria y el defensor de su fe. Así, según cuenta la
Orónica general, Doña Zaida, hija del rey moro de Sevi-
lla Abenabet, le envió á decir y rogar al rey D. Alfonso VI
de Castilla «que o viese ella la vista del, ca era muy paga-
da de su prez, é de la beldad que dezien del, é quel ama-
ba, é quel queria ver».
Asi carecen los viejos cantares de gesta franceses y los
viejos romances carlovingios igualmente de los elemen-
tos mitológicos y fantásticos, de fadas, encantamientos,
etc., que constituyen una parte principal de las tradicio-
nes de origen céltico y de los poemas y libros de caba-
llerías fundados en ellas, y puede considerarse la presen-
cia de aquéllos en los cantares de gesta ó en los roman-
ces como una prueba de su refundición y amalgamación
con los mismos elementos célticos por los troveros ó poe-
tas artísticos de época posterior. Lo sobrenatural y ma-
ravilloso que se encuentra muy escasamente en estos can-
tares viejos galo-francos y franco-españoles, es puramen-
te cristiano y tomado de las leyendas monacales, como
la intercesión de los ángeles, etc. El descartar aquellos
elementos correspondía por cierto al gusto de un pueblo
que, como el español, había ya totalmente roto con las
creencias gentílicas, estaba en continua lucha y animado
de un odio implacable contra los enemigos de la fe cris-
tiana, y se gloriaba siempre de conservarla purísima.
Por semejantes rasgos característicos en los asuntos y
Sor los arriba mencionados en las formas exteriores pue-
en distinguirse los romances viejos populares y los an-
tiguos juglarescos de este ciclo de sus refundiciones más
recientes y más ójnenos artísticas, aunque, según ha ob-
servado un conocedor tan profundo como el Sr. Duran
(1. c, pág. XXIV): «Ninguno puede atribuirse, tal cual
lado con admirable sagacidad por el Sr. Henri Martin en su excelen-
te: Histoire de France^ 4.* ed. (París, 1855;, tomo III, págs. 363 y si-
guiente; págs. 382 á 385, y págs. 389 y sig.
Tomo vi. 6
Lxvi líricos gastellaxos
existe en su actual redacción, á un tiempo más remota
que la primera mitad del siglo xv.» Algunos, empero, de
los viejos populares han servido ya de temas á las trovas
y glosas de los poetas cortesanos de la segunda mitad de
aquel siglo, como los que dicen: En los campos de Alven'
tosa; — Domingo era de Ramos, etc.
Mas las refundiciones de que acabamos de hablar, son
de otro género que aquellas trovas ó glosas. Son roman-
ces que tratan aún con bastante objetividad los asuntos,
dejan todavia traslucir una base histórico-tradicional, y
tal vez no son más que versiones reformadas ó interpola-
das de romances viejos y conocidos. Pero intercalan ya
más frecuentemente descripciones y reflexiones en la na-
rración; no han tomado sus asuntos inmediatamente de
la tradición oral, sino ya de las novelas ó crónicas, y aun
de los libros de caballerías en prosa; no se contentan mu-
chas veces con reformar solamente el lenguaje y el estilo^
con regularizar la medida y la rima; mas llevan ya muda-
dos — y en esto principalmente se diferencian de los ju-
glarescos — el tono y el colorido, asimilándose más á lo»
artistico-liricos; llevan alteradas y desfiguradas las tra-
diciones, mezclándolas con elementos fantásticos, revis*
s^ tiéndelas con los trajes y las costumbres de la caballería
y galantería refinada, y añadiendo aún alusiones á la»
ficciones de los poemas italianos y hasta de los romances-
moriscos: en suma, se señalan ya como productos artísti-
cos de las últimas décadas del siglo xvi ó de las prime-
ras del xvn, y por eso los hemos excluido de nuestra co-
lección (33).
(33) Refundiciones de este género se hallan especialmente entr»
los romances de Reinaldos de Montalván, ya hechos según la novela
prosaica do él traducida también al castellano, ya á principios del si-
fio xvi; como, p. c, el que dice: Cuan fio aquel clam /vc^ro, consorra*
o también en un pliego suelto donde lleva el si<^uir'nte título, muy
notable: «Romance sobre los amores de Reynaldos de Montalbán con
la hermosa princesa Calidonia, hija del rey A^i^olandro, y de los finran-
des hechos de armas y trabajos que passó en la conquista, y de la
muerte dclla. Hecha (sic) por un gentil hombro. Agora de nueuo muy
fuera del propósito de los otros, como por él parecerá. > i Véase nues-
tro tratado Ceber dio Praget^Sammluny, pi'.gs. 11 y 98)! Compárese
pues, con está refundición aquel romance aniigno juglaresco que tra-
ta el mismo asunto, y que dice; Estábase dnn licinaldos. Otro ejempla
INTRODUCCIÓN LXVII
En cuanto, pnes, á series de materias y asuntos, nos he-
mos contentado con dividir los romances recogidos, por
ser tpdos ó viejos populares ó antiguos popularizados, en
las tres secciones siguientes:
1.a Romances históricos.
2.» Romances novelescos y caballerescos sueltos.
3.» Romances caballerescos del ciclo carlovingio.
III. Be las coleooiones de romances, ó romanoeros, espeoialmente
aauellos de donde se han tomado los romances de la presente
colección.
De que el modo primitivo de imprimir los romances
filé el de publicarlos en pliegos sueltos, ya no más puede
dudarse; ahora, que conocemos un crecido número de se-
mejantes pliegos sueltos impresos antes de mediar el si-
glo XVI, y por consiguiente anteriores á la primera co-
lección impresa de romances (véanse el Catálogo de plie-
gos sueltos impresos en siglo XVI j en el tomo I, pági-
nas LXVII y sig. del Romancero general del Sr. Duran,
y la lista de los que contiene un tomo de la biblioteca de
Praga, en nuestro tantas veces citado Tratado sobre esta
colecciÓD, págs. 7 y sig., y pág. 133), ahora no es ya una
mera conjetura el tener este modo por el primitivo, por
ser el más natural para la publicación de composiciones
destinadas al uso y alcance del pueblo y hasta del vulgo.
Asi ha llamado con mucho acierto el Sr. Duran estas
hojas volantes: «Los primeros ensayos déla poesía po-
pular impresa», y el Sr. Milá y Fontanals dice con ra-
zón (1. c, pág. 58): «Aun los romances primitivos con-
tribuyó la imprenta á que se propagasen, como es de ver
por los muchos pliegos sueltos publicados desde princi-
pios del siglo XVI y antes de que á mediados del mismo
comenzase la impresión de los romanceros formales;
muy á propósito es el romance que dice: En Francia la noblecida, re-
fundición dé aquel antiguo juglaresco que empieza: Dia era de San
Jorge. — De este jaez son también algunos romances de Durátdarte y
de Belerma; y los romances de Bravonel y Guadalara pertenecen sin
género de duda á.Ia sección de los moriscos.
LXVIII LÍRICOS CASTELLANOS
pues si aquéllos se publicaban, era para que fuesen com-
prados, y debieron comprarlos los que no concian su con-
tenido por otros medios.,,
Ahora se puede probar también que eran pliegos suel-
tos, al menos en parte, los manantiales de donde ya se
sacaron las primeras colecciones de romances. El CanciO'
ñero de Romances lleva, p. e., uno de esos pliegos sueltos,
el cual contiene el largo romance del Ckrco de Zamora^
reimpreso hasta el titulo (n.° II de la colección de Praga;
1. c, pág. 7). El mismo Cancionero reimprime otro, el
n.** LXXX de la colección de Praga (1. c, pág. 15), conte-
niendo los romances que dicen: Yo me estando en Giro-
mena;^ De Mérida sale él palmero; — Rio verde, río vcr-
de] y pone los tres romances, aunque sus asuntos sean
tan diferentes é inconexos, exactamente en la misma
serie en que los halló en el pliego suelto (en la edición
sin año del Cancionero de Romances ^ fols. 169 á 174,
exactamente lo mismo en todas las ediciones posteriores
del mismo).
Es verdad que algunos romances se hallan ya desde
fines del siglo XV insertos en los Cancioneros de Juan
Fernández de Constantina y de Hernando del Castillo;
mas son poquísimos los contenidos allí genuinamente
populares, únicamente dedicados á servir de textos ó te-
mas á las glosas ó trovas de los poetas cortesanos, quie-
nes añadieron algunos romances alegóricos ó eróticos de
su composición (34).
Es verdad también que de las hojas sueltas, y de las
más antiguas, algunas no son más que reimpresiones por
separado de aquellas composiciones de los Cancioneros
generales, pues los poetas artísticos y de profesión tu-
(34) Hemos dado una descripción detallada del ejemplar que posee
la biblioteca real de Munich del Cancionero de Juan Fernández de
Constantina, y la lista de 23 romances que contiene, en las adiciones
á la traducción alemana de la obra del Sr. Tiknor, tomo II, pági-
nas 528 y sigs., y especialmente pág. 533.— Véase también nuestro
tratado: Ueber die fíomanzen-Poeiie, 1. c, tomo 114, págs. 8 y 9; — y
sobre el Cancionero de Hernando del Castillo en especial el excelente
CatcUago de documentos, etc., al fin del tomo II del fíom. gen. del
Sr. Duran, donde hay la más exacta y cabal descripción de este li-
bro y de sus diversas ediciones.
INTRODUCCIÓN LXIX
vieron por el más expeditivo este modo de publicación,
para propagarlas también entre el pueblo.
Colecciones, empero, destinadas expresa y cabalmente
á los romances genuinamente primitivos y populares, no
las conocemos anteriores á la última década de la prime-
ra mitad del siglo xvi. Fué por aquel tiempo, y por loa
motivos expuestos en la primera sección de la presente
introducción, cuando cundió tanto la afición á los romances
viejos populares, que hubieron de hallar provecho y ga-
nancia los libreros ó impresores mismos en recogerlos,
ya ele la tradición oral, ya de las hojas volantes, y pu-
blicarlos en colecciones propias ó Romanceros formales,
que intitularon, sin embargo, al principio también: «Oan-
eioneros», como si hubiese de servirles este nombre de
pasaporte para introducirlos casi fraudulentamente tam-
bién en la sociedad cortesana y más culta, y sólo mucho
tiempo después se apellidaron semejantes colecciones
por el nombre que les convenia propiamente, dándoseles
el título de Romancero,
Nosotros tenemos que ocuparnos aquí tan sólo de las
colecciones de romances que, como la presente, contienen
cabalmente viejos populares ó antiguos popularizados,
y son casi todas anteriores á las últimas décadas del si-
glo xvi; — ^y aun de estas no hablaremos con detención,
sino cuando hayamos de hacer correcciones ó adiciones á
los tratados bibliográficos anteriores, ya propios, ya aje-
nos: pues el citado Catálogo del Sr. Darán es por lo gene-
ral tan exacto y tan cabal, que hace excusado el empren-
der un nuevo trabajo de este género.
La más antigua de tales colecciones, y de todos los
Romanceros en general, es — como podemos ahora asegu-
rar y probar — la muy conocida con el titulo de Cancix)ne^
ro de Romances, dada á luz por vez primera en Amberes,.
en casa de Martin Nució, sin fecha, y llamada común-
mente la edición «^m año» del Cancionero de Romances.
Sabemos que, afirmando ahora este hecho, protestamos
públicamente contra la opinión adoptada por nosotros
mismos, y expuesta en el Apéndice á nuestro tratado
sobre la colección de romances sueltos de la biblioteca de
Praga; puesto que el tomo primero de la edición de 1550
LXX LÍRICOS CASTELLANOS
de la Silva (Zaragoza, Este van G. de Nájera, 2 vol.) y
el Cancionero deBomances^ s. a. son tan idénticos en el con-
tenido y hasta en las palabras del Prólogo, que es fuerza
tener el uno por la reimpresión del otro, y que un crítico
tan aventajado como el Sr. Ticknor, quien había visto,
examinado y comparado estos volúmenes rarísimos, se
decidió en favor de la Silva y de la opinión de haberse,
por consiguiente, publicado en el mismo año de 1550 la
Silva y las ediciones del Cancionero de Bomances s. a. y
del año 1550: adoptado este dictamen, y confiados en las
razones del Sr. Ticknor, nos hemos ceñido entonces á
explicar una ocurrencia tan singular, á aclarar las re-
laciones recíprocas de estas tres ediciones, y á señalar
las consecuencias. Mas ahora que nosotros mismos he-
mos podido examinarlas y compararlas, habiendo ha-
llado ejemplares de la Silva de 1550, y de la edición
de 1550 del Cancionero de Romances en la Biblioteca real
de Munich, y de la edición s. a. del último en la de Wol-
fenbüttel, y que hemos examinado y comparado no sólo
su exterior y su contenido sumariamente, sino sendos
romances escrupulosamente y palabra por palabra, letra
f>or letra, y ponderado el valor de sus variaciones según
as reglas de la crítica: ahora hemos obtenido un resul-
tado del todo diferente, casi diametralmente opuesto á la
opinión del Sr. Ticknor, quien, sin duda, no tenía tiempo
ni gana de emprender tarea tan penosa, aunque indis-
pensable, como va comprobado con nuestro ejemplo, para
poder juzgar con certeza aproximativa.
He aquí el resultado de nuestro examen:
1.® La edición sin año del Cancionero de Romances no
puede ser en parte reimpresión de la Silva; por lo tanto,
debió preceder á las otras dos y servirles en parte de ori-
ginal, y hubo de salir á luz, según toda probabilidad, an-
tes del año de 1550.
2.0 La edición de 1550 del tomo primero de la Silva
y la edición de 1550 del Cancionero de Romances, aunque
son en parte reimpresiones de la sin año del último, son
independientes entre si: con mutaciones en la serie de
los romances, con supresiones y adiciones notables exclu-
sivamente peculiares de cada una de ellas.
INTRODUCCIÓN LXXI
3.** Las ediciones posteriores del Cancionero de Bo'
manees son no más que reimpresiones de la de 1550, con
ligeras variaciones y enmiendas, sin haber tenido en
cuenta las de la Silva,
Vamos ahora á probar estas aserciones.
Examinando y comparando los textos del Cancionero
de Romances y de la Suva, se verá que el de la Silva lleva,
no sólo corregidos los yerros de imprenta, la ortografía
y los defectos en la medida y rima, sustituidas las voces
y frases anticuadas con las corrientes entonces, sino
que también hace correcciones muy oportunas y evi-
dentes con respecto al sentido, desfigurado, mutilado
y falto en el texto del Cancionero de Romances, ya sea
por haber tenido el editor de la Silva fuentes aun más
puras é integras, ya sea por haber estado dotado de un
excelente criterio: asi qiie, hemos tenido casi siempre que
admitir sus lecciones en nuestro texto también, el cual
puede servir para confirmar con ejemplos todo lo dicho.
Ahora bien — supuesto que el contenido del primer
tomo de la Silva y del Cancionero de Romances s. a. es,
como queda referido, en gran parte tan idéntico, que el
uno se ha de tener por la reproducción parcial del otro —
¿es verosímil, según las reglas de la critica, que el editor
ael Cancionero de Romances, teniendo presente un origi-
nal tan bueno, le haya reproducido tan mal? ¿Es posible,
preguntamos, que haya no sólo cometido yerros de im-
prenta, descuidos en la medida y rima, sustituido las
voces y frases usadas entonces con arcaísmos, y sobre
todo, que en vez de reimprimir un sentido claro y cum-
plido, lo haya trocado con uno desfigurado, obscuro y de-
fectuoso? ¿Hay duda alguna de que, si el uno es el reim-
presor del otro, lo ha de ser por fuerza el editor de la
Silva, y no puede serlo el del Cancionero de Romances?
El bueno de Martin Nució, habiendo tenido á su dis-
posición el primer tomo de la Silva, y habiéndolo reim-
preso de la manera que acabamos de exponer, sería no
sólo un solemne necio, sino también un embustero des-
vergonzado, pues dice expresamente en el Prólogo de la
edición s. a. del Cancionero de Romances^ «... pero esto no
se pudo hacer tanto á punto (por ser la primera vez) que
LXXII LÍRICOS CASTELLANOS
al fin no quedase alguna mezcla de unos con otros, etc.»
Y precisamente estas palabras: ^por ser la primera vez>
faltan ya en los textos del Prólogo de la Silva (que ha omi-
tido el pasaje entero aquí citado), de la edición de 1560 del
Cancionero de Romances y en todas las posteriores de éste.
Pues el mismo Martin Nució, claro está que ha repetido,
con referencia á su publicación del Cancionero de Roman-
ces^ aquella aserción en su advertencia {«Martin Níícío al
"benigno lectora) á la edición del año de 1566 del Rom^incero
de Sepúlveda (Anvers, en casa de Philippo Nució), donde
dice: «Como yo avia tomado los años pasados el trabajo
de juntar todos los romances viejos (que avia podido ha-
llar) en un libro pequeño y de poco precio (es decir, en el
Cancionero de Romances), con protestación hecha en el
prólogo dól, que yo avia hecho en él no lo que devia, sino
lo que podia, veo que he abierto camino á que otros ha-
gan lo mesmo, porque aunque es cosa que fácilmente se
pudo comen9ar, no será possible poderse acabar, ni aun
demediar, por ser las materias diferentes, y en que cada,
día se puede añadir, y componer otros de nuevo. »
Además de eso, hay en su edición s. a. del Cancionero
de Romances una composición con el título de: « Otro ro-
mance á manera del porque» , que empieza: <íPor estas cosas
siguientes», y que falta en las demás ediciones del Can*
cionero de Romances (el primer tomo de la Silva la lleva
reimpresa también al fin de los romances), porque faltó
en ellas también el motivo de su admisión en la primera
(s. a.), donde le anteceden las palabras siguientes: «Pior-
que en este pliego quedauan algunas paginan Mancas y no
hallamos Romances para ellas pudimos lo que sigue. » Y en
efecto, si hubiera tenido Martín Nució, al imprimir por
primera vez su Cancionero, sólo el primer tomo de la Sil-
va á su disposición, no le hubiese sido forzoso de llenar
<ílas paginas blancas:» con aquella composición insípida,
hallando allí ^aromances para ellas:» en número suficiente^
los cuales empero no reimprimió: precisamente porque el
Cancionero de Romances s. a. fué publicado anteriormente
á la Silva de 1550.
Contra tales hechos, contra razones fundadas en las
notas características y calidades intrínsecas de los mis*
INTRODUCCIÓN LXXIII
mos textos, no pueden valer argumentos, bien que produ-
cidos por una autoridad tan respetable como la del se-
ñor Ticknor, sacados, con todo, de circunstancias pura-
mente extemas y de mera verisimilitud á la par que ca-
sualidad, á los cuales pueden oponerse otros de igual ó
no mucho menor peso. Como que si el Sr. Ticknor halla-
se un argumento de la prioridad de la Silva en el Epilogo
de su primer tomo, donde dice el editor: «Algunos ami-
gos mios, como supieron que yo imprimía este cancione-
ro, me trajeron muchos romances que tenian, para que
los pusiese en él; y como ya Íbamos al fin de la impre-
sión, acordé de no ponerlos, porque fuera interrumpir el
orden comenzado; sino hacer otro volumen, que será se-
gunda parte desta Silva de varios romances, la cual se
queda imprimiendo»; infiriendo de este pasaje que el edi-
tor de la Silva siguió recopilando y publicando su colec-
ción por intervalos, al paso que el editor del Cancionero de
BomanceSj según sería dable deducir del orden en que los
puso, tendría que haber reunido ya todo su ínateríal al
comenzar su impresión. ¿No podría oponerse á este ar-
gumento que, concedido que la Silva se hubiese publi-
cado por intervalos, esto no hubiera excluido el incorpo-
rarle otra colección casi entera sin adoptar su orden? —
Y acabamos de probar que, en efecto, lo hizo así el edi-
tor de la Silva con el Cancionero de Romances j y justamen-
te en el pasaje que ha intercalado en el Prólogo dice ex-
presamente que ha seguido un orden diverso, al paso que
también el editor del Cancionero de Bomances se vio for-
zado á excusarse en su Prólogo de que, á pesar de su
empeño de poner los romances por cierto orden, «esto no
se pudo hazer tanto á punto (por ser la primera vez), que
al fin no quedase alguna mezcla de unos con otros». Y
precisamente en esta <í.mezcla» se halla reimpreso el plie-
go suelto mencionado arriba, que contiena los dos ro-
mances históricos que dicen: Yo me estando en Oiromena,
y Rio verdCy rio verde, y el caballeresco del Palmero, y
justamente el primer tomo de la Silva lleva reimpresos
los dos históricos entre los otros de igual género, mien-
tras el caballeresco se halla incluido con los demás de su
clase en la segunda parte de la Silva. En este proceder,
LXXIV LÍBICOS CASTELLANOS
preguntamos ahora: ¿cuál de los dos editores aparece ser
el reimpresor del otro?
Asi, cuando halla el Sr. Ticknor otro argumento para
defender y explicar la supuesta prioridad de la Silva, en
la inverisimilitud de haberse podido reunir tan gran nú-
mero de romances tradicionalmente conservados como
contiene el Cancionero de Romances, en Amberes, porque
fuera de los soldados había allí tan pocos españoles, pu-
diéramos contestarle que principalmente en boca de los
soldados se conservan y propagan á más y mejor tales
tradiciones y cantos populares, como se comprueba por
un ejemplo muy pertinente y aun muy reciente, la Co-
lección de las tradiciones populares de Hesia que acaba de
publicar el Sr. J. G. Wolf; que una parte no pequeña de
los romances contenidos en la Silva y en el Cancionero de
Romances, como acabamos de demostrar, no están tomados
inmediatamente de la tradición oral, sino de pliegos suel-
tos que podía proporcionarse el editor de Amberes tan
bien como el de Zaragoza; y que ya el Cancionero de Ro-
mances s. a. contiene no pocos romances, y entre ellos
los largos del ciclo carlovingio, que no se hallan en el
primer tomo de la Silva, y por lo tanto tuvo que propor-
cionárselos de otras fuentes igualmente accesibles en
Amberes. Si, en fin, el Sr. Ticknor concluye sus argumen-
tos con la observación de que una colección publicada en
España misma tiene que alcanzar mayor crédito que una
impresa en Amberes, no dudamos que por lo general sea
justa aquella observación,* sin embargo, no podemos ha-
llar en ella un argumento que haga más verisímil la prio-
ridad de la Silva, pues es cosa sabida que muchas obras
castellanas se publicaron por vez primera en los Paises-
^^jos, y se reimprimieron después en España sin menos-
cabo de su crédito.
Por el contrario, admitida y probada la prioridad de
la edición sin fecha del Cancionero de Romances, todo se
vuelve claro, todo es natural en las relaciones entre ella
y la Silva de 1550. Así, son excusadas todas las conjetu-
ras y sutilezas para aclarar y explicar un caso, que re-
sulta en verdad muy extraño, en viéndose precisado á
admitir la publicación casi contemporánea de la Suva y de
INTRODUCCIÓN LXXV
las dos primeras ediciones del Cancionero de Bomances, en
el mismo año de 1550. Paes así no hay ya motivo de du-
dan que la primera edición del Cancionero de Romances
precedió algún tiempo á la Silva, y, aunque faltan datos
precisos para determinar con rigor el año de su publica-
ción, puede colocársela con mucha probabilidad entre el
de 1545, en que se conoce una publicación castellana de
Martin Nució (la de la Celestina) , y el de 1550, cuando
salió á luz ya la segunda edición del mismo Cancionero,
Asi ya no se hallará extraño , antes bien muy natural,
que Estovan de Nájera, librero también, y librero espa-
ñol, estimulado por el feliz éxito de la empresa de su co-
lega flamenco, se resolviese á publicar también en Espa-
ña misma una colección semejante, aprovechándose para
ella de la de Amberes, reivindicando en cierto modo la
cosecha recogida de su tierra natal por un extranjero, y
comenzando asi por el material ya preparado la suya; mas
kabiendo concebido un plan más amplio y adoptado un
orden diverso, no reimprimió en su primer tomo más que
la parte de la anterior que le contenía entonces, y alteró
é intercaló en el Prólogo de su antecesor, apropiándose
en verdad poco concienzudamente hasta las palabras de
aquél, los pasajes correspondientes á aquellas mudan-
zas (35). Así, hallando aJ mismo tiempo que los romances
del Cancionero de Romances no admitidos en el primer
tomo de la Silva son todos caballerescos y por la mayor
parte del ciclo carlovingio (véase la lista de ellos dada
en nuestro tratado sobre la colección de Praga, pág. 150),
(35) El mismo Esté van G. de Nájera parece haber hecho el obje-
to principal de su especulación el recopilar y reimprimir las compo-
flicionos poéticas entonces en boga, como se ye, p. e., por su edición
del Cancionero general de Hernando d3l Castillo en partes de tamaño
menor y por el^estilo de su reimpresión del Cancionero de Romances
(véase nuestra descripción detallada de la Segunda parte, la sola co-
nocida hasta ahora, de esta edición, según el ejemplar único que po-
see la Biblioteca imperial de Viena, en las Adiciones á la traducción
alemana de la obra del Sr. Ticknor, tomo II, págs. 535 á 539), y por
la otra colección de igual género que publicó también con el título
de Cancionero general, y que hemos descrito con detención, según el
ejemplar único también que para en la Biblioteca de WolfenDüttel
(véase al tomo X del Boletin de la Academia imp. de Viena, pági-
nas 153 y sig.).
Lxxvi líricos castellanos
86 explicará fácilmente, porque el editor de la Silva no
los incluyó en su primer tomo, tporquei* según dice el
mismo expresamente en el citado Epilogo á este tomo,
(íftiera interrumpir el orden comenzado»^ porque los reser-'
vó para su segunda parte, donde en efecto los reimprimió
en la sección que intituló: «üos romances que tratan histo^
rias francesas"». La mayor parte de los cario vingios que
contiene el Cancionero de Romances, los reimprimió casi
en la misma serie, concluyéndola con aquel romance del
Palmero que, como queda referido, lleva puesto el editor
del Cancionero de Romances en su «mezcla» con los otros
dos historíeos, habiendo reimpreso exactamente todos los
tres según el pliego suelto que hemos indicado.
Mas ahora se habrá visto también que el editor de la
Silva no fué un falsificador ó mero reimpresor, sino un
editor critico y concienzudo en cuanto á la redacción de
los textos reimpresos, pues los reimprimió con enmiendas
muy notables, ya sea con ayuda de manantiales más cum-
plidos y puros, ya sea con la de la memoria de sus ami»
gos que, según dice en el citado Epilogo, «le traían mti*
chos romances que tenían», ya sea, en fin, con la de su pro-
pio ingenio y sagacidad critica.
Asi siguió recopilando materiales para su segunda, y
tal vez una tercera (?) parte; mas sin haber tenido noti-
cia de la segunda edición del Cancionero de Romances,
Que este fué el caso, y que tampoco Martín Nució cono-
ció ó aprovechó la Silva para su segunda edición, se ve y
puede probarse asi por las variantes como por las adicio-
nes que llevan la iSiYva y la edición de 1550 del Cancionero
de Romances, siendo aquéllas peculiares de cada cual de
éstas; pues la edición de 1550 del último no ha aprove-
chado las enmiendas de la Silva, á pesar de ser necesa-
rias y excelentes, y la Silva repite los textos imperfectos
de la primera edición del Caticionero de Romances, aun
cuando la segunda ya los contiene más cumplidos; y
cuando los textos de la primera son tan corruptos que
provocan imperiosamente á hacer enmiendas, las llevan
hechas en efecto la segunda y la Silva, pero cada cual
de modo diferente, lo que acaba de comprobar su inde-
pendencia reciproca, independencia muy fácil de explicar
INTRODUCCIÓN LXXVII
por sa publicación contemporánea, en el mismo año de
1550, en lugares tan distantes como Amberes y Zara-
goza. En cuanto á las adiciones j supresiones, también
peculiares de cada cual de ellas, las hemos indicado es-
crupulosamente en nuestro tantas veces citado Tratado
sobre la colección de romances sueltos de la biblioteca
de Praga (págs. 141 á 152).
Las ediciones posteriores del Cancionero de Romances
son por lo general reimpresiones casi literales de la edi-
ción de 1550; las pocas variantes que tienen son por la
mayor parte meramente ortográficas, y si tal vez llevan
alguna que otra enmienda más esencial, ó suplen una
omisión, es también sin tener en consideración las en-
miendas de la Silva (sirvan de ejemplos comprobantes
de lo dicho aquí, las variantes anotadas en nuestra colec-
ción).
De las ediciones posteriores de la Silva no conocemos
de vista ni hemos aprovechado más que las dos ediciones
que se dicen cada cual segunda, ambas publicadas en
Barcelona, la una (de la cual totalmente desconocida
hasta ahora, se ha hallado recientemente un ejemplar en
Alemania) con fecha de 1550, é impresa por Pedro Borin;
la otra del año de 1557, impresa en casa de Jaume Cor-
tey; la de Barcelona, Jayme Sendrat, del año de 1582, y
la de Barcelona, Juan de Larumbe, de 1617. La segun-
da del año de 1557 — que es en un todo conforme á la
otra del año de 1550, hasta en los yerros de imprenta y
foliatura, así que no es más que una mera reimpresión
de la de 1550, y todo ]o que queda dicho de la una vale
de la otra — la hemos descrito con detención en un trata-
dito peculiar, inserto en el Boletín de la Academia impe-
rial de Viena (con el titulo de: Zur Bibliographie der Ro-
manceros^ tomo X, págs. 484 y sig.), y allí demostrado,
que es en efecto mera reproducción del primer tomo de
la primera, con pocas ó indiferentes variaciones en los
textos, pero poniéndolos en orden algo diverso y con al-
gunas supresiones y adiciones peculiares de ella («ago-
ra nuevamente añadido y enmendado aquí en Barcelona
algunos romances», etc.: según dice el editor en su nuevo
Prólogo). De la edición de 1582^ como de las demás, vale
LXXVIII LÍRICOS CASTELLANOS
lo que ha observado el Sr. Duran, hablando de la edi-
ción de Barcelona, 1578: «no era reproducción, sino se-
lección de lo contenido en las anteriores con aumentos
de otras obras modernas y contemporáneas á la edición»,
ó según dice su portada: Silva de varios romances recopi-
lados j y con diligencia escogidos de los mejores romances
de los tres libros de la Silva (este libro tercero de la
Silva en su primera edición no se conoce hasta ahora
más que por esta mención en la portada de las posterio-
res). La edición de 1582 lleva empero los textos esco'
gidos de la primera, exactamente reimpresos con todas
sus enmiendas.
Con haber asentado asi las calidades y las relaciones
reciprocas de la primera y segunda edición del CanciO'
ñero de Romances, y de la primera de la Silva, esto, es de
las tres fuentes más antiguas y más cabales de los ro-
mances viejos tradicionales y populares, y por lo misma
de nuestra colección, hemos demostrado al mismo tiempo
el camino que tuvimos que seguir en la redacción de
nuestro texto. Es decir, que no pudimos menos de tomar
por base el texto más antiguo de la edición sin fecha del
Cancionero de Romances; adoptando, empero, en el misma
texto las correcciones, los complementos y las enmien-
das de la Silva, de la segunda, y tal vez también de
las ediciones posteriores del Cancionero de Romances^
cuando se trataba de corregir los yerros de imprenta,
de completar ó enmendar el sentido, evidentemen-
te incorrecto, incompleto ó dañado en el antiguo tex-
to, y relegado entonces por nosotros á las notas; — ano*
tando, por el contrario, las variantes de las ediciones
posteriores á la primera del Cancionero de Romances^
cuando se ceñían á corregir las imperfecciones de la me-
dida y rima, á sustituir voces y expresiones anticuadas
con las corrientes entonces, á pulir el giro de la frase y
el estilo sin alterar ó enmendar esencialmente el sentido,
de suyo claro y cumplido en el texto antiguo, ó á añadir
6 intercalar introducciones, epílogos y glosas, no necesa-
rias y antes bien repugnantes al espíritu y tono de la
poesía popular; — y suprimiendo, en fin, totalmente las var
riantes meramente ortográficas.
INTRODUCCIÓN LXXIX
Además de estas tres fuentes principales de la
presente colección, nos han suministrado materiales tam-
bién los Romanceros siguientes:
1.® Romances nuevamente sacados de historias antiguas
de la crónica de España^ compuestos por Lorenzo de SepüU
veda. Tan sólo de los romances añadidos en la edición de
1556 hemos recogido algunos que, aunque ya reforma-
dos, eran de procedencia tradicional (véanse el Catálogo
del Sr. Duran, y nuestro tratado: TJeher die Romanzen-PoC'
sie, 1. c, tomo 114, págs. 14 á 18.)
2.® Libro de los cuarenta cantos que compuso un Cava-
llero llamado Alonso de Fuentes. Nos ha suministrado un
solo romance, el viejo fragmento del rey D. Alfonso el
Sabio (véanse las obras citadas).
3.° Cancionero de Romances sacados de las crónicas an-
tiguas de España con otros hechos, por Sepúlveda, Y algunos
sacados de los cuarenta cantos que compuso Alonso de Fuen-
tes. Medina del Campo, por Francisco del Canto, 1570,
en 16.° (véase nuestro tratado: TJeher de Romazen-PoesiCy
1. c, tomo 114, págs. 20 á 22;— que la colección intitula-
da: Recopilación de Romances... por Lorenzo de Sepúlve-
da, Alcalá, 1563, es una edición anterior del mismo Ckm-
donerOj de la cual existe una reimpresión, pero ya con el
titulo de Cancionero, etc., de Alcalá de Henares, Sebas-
tián Martínez, 1571, lo hemos demostrado en nuestra
tratadito: Zur Bibliographie der Romanceros, 1. c, pági-
nas 485 á 487; — ya allí hemos manifestado que nos pare-
ce muy verisímil la opinión del Sr. Duran, que sean edi-
ciones del mismo Cancionero las citadas por Nicolás An-
tonio con los títulos de Romances sacados de la historia
de España del rey don Alonso. Medina del Campo, Alfonso
del Canto, 1562; — y Romances sacados de la historia, de
los cuarenta cantos de Alonso de Fuentes, Burgos, Felipe
Junta, 1579. Y ahora añadimos que tenemos también por
ediciones del mismo Cancionero la mencionada en el Se-
manario Pintoresco, año de 1853, pág. 149, como existen-
te en la biblioteca de la Universidad de Santiago, con el
titulo de Cancionero de Sepúlveda, 1520 (sic); y otra que
hemos hallado mencionada en una copia manuscrita del
catalogo de la biblioteca del Escorial, que posee la impe-
LXXX LÍRICOS CASTELLANOS
rial de Viena (Ood. ms., núm. 9478), con el mismo titulo
de Cancionero de Sepúlveda, Sevilla, 1584). Los roman-
ces incluidos en este Cancionero de Medina, y sacados del
Cancionero de Amberes y de la Silva, están reimpresos
exactamente según los textos más antiguos, es decir, el
del Cancionero de Romances s. a. y el de la Silva de 1550.
— Tiene además dos ó tres romances viejos tradicionales,
peculiares de él.
4.® Cancionero llamado Flor de enamorados,,, copilado
por Juan de Linares (véase el Catálogo del Sr. Duran).
5." Las Rosas de Tinwneda (véase la Rosa de Roman-
ces ó Romances sacados de las Rosas de Juan de Timoneda,,,,
por r. J. Wolf, Leipsique, 1846. — Acaso es primera edi-
ción de la Rosa de Amores el librito intitulado Sarao de
amor. Valencia, Joan Navarro, 1561, en 8.o — Véase el
Catálogo de Duran. Del romance de la Hermosa Jarifa,
inserto en la Rosa de Amores, cita Fuster en su Bibliote-
ca Valenciana, tomo. I, pág. 162, la edición impresa por
separado con el título de <i Historia del enamorado moro
Abindarraes, compuesta por Juan Timoneda, impresa en
Valladolid en la imprenta de Alonso del Riego, impresor
de la Inquisición, sin año, en 4.® — En seguida van otros
romances, el uno del Rey Chico de Granada, y el otro de
Filenos), Que Las Rosas contienen, como hemos dicho en
su tiempo, por la mayor parte romances viejos y de pro-
cedencia tradicional, aunque ya más ó menos reformados
por el editor, va ahora aun más comprobado por haberse
encontrado que algunos pertenecen simultáneamente á
ellas, y á la segunda parte de la Silva,
6.** Gines Pérez de Hita, Historia de los bandos de los
Zegries y Abencerrajes, etc., primera parte. — Segunda par-
te de las atierras civiles de Granada, etc. (Véase el Catá-
logo de Duran, y nuestro tratado: Deber die Romanzen-
Poesie, 1. c, tomo 114, págs. 25 á 34. — Hay reimpresión
de las dos partes también en el tomo III de la Biblioteca
de autores españoles, Madrid, Eivadeneyra, 1846.)
7.® Juan de Ribera, nueve romances, s. 1., 1605 en
4.** (Véase la Floresta de rimas anticuas castellanas de
Bohl de Faber, tomo I, núms. 124 y 142. — Que estos ro-
mances no son todas composiciones de Ribera, sino que
INTRODUCCIÓN LXXXf
algunos $on viejos y de procedencia tradicional, paede
probarse también por documentos, como que del que dice:
Paseábase el buen conde, hay fragmento y glosa en la Se-
gunda parte del Cancionero general, edición de Estévan
G. de Nájera, Zaragoza, 1552. — (Véase la nota 35).
8.** Juan de Escobar, Bomancero é historia dd muy va-
leroso caballero el Cid Ruy Diaz de Vivar ^ en lenguaje an^
iiguo, recopilado por,,, etc. (Véase el Catálogo de Duran.)
9.** Damián López de Tortajada, Floresta de varios
romances sacados de las historias antiguas de los hechos fa-
mosos de los doce pares de Francia, agora nuevamente co-
rregidos por,,. (Véase ibíd., donde empero constituyen ye-
rros de imprenta las fechas de las ediciones de Madrid,
pues asi han de leerse: 1711, 1713, 1716, 1764.— La pri-
mera edición, según Pellicer, notas al Quijote^ edición de
1797, tomo I, pág. 165, salió á luz en Alcalá, en el año
de 1608).
Tenemos, en fín, que mencionar con singular agradeci-
miento dos colecciones entre las modernas, la Silva de Ro*
manees viejos del Sr. Jacobo Grimm, y el tantas veces
aplaudido üowawccro^cweraZ del Sr. Duran (36): la pri-
(36) Aunque no tenemos nada que ver con las colecciones que
contienen exclusivamente romances artísticos y modernos, vamos á
hacer excepción con unos romancerillos que son totalmente desco-
nocidos , y cuya noticia y descripción debemos á. la cortesía del
Sr. José MüUer, catedrático de la Universidad de Pavía.
He aquí lo que se ha servido franquearnos sobre ellos.
Hay en la biblioteca Ambrosiana en Milán un grueso tomito (se-
ñalado con el núm. SN. V. III IT), sin foliación, en 12.^, que abraza
las obras siguientes:
/. Primer quademo de la segunda parte de varios Romances los
más modernos que hasta hoy se han cantado. Impresso en Valencia
junto al molino de la Bovella, año 1593. Véndense en la calle de los
Flacaderos, junto á la Merced.— 8 hojas.— Contiene los romances que
dicen;
Funestos y altos cipreses.
Muestraseme el cielo amigo.
Oyd, amantes noveles.
Otra voz bueluo á templaros.
Tapa, tapa, tan.
Damas, el que á lo galano.
Para la dama cerril.
//. i^jgundo quademo de la segunda parte de varios Romances. — Im-
TOMO VI. 6
LXXXII LÍRICOS CASTELLANOS
mera, por habernos servido de modelo al concebir el
f>resso en Valencia, 1593, etc., como arriba. — 1 hojas.— Contiene
os romances que dicen:
Hermosas depositarías.
Di, Zayda, de que me avisas.
Con lo3 mejores de Asturias.
Por verja feria en Seuilla.
Rey y señor don Alfonso.
No piques, Zaydo, el cauallo.
Maarc, el cauallero.
Arcabo hay un soneto que dice:
Fijaste el clauo en la voluntaria rueda
Fortuna varía, pura é inconstante.
///. Tercero quademo de la segunda parte de varios Romanees, etc.
Impresso, etc., como arriba.— 4 hojas. — Contiene los romances qae
dicen:
Que olas de congoja.
A toda ley, madre mía.
Vaysos, amores.
A mi tormento cruel.
Al cabo una glosa que dice:
Con Lampugas desta mar
Buena cena a nos diera.
VI, Cuarto quaderno de la segunda parte de varios Romances, etc.
Imprcsso, etc., como arríba.— 4 hojas.— Contiene los romances que
dicen:
En la antecámara y solo.
Cuando yo peno de veras.
No pido yo que me quieras.
X. Quinto quademo de varios Romanees, etc. Impresso, etc., como
arriba. — 8 hojas.— Contiene los romances que dicen:
Medio día era por filo.
Oyd, señor don Gayferos.
Toledo, ciudad famosa.
Ardiendo se estaua Troya.
Hazme, niña, vn ramillete.
Ocupada en vn papel.
Niña de quince años.
Durandarte, buen amigo.
Además de esos ocho romances, mencionados en la portada, hay el
romance que dice:
Quien vio al Conde Pero Anzules.
17. Sexto quademo de la segunda parte de de (síc) varios Román-
INTRODUCCIÓN ' LXXXIII
plan de la nuestra; la segunda, por ser no sólo el más rico
ees. Impresso, etc., como arriba.— 4 hojas. — Contiene los romances
que dicen:
Daua sal Risello un día.
Filida illustre é más que el sol hermosa.
Abenzayde, moro illustre.
VII. Séptimo quaderno de letrillas las más modernas que hasta
hoy se han cantado. Impresso en Valencia, en casa de Aluaro Franco
y Gabriel Ribas, año 1594. — 9 hojas. —Contiene las composiciones
que dicen:
Axa Qulema zelosa.
Para confirmar sospechas.
Desseosa Axa Qtilema.
Su remedio en el ausencia.
Media noche era por filo.
VIII. Primer quaderno de varios Romances los más modernos que
hasta hoy se han cantado. Impresso en Valencia en casa de los herede-
ros de Juan Navarro, 1592.— 5 hojas. — Contiene los romances que
dicen:
Por los más soberbios montes.
Ponte á las rexas azules.
Por las montañas de Jaca.
Boiad, pensamiento.
IX. Segundo quaderno de i arios Romances los más modernos, etc.
Impresso en Valencia, etc., 1593.— 4 hojas. — Contiene los roman-
ces que dicen:
Lleue el diablo el potro rucio.
A los pies de don Enrique.
Aquel paxarillo.
X. Dos Romanees modernos y no vistos. Impresso en Valencia en
casa de Miguel Borras, en la plagado sanüBartholome de Compañía,
año 1589. — 4 hojas, — Contiene los romances que dicen:
En siendo Agrican veucido.
En el espejo los ojos.
Xí. Cuarto quaderno de varios Romances, etc. Valencia, 1592. —
4 hojas. — Contiene los romances que dicen:
Vn juego de toros de Liñán.
Perdido va Reduán.
El joyel de la casada.
XII. Qw'nto quaderno de varios Romances, etc. Véndese en casa de
Juan Timoneda, junto á la Merced. Al fin: Valencia, 1592,— 8 ho-
jas. — Contiene los romances que dicen:
Mil celosas fantasías.
LXXXIV LÍRICOS CASTELLANOS
tesoro de la Romances de los españoles, sino también la
La niña se aduerme.
Vn lencero portugués. .
Dizo el gato mau.
En la más terrible noche.
Dos crueles animales.
No lloreys, casada.
XIII. Dos famosos Romances y vna letra modernoa y no vistos. Im-
presso en Valencia en casa de Miguel Borras, etc. Valencia, 1593. —
4 hojas. — Contiene los romances que dicen:
Cerca de una clara fuente.
Ocho á ocho, y diez á diez.
y la letra que dice:
A Blas a muerto María.
XIV. Séptimo q%iaderno de varios Romances, etc. Valencia 1692. —
4 hojas. — Contiene los romances que dicen:
Anssi no marchite el tiempo.
Assi granen con el tiempo.
No salgas de tus humbrales.
AT. Octavo qiiaderno, etc. Valencia, 1593.— 4 hojas. — Contiene
los romances que dicen.
Seruia en Oran al Rey.
De pechos á vna ventana.
La ventura de la gitana.
A' 1 7. Primer pliego de Romancen y letrillas las más modernas qne
hasta oy se han cantado. Compuestos por Francisco Nauarro. Valen-
cia, 1592, por el mismo autor. — 1 hojas.
TABLA
1) El Airamiento del destierro de Auenculemaol de Bara.
2) Otro contrahecho al de afuera, afuera.
3) Segundo de seruia en Oran al Rey.
4) Los amores de Colinda y Galuano.
5) El enlodamiento y llanto de Cupido.
XVII. Primer qnader^w de varios Romanees, Valencia, 1594. —
8 hojas. — Contiene los romances que dicen:
Háganme vuessas mercedes.
Estando para partirse.
Ya no quiero más la guerra. :
A la burladora Filis.
Suspensos cstauan todos.
A saber emplear la amada vida.
INTRODUCCIÓN LXXXV
más cabal y perfecta colección de este género que se co-
XVIII. Segundo quaderno de varios Romancea, ele. Valencia, 1594.
4 hojas.— Contiene los romances que dicen:
Hay amargas soledades.
Aliatar, pues mis desdichas.
En la vega está Jarife.
Que miraua la mar.
XIX. Tercero quaderno de varios Romances, etc. Valencia, 1594. —
4 hojas. — Contiene los romances que dicen:
Mirando el corriente río.
Bafiando está las prisiones.
De verme por vos perdido.
En vna poore cabana.
Ya que alegre el mar sulcaua.
XX. Cuarto quaderno de las letrillas más modernas, etc. Valencia,
8. a. — 4 hojas. — Contiene las composiciones que dicen:
Señores, papantes ayrc.
Vestido un gabán leonado.
Hafi^amos paces, Cupido.
Anda, vete con Dios, Moreno.
XXI. Dechado de coloides. Caticionero de am,adores y dechado de
Colores en el qual se contienen muchos Villancicos y vn Romance nuevo
con vnas octavas. Compuesto por Melchior Ilorta, agora nueuam,eníe a
petición de vn amigo suyo, Impresso en este presente año y uendese
a la merce. s. a.— 8 hojas.
Es acaso la misma obra que la encuadernada con las Rosas de Ti-
moneda, en el tomito de la biblioteca imperial de Viena, descrito por
nosotros en la Rosa de romances (págs. X y XI).
XXII. Caso nueuam^nte acontecido en vna ciudad de Alemana lia-
inada Ayrleuen (sic, léase Eisleben) avn cauallero, que pidiendo a vn
Quiromante que le dixesse su ventura, y reusando lo quanto pudo, por
ver señales en el cauallero de cornudo, se lo vuo de dezir por su impor-
tunación, y como hizo haser vna torre muy fuerte para encerrar en
ella a su mujer por estar seguro, Y lo que dolió sucedió, la historia lo
dirá muy por extenso, Traduzida en verso castellano. — ^Véndese en
casa de J. B. Timoneda. s. a.— 4 hojas.
XXIII. Obra nueva llamada la Vida del estudiante pobre diligente
y industrioso, juntamente con la del necio ocioso. Valencia, 1593. —
8 hojas.
XXIV. Pronósticos o juycios Astrologales suptilissimos y verdade-
ros. 8 casos stupendos y estrañissimos los quales se verán Deo volente
en este año i 593. Traduzidos de lengua Vngara en metro Español,
por.Rodolpho Stampurch, Valencia, Molino de Rouella. — 8 hojas.
XXV. ProuerbioSj Refranes y auisos por via de consejos dados por
Villanueua, cauallero de Morella a dos mancebos deudos suyos rezien
casados. Valencia, herederos de Joan Nauarro, 1593,-8 hojas.
LYX3CVI LÍRICOS CASTELLANOS
noce, bajo todos aspectos, con excelentes introducciones
y discursos preliminares, con notas muy eruditas y acer-
tadas, y con índices útilísimos (véase nuestro articulo
circunstanciado sobre esta obra maestra en el periódico
alemán intitulado; Blcitter für literarische Unterhaltung^
año de 1852, núms. 16 y 17.)
La mayor parte de los romances inclasos aquí están reimpreeos en
Las Flores y en el ftomanGero general; se "ve, pues, que á estas colec-
ciones también antecedieron los pliegos sueltos suministrándoles
sus materiales, v que hasta los romances artísticos se publicaron de
este modo cuando eran destinados á ser propagados entre el pueblo;
se ve, en fin, qué clases de romances estacan entonces en Doga, é
iban popularizándose por medio de esos pliegos. sueltos, como á(^aí
se encuentran, acaso por primera vez, romances moriscos, imitacio-
nes de los poemas italianos, etc., como clos más modernos que hasta
boy se han cantado.»
ROMANCES HISTÓRICOS
SECCIÓN DE ROMANCES
RELATIVOS
Á LA. HISTORIA Y TRADICIONES DE ESPAÑA
POETAS líricos CASTELLANOS
1.
Romano e de cómo Cipion destruyó
á UTamancia.
Enojada estaba Roma—de ese pueblo Soriano:
•envía, que le castigue,— á Cipion el Africano.
^Sabiendo los de Numancia— que en España habia llegado,
^on esfuerzo varonil — lo (1) esperan en el campo.
Á los primeros encuentros —Cipion se ha retirado;
mas volviendo á la batalla — reciamente ha peleado.
Komanos son vencedores, — sobre los de Soria han dado:
matan casi los más de ellos, — los otros se han encerrado.
Metidos en la ciudad —Cipion los ha cercado,
púsoles estancias fuertes, — y un foso desaforado:
y tanto les íuvo el cerco, — que el comer les ha faltado.
Púsolos en tanto estrecho, — que en fin han determinado
de matar toda la gente — que no tome arma en mano.
Ponen fuego á la ciudad, — ardiendo de cabo á cabo,
y ellos dan en el real— con ánimo denodado;
pero al ñn todos murieron, — que ninguno no ha escapado.
Veinte días ardió el fuego, — que dentro ninguno ha entrado.
Ya que entrar dentro pudieron,- cosa viva no han hallado,
.«ino un mochacho pequeño — que á trece años no ha llegado,
4iue se quedó en una cuba, — do el fuego no le ha dañado.
(i) Bn el texto por equivocación «los» •
Tomo VI. 7
2 líricos castellanos
Vuélvese Cipion á Eoma, — sólo el mocliacho ha llevado:
pide que triunfo le den, — pues á Soria liabia asolado.
Visto lo que Cipion pide, — el triunfo le han denegado,
diciendo, no haber vencido, — pues ellos lo hablan causado.
Lo que Roma determina — por sentencia del Senado:
que Cipion vuelva á Soria, — y que al mozo que ha escapado^
le ponga sobre una torre,— la más alta que ha quedado,
y allí le entregue las llaves, — teniéndolas en su mano,
y se las tome por fuerza, — como á enemigo cercado,
y en tomarlas de esta suerte — el triunfo le será dado.
Á Soria vuelve Cipion, — según que le fué mandado:
puso el mochacho en la torre— del arte que era acordado.
Allí las llaves le pide;—mas él se las ha negado,
dijo: — No quieran los dioses — que haga tan mal recaudo.
Ni por mí te den el triunfo, — habiendo solo quedado:
pues que nunca lo ganaste— de los que ante mí han pasado. —
Estas palabras diciendo,— con las llaves abrazado,
se echó de la torre abajo— con ánimo muy osado:
y así quedó Cipion — sin el triunfo deseado.
(Timoncda, Rosa gentil. J (i).
2.
ROMANCES DEL REY DON RODRIGO.— L
Romanoe del rey don Rodrigo cómo entrad
en Toledo en la casa de Hércules.
Don Rodrigo, rey de España, — por la su corona honrar,
un torneo en Toledo — ha mandado pregonar:
[1) Este romance es, en verdad, no muy popular, y más bien sacado é
imitado de una crónica, quizá por el mismo Timoneda; sin embargo, tiene
rasgos tradicionales; por eso y por haberlo omitido en nuestra Rosa de ro^
manees, lo reimprimimos aquí por primera vez en una colección modenia.
UOMANCBS HISTÓIirCOS 3
sesenta mil caballeros — en él se han ido á juntar.
Bastecido el gran torneo,— queriéndole (1) comenzar,
vino gente de Toledo (2)— por le haber de suplicar (3)
que á la antigua casa de Hércules— quisiese un candado echar,
como sus antepasados— lo solian acostumbrar.
El rey no puso el candado, — mas todos los fué á quebrar (4),
pensando que gran tesoro — Hércules fuera á dejar (6).
Entrando (6) dentro en la casa — no fuera otro hallar (7)
sino letras que decían: — Rey has sido por tu mal;
que el rey que esta casa abriere (8) — á España tiene quemar. —
Un cofre de gran riqueza— hallaron dentro un pilar,
dentro del nuevas banderas — con figuras de espantar,
alárabes de caballo — sin poderse menear,
con espadas á los cuellos, — ballestas de buen echar (9).
Don Rodrigo pavoroso — no curó de más mirar.
Vino un águila del cielo, — la casa fuera quemar (10).
Luego envía mucha gente— para África conquistar:
veinte y cinco mil caballeros — dio al conde don Julián,
y pasándolos el conde — corría fortuna en la mar:
perdió doscientos navios, — cien galeras de remar,
y toda la gente suya, — sino cuatro mil no más.
f Silva de 1550, t. I, fol. 43; Canc. de Rom. s. a., fól. 126;
Cattc. de Rom. 1550, fol. 124; Timoneda, Rosa española.)
(1) « Queriéndose. » Timoneda,
Rosa esp.
(2) «Principales de Toledo» Ti-
moneda.
(3) «Para babelle de suplicar.»
CanC' de Rom. s. a. y 1650.— «Le
han venido á suplicar. » Timoneda.
(4) «Quitar.» Timoneda.
(5) «Debía dejar.» Canc- de Ro-
mances 8. a. y 1550; Timoneda.
(6) «Entrado.» Timoneda.
(7) « Otra cosa no fué hallar. » Ti-
moneda •— «Nada otro fuera hallar^
las ediciones posteriores del Canc-
de Rom.
(8) «Y el rey que esta casa abra. »
Timoneda.
(9) «De bien echar», Canc. de
Rom. s. a. y 1550.— «De bien tirar»,
las ediciones posteriores del Canc.
de Rom.— «Ballestas de par en
par», Timoneda.
(10) Después de este veiso acaba
el texto (le Timoneda con los dos
siguientes:
El rey, en pensar en esto,
no hay quien le pueda alegrar.
4 LÍRICOS CASTELLANOS
3.
(Del rey don Rodrigo. — II.)
Romance de la Cava.
Amores trata Rodrigo: — descubierto ha su cuidado;
á la Cava lo decia, — de quien era enamorado:
miraba su lindo rostro, — miraba su rostro alindado,
sus lindas y blancas manos — él se las está loando.
— Querría que me entendieses — por la via que te hablo:
darte hia mi corazón, — y estaría al tu mandado. —
La Cava, como es discreta, — á burlas lo había echado.
El rey le hace juramento —que de veras se lo ha hablado.
Todavia lo disimula, — y burlando se ha excusado.
El rey va á tener la siesta, — y en un retreto se ha entrado; '
con un paje de los suyos — por la Cava ha enviado.
La Cava, muy descuidada, — cumplió luego su mandado.
El rey, luego que la vido,— hale de recio apretado,
haciéndole mil ofertas, — si ella hacia su rogado.
Ella nunca hacerlo quiso, — por cuanto él le ha mandado:
y así el rey lo hizo por fuerza — con ella, y contra su grado.
La Cava se fué enojada, — y en su cámara se ha entrado. "^
No sabe, si lo decir, — ó si lo tener callad«>.
Cada día gime y llora, — su hermosura va gastando.
Una doncella, su amiga, — mucho en ello habla mirado,
y hablóle de esta manera— de esta suerte le ha hablado:
— Agora siento, la Cava,— mi corazón engañado,
en no me decir lo que sientes — de tu tristeza y tu llanto.-
La Cava no se lo dice; — mas al fin se lo ha otorgado:
dice como el rey Rodrigo — la ha por fuerza deshonrado,
y porque más bien lo crea,— báselo luego mostrado.
La donceUa que lo vido, — tal consejo le ha dado;
— Escríbeselo á tu padre, — tu deshonra demostrando. —
La Cava lo hizo luego, — como se lo ha aconsejado,
ROMANCES HISTÓRICOS 5
y da la carta á nn doncel — que de la Cava es criado.
Enbarcárase en Tarifa, — y en Ceuta la hubo levado,
donde era su padre, el conde, — y en sus manos la hubo dado.
Su madre, como lo supo,— grande llanto ha comenzado.
El conde la consolaba— con que la baria bien vengado
de la deshonra tan grande —que el rey les habia causado.
(Silva de var. rom., 2.* ed., Barcelona, 1557.)
3 a.
(Del rey don Bodrigo. — m.)
{Al mismo asunto.J
Amores trata Rodrigo: — descubierto ha su cuidado;
á la Cava se lo dice, — de quien anda enamorado.
— Mira, mi querida Cava, — mira agora que te hablo:
darte he yo mi corazón,— y estaría á tu mandado. —
La Cava, como es discreta,«en (1) burlas lo ha tomado,
respondió muy mesurada — y el gesto bajó humillado:
— Pienso que burla tu Alteza,— ó quiere probar el vado:
no me lo mandéis, señor, — que perderé gran ditado.
Don Rodrigo le responde, — que conceda lo rogado:
que de este reino (2) de España— puedes hacer tu mandado (8).
Ella hincada de rodillas,— él la estaba enamorando:
sacándole está aradores — de su odorífera mano.
Fué á dormir el rey la siesta;— por la Cava habia (4) enviado:
cumplió el rey su voluntad — más por fuerza que por grado,
por lo cual se perdió España — por aquel tan gran pecado.
La malvada (5) de la Cava— á su padre lo ha contado.
(1) *CorsíQ.»Flord6eruimorados.
(2) « I^e estos reinos. * Flor.
(8) «Puede hacer á su manda-
da» Flor,
(4) 'Ha.»Ftor.
(5) «Maldita.» iPTor.
6 LÍRICOS CASTELLANOS
Don Julián, que es el traidor,— con moros se ha concertado
que destruyesen (1) á España, — por lo haber así jurado.
(Canc. de Rom., ed. de Medina, del año de 1570. Cancionero
llamado Flor de enamorados.)
3 b.
(Del rey don Bodrigo. — IV.)
(Al mismo asunto.J
Romaiice del rey don Rodrigo*
De amores trata don Rodrigo;— descubierto ha su cuidado;
á la Cava se lo dice, — de quien anda enamorado;
sacándole está aradores — en sus haldas reclinado,
y apretándole la mano, — de esta suerte ha proposado:
— Sepas, mi querida Cava,— que de ti esto apasionado:
pido que me des remedio, — pues todo está á tu mandado:
mira que lo que el rey pide, — ha de ser por fuerza, ó grado. —
La Cava, siendo discreta,— como en burlas lo ha tomado,
respondióle mansamente, — el gesto bajo, humillado:
— Pienso, que burla la tu Alteza,— ó quiere probar el vado.
No me pidas tal, señor, — que perderé gran ditado. —
Don Rodrigo le responde — que conceda lo rogado,
y será reina de España — y de todo su reinado.
No concediendo su ruego, — de la Cava se ha ausentado;
fuórase á dormir la siesta,— y por ella hubo enviado.
Cumplió el rey su voluntad — más por fuerza que por grado.
La malvada de la Cava— á su padre lo ha contado,
que es el conde don Julián. — El conde, muy agraviado,
de vender á toda España— con moros se ha concertado.
(Timoneda, Rosa de amores J
<1) «Destruyese.» Canc. (fe jRom.
noUANCES HISTÓRICOS
4.
(Del rey don Rodrigo. — V.)
nomance de cómo el oonde don Julián,
padre de la Cava, vendió á España *•
En Oeupta está Julián,— en Ceupta la bien (1) nombrada:
para las partes de allende — quiere enviar su embajada;
moro viejo la escrebia (2), — y el conde se la notaba (3):
después de haberla escripto, — al moro luego matara.
Embajada es (4) de dolor,— dolor (6) para toda España:
las cartas van al rey moro (6)— en las cuales le juraba
-que si le daba aparejo— le dará por suya España.
Madre España, ¡ay de tí! —en el mundo tan nombrada,
de las partidas la mejor (7), — la mejor y más ufana (8),
donde nace el fino oro, — y la plata no faltaba,
flotada de hermosura, — y en proezas extremada (9);
por un perverso traidor — toda eres abrasada,
todas tus ricas ciudades — con su gente tan galana (10)
las domeñan hoy (11) los moros — por nuestra culpa malvada,
43i no fueran las Asturias, — por ser la tierra tan brava.
El triste rey don Rodrigo, — el que entonces te (12) mandaba,
viendo sus reinos perdidos — sale á la campal batalla,
^1 cual en grave dolor — enseña su fuerza brava;
aaas tantos eran los moros, — que han vencido la batalla.
(♦) Timoneda, Rom española.
(1) «May.» Timoneda.
(2) «Las escribe.» Timoneda.
(3) «T él la carta le notaba. » Ti-
moneda.
(4) «Es,» falta en la Rosa de Ti-
moneda.
(5) «Era.» Timoneda.
(6) Este, y los tres versos qne le
«iguen, faltan en la Rosa de Tim.
(7) «De las tres partes del man
do.» Timoneda.
(8) 'Galana.» Timoneda.
(9) «Y en la nobleza estimada. »
Timoneda.
(10) « Muy lozana. » Timoneda .
(11) «Las señorean.» Timoneda.
(12) «La.» Timoneda. Con este
verso acaba el romance en sa Rasa
española.
8 LÍRICOS CASTELLANOS
No paresce el rey Rodrigo, — ni nadie sabe do estaba (!)►
Maldito de tí, don Orpas, — obispo de mala andanza:
en esta negra conseja — uno á otro se ayudaba.
¡Oh dolor sobre manera! — ¡oh cosa nunca cuidada!
que por sola una doncella,~la cual Cava se llamaba,
causen estos dos traidores— que España sea domeñada,
y perdido el rey señor, — sin nunca del saber nada.
(Canc. de Rom. 1550, f. 125. — Timoneda, Rosa esf. — Aquíi
se contienen cinco romances. £1 primero, «De cómo fué-.
vencido el rey don Rodrigo, etc.» Pliego suelto s. a. n. I..
del siglo xyi )
5.
(Del rey don Rodrigo. — VI.)
Romanee del rey don Rodrigo eómo perdis
á España.
Las huestes de don Rodrigo — desmayaban y huían
cuando en la octava batalla — sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas (2)— y del real se salia:
solo va el desventurado, — que no lleva compañía.
El caballo de cansado— ya mudar no se (3) podia:
camina por donde quiere, — que no le estorba la via.
El rey va tan desmayado, — que sentido no tenia:
muerto va de sed y hambre, — que de velle era mancilla;
iba tan tinto de sangre, — que una brasa parecía.
(1) £1 pliego suelto, citado aba-
jo, lleva hasta aquí nn texto casi
idéntico con el del Canñonero de
Romances; desde este verso, empe-
ro, hasta al fin varia del todo, pues
dice:
¡Oh dolor sobre manera,
que por causa de nn traidor
España fué sujetada
al gran poder de Mahoma:
¡cosa fué nunca pensada!
(2) 'Tierras. > Canc- de rom. 8. a.
y 1550. — Timoneda, Rota etp» —
Floresta de var. rom.
y cosa nunca pensada! i3) «Menearse no.» Flortita»
ROMANCES HISTÓRICOS 9
Las armas lleva abolladas, — que eran de gran pedrería (1);
la espada lleva hecha (2) sierra— de los golpes que tenia;
el almete abollado (3) — en la cabeza se le hundia (4);
la cara lleva hinchada— del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro — el mas alto que veia (6):
dende allí mira (6) su gente — cómo iba de vencida.
De allí mira sus banderas, — y estandartes que tenia,
cómo están todos pisados — que la tierra los cubría.
Mira por los capitanes — que ninguno páresela;
mira el campo tinto en sangre, — la cual (7) arroyos corría.
£1 triste de ver aquesto — gran mancilla en sí tenia:
llorando (8) de los sus ojos — de esta manera decia:
— Ayer era rey de España, — hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos,- hoy ninguno poseía;
ayer tenia críados, — hoy ninguno (9) me servia,
hoy no tengo (10) una almena— que pueda decir que es mia.
jDesdichada fué la hora,— desdichado fué aquel dia
en que nací y heredé— la tan grande señoría (11),
pues lo habia de perder — todo junto y en un dial
lOh muerte! ¿por qué no vienes — y llevas esta alma mia
de aqueste cuerpo mezquino, — pues te se agradecería?
('Silva de 1550, t. L, fol. 44. — Canc. de Rom, s. a., fol 127.
Canc, de Rom.^ 1550, fol. 126. — Timoneda, Rosa esp.-^
Floresta de var. rom.)
(1) «De pedrería.» Timoneda.—
FXwtMta,
(2) «Hecha uija.» Timoneda.—
»Braima.> Floresta.
(8) « J)e abollado. > Ca nc de Rom.
8. a. y 1650 . —Timoneda. ^Floresta.
(4) «La cabeza le hundía.» Ti-
moneda.— F¿or.
(5) «Que allí había.» Timoneda.
Flor.
(6) « J)e allí miraba. • Timoneda.
Flor.
(7) «El cual á.» Tim. —i^Tor.
(8) «Lloraba.» Tim—Flor.
(9) « Y gente que. » Cañe, de Rom .
8. a. y 1550.— Timoneda.— Fíor.
(10) «Ora no tengo» Tim.— «No
tengo ahora. » Floi'»
(11 ) «Tan gran reino y sefioria- »
Timoneda.— F/or.
40 LÍRICOS CASTELLANOS
5 a.
(Del rey don Bodrigo. — VII.)
(^Al mismo asunto J
Romance de cómo se perdl6 España por
cansa del rey don Rodrigo.
Los vientos eran contrarios, — la luna estaba crecida,
los peces daban gemidos— por el mal tiempo que hacia,
cuando el rey don Rodrigo— junto á la Cava dormia,
dentro de una rica tienda — de oro bien guarnecida.
Trescientas cuerdas de plata— que la tienda sostenían,
dentro había doncellas — vestidas á maravilla;
las cincuentas están tañendo —con muy extraña armonía;
las cincuenta están cantando — con muy dulce melodía.
Allí hablara una doncella — que Fortuna se decía:
— Si duermes, rey don Rodrigo,— despierta por cortesía,
y verás tus malos hados, — tu peor postrimería,
y verás tus gentes muertas, — y tu batalla rompida,
y tus villas y ciudades— destruidas en un dia.
Tus castillos, fortalezas— otro señor los regía.
Si me pides quién lo ha hecho, — yo muy bien te lo diría:
ese conde don Julián — por amores de su hija,
porque se la deshonraste— y más de ella no tenía.
Juramento viene echando (1) — que te ha de costar la vida.-
Despertó muy congojado (2)— con aquella voz que oía;
con cara triste y penosa — de esta suerte respondía:
— Mercedes á ti. Fortuna, — de esta tu mensajería. —
Estando en esto allegó —uno que nuevas traía:
cómo el conde don Julián — las tierras le destruía.
Apriesa pide el caballo, — y al encuentro le salía;
los enemigos son tantos, — que esfuerzo no le valia;
<1) «'Haciendo.' F/oresto- | (^ «Enojado-* F¿or.
■¡
ROMANG£S HISTÓRICOS H
que capitanes y gentes — huia el que más podia.
Rodrigo deja sus tierras, etc. (•)
(Timoneda, Rosa española. — Floresta de var. rom.)
6.
(Del Bey don Bodrigo. — VIII.)
Romance del rey don Rodrigo cómo fugó
de la batalla.
Ya se sale de la priesa — el rey Rodrigo cansado;
pusiérase hacia una parte — por de allí mirar su campo:
ve que su gente se apoca, — y cómo va desmayando.
Desque esto vido Rodrigo, — no curó de inas mirallo,
porque bien ve que los suyos — ya no pueden soportallo.
Volvió las riendas apriesa,— da de espuelas al caballo;
huyendo va á mas andar.— Por un tremedal (1) abajo
violo huir Aliastras, — un su capitán honrado;
acordó seguir tras él, — mas nunca pudo hallarlo (2).
Desque vio que no le halla,— á Toledo hubo llegado,
donde quedara la corte,— y la reina habia quedado.
Pesábale por llevar —de su rey tan mal recaudo;
en entrando por la puerta — comenzó á decir llorando:
— Ya, señora, no sois reina, — ya no tenéis ningún mando,
porque en ocho batallas — perdistes todo el estado.
Perdistes al rey Rodrigo — el vuestro marido honrado,
porque le vi ir huyendo, — muy malamente llagado,
y que la hora de agora — será muerto ó cautivado. —
La reina, sin oír más, — cayó tendida en su estrado:
(*> Desde este verso el romance
es casi idéntico con aquel que le
precede, y hemos ya anotado en él
las más notables variantes.
(1) «Dromedal» Canc. ds -Roí».
s- a. y 1560.
(2j «Mas no pudo él hallarlo.»
CanC' de Rom. s. a. y 1550.
r
42
LÍRICOS CASTELLANOS
después de grandes cuatro horas— en su sentido ha tomado:
manda (1) Aliastras que cuente— todo como había pasado.
Aliastras se lo cuenta, — que nada no había dejado.
La reina con gran congoja — dijo: — Ya lo he yo tragado,
porque la noche pasada — un mal sueño había soñado,
y es que vía el rey Rodrigo— con el gesto muy airado,
los ojos vueltos en sangre, — que iba muy apresurado
para ir á vengar la muerte — del desdichado don Sancho,
y que volvía sangriento,— y su cuerpo mal llagado,
y que se llegaba á mí — y me tiraba del brazo,
y decía estas palabras — muy fuertemente llorando:
— Quédate adiós, reina triste, — quédate adiós, que me parto:
los moros me han ya vencido,— los moros me han sojuzgado.
No cures llorar mi muerte, — no cures llorar tu estado,
procúrate de esconder— allá en lo más apartado,
vete luego á las montañas — de aquel reino Asturiano,
porque no hay otro remedio — si quieres quedar en salvo,
porque España y lo demás— todo está ya sujetado.
(Silva de 1550, 1. 1., fol. 45. — Canc. de Rom. s. a., fol.
128. — Canc. de Rom. de 1550, fol. 127.)
7.
(Del rey don Rodrigo. — IX.)
Romance de la penitencia del rey
don Rodrigo.
Después que el rey don Rodrigo— á España x>erdido habia^
íbase desesperado— por donde mas le placía.
Métese por las montañas — las mas espesas que había (2),
porque no le hallen los moros — que en su seguimiento iban.
(1) «Mandó.» Cano- de Rom, s.
a. y 1550.
(2) «Qne vía.» Cane> de Rom. s.
a. y 1550.— «Las más ásperas que
liabia.» Timoneda.
BOMANGBS HISTÓRICOS
13
Topado ha con un pastor — que su ganado traia,
díjole:^-¿Dime, buen hombre, — lo que preguntar quería,
8i hay por aquí poblado —ó alguna casería
donde pueda descansar, — que gran fatiga traía? (1) —
El pastor respondió luego — que en balde la buscaría,
porque en todo aquel desierto — sola una ermita había,
adonde estaba un ermitaño, — que hacia muy santa vida.
El rey fué alegre de esto (2),— por allí acabar su vida.
Pidió al hombre (3) que le diese — de comer, si algo tenia:
el pastor sacó un zurrón, — que siempre en él pan traía (4);
dio le del (5), y de un tasajo— que acaso allí (6) echado había.
El pan era muy moreno,— al rey muy mal le sabia;
las lágrimas se le salen, — detener no las podía
acordándose en su tiempo — los manjares que comia.
Después que hubo descansado —por la ermita le pedía,
el pastor le enseñó luego —por donde no erraría.
El rey le dio una cadena, — y un anillo que traia:
joyas son de gran valer (7) — que el rey en mucho tenia.
Comenzando á caminar, — ya cérea el sol se ponía (8);
llegado es á la ermita — que el pastor dicho le había.
El dando gracias á Dios— luego á rezar se metía;
después que hubo rezado —para el ermitaño se iba:
hombre es de autoridad,— que bien se le parecía.
Preguntóle el ermitaño —cómo allí fué su venida;
el rey, los ojos llorosos, — aquesto le (9) respondía:
— El desdichado Rodrigo — yo soy, que rey ser solía:
vengo á hacer penitencia — contigo en tu compañía;
no recibas pesadumbre — por Dios y Santa María. —
El ermitaño se espanta; —por consolallo decía:
— Vos cierto habéis elegido — camino cual convenia
(1) «Sentía.» Timoneda.
(2) «£1 rey holgaráse de ello.»
Timoneda.
(3) «Pastor.» Timoneda-
(4) «Do la provisión traía» Ti-
moneda.
(5) «Dióle pan.'* Timoneda.
(6) «Que en él dentro» Tim.
(7) «Valor» Timoneda.
(8) «Ya que el sol se retraía.»
Timoneda.
(9) «Con vergüenza.» Timoneda.
44 LÍRICOS CASTELLANOS
para vuestra salvación,— que Dios os perdonaria. —
El ermitaño ruega á Dios — por si le revelaría
la penitencia que diese —al rey que le convenia.
Fuéle luego revelado, — de parte de Dios, un dia,
que le meta en una tumba— con una culebra viva,
y esto tome en penitencia— por el mal que hecbo babia (1).
El ermitaño al rey — muy alegre se volvia:
contóselo todo al rey (2) -cómo pasado lo babia.
El rey de esto muy gozoso, — luego en obra lo ponia.
Métese como Dios manda (3) — para allí acabar su vida; '
el ermitaño, muy santo, — mírale el tercero dia.
Dice: — ¿Cómo os va, buen rey? — ¿vaos bien con la compañía?
— Hasta abora no me ba tocado (4) — porque Dios no lo queria:
ruega por mí, el ermitaño (5),— porque acabe bien mi vida. —
El ermitaño llgraba, — gran compasión le tenia:
comenzóle á consolar — y esforzar cuanto podia.
Después vuelve el ermitaño — á ver si ya muerto babia (6):
baila (7) que estaba rezando — y que gemia y plañia.
Preguntóle cómo estaba: — Dios es en la ayuda mia,
respondió el buen rey Rodrigo: — la culebra me comia (8);
cómeme ya por la parte— que todo lo merecía,
por donde fué el principio— de la mi muy gran desdicba. —
El ermitaño lo esfuerza, — el buen rey allí mona (9):
aquí acabó el rey Rodrigo, — al cielo derecbo se iba.
(Silva de 1550, 1. 1., fol. 47. — Canc. de Rom. s. a., fol. 129.
Canc. de Rom.^ 1550, fol. 129. — Timoneda, Rosa esp.J
1) «Tenía.» Timoneda.
(2) «Contóselo por extenso.» Ti-
moneda.
(3) «Mandó.» Canc. de Rom. a.
a. y 1650.
(4) « No me ha tocado liasta
agora.» Timoneda.
(5) «Kogad por mí, hombre san
to.» Timoneda.
(6) «A ver si muerto seria.» Ti-
moneda.
(7) «Halló.» Canc. de Rom. a. a.
y 1550.— Timoneda.
(8) La lección de Cervantes {Don
Quij9tií^ Parte II. cap. 33), en estos
versos es:
Ya me comen, ya me comen
Por do más pecado había.
(9) Con este verso acaba el texto
de Timoneda.
/
f
ROMANCES irj(STÓRICOS K^
8.
ROMANCES SOBRE BERNARDO DEL CARPID
Romance de Bernaldo del Carpió.— !•
En los reinos de León— el casto Alfonso reinaba:
hermosa hermana tenia, — doña Jimena se llama.
Enamorárase de ella— ese conde de Saldaña,
mas no vivía engañado, — porque la infanta lo amaba.
Muchas veces fueron juntos, — que nadie lo sospechaba;
de las veces que se vieron— la infanta quedó preñada.
La infanta parió á Bernaldo, — y luego monja se entraba;
mandó el rey prender al conde — y ponerle muy gran guarda.
[Canc. de Rom. ^ 1550, fol. 135.)
9.
(De Bernardo del Carf>io. — 11.)
Romance de Bernaldo del Carpió que caen»
ta, cómo estando en las cortes del rey don
Alfonso el Casto supo como ei mesmo rey
su señor tenia preso á su padre 9 el cual
gelo pidió de merced, y no gelo dando hizo
^ande estrago en la tierra.
En corte del casto Alfonso — Bernaldo á placer vi vi a,
sin saber de la prisión— en que su padre yacia.
Á mucbos pesaba de ella, — mas nadie gelo decia,
46 LÍRICOS C^ASTBLLANOS
/
ca non osaba ninguno,— que el rey gelo defendía,
y sobre todos pesaba — á dos deudos que tenia;
uno era Vasco Melendez,— á quien la prisión dolía,
y el otro Suero Velasquez, — que en el alma lo sentía.
Para descubrir el caso— en su poridad metian
á dos dueñas fijas-dalgo, — que eran de muy gran valia;
una era Urraca Sánchez, -la otra dicen María,
Melendez era el renombre— que sobre nombre tenia.
Con estas dueñas fablaron— en gran poridad un día,
diciendo: —Nos vos rogamos,— señoras, por cortesía,
que le digáis á Bernaldo,— por cualquier manera ó vía,
cómo yace preso el conde — su padre Don Sancho Díaz;
que trabaje de sacarlo, — si pudiere, en cualquier guisa,
que nos al rey le juramos— que de nos non lo cabria. —
Las dueñas, cuando lo oyeron, — á Bernaldo lo decían.
Cuando Bernaldo lo supo— pesóle á gran demasía,
tanto que dentro en el cuerpo— la sangre se le volvía.
Yendo para su posada — muy grande llanto hacia;
vestióse paños de duelo,— y delante el rey se iba.
El rey, cuando así lo vido (1),— de esta suerte le decía:
— Bernaldo, ¿por aventura — cobdícias la muerte mía? —
Bernaldo dijo: — Señor, — vuestra muerte no quería,
mas duéleme que está preso— mi padre gran tiempo había.
Señor, pidoos por merced, — y yo vos lo merecía,
que me lo mandedes dar. — Empero el rey, con gran ira,
le dijo: — Partios de mí, — y no tengáis osadía
de más esto me decir, — ca sabed que os pesaría:
ca yo vos juro y prometo— que en cuantos días yo viva,
que de la prisión no veades— fuera á vuestro padre un día. —
Bernaldo, con gran tristeza, — aquesto al rey respondía:
— Señor, rey sois, y farédes — á vuestro querer y guisa:
empero yo ruego á Dios, — también á Santa María,
que vos meta en corazón — que lo soltedes aína,
ca yo nunca dejaré — de vos servir todavía. —
(1) •Vió.> Canc- de Rom. s a. y 1550.
ROMANCES HISTÓRICOS 47
* Mas el rey con todo esto —amábale en demasía,
y ansí se pagaba del —tanto cuanto más le via,
por lo cual siempre Bernaldo— ser fijo del rey creía.
CSilva de 1550, 1. 1., fol. 55. — Canc. de Rom, s. a., fol. 136,
Canc. de Rom.^ 1550, fol. 135.)
10.
(De Bernardo del Carpió. — III.)
Andados treinta y seis años— del rey don Alfonso el Casto,
en la era de ochocientos — y cincuenta y tres ha entrado
el námero de esta cuenta, — y el rey ha mas reposado,
faciendo en León sus cortes, — y habiendo á ellas llegado
los altos hombres del reino — y los de mediano estado;
mientras las cortes se facen —el rey facer ha mandado
generales alegrías, — con que á la corte ha alegrado,
corriendo cada dia toros — y bohordando tablados.
Don Arias y don Tibalte, — dos condes de gran estado,
eran tristes además — cuando vieron que Bernaldo
no entraba en aquellas fiestas, — á los cuales ha pesado,
porque no ha entrado en ellas — les era gran menoscabo,
y eran menguadas las cortes — no habiendo á ellas andado.
Después de haberse entre sí— ambos á dos acordado,
suplicaron á la reina — que le dijese á Bernaldo,
que por su amor cabalgase,— y que lanzase al tablado.
Folgando la reina de ello, — á Bernaldo lo ha rogado,
diciendo: —Yo vos prometo— de que al rey haya hablado,
yo le pida á vuestro padre, — ca no me lo habrá negado. —
Bernaldo cabalgó entonces, — y fué á complir su mandado:
llegando delante el rey, — con tanta furia ha tirado,
que esforzándose en sus fuerzas, — el tablado ha quebrantado.
El rey desque esto fué fecho — fuese á yantar al palacio.
-Don Tibalte y Arias, godos, — á la reina le han membrado
Tomo VI. 8
48 LÍRICOS GÁSTELLAKOS
que cumpliese la merced— que á Bemaldo le ha mandado»
La reina fué luego al rey,— la cual así le ha fablado:
— Mucho vos ruego, señor,^que me deis, si os viene en grado,
al conde don Sancho Diaz,~ que tenéis aprisionado;
ca este es el primer don— que yo vos he demandado. —
El rey cuando aquesto oyó — gran pesar hubo tomado,
y mostrando grande enojo,— esta respuesta le ha dado:
— Reina, yo non lo faré, — no vos trabajéis en vano,
ca non quiero quebrantar — la jura que hube jurado. —
La reina fincó muy triste — porque el rey no se lo ha dado,
mas Bernaldo en gran manera— fué de esto mal enojado»
acordando de irse al rey — á suplicarle de cabo
le diese á su padre el conde, — y si no, desafiallo.
(Silva de Rom., 1550, t. I, fol. 59, — Canc. de Rom. s. a.,'
fol. 139. — Canc. de Rom., 1550, fol. 140.)
11.
(Bernardo del Carpió. — IV.)
En gran pesar y tristeza— era el valiente Bernaldo,
por ver á su padre preso,— y no poder libertallo.
Vestidos paños de duelo,— y de sus ojos llorando,
se lo pidió de merced— al rey don Alfonso el Casto,
el cual dar no se lo quiso, — mas por respuesta le ha dado:
— que de decirlo otra vez — no fuese jamas osado,
ca si lo osase facer— con su padre haría echarlo. —
Bemaldo cuando esto vido, — al rey así ha fablado:
— Señor, por cuanto os serví— ya debiérades soltallo:
bien remembrarse vos debe,— si non se vos ha olvidado,
de cómo vos acorrí— cuando vos tenian cercado
los moros en Benavente, — andando en la lid lidiando,
en la cnal sabéis que os vistes— en muy peligroso estada
ROMANCES HISTÓRICOS
49
con gente del rey Ores—que la tierra os habían (1) entrado,
y vos dijístesmé entonces -que vos pidiese á mi grado
un don cualquier que quisiese— de vos me seria dado:
yo pedios á mi padre,— y por vos me fué otorgado. '
Otrosí cuando, lidiastes — con Alzaman el pagano,
que yacia sobre Zamora — teniendo cerco asentado,
bien sabedes lo que ai fice —para sacaros en salvo;
desque la lid fué vencida — vuestra fe me hubistes dado
de darme á mi padre el conde— libre, suelto (2), vivo y sano.
Y también cuando os tenian — cercado en el mismo grado
los moros cerca del rio— que Horbi era llamado,
y vos daban muy gran priesa, — que fuera escapar milagro,
y estando en horas de muerte — llegué yo por aquel cabo,
y bien sabéis (3) lo que fice,— y cómo os hube librado.
Agora pues que me veo (4) — ser de vos tan mal pagado,
que á mi padre no me dais, — habiéndomelo mandado,
de vos me quito, y no quiero^ser ya mas vuestro vasallo.
Y rieto (6) todos aquellos— cuantos son de vuestro bando,
para en cualquiera lugar — que los hubiere fallado,
si más pudiere que ellos,— como enemigo contrario. —
De esto fué el rey muy sañudo,— y díjole así á Bernaldo:
— Bernaldo, pues que así es, — que me salgades, vos mando,
desde hoy en nueve días — de mi tierra y mi reinado,
y no vos falle yo ende;— que vos digo, si vos fallo
después que fuere complido — el término que os señalo,
que vos mandaré echar— donde vuestro padre ha estado. —
Bernaldo entonces se fué — para Saldaña enojado,
y luego Vasco Melendez, — que en sangre le era llegado,
y también Suero Velazquez, — que era.su deudo cercano,
y don Ñuño de León, — deudo otrosí de Bernaldo,
y viendo que así se partía— y que del rey iba airado,
(1) «Había.» Suva.
(2) «Salvo.* Suva.
(8) «Sabréis.» Canc. de Rom. s.
a. y 1650.
(4) « Vo. » Canc. de Rom. s. a
y 1650.
(5) •Bievto» Silva.
20 LÍRICOS CASTELLANOS
despidiéronse del rey — y besáronle la mano,
y faéronse para Saldaña,— con Bemaldo se han juntado.
Bernaldo comenzó entonces— á facer gran mal y daño;
corrió la tierra de León, — fizo en ella gran estrago.
Duraron aquestas guerras, — que hubo entre el rey y Bernaldo,
gran tiempo, fasta que fué — muerto Alfonso, el rey Casto.
(Silva de 1550, 1. 1, fol. 60. — Canc. s. a. fol. 140. — Canc.^
12.
(Bernardo del Carpió. — V.)
Por las riberas de Arlanza— Bernardo del Carpió cabalga
con un caballo morcillo — enjaezado de grana,
gruesa lanza en la su mano, —armado de todas armas.
Toda la gente de Burgos — le mira como espantada,
porque no se suele armar — sino á cosa señalada.
También lo miraba el rey,— que fuera vuela una garza;
diciendo estaba á los suyos: — Esta es una buena lanzfi:
si no es Bernardo del Carpió,— este es Muza el de Granada. —
Ellos estando en aquesto,— Bernardo que allí llegaba,
ya sosegado el caballo, — no quiso dejar la lanza;
mas puesta encima del hombro, — al rey de esta suerte hablaba:
— Bastardo me llaman, rey,— siendo hijo de tu hermana,
y del noble Sancho Diaz, — ese conde de Saldafia:
dicen que ha sido traidor, — y mala mujer tu hermana.
Tú y los tuyos lo habéis dicho, — que otro ninguno no osara:
mas quien quiera que lo ha dicho, — miente por medio la barba;
mi padre no fué traidor, — ni mi madre mujer mala,
porque cuando fui engendrado,— ya mi madre era casada.
Pusiste á mi padre en hierros,— y á mi madre en orden santa,
y por que no herede yo — quieres dar tu reino á Francia.
Morirán los castellanos— antes de ver tal jornada:
ROMANCES HISTÓRICOS
2f
montafíeses, y leoneses, — y esa gente esturíana,
y ese rey de Zaragoza — me prestará su compaña
para salir contra Francia — y darle cruda batalla;
y si buena me saliere,~será el bien de toda España;
si mala, por la república — moriré yo en tal demanda.
Mi padre mando que sueltes, — pues me diste la palabra;
si no, en campo, como quiera— te será bien demandada.
(Timoneda, Rosa esp.) (*)
13.
(Bernardo del Carpió. — VI.)
Romance de Dernardo del Carploi
Las cartas y mensajeros— del rey á Bemaldo van:
que vaya luego á las cortes,— para con él negociar.
No quiso ir allá Bernaldo,— que mal recelado se ha;
las cartas echó en el fuego,— los suyos manda juntar.
Desque los tuvo juntados, — comenzóles de hablar:
— Cuatrocientos soys, los mios, — los que coméis el mi pan;
nunca fuisteis repartidos, — agora os repartirán.
£n el Carpió queden ciento— para el castillo guardar;
y ciento por los caminos, — que á nadie dejéis pasar;
doscientos iréis conmigo — para con el rey hablar.
Si mala me la dijere, — peor se la entiendo tornar. —
Con esto luego se parte — y comienza á caminar;
por sus jornadas contadas — llega donde el rey está.
^\ «Este romance, dice el señor
Darán, es muy popnlar. Lope de
Vega le signe casi todo en su come-
dia de las Mocedadeí de Bernardo
del Cctrpio > Y á este romance se
referiría la cuarteta que cita el se-
ñor Depping (I» p. 68), creyendo el
romance perdido:
Para tomar de su tío
el rey Alfonso venganza,
sale corriendo Bernardo
por las riberas de Arlanza.
22 LÍRICOS CASTELLANOS
De los doscientos que lleva — los ciento mandó quedar,
para que tengan segura — la puerta de la ciudad;
con los ciento que le quedan — se va al palacio real,
cincuenta deja á la puerta — que á nadie dejen pasar;
treinta deja á la escalera — por el subir y el bajar;
con solamente los veinte — á hablar con el rey se va.
A la entrada de una sala — con él se vino á topar;
allí le pidió la mano; — mas no gela quiso dar.
—Dios vos mantenga, buen rey, — y á los que con vos están.
Decí ¿á qué me habéis llamado, — ó qué me queréis mandar?
Las tierras que vos me distes, — ¿por qué me las queréis qui-
[tar?—
El rey, como está enojado, — aun no le quiere mirar;
á cabo de una gran pieza, — la cabeza fuera alzar.
— Bernaldo, mal seas venido, — traidor, hijo de mal padre,
díte yo el Carpió en tenencia, — tómastelo en heredad.
— Mentidos, buen rey, mentides, — que no decides verdad;
que nunca yo fui traidor, — ni lo hubo en mi linaje.
Acordárseos debiera — de aquella del Romeral,
cuando gentes extranjeras — á vos querían matar.
Matáronvos el caballo, — á pié vos vide yo andar;
Bernaldo como traidor — el suyo vos fuera á dar,
con una lanza y adarga — ante vos fué á pelear.
Allí maté á dos hermanos, — ambos hijos de mi padre,
que obispos ni arzobispos— no me quieren perdonar.
El Carpió entonces me distes, — sin vos lo yo demandar.
— Nunca yo tal te mandé, — ni lo tuve en voluntad.
Prendedlo, mis caballeros, — que atrevido se me ha. —
Todos le estaban mirando, — nadie se le osa llegar,
revolviendo el manto al brazo, — la espada fuera á sacar.
— I Aquí, aquí, los mis doscientos, — los que coméis el mi panl
que hoy es venido el dia — que honra habéis de ganar. —
El rey como aquesto vido, — procuróle de amansar:
— Malas mañas has, sobrino, — no las puedes olvidar;
lo que hombre te dice en burla,^á veras lo quieres tomar;
fii lo tienes en tenencia,— yo te lo do en heredad.
ROMANCES HISTÓRICOS 23
y si fuere menester,— yo te lo iré á segurar. —
Bernaldo que esto le oyera, -esta respuesta le da:
— El castillo está por mí, — nadie me lo puede dar;
quien quitármelo quisiere, —procurarle he de guardar. —
El rey, que le vio tan bravo, — dijo por le contentar:
— Bémaldo, tente en buen hora, — con tal que tengamos
[paz.-^
CSilva de 1550, t. II, fol. 85.)
13 a.
(Bernardo del Carpió. — VII.)
(^Al mismo asunto J
Con cartas y mensajeros — el rey al Carpió envió;
Bernaldo, como es discreto, — de traición se receló;
las cartas echó en el suelo — y al mensajero habló:
— Mensajero eres, amigo, — no mereces culpa, no;
mas al rey que acá te envía — dígasle tú esta razón:
que no lo estimo yo á él, — ni aun cuantos con él son;
mas, por ver lo que me quiere,— todavía allá iré yo. —
Y mandó juntar los suyos: — de esta suerte les habló:
^Cuatrocientos sois, los mios, los que comedes mi pan:
los ciento irán al Carpió,— para el Carpió guardar;
los ciento por los caminos, — que á nadie dejen pasar;
doscientos iréis conmigo— para con el rey hablai*;
si mala me la dijere — peor se la ha de tornar. —
Por sos jomadas contadas— á la corte fué á llegar.
— Manténgavos Dios, buen rey, — y á cuantos con vos están.
— Mal vengados vos, Bernaldo, — traidor, hijo de mal padre:
díte yo el Carpió en tenencia,— tú tómaslo de heredad.
— Mentides, el rey, mentides,— que no dices la verdad;
que si yo fuese traidor,— á vos os cabria en parte.
24 LÍBICOS CASTELLANOS
Acordársevos debía — de aquella del Encinal,
cuando gentes extranjeras — allí os trataron tan mal,
que os mataron el caballo, — y aun á vos querían matar.
Bemaldo, como traidor, — de entre ellos os fué á sacar:
allí me distes el Carpió — de juro y de heredad:
prometístesme á mi padre, — no me guardastes verdad.
— Prendedlo, mis caballeros, — que igualado se me ha.
—Aquí, aquí, los mis doscientos, — los que coméis mí pan,
que hoy era venido el día— que honra habernos de ganar. —
El rey, de que aquesto viera, — de esta suerte fué á hablar:
— ¿Qué ha sido aquesto, Bernaldo, — que así enojado te has?
¿lo que hombre dice de burla — de veras vas á tomar?
Yo te dó el Carpió, Bernaldo,— de juro y de heredad.
— Aquesas burlas, el rey, — no son burlas de burlar;
llamástesme de traidor, — traidor hijo de mal padre:
el Carpió yo no lo quiero,— bien lo podéis vos guardar;
que cuando yo lo quisiere, — muy bien lo sabré ganar. —
(Canc, de Rom. de 1550, fol. 137.)
14.
(Bernardo del Carpió. — VIII.)
Romanee de un desafío entre don Urgel y
Bernardo del Carpió.
En las cortes de León — gran fiesta se ha pregonado,
mandáralas pregonar— el rey don Alfonso el Casto.
Todos los grandes del reino,— que supieron su mandado,
como vasallos leales— prestamente se han juntado.
Todo género de fiestas— en León se ha celebrado,
porque el rey muy francamente —sus haberes ha gastado:
unos sacan invenciones, — otros salen disfrazados;
unos muy reñida justa,— otros torneo han cercado;
ROMANCES HISTÓRICOS 25-
anos juegan á las cañas, — otros corren sus caballos;
anos lidian bravos toros, — otros juegan á los dados.
Pero aqueste claro dia— envidia lo ha eclipsado:
un extraño caballero— ante el rey se ha presentado,
armado de todas armas, — y el caballo encubertado,
blandiendo una gruesa lanza, — bien apuesto y divisado;
demandó seguro al rey — para un caso señalado.
Según que lo demandó —por el rey le fué otorgado.
Por medio de la gran plaza — dice muy determinado:
— Si hay algún caballero— que salga conmigo al campo^
probaré que soy mejor, — y de mejor rey vasallo. —
Sus palabras descorteses — á todos han alterado;
conocido fué de algunos — ser Urgel el esforzado,
ano de los doce pares,— mucho temido y dudado.
Bien había caballeros— que le hubieran demandado
aquellas locas palabras— que ante su rey ha hablado;
mas no osaron por temor, — que el rey estaba enojado
de ana lid que fué otorgada— otra vez sin su mandado;
también porque sabian — que el rey estaba inclinado
para dar el plazo y honra— á su sobrino Bemaldo.
Soberbio está don (Jrgel,— porque nadie lo ha reptado.
Iban dueñas y doncellas, — todas hacen cruel llanto,
porque en la flor de Castilla— un francés se haya nombrado.
El buen rey con gran enojo— abajóse del andamio;
por los cantones y plazas — pregonar había mandado:
que cualquiera que venciese— aquel francés osado,
le hará grandes mercedes, — y le dará un condado.
Los castellanos con saña — dicen:— Salga don Bernardo. —
Á büscallo iba el buen rey — con diligencia y cuidado.
Dentro en la iglesia mayor— prestamente fué hallado:
haciendo esta oración — al apóstol Santiago:
— ^Manténgaos Dios, sobrino. — Señor, seáis bien llegado. —
Allí hablara el buen rey,— bien oiréis lo que ha hablado:
— Todas las gentes de España— han venido á mi llamado;
solo vos, mi buen sobrino, — os andáis de mí apartando,
que no queréis ver mis fiestas, — ^y estáis de mí despagado.
V
^6 líricos castellanos
— Aqueso, mi buen señor, — vuestra alteza lo ha causado,
que tiene preso á mi padre — con guarda y aherrojado,
y no es justo, estando preso,— -que yo esté regocijado.
— Pues sí vos queréis, sobrino, — obedecer mi mandado,
haré libre á vuestro padre, — aunque mal me hubo enojado. -
Don Bernardo que lo oyera,— en el suelo arrodillado
besó las manos al rey — por el bien que le ha otorgado,
protestando de servillo — como bueno y fiel criado.
Luego el rey le dio la cuenta — de todo lo que ha pasado:
de cdmo un francés soberbio— los habia desafiado.
Don Bernardo que lo supo, — mal lo habia amenazado.
Por todos los ricos hombres ~ que el rey tenia á su lado,
con ricas y fuertes armas — Bernardo fué luego armado:
danle un caballo del rey, — el mejor y mas preciado;
terciada lleva la lanza, — y el escudo embrazado,
contorneado el caballo — á la plaza fué llegado.
Quien miraba su postura— le quedaba aficionado:
«ra diestro y animoso, — bien dispuesto y mesurado.
Para hacer la batalla — jueces les han señalado,
pártenles el campo y sol,— por que nadie esté agraviado.
A la segunda carrera— el francés fué derribado.
Bernardo con gran presteza — del caballo fué apeado;
ponen mano á las espadas, — cada cual muy denodado,
hiérense por todas partes— con rigor desmesurado,
tan bravos golpes se daban,— que el rey estaba espantado.
De los escudos y mallas— todo el campo está sembrado;
mas un punto de flaqueza — ninguno ha demostrado.
Sin conocerse ventaja— tres horas han peleado.
Para recebir aUento— un poco se han apartado.
Para tornar á la lid— Bernardo se ha anticipado,
y con saña que tenia — de esta suerte le ha hablado:
—Desdícete, caballero, — si no, serás castigado.
— Aquesto, dijo el francés,— no lo he acostumbrado;
morir puedo en la batalla,— mas no vivir deshonrado. —
De la sangre que perdia— andaba desatinado;
como muerto cayó en tierra, — de las fuerzas despojado.
ROMÁNGBS HISTÓRICOS ^7
Don Bernardo lo sacó — de la raya do han lidiado.
Así quedó vencedor, —y el francés fué deshonrado,
y después en Roncesvalles — le acahó de dar su pago,
que en muy reñida hatalla— la caheza le ha cortado.
(Aquí comienza un romance de un desafío entre don Urgel y
Bernardo del Carpió. Pliego suelto del siglo xvi.)
II
r
28 líricos castellanos
15.
ROMANCES DEL CONDE DE CASTILLA
FERNÁN GONZÁLEZ
De la prisión del eonde Fernán Gronzalez.-I»
Preso está Fernán González— el gran conde de Castilla;
tiénelo el rey de Navarra — maltratado á maravilla.
Vino allí un conde normando — que pasaba en romería;
supo que este hombre famoso^en cárceles padecía.
Fuese para Castroviejo,— ^onde el conde residía;
dádivas daba al alcaide — si dejar velle queria:
el alcaide fué contento — y las prisiones Je abria.
Mucho los condes hablaron; — el normando se salla:
fuese donde estaba el rey^-con lo que pensado habia.
Procuró ver á la infanta,— que era fermosa y cumplida,
animosa y muy discreta, — de persona muy crecida.
Tanto procura de vella,— que esto le hablara un dia:
— Dios vos lo perdone, infanta, — Dios, también Santa María»
que por vos se pierde un hombre, — el mejor que se sabia:
por vos se causa ffcsm daño, — por vos se pierde Castilla,
los moros entran en ella— por no ver quien la regia,
que por veros muere preso; — por amor de vos moría;
imal pagáis amor, infanta, — á quien tanto en vos confía!
Si no remediáis al conde (1)— seréis muy aborrecida,
y si por vos saliese — seréis reina de Castilla. —
Tan bien le habla el normando,— que á la infanta enternecía;
determina de librallo — si por mujer la quería.
£1 conde se lo promete, — á vello la infanta iba.
— No temáis, dijo, señor, — que yo os daré la salida. —
(1) 'Eemediéii.» Cañe- de 1550.
ROMANCES HISTÓRICOS 29
Y engañando aquel alcaide,— salen los dos de la villa.
Toda la noche anduvieron — hasta que el alba reía.
Escondidos en un bosque,— un arcipreste los via,
que venia andando á caza — con un azor que traia.
Amenázalos con muerte, — si la infanta no ofrecía
de folgar allí con ella, — si no, que al rey los traería.
El conde, mas cruda muerte — quisiera, que lo que oia;
pero la discreta infanta,— dando esfuerzo, le decía:
— Por vuestra vida, señor, — más que esto hacer debria,
que no se sabrá esta afrenta — ni se dirá en esta vida. —
Priesa daba el arcipreste,— y amenaza todavía:
con grillos estaba el conde— y sin armas se vela;
mas viendo que era forzado, — como puede se desvia.
Apártala el arcipreste;— de la mano la traia,
y cuando abrazalla quiso,— ella de él muy fuerte huia:
los brazos le ha embarazado, — socorro al conde pedia,
el cual vino apresurado, — aunque correr no podia:
quitádole ha al arcipreste— un cuchillo que traia,
y con él le diera el pago— que su aleve merecía.
Ayudándole la infanta, — camina todo aquel dia;
á la bajada de un puente — ven muy gran caballería;
gran miedo tienen en vella, — porque creen que el rey la en via.
La infanta tiembla y se muere, — en el monte se escondía;
mas el conde, más mirando, — daba voces de alegría:
— Salid, salid, doña Sancha, — ved el pendón de Castilla,
mios son los caballeros— que á mi socorro venían. —
La infanta con gran placer— á vellos luego salia.
Conocidos de los suyos, — con alarido venian:
— Castilla, vienen diciendo, — cumplida es la jura hoy dia. —
Á los dos besan la mano, — á caballo los subían,
así los traen en salvo — al condado de Castilla.
(Canc. de Rom,, 1550, fol. 8.)
30
líricos castellanos
16.
(Del conde Fernán González. — 11.)
Romance del rey don Sancho Ordoñez» -
Castellanos y leoneses — tienen grandes divisiones.
El conde Fernán González — y el buen rey don Sancho Op-
[dofíesy
sobre el partir de las tierras, — y el poner de los mojones (1),
llamábanse hi-de-putas (2), — hijos de padres traidores;
echan mano á las espadas, — derriban ricos mantones:
no les pueden poner treguas — cuantos en la corte son,
pénenselas dos hermanos (3),— aquesos benditos monjes (4)»
Pénenlas por quince dias,— que no pueden por más, non
que se vayan á los prados — que dicen de Garrion.
Si mucho madruga el rey, — el conde no dormia, no;
el conde partió de Burgos, — y el rey partió de León.
Venido se han á juntar — al v^do de Carrion,
y á la pasada del rio — movieron una quistion:
los del rey que pasarían, — y los del conde que non.
El rey, como era risueño, — la su muía revolvió;
el conde con lozanía — su caballo arremetió;
con el agua y el arena— al buen rey ensalpicó (6).
Allí hablara el buen rey, — su gesto muy demudado:
—¡Cómo sois soberbio, el conde!— ¡cómo sois desmesaradol (6)
si no fuera por las treguas— que los monjes nos han dado^
la cabeza de los hombros — ya vos la hubiera quitado;
con la sangre que os sacara— yo tiñera aqueste vado. —
El conde le respondiera, —como aquel que era osado:
(1) «Ahí pasan malas razones»
Canc- de Rom s a. y 1560.
(2) '^Llámanse de hi-de-putas.»
Canc- de Rom. s. a. y 1550.
(8) -Frailes.' Canc. <íc/2o»i 1560.
(4) Después de este verso, inter-
pone el texto del Canc, de Rom-,
1560, los dos siguientes:
El uno es tío del rey,
el otro hermano del conde.
(5) ^Le salpicó.» Cañe- de Bam»
8- a. y 1550.
(6) «Buen conde Fernán GKmzálfli»
mucho sois desmesurado:»
Canc* de Rom. s. a. y 1560.
ROMANCES HISTÓBIGOS 3Í
— Eso que decis, buen rey (1),— véolo mal aliñado;
vos venís en gi'uesa muía, — yo en ligero caballo;
vos traéis sayo de seda, — yo traigo un arnés tranzado;
vos traéis alfanje de oro, — yo traigo lanza en mi mano;
vos traéis cetro (2) de rey, — yo un venablo acerado;
vos con guantes olorosos, — yo con los de acero claro;
vos con la gorra de fiesta, — yo con un casco afinado;
vos traéis ciento de muía, — yo trescientos de caballo. —
Ellos en aquesto estando, — los frailes que han allegado:
— iTate, tate, caballeros!— [tate, tate, hijosdalgo!
i Cuan mal cumplistes las treguas— que nos habíades man-
[dado!—
Allí hablara el buen rey: — Yo las cumpliré de grado. —
Pero respondiera el conde: —Yo de pies puesto en el campo. —
Cuando vido aquesto el rey, — no quiso pasar el vado;
vuélvese para sus tierras; — malamente va enojado.
Grandes bascas va haciendo,-— reciamente va jurando
que habia de matar al conde —y destruir su condado,
y mandó llamar á cortes; — por los grandes ha enviado:
iodos ellos son venidos, — sólo el conde ha faltado.
Mensajero se le hace— á que cumpla su mandado:
el mensajero que fué^— de esta suerte le ha hablado.
(Silva de 1550, 1. 1, fol. 83. — Canc. de Rom. s. a., fol. i6r.
Ccutc, de Rom., 1550, fol. 165.)
17.
(Del conde Fernán González. — UI.)
Romanee del eonde Fernán Gronzalez» ;
—Buen conde Fernán González,— el rey envia por vos, \^
que váyades á las cortes — que se hacían en León;
que si vos allá vais, conde, — daros han buen galardón,
daros ha á Palenzuela — y á Falencia la mayor;
(1) «Elrey.>iS»íva. I (2) «Sceptro.> iSft¿t;a.
32 LÍRICOS CASTELLANOS
<iaros ha las nueve villas, — con ellas á Camón;
<iaros ha á Torquemada, -la torre de Mormojon (1),
Buen conde, si allá no ides, — daros hian por traidor. —
Allí respondiera el conde — y dijera esta razón:
— Mensajero eres, amigo, — no mereces culpa, no;
que yo no he miedo al rey, — ni á cuantos con él son.
Villas y castillos tengo, — todos á mi mandar son,
de ellos me dejó mi padre, — de ellos me ganara yo:
ios que me dejó mi padre — poblólos de ricos hombres,
las que yo me hube ganado— poblólas de labradores; "^
quien no tenia mas de un buey,^-dábale otro, que eran dos;
a1 que casaba su hija — dóle yo muy rico don (2):
cada dia que amanece,— por mi hacen oración;
no la hacían por el rey, — que no la merece, non;
él les puso muchos pechos,— y quitáraselos yo.
(Silva áe 1550, 1. 1, fol. 85. — Canc. de Rom, s. a., fol. 163.
Canc. de Rom.^ 155O1 íbl. 167.)
18.
(Del conde Fernán González. — FV.)
Otro romance del eonde Fernán Oonzalez. (8)
Preso está Fernán González, — el buen conde castellano;
prendiólo don Sancho Ordoñez (4), — porque no le ha tribu*
[tado(6).
(1) En el Canc, de Rom, 1550,
Tan añadidos los cuatro versos si-
guientes:
Daros ha á Tordesillas,
y á Torre de Lobatón,
y si mas auisieredes, conde,
daros han á Carríon.
Al que le faltan dineroa
también se los presto yo.
(3) '^De cómo fué librado de U
prisión el conde Fernán Gonialn
por astucia de su mujer.* Tim.
(4) «ElreydonOrdófiez.>iSraMi.
Timoneda.
(2) El Canc- de Rom., 1550, in- ¡ (5) «^Porque estaba del «irado.»
terpone los dos versos siguientes: ' Canc> dt Rom., ed. de 1570*
ROMANCES HISTÓRICOS
33
En una torre en León — lo tienen á buen recaudo (1).
Bogaban por él al rey (2) — muchas personas de estado,
y también por él rogaba— ese monje fray (8) Pelayo;
mas el rey, con grande enojo, — nunca quisiera soltallo (4).
Sabiéndolo la condesa, — determina ir á sacallo (5):
cabalgando en una muía, — como siempre lo ha (6) usado,
«onsigo lleva dos dueñas, — y dos escuderos ancianos.
Lleva en su retaguardia (7) — ^trescientos (8) hijosdalgo
Armados de todas armas, — cada uno buen caballo (9).
Todos llevan hecho voto — de morir en demandarlo,
y de no volver á Burgos — hasta morir ó librarlo.
Caminan para León — contino por despoblado:
mas (10) cerca de la ciudad— en un monte se han entrado.
La condesa, como es sabia, — mandó ensillar un caballo,
y mandóle á un escudero — que al conde quede aguardando,
y (11) que en siendo salido — se lo dé, y le (12) ponga en salvo.
La condesa con las dueñas —en la ciudad se ha entrado:
como (13) viene de camino, — vase derecho al palacio (14).
Así como el rey la vido,— á ella se ha levantado.
— ¿Adonde bueno, condesa? (15) — Señor, voy á Santiago,
y víneme por aquí — para besaros las manos.
Suplicóos me deis licencia— para al conde visitar (16).
(1) <Lo tiene á muy buen recau-
do.» Timoneda.— Cawc. ds Rom,.
(2) «Al rey por él. » Canc d/t Ro-
mances.
(8) «Don.» Canc. de Rom.
(4) «Nunca ha Querido sacallo-*
Timoneda.
(5) «Libralla» Timoneda.— Cími-
-eionero de Rom.
(9) «Habia.» Canc. de Rom.
(7) «Y llevaba en su reguarda.»
{Jane, de Rom.
(8) «Los quinientos.» Timoneda.
(9) «Cada cual en buen caballo. »
Timoineda — Canc. de Rom.
Tomo VI.
(10) «Muy.» Timoneda.— CíxJic.
de Rom.
(11) «Para.» Timoneda.— Canc.
de Rom.
(12) « Se. » Timoneda .— Canc . de
Rom.
(13) «Tal cual» Timoneda.
(14) «Se fué derecho á palacio.»
Timoneda.
(15) «¿Dónde bueno vais, conde'
sa? Timoneda.
(16) «Que pueda al conde habla-
lio.» Timoneda.— Cawc. de Rom.
34
LÍRICOS CASTELLANOS
— Que me place, dijo el rey (1), — pláceme de voluntad (2).
Llévenla luego á la torre — donde el conde preso está (3). —
Por amor de la condesa— las prisiones quitádole han (4).
Desde á rato que llegó (5), — la condesa le fué á hablar (6):
— Levantaos luego, señor (7) — no es tiempo de echado ea-
[tar (8):
y vestios estas mis ropas,— y tocaos vos mis tocados (9^
y junto con esas dueñas — os salí acompañado,
y en saliendo, que salgáis, — Challaréis vuestro caballo;
Iros heis (10) para el monte, — do está la gente aguardando»
Yo me quedaré aquí (11)— hasta ver vuestro mandado. —
Al conde le pareció — que era bien aconsejado;
vístese las ropas de ella, — largas tocas se ha tocado.
Las dueñas son avisadas,— á las guardas han llamado;
las guardas estaban (12) prestas, — quitan de presto el candado;
salen las dueñas (13), y el conde; — nadie los habia mirado.
Dijo una dueña á las guardas (14) — que la andaban rodeando:
— Por tener larga jomada — hemos madrugado tanto (16), —
Y así se partieron de ellas (16) — sin sospecha ni cuidado.
Luego que fuera salieron (17), — halló el conde su caballo,
el cual tomó su camino — ^para el monte señalado.
(1) « Pláceme , dijera el rey. »
Canc- dé Rom.
(2) "Pláceme de muy bnen pra.
do.» Canc. de Hom.— 'Que me pla-
ce de buen grado.» Timoneda.
(3) «'Llévanla luego á la torre
do está el conde aprisionado. »
Tim.— Canc. de Rom.
(4) « Le ban quitado. * Timoneda.
Canc. de Rom.
(5) «Pasada la media noche.»
Canc. de Rom,
(6) «Le ha hablado.» Timoneda.
Canc. de Rom.
(7) «Señor marido.» Timoneda.
(8) «Estar echado.» Timoneda-
CanC' de Rom.
(9) «Tocaros heis mi tocado.»
Canc. de Rom.— Y tocaos este to-
cado,» Timoneda.
(10) «Y guiaréis.» Timoneda.
(11) «Que yo aquimegaedaié.»
Timoneda.
(12) «Están.» Canc. de Rom.
(13) «Las guardas.» Suva.
(14) «Este verso y los tres qne 1*
siguen, faltan en la Rosa de Tim.
(15) «Tanto madrugado. > Oonc»
de Rom.
(16) «De ellos.» Timoneda.—
Canc de Rom.
(17) «En ser el conde salido halló
á punto su caballo, y tomó lueso el
camino.» Timoneda.
ROMANCES HISTÓRICOS
35
Las dueñas y el escudero— hasta el dia han aguardado:
subídose han á la torre— do la condesa ha quedado (1),
Las guardas, desque (2) las vieron,— mucho se han maravi-'
[liado.
— Decí, ¿á qué subís (3) señoras (4), — báseos acá olvidado
[algo? (6)
— Abrí, veréis lo que queda, — porque llevemos recaudo.
Como las guardas abrieron, — á la condesa han hallado.
Como la condesa vido— que las dueñas han tomado (6):
— Id, decid al señor rey (7), — que aquí estoy á su mandado,
que haga en mí la justicia (8), — que el conde ya está libra-
[do (9).—
Como aquesto supo (10) el rey, — hallóse muy espantado:
tuvo en mucho á la condesa— saber hacer tal engaño.
Luego la manda (11) sacar, — y dalle todo recaudo,
y envióla (12) luego al conde: — muchos la han acompañado.
El conde, desque la vido, — holgóse en extremo grado,
enviado ha (13) decir al rey, — que pues tan bien (14) lo ha mi-
[rado,
que le mandase pagar— la del azor y el caballo,
si no, que lo pedirla— con la espada en la mano.
Todo por el rey sabido, — su consejo ha tomado (15);
(1) «Do la condesa han dejado- >
Timoneda.
(2) «Como.» Timoneda.— Canc.
deEom.
(8) «Volvéis. » Canc. de Rom.
(4) «Dlcenles.— ¿A qué volvéis?»
amoneda.
(5) «Hase acá algo olvidado?»
Ckinc. de Jtom.—Ded ¿qué se os
ha olvidado?» Timoneda.
(6) Este y el verso que precede,
fadtan en el Carus. de Rom. y en la
Rosa de Timoneda.
(7) «Dijoles:— Decid al rey.» Ti-
moneda.
(8) «La injuria.» Canc. de Rom.
(9) «Porque ya el conde está en
salvo.» Timoneda.
(10) «Oyera.» Timoneda.
(11) «Mandó.» Canc. de Rom.—
Timoneda.
(12) « Enviándosela. » Canc. de
Rom.
(13) «Y envió» Canc. ííeiííwi.—
«Envió á» Timoneda.
(14) «Mal.» Cano- de Rom.
(15) «T su consejo tomado» Can-
cionero de iZow.— «Consejo en ello
ha tomado.» Timoneda.
36
LÍBICOS CASTELLANOS
sumaba tanto la paga, — que no pudo nnmerallo (1);
asi que, todo bien visto, — fué por el rey acordado
de le soltar el tributo— que el conde le era (2) obligado.
De esta manera el buen conde (3)— á Castilla ha libertado.
f Silva de 1550, t. ü, fol. 91. — Canc. d* Rom., ed. de Medí
na, Z570, fol. 54. — Timoneda, Rosaes^.) (4).
(1) «No Iiay quien pueda nume-
rallo.» Timoneda.
(2) «Conde estaba,» Timoneda-
(3) «"Lo cual por el conde oído,
con gran placer lo ha otorgado:
y así de aquesta manera- »
Qanc. de Rom.
(4) Nótese el variar «leí aunante
en el texto de la Süvcl^ y cómo las
redacciones posteriores del Canc.
de Rom. y de Timoneda lo han nni-
formado.— La prisión del conde de
que trata este romance ee la que
sufrió por orden del rey dim San-
cho I de León, al paso que el oitro
romance que empieza también por:
'Preso ettá Fernán Oonzaíeis—d
gran conde di Castilla,» trata de
la prisión que sufrió en Navarra
por orden del rey don Gfaroia.
ROMANCES HISTÓRICOS 37
19.
ROMANCES SOBRE LOS SIETE INFANTES
DE LAUA Y DEL BASTABDO MUDABBA
Romiinee de doña Ijanibra (1).— !•
Á Calatrava la Vieja — ^la combaten castellanos;
por cima de Guadiana— derribaron tres pedazos;
por los dos salen los moros, — por el ano entran cristianos.
Allá dentro de la plaza — fueron á armar un tablado,
que aquel que lo derribare — ganará de oro un escaño.
Este don Rodrigo de Lara, — que ese lo había ganado,
del conde Garci-Hemandez sobrino —y de doña Sancha es
[hermano,
al conde Garci-Hernandez — se lo llevó presentado,
que le trate casamiento— con aquesa doña Lambra.
Ya se trata casamiento,— ihecho fué en hora menguadal
doña Lambra de Burueva— con don Rodrigo de Lara.
Las bodas fueron en Burgos,— las tornabodas en Salas:
en bodas y tornabodas — pasaron siete semanas.
Tantas vienen de las gentes, — que no caben por las plazas,
y aun faltaban por venir — los siete infantes de Lara.
Helos, helos por do vienen, — con toda la su compaña:
saliólos á recebir — la su madre doña Sancha:
— Bien vengades, los mis hijos,— buena sea vuestra llegada:
allá iredes á posar — á esa cal de Canta-ranas;
hallares las mesas puestas, — viandas aparejadas.
Desque hayáis comido, hijos, — no salgados á las plazas,
porque las gentes son muchas, — y trábanse muchas barra-
[jas. —
(1) «Lambra.» Silva.
38 LÍRICOS CASTELLANOS
Desque todos han comido — van á bohordar á la plaza:
no salen los siete infantes, — que su madre se lo mandara;
mas desque hubieron comido — siéntanse á jugar las tablas.
Tiran unos, tiran otros,— ninguno bien bohordaba.
Allí salió un caballero— de los de Córdoba la llana,
bohordo hacia el tablado— y una vara bien tirara.
Allí hablara la novia, — de esta manera hablara:
— Amad, señoras, amad— cada una en su lugar,
que más vale un caballero —de los de Córdoba la llana,
que no veinte ni treinta— de los de la casa de Lara. —
Oidolo había doña Sancha, — de esta manera hablara:
— No digáis eso, señora, — no digades tal palabra,
porque aun hoy os desposaron — con don Rodrigo de Lara.
— Mas calláis vos, doña Sancha,^-que no debéis ser esca-
[chaátkf
que siete hijos paristes — como puerca encenagada.-»
Oidolo habia el ayo — que á los infantes criaba:
de allí se había salido, ~ triste se fué á su posada:
halló que estaban jugando— los infantes á las tablas,
si no era el menor de ellos,— Gonzalo González se llama;
recostado lo halló — de pechos en una baranda.
— ¿Cómo venís triste, amo? (1) — decí ¿quién os enojara?—
Tanto le rogó Gonzalo,— que el ayo se lo contara:
— Mas mucho os ruego, mi hijo,— que no salgáis á la plaza.—
No lo quiso hacer Gonzalo; — mas antes tomó una lanza»
caballero en un caballo — vase derecho á la plaza:
vido estar el tablado — que nadie lo derribara.
Enderezóse en la silla, — con él en el suelo daba;
desque lo hubo derribado, — de esta manera hablara:
— Amade, putas, amad,— cada una en su lugar,
que mas vale un caballero — de los de la casa de Lara,
que cuarenta ni cincuenta — de los de Cónloba la llana. —
Doña Lambra, que esto oyera, — bajóse muy enojada;
sin aguardar á los suyos — fuese paia su posada,
(1) «Ayo» las ediciones posteriores del (7anc- (2e22om.
ROMANCES HISTÓRICOS
39
halló en ella á don Eodrigo, — de esta manera le habla:
— Yo me estaba en Barbadillo (1), — en esa mi heredad;
mal me quieren en Castilla — los que me habían de aguar-
[dar (2).
Ijoa hijos de doña Sancha—mal amenazado me han
que me cortarian las faldas — por vergonzoso lugar,
y cebarían sus halcones — dentro de mi palomar,
y me forzarían mis damas (3) — casadas y por casar.
Matáronme un cocinero — so faldas del mi brial.
Si de esto no me vengáis,— yo mora me iré á tornar. —
Allí habló don Rodrigo, — bien oiréis lo que dirá:
— Calledes, la mi señora, — vos no digades atal.
De los infantes de Salas (4) — yo vos pienso de vengar (5),
telilla les tengo ordida (6), — bien gela cuido tramar,
<ine (7) nacidos y por nacer— de ello tengan (8) que contar.
(Canc.de Rom. s. a., fol. 164. — Canc. de Rom.f 15S0,
fol. 170. — Stiva de 1550, t. I, fol. 86.)
20.
(De los siete infantes de Lara. — II.)
Romanee de don Rodrigo de I^ara*
lAy Dios, qué buen caballero — fué don Rodrigo de Lara,
que mató cinco mil moros — con trescientos que llevabal
Si aqueste muriera entonces, — iqué gran fama que dejaral
(1) El Cañe, de Rom. s. a. y la
Silva de 1560 tienen de este roman-
ce sólo el fragmento que comienza
por este verso.
(2) « Guardar. » Silva.
(3) «Forzaran.» Suva.
(4) «Lara» las ediciones poste-
riores del Cañe, de Rom,
(5) Este y el verso que le ante-
cede faltan en la Silva.
(6) «Urdida.» Silva.
(7) Falta en la iSftVi;a.
(8) «Tendrán.» Silva.
40 LÍRICOS CASTELLANOS
no matara á sus sobrinos ~ los siete infantes de Lara,
ni vendiera sus cabezas — al moro que las llevaba.
Ya se trataban sus bodas — con la linda doña Lambra:
las bodas se hacen en Burgos, — las tornabodas en Salas:
las bodas y tornabodas— duraron siete semanas;
las bodas fueron muy buenas,— mas las tornabodas malasi
Ya convidan por Castilla, — por Castilla y por Navarra:
tanta viene de la gente, — que no hallaban posadas,
y aun faltan por venir — los siete infantes de Lara.
Helos, helos por do vienen — por aquella vega llana;
sálelos á recebir — la su madre doña Sancha.
— Bien vengad es, los mis hijos,— buena sea vuestra llegada;.
— Nora buena estéis, señora, — ^nuestra madre doña Sancha.^
Ellos le besan las manos, — ella á ellos en la cara.
— Huelgo de veros á todos, — que ninguno no faltaba,
y mas á vos, Gonzalvico, — porque á vos mucho amaba.
Tornad á cabalgar, hijos, — y tomedes vuestras armas,
y allá iréis á posar — al barrio de Cantaranas.
Por Dios os ruego, mis hijos,— no salgáis de las posadas,
porque en semejantes ñestas — se urden buenas lanzadas.^
Ya cabalgan los infantes — y se van á sus posadas;
hallaron las mesas puestas —y viandas aparejadas.
Después que hubieron comido— pidieron juego de tablas,.
si no fuera Gonzal vico,— que su caballo demanda.
Muy bien puesto en la silla — se sale para la plaza,
y halló á don Rodrigo — que á una torre tira varas,
con una fuerza crecida— á la otra parte pasa.
Gonzalvico que esto viera,— las suyas también tirara:
las suyas pesan muy mucho,— á lo alto no llegaban.
Cuando esto vio doña Lambra, — de esta manera hablarar
— Adamad, dueñas, amad— cada cual de buena gana,
que más vale un (1) caballero— que cuatro de los de Salas.*-^
Cuando esto oyó doña Sancha, — respondió muy enojada:
— Calledes vos, doña Lambra,— no digáis la tal palabra;
<1) «Mi.' Enmienda de Dnrán.
ROMANCES RISTÓRIGOS 4t
8i los infantes lo saben, — ante ti lo matarán.
— Callases tú, doña Sancha, — que tienes por qué callar,
que pariste siete hijos, — como puerca en muladar. —
Gonzalvico, que esto oyera, — esta respuesta le da:
— Yo te cortaré las faldas— por vergonzoso lugar,
por cima de las rodillas — un palmo y mucho más. —
Al llanto de doña Lambra — don Rodrigo fué á llegar:
— ¿Qué es aquesto, doña Lambra? — ¿quién te ha querido eno-
Si me lo dices, yo entiendo—de te lo muy bien vengar, [jar?
porque á dueña tal cual vos — todos la deben honrar. —
{Silva de 1550., t. TL, f. 60.)
21.
(De los siete infantes de Lara. -~III.)
¿Quién es aquel caballero — que tan gran traición hacia?
Ruy Velazquez es de Lara, — que á sus sobrinos vendia.
En el campo de Almenar — á los infantes decia
que fuesen á correr moros, — que él los acorrería;
que habrien muy gran ganancia, — muchos captivos traerían.
Ellos en aquesto estando— grandes gentes parecían;
más de diez mil son los moros,— las señas traen tendidas.
Los infantes le preguntan — qué gente es la que venia.
— No hayáis miedo, mis sobrinos, — Ruy Velazquez respondía,
todos son moros astrosos, — moros de poca valia,
que viendo que vais á ellos, — á huir luego echarían;
que si ellos vos aguardan, — yo en vuestro socorro iría:
corrílos yo muchas veces, — ninguno lo defendía.
A ellos id, mis sobrinos, — no mostredes cobardía.^
iPalabras son engañosas — y de muy grande falsía!
Los infantes como buenos— con moros arremetían;
caballeros son doscientos — los que su guarda seguían.
Él á furto de crístianos— á los moros se venia.
42 LÍRICOS CASTELLANOS
Dijoles que sus sobrinos — no escape ninguno á vida,
que les corten las cabezas,— que él no los defenderla.
Doscientos hombres, no más — llevaban en compañía.
Don Muño que ir los vido, — oido habia por su espía,
y cuando oyó las palabras — que á los moros les decia, .
daba muy grandes las voces — que en el cielo las ponia.
— i Oh Kuy Velazquez traidor, — el mayor que ser podría:
¿A tus sobrinos infantes — á la muerte los traias?
Mientras el mundo durare — durará tu alevosía,
y la falsedad que has hecho^contra la tu sangre misma.-
Después que esto hobo dicho— á los infantes volvia,
di joles: — Armaos, mis hijos, — que vuestro tio os vendia:
de consuno es con los moros, — ya concertado tenia
que os maten á todos juntos. — Ellos armáronse aina:
las quince huestes de moros— á todos cerco ponian;
don Nufio, que era su ayo, — gran esfuerzo les ponia:
— Esforzaos, no temados, — haced lo que yo hacia:
á Dios yo vos encomiendo, — mostrad vuestra valentía. —
En la delantera haz — don Ñuño herido habia,
mató muchos de los moros, — mas á él muerto lo hablan.
Los infantes arremeten— con la su caballería:
mezcláronse con los moros, — á muchos quitan la vida.
Los cristianos eran pocos, — veinte para uno habia;
mataron á los cristianos,— que á vida ninguno ñnca;
solos quedan los hermanos,— que ninguna ayuda habian.
Encomendáronse á Dios, — SantiagOy valme (1), decian:
firieron recio en los moros, — ^gran matanza les hacian;
no osan estar delante — que gran braveza traían.
Fernán González menor — á sus hermanos decia:
— Esforzad, los mis hermanos, — lidiemos con valentía,
mostremos gran corazón — contra aquesta morería.
Ya no habemos ayuda,— solo Dios darla podia;
ya muríó Ñuño Salido, — y nuestra caballería;
venguémoslos ó muramos, — nadie muestre cobardía.
a) «Val.>Bdicióndel551.
BOMANGES HISTÓRICOS 43
Que desque estemos cansados^sta sierra nos valdría. —
Volvieron á pelear, — loh qué reciamente lidian!
muchos matan de los moros, — á otros muchos herían;
muerto han á Fernán González, — seis solos quedado hablan.
Cansados ya de lidiar, — á la sierra se subian;
limpiáronse los sus rostros, —que sangre y polvo tefiian.
(Sepúheda, Romances nuevamente sacados, etc.)
22.
(De los siete infantes de Lara. — lY.)
Cansados de pelear— los seis hermanos yacían;
infantes todos los llaman, — que de Lara se decian.
No pueden alzar los brazos,— itan cansados los tenianl
El dolor era crecido— que Viara y Galve hablan,
capitanes de Almanzor: — á su tio maldecían
en dejar morir hidalgos — de tan alta valentía,
mayormente siendo hijos — de una hermana que había.
Sácanlos de entre los moros, — que matarlos no querían:
lleváronlos á sus tiendas; — desarmado los habían:
mandáronles dar del pan — y también de la bebida.
•Ruy Velazquez que lo vido— á Viara y Galve decía:
— ¡Muy mal lo hacéis vosotros— dejar aquestos á vida!
porque sí ellos escapan, — á Castilla no tomaría,
ca ellos me matarán: — defenderme no podría. —
Los moros han gran pesar— de esto que decir le oían.
El menor de los infantes — con enojo le decía:
— ¡Oh traidor, falso, malvado, — grande es tu alevosíal
Trujistenos con tu hueste — á quebrantar la morisma
enemigos de la fe,— y á ellos tú nos vendías,
y dices que aquí nos maten. — [De Dios perdón no recibas,
ni perdone él tu pecado — tan perverso que hoy haciasl—
Loe moroB á k
líbicos castei.la;
j_briiiOB— no escape j
ijue ei vivofl os dejai _
á Córdoba al Alinaiwor— y moro^*'»'» i>°' «'
liarle ha mny gran poder, — y ai confl^^""**^ '^* ^^
á nos buscará gran mal, — que es hombr?^ ™ ponL,
Vivos tomar voa queremos— do la batalla si
procurad de os defender; — vuestro mal á no
Loe infantes se han armado,— y al canapo to/nado b^S
y encomendándose á Dios — á loa moroa atendían.
Los moroB cuando loa vieron, — á ellon van con gran grita. '
¡Muy cruda es la batallal — jEUoa bien se defendían]
Como los moros son muchos, — poca mella les hacian. [dat
Doa mil y aestínta han mnerto, — 8in los que han dado heri-
Don Gonzalo, el menor de ellos, — es el que más mal bacía:
Igran matanza hizo en moros! — jla su vida bien vendiaJ
Cansados son de lidiar, — moverse ya no podían;
matáronles loe caballos, — lanza ni espada tenian,
ni otras armas algunas, — que quebrado las hablan.
Loa moros presos los tienen;— desnudaron bus lorigas;
deBCabezado los han; — Ruy Yelazquez qne lo vía.
Don Gonzalo, el mae pequeño,— grande caita en si tenia;
cuando vio descabezados — hermanos qne bien quería,
cobró muy gran corazón; — quitóse del qae lo asía:
arremetió con el moro— que la crueldad hacia,
dióle tan recia puñada, — muerto en tierra lo ponia.
De presto tomó la espada,— veinte moros muerto habia.
Volvieron luego á prenderlo,— descabezado lo habían.
Quedan los infantes muertos,— Hay Velaiquez se volvía
4 Baraeva, su lugar; — por vengado se tenia,
habiendo hecho traición— la mayor que set podia.
IStf^lviOa, Rom. d
K-l
/
ROK&KCES BISTÓBICOS 45
23.
(Oe los siete infantes de Lara. — Y.)
CMuerte de lo» infantes de Lara.J
Saliendo de Canicosa — por el val de Arabiana,
donde don Rodrigo espera — los hijos de la su hermana,
por campo de Palomares — vio venir muy gran compaña,
muchas armas reluciendo, — mucha adarga bien labrada,
mucho caballo lijero, — mucha lanza relumbraba,
mncho estandarte y bandera — por los aires revolaba.
La seña que viene en ellas — es media luna cortada;
Alá traen por apellido,— á Mahoma á voces llaman;
tan altos daban los gritos, — que los campos resonaban;
lo que las voces decian, —grande mal significaban:
— iMueran, mueran, van diciendo,— los siete infantes de Laral
¡Venguemos á don Rodrigo, — pues que tiene de ellos safía! —
Allí está Ñuño Salido, — el ayo que los criara;
como vee la gran morisma, — de esta manera les habla:
— lOh los mis amados hijos!— ¡quién vivo no se hallara
por no ver tan gran dolor — como agora se esperaba!
Si no 08 hubiera criado, — no sintiera tanta rabia;
mas quiéreos tanto, mis hijos, — que se me arrancaba el alma.
iCiertamente nuestra muerte — está bien aparejada!
No podemos escapar— de tanta gente pagana.
Vendamos bien nuestros cuerpos, —y miremos por las almas;
peleemos como buenos, — las muertes queden vengadas;
ya que lleven nuestras vidas, — que las dejen bien pagadas.
No nos pese de la muerte, — pues va tan bien empleada,
pues morimos todos juntos— como buenos, en batalla. —
Como los moros se acercan, — á cada uno por sí abraza;
cuando llega á Gonzalvico, — en la cara le besara:
— ¡Hijo Gonzalo González;— de lo que más me pesaba
es de lo que sentirá — vuestra madre doña Sancha!
46
LÍRICOS GASLBLLANOS
érades su claro espejo; — más que á todos os amaba (1). —
En esto los moros llegan, — traban con ellos batalla,
los infantes los reciben — con sus adargas y lanzas:
— Santiago, Santiago (2), — á grandes voces llamaban:
matan infinitos moros;— mas todos (3) allí quedaran.
(Silva de 1550, t. ü., f. 62.)
24.
(De los siete infantes de Lara. — YI.)
(Presenta Almanzor á Oustio» las cabezos de stu hijoa.J
Pártese el moro Alicante — víspera de sant Cebrian;
ocho cabezas llevaba, — todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor, — á recebírselo sale;
aunque perdió muchos moros, — piensa en esto bien ganar.
Manda hacer un tablado — para mejor las mirar,
mandó traer un cristiano — que estaba en captividad.
Como ante sí lo trajeron — empezóle de hablar,
díjole: — Gonzalo Gustos, — mira quién conocerás;
que lidiaron mis poderes — en el campo de Almenar:
sacaron ocho cabezas,— todas son de gran linaje. —
Respondió Gonzalo Gustos: — Presto os diré la verdad. —
Y limpiándoles la sangre, — asaz se fuera á turbar;
dijo llorando agrámente: — ¡Conóscolas por mi mal!
la una es de mi carillo; — (las otras me duelen másl
de los infantes de Lara — son, mis hijos naturales. —
Así razona con ellos, — como si vivos hablasen:
— iDios os salve, el mi compadre, — el mi amigo leal!
¿Adonde son los mis hijos— que yo os quise encomendar?
(1) Después de este verso, una
edición posterior de la iSt^va añade,
según la reimpresión en el Roman-
cero de Dnrán, los dos versos si-
guientes:
y agora perderos tiene
sin tener más esperanza.
(2) * Santiago , cierra. > Dnrán.
(3) «Kilos.* Süva^ ed. de Baroe-
lona de 1582.
ROMANCES HISTÓRICOS 47
Muerto sois como buen hombre, — como hombra de fiar. —
Tomara otra cabeza — del hijo mayor de edad:
— Sálveos Dios, Diego González,— hombre de muy gran bon-
del conde Fernán González — alférez el principal: [dad,
á VOB amaba yo mucho, — que me habíades de heredar. —
Alimpiándola con lágrimas — volviérala á su lugar,
y toma la del segundo,— Martin Gómez que llamaban:
— Dios os perdone, el mi hijo, — hijo que mucho preciaba;
jugador era de tablas — el mejor de toda España,
mesurado caballero, — muy buen hablador en plaza. —
Y dejándola llorando, — la del tercero tomaba:
— ^Hijo Suero Gustos, — todo el mundo os estimaba;
el rey os tuviera en mucho, — solo para la su caza:
gran caballero esforzado, — muy buen bracero á ventaja.
iRuy Gómez vuestro tio— estas bodas ordenara! —
Y tomando la del cuarto, — lasamente la miraba:
— lOh hijo Fernán González, — (nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla, — aquel que vos baptizara)
matador de puerco espin,— amigo de gran compañal
nunca con gente de poco — os vieran en alianza. —
Tomó la de Ruy Gómez, — de corazón la abrazaba:
— jHijo mió, hijo mió! — ¿quién como vos se hallara?
nunca le oyeron mentira, — nunca por oro ni plata;
animoso, buen guerrero, — muy gran feridor de espada,
que á quien dábades de lleno — tullido ó muerto quedaba. —
Tomando la del menor,— «1 dolor se le doblara:
— iHijo Gonzalo González! — ¡Los ojos de doña Sancha!
iQué nuevas irán á ella — que á vos mas que á todos amat
Tan apuesto de persona, — decidor bueno entre damas,
repartidor en su haber, — aventajado en la lanza.
Mejor fuera la mi muerte— que ver tan triste jomada! —
Al duelo que el viejo hace, — toda Córdoba lloraba.
El rey Almanzor cuidoso — consigo se lo llevaba,
y mandó á (1) una morica— lo sirviese muy de gana.
(1) El texto dice: «ó> > que es yerro de imprenta.
48 LÍRICOS CASTELLANOS
Esta le torna en prisiones, — y con hambre le curaba.
Hermana era del rey, — doncella moza y lozana;
con esta Gonzalo Gustos —vino á perder su saña,
que de ella le nació un hijo — que á los hermanos vengara.
(Silva de 1550, t. II, f. 64.)
25.
(De los siete infantes de Lara — YII.)
Romaiice de los casamlenÉos de doña Ejam-
bra con don Rodrigo de Eiara.
Ya se salen de Castilla — castellanos con gran saña,
van á desterrar los moros — á la vieja Calatrava;
derribaron tres pedazos — por partes de Guadiana:
por el uno salen moros — que ningún vagar se daban,
por unas sierras arriba — grandes alaridos daban,
renegando de Mahoma— y de su secta malvada,
i Cuan bien pelea Rodrigo — de una lanza y adargal
ganó un escaño tornido — con una tienda romana.
Al conde Fernán González— se la envía presentada,
que le trate casamiento — con la linda doña Lambra.
Concertadas son las bodas: — ¡ay Dios, en hora menguada
á doña Lambra la linda— con don Rodrigo de Lara!
En bodas y tornabodas — se pasan siete semanas.
Las bodas fueron muy buenas, — y las tornabodas malas;
las bodas fueron en Burgos, — las tornabodas en Salas.
Tanta viene de la gente, — no caben en las posadas;
y faltaban por venir — los siete infantes de Lara.
Helos, helos por do asoman — con su compañía honrada.
Sálelos á recibir — la su madre doña Sancha.
— Bien vengades, los mis hijos, — buena sea vuestra llegada,
jtllá iréis á posar, hijos,— á barrios de Cantarranas;
ROMANCES HISTÓRICOS 49
hallaréis las mesas puestas, — viandas aparejadas.
Y después que hayáis comido, — ninguno salga á la plaza,
porque son las gentes muchas,— siempre trabaréis palabras. —
Doña Lambra con fantasía — grandes tablados armara.
Allí salió un caballero — de los de Córdoba la llana,
caballero en un caballo, — y en su mano una vara;
arremete su caballo, — al tablado la tirara,
diciendo: — Amad, señoras, — cada cual como es amada,
5iue más vale un caballero— de los de Córdoba la llana,
más vale que cuatro ó cinco —de los de la flor de Lara. —
Doña Lambra que lo oyera, — de ello mucho se holgara:
— jOh, maldita sea la dama— que su cuerpo te negabal
que si yo casada no fuera, — el mió yo te entregara. —
Allí habló doña Sancha, — esta respuesta le daba:
— Calléis, Alambra, calléis, — no digáis tales palabras:
que si lo saben mis hijos, — habrá grandes barajadas.
— Callad vos, que á vos os cumple,— que tenéis porque callar,
que paristes siete hijos— como puerca en cenegal. —
Oídolo ha un caballero— que es ayo de los infantes.
Llorando de los sus ojos — con gran angustia y pesar,
«e fué para los palacios — do los infantes estaban:
unos juegan á los dados, — otros las tablas jugaban,
6Íno fuera Gonzalillo — que arrimado se estaba; -
cuando le vido llorar, — una pregunta le daba;
comenzóle á preguntar: — ¿Qué es aquesto, el ayo mío,
quién vos quisiera enojar?— Quién á vos hizo enojo
cúmplele de se guardar.— Metiéranse en una sala,
todo se le fué á contar. — Manda ensillar su caballo,
empiézase de armar. — Después que estuvo armado
apriesa fué á cabalgar, — sálese de los palacios,
y vase para la plaza. — En llegando á los tablados
pedido había una vara, — arremetió su caballo,
al tablado la tiraba, — diciendo: Amad, lindas damas,
cada cual como es amada,— que más vale un caballero
de los de la flor de Lara, — que veinte ni treinta hombres
de los de Córdoba la llana. — Doña Lambra que esto oyera
Tomo VI. 10
50
LÍRICOS CASTELLANOS
de sus cabellos tiraba, — llorando de los sus ojos
se saliera de la plaza, — fuérase á los palacios
-donde don Rodrigo estaba; — en entrando por las puertaer,
estas querellas le daba:— «Quejóme á vos, don Rodrigo,
que me puedo bien quejar; — los hijos de vuestra hermana ■
mal abaldonado me han: — que me cortarían las haldas
por vergonzoso lugar, — me pornian rueca en cinta,
y me la harían hilar. — Y dicen si algo les digo,
que luego me harian matar.-^Si de esto no me dais venganza^
mora me quiero tomar: — á ese moro Almanzor
me iré á querellar. — Galledes vos, mi señora,
no queráis hablar lo tal: — que una tela tengo urdida,
otra entiendo de ordenar, — que nacidos y por nacer
tuviesen bien que contar. — Fuese para los palacios,
donde el buen conde está;~en entrando por las puertas,
estas palabras fué á hablar: — Si matásemos, buen conde,
los hijos de nuestra hermana,— mandaréis á Castilla vieja,
y aim los barrios de Salas,— donde hablaremos nosotros,
y nuestras personas valdrán (1). — Guando aquesto oyó el bnen
comenzóse á santiguar: — Eso que dices, Rodrigo, [conde
díceslo por me tentar, — que quiero más los infantes
que los ojos de mi faz:— que muy buenos fueron ellos
en aquella de Cascajar,— que si por ellos no fuera,
no volviéramos acá. — Cuando aquello oyó Rodrigo,
luego fuera á cabalgar. — Encontrado ha con Gregorio,
el su honrado capellán,— que por fuerza, que por grado
en una iglesia lo hizo entrar;— tomar ale una jura
sobre un libro misal: — que lo que allí le dijese
que nadie no lo sabrá. — Después que hubo jurado
papel y tinta le da, — escribieron una carta
de poco bien y mucho mal— á ese rey Almanzor
con traición y falsedad: — que le envíe siete reyes
(1) Hemos restituido este verso
conforme á la asonancia, pues el
texto lo lleva transportado por
eqoiTocación:
T Talarán nuestras penMBM.
ROMANCES HISTÓRICOS 3f
á Campos de Palomar, — y aquese moro Aliarde (1)
venga por su capitán: — «que los siete infantes de Lara
te los quiero empresentar. > — En escribiendo la carta
la hizo luego llevar. — Fuérase luego el conde
do los infantes están; — sentados son á la mesa,
comenzaban á yantar.— Nora buena estéis, sobrinos.
— Vos, tio, muy bien vengáis. — Oidme ahora, sobrinos,
lo que os quiero contar: — concertado he con los moros,
vuestro padre nos han de dar; — salgamos á recebirlo
á Campos de Palomar, — solos y sin armadura,
armas no hemos de llevar.— Respondiera Gonzalillo,
el menor, y fué á hablar: — Tengo ya hecha la jura
sobre un libro misal, — que en bodas ni tornabodas
mis armas no he de dejar; — y para hablar con moros
bien menester nos serán: — que con cristiano ninguno
nunca tienen lealtad. — Pues yo voy, los mis sobrinos,
y allá os quiero esperar. — En las sierras de Altamira
que dicen de Arabiana, — aguardaba don Rodrigo
á los hijos de su hermana. — No se tardan los infante»;
el traidor mal se quejaba, — está haciendo la jura
sobre la cruz de la espada:— que al que detiene los infantes
él le sacaría el alma.— Deteníalos Ñuño Salido
que buen consejo les daba. — Ya todos aconsejados
con ellos él caminaba;— con ellos va la su madre
una muy larga jomada. — Partiéronse los infantes
donde su tio esperaba; — partióse Ñuño Salido
á los agüeros buscar. — Después que vio los agüeros
comenzó luego á hablar: — Yo salí con los infantes,
salimos por nuestro mal; — siete celadas de moros
aguardándonos están. — Así allegó á la pefia
do los infantes están, — tomáralos á su lado,
empezóles de hablar:— Por Dios os ruego, señores,
que me queráis escuchar: — que ninguno pase el río,
ni allá quiera pasar, — que aquel que allá pasare
(1) Debiera decir «Alicante»;
Téase el fin de este romance, y el
romance que dice: «Pártese el mo-
ro Alicante».
52 LÍRICOS GASTELLANOd
á Salas nO volverá. — Allí hablara Gonzalo
con ánimo singular, — era menor en los días,
y muy fuerte en pelear. — No digáis eso, mi ayo,
que allá hemos de llegar. — Dio de espuelas al caballo,
el río fuera á pasar. — Los hermanos que lo vieron
empiezan á guerrear; — mas la morisma era tanta,
que no les daban lugar. — Uno á uno, dos á dos
degollado se los han. — Con la empresa que tenían
para Córdoba se van;— las alegrías que hacen
gran cosa era de mirar. — Alicante con placer
á su tío fué á hablar: — Nora buena estéis, mi tío.
— Mi sobrino, bien vengáis. — ¿Cómo os ha ido, sobrino,
con las guerrillas de allá? — Guerras os parecerían,
que no guerrillas de allá; — por siete cabezas que traigo,
mil me quedaron allá. — Tomara el rey las cabezas,
al padre las fué á enviar; — está haciendo la jura
por su corona real: — si el viejo no las conoce
de hacerlo luego matar; — y si él las conocía,
le baria luego soltar. — Toma el viejo las cabezas,
empezara de llorar, — estas palabras diciendo
empezara de hablar: — No os culpo yo á vosotros,
que érades de poca edad; — mas culpo á Nufío Salido,
que no os supo guardar.
(Síguense tres romances. El primero que dize «los camaientoi
de doña Lambra con don Rodrigo de Lara», etc.'— Pliego
suelto del siglo xvi.)
26.
(De los siete infantes de Lara y del bastardo líadarra. — VIIL)
Romanee de don Rodrigo de E<ara.
A cazar (1) va don Rodrigo,— y aun don Rodrigo de Lara (2):
con la gran siesta que hace— arrímádose ha á una haya,
(1) <A caza.=> Silva. I (2) 'El que se llama de Lara.*
' Siha.
aOMANGES HISTORIÓOS
53
maldiciendo á Madarrillo, — hijo de la renegada,
que si á las manos le hubiese (l),~qae le sacaría el alma. .
El señor estando en esto— Mudarrillo que asomaba:
— Dios te salve, caballero, — debajo la verde haya.
— Así haga á tí, escudero, — buena sea tu (2) llegada.
— Dígasme tú, el caballero, — ¿cómo era la tu gracia?
— A mí dicen don Rodrigo,— y aun don Rodrigo de Lara,
cufiado de Gonzalo Gustos, — hermano de doña Sancha;
por sobrinos me los hube — los siete infantes de Salas.
Espero aquí á Mudarrillo,— hijo de la renegada;
si delante lo tuviese, — yo le sacaría el alma.
— Si á tí dicen don Rodrigo, — y aun don Rodrigo de Lara,
á mí Mudarra Gonzales, — hijo de la renegada,
de Gonzalo Gustos hijo, — y alnado de doña Sancha (3):
por hermanos me los hube — los siete infantes de Salas:
tú los vendiste, traidor, — en el val de Arabiana;
mas si Dios á mí me ayuda,— aquí dejarás el alma.
— Espéresme, don Gonzalo, — iré á tomar las mis armas.
— El espera que tú diste— á los infantes de Lara:
«aquí morirás, traidor, — enipiigo de doña Sancha.» —
fCanc. de Rom. s. a., fol. 165. — Canc. de Rom. 1550, fol. 17a
Sik/a de 1550, t. I, fol. 87.)
27.
Romanee de doña Xeresa (4).
Casamiento se hacia — que á Dios ha desagradado:
casan á doña Teresa — con un moro renegado,
rey que era de allende, — por nombre Audalla llamado.
Casábala el rey su hermano— por mal juicio guiado;
(1) «Viniese.» Suva.
(2) «La tu. * Suva.
(8) « Añado. » Canc. de Rom. s. a*
—«Cufiado.» Canc. de Rom. ^ 1550.
(4) Hermana del rey don Alón*
so V de León.
54 LÍRICOS CASTELLANOS
perlados ni (1) ricos hombres — que sobre ello se han.juntado»
no.ba sido ninguno parte, — para que fuese estorbado.
A todos responde el rey— que está muy bien ordenado.
La infanta desque lo supo, — ^gran sentimiento ha mostrado;
las ropas que traia vestidas — de arriba abajo ha rasgado,
su cara y rubios cabellos — ^muy mal los habla ti atado.
— lAy de ti (2), decia la infanta, — cómo te cubrió mal hado,
tu mQcedad y frescura — qué mal que la has empleado! —
Aquestas palabras diciendo, — por veces se ha desmayado;
echádole han agua al rostro, — sus damas en si la han tomado.
Desque ya más reposada — un poco en si habia (3) tomado,
de hinojos en el suelo — de esta manera ha hablado:
— A ti, señor Dios, me quejo — de tan gran desaguisado,
que, siendo yo sierva tuya, — con un moro me han casado.
Tú sabes que esto es fuerza — y contra todo mi grado;
mi hermano es el que lo quiere — y el que lo ha ordenado.
Miémbrate, señor, de mí, — no me hayas desamparado,
mira el tan gran peligro— que á mi está aparejado. —
(Silva de 1550. 1. 11, fol. 70.)
(Aquí comienzan cinco romances; con vna glosa. £1 primero
«amores trata Rodrigo, etc.» Pliego suelto del siglo xvi.)
(1) 'Y.»P1. 8. I (3) «^ T un poco en si haber.»
(2) «Mi-.Pl.s. Pl.s.
ROMANCES HISTÓRICOS
55
28.
KOMANCES DEL CID
De cómo Diego I^alnez, padre del Cid, probó
. de los cuatro liljos que tenía, el más va-
liente.— !•
Ese buen Diego Lainez— después que hubo yantado (1),
hablando está sobre mesa— con sus hijos todos cuatro.
Los tres son de su mujer, — pero el otro era bastardo,
y aquel que bastardo era, — era el buen Cid castellano.
Las palabras que les dice — son de hombre lastimado:
— Hijos, mirad por la honra, — que yo vivo deshonrado:
que porque quité una liebre^á unos galgos que cazando
hallé del conde famoso, — llamado conde Lozano;
palabras sucias (2) y viles — me ha dicho y ultrajado (3).
lÁ vosotros toca, hijos,— no á mí que soy anciano! (4) —
Estas palabras diciendo,— al mayor había tomado:
queriendo hablarle en secreto, — metióle en un apartado;
tomóle el dedo en la boca, — fuertemente le ha apretado:
con el gran dolor que siente, — un grito terrible ha echado.
El padre le echara fuera, — que nada le hubo hablado.
A los dos metiera juntos, — que de los tres han quedado,
la misma prueba les hizo, — el mismo grito hablan dado.
Al Cid metiera el postrero,— que era el menor (6) y bastardo.
Tomóle el dedo en la boca,— muy recio se lo ha (6) apretado:
con el gran dolor que siente — un bofetón le ha amagado.
— Aflojad, padre, le dijo,— si no, seré mal criado. —
El padre que aquesto vido,— grandes abrazos le ha dado.
(1) «Después de haber ayanta
do.» Flor de enamorados-
(2) «Suyas.» Flor.
(8) «Y me ha ultrajado.» Flor.
(4) «Viejo y cano.» Flor.
(6) « Más chico . » Flor.
(6) «Fuertemente le ha.» Flor.
56
líricos castellanos
— Ven acá tú, hijo mío, — ven acá t;á, hijo amado,
á ti encomiendo mis armas, — mis armas, y aqueste cargor
que tú mates ese conde — si quieres vivir honrado. —
El Cid calló y escuchólo, — respuesta no le ha tornado.
A cabo de pocos dias — el Cid al conde ha topado;
hablóle de esta manera — como varón esforzado:
— Nunca lo pensara, el conde, — fuérades tan mal criado,
que porque quitó una liebre — mi padre á un vuestro galgo (1)>
de palabras ni de obras— fuese de vos denostado.
¿Cómo queredes que sea — que tiene que ser vengado? —
El conde tomólo á burlas; — el Cid presto se ha enojado;
apechugó con el conde, — de puñaladas le ha dado.
(Timoneda, Rosa española. Cancionero, Flor de enamorados. J>
29.
(Del Cid.— n.)
Romance de cómo vino el Cid á besar las
manos al rey sobre seguro (2).
Cabalga Diego Lainez— al buen rey besar la mano;
consigo se los llevaba— los trescientos hijosdalgo.
Entre ellos iba Rodrigo— el soberbio castellano;
todos cabalgan á muía,— solo Rodrigo á caballo;
todos visten oro y seda, — Rodrigo va bien armado;
todos espadas ceñidas,— Rodrigo estoque dorado;
todos con sendas varicas, — Rodrigo lanza en la mano;
todos guantes olorosos, — Rodrigo guante mallado;
(1) «Que porque qaitó mi padre
una liebre á yuestro galgo.»
Flor.
(2) Este epígrafe está tomado de
la Rota española» de Timoneda?
pues la Suva y el Cañe, de Rom.
dicen solamente: «Romanee del
Cid Buy Diaz. » Kl texto de Timo-
neda es ya may empeorado y de-
fectuoso, asi que no vale la pena de
notar sus variaciones.
ROMANCES HISTÓRICOS 57
todos sombreros muy ricos, — Rodrigo casco afilado (IX
y encima del casco lleva — un bonete colorado.
Andando por su camino, — unos con otros hablando,
allegados son á Burgos; — con el rey se han encontrado.
Los que vienen con el rey— entre sí van razonando;
unos lo dicen de quedo,— otros lo van preguntando:
— Aquí viene entre esta gente— quien mató al conde Lozano.
Como lo oyera Rodrigó, — en hito los ha mirado:
con alta y soberbia voz — de esta manera ha hablado:
— Si hay alguno entre vosotros, — su pariente ó adeudado,
que le pese de su muerte, — salga luego á demandallo;
yo se lo defenderé— quiera á pió, quiera á caballo. —
Todos responden á una: — Demándelo su pecado. —
Todos se apearon juntos — para al rey besar la mano;
Rodrigo se quedó (2) solo— encima de su caballo.
Entonces habló su padre, — bien oiréis lo que ha hablado:
— Apeaos vos, mi hijo (3),— besaréis al rey la mano,
porque él es vuestro señor, — vos, hijo, sois su vasallo.—
Desque Rodrigo esto oyó — sintióse mas agraviado:
las palabras que responde— son de hombre muy enojado.
— Si otro me lo dijera, — ya me lo hubiera pagado;
mas por mandarlo vos, padre, — yo lo haré de buen grado.—
Ya se apeaba Rodrigo — para al rey besar la mano;
al hincar de la rodilla, — el estoque se ha arrancado.
Espantóse de esto el rey, — y dijo como turbado:
— Quítate, Rodrigo, allá,— quítate me allá, diablo,
que tienes el gesto de hombre, — y los hechos de león bravo,—
Como Rodrigo esto (4) oyó, — apriesa pide el caballo:
con una voz alterada, — contra el rey así ha hablado:
— Por besar mano de rey — no me tengo por honrado;
porque la besó mi padre— me tengo por afrentado. —
En diciendo estas palabras — salido se ha del palacio:
consigo se los tornaba— los trescientos hijosdalgo:
(1) 'Áñn&áo.^ Silva. t (3) «Uijo mió.» Suva.
(2) 'QvLeá&.^ Silva. ' (4) 'Lo.» Suva.
58
LÍRICOS CASTELLANOS
si bien vinieron vestidos, — volvieron mejor armados,
y si vinieron en muías, — todos vuelven en caballos,
(Silva de 1550. 1. 1, f. 76. — Canc. de Rom. s. a,^ f. 155.—
Canc. de Rom, 1550, f. 160.)
30.
(Del Cid.— -m.)
lioinaiice de Jlmena Oomez.
Cada día que amanece — veo quien mató á mi padre,
y me pasa por la puerta — por me dar mayor pesar,
con un falcon en la mano — que trae para cazar;
mátame mis palomillas — que están en mi palomar.
Rey que no face justicia — non debia (1) de reinar,
ni cabalgar en caballo, — ni con la reina holgar. —
El rey cuando aquesto oyera — comenzara de pensar:
— Si yo prendo ó mato al Cid,— mis Cortes revolverse han.
Mandar le quiero una carta, — mandar le quiero llamar. —
Las palabras no son dichas, — la carta camino va;
mensajero que la lleva — dado la habia su padre.
— Malas mañas habéis, conde, — no vos las puedo quitar,
que cartas que el rey vos manda,— no me las queréis mostrar.
— ^No era nada, mi hijo, — sino que vades allá;
quedávos aquí, mi hijo (2), — yo iré en vuestro lugar.
— Nunca Dios atal quisiese,— ni santa María lo mande,
sino que adonde vos fuéredes— que vaya yo adelante.
(Canc. de Rom. s. a., fol. 155. — Silva de 1550, 1. 1, fol. 75.—
Canc. de Rom., ed. de Medina del año 1570, fol. 44.)
(1) «Debría.» Suva.
(2) " Qaedadyos aquí , hijo . •
Canc. de Rom. s. a.— «Quedados
vos acá, hijo.» Cañe, de Rom,.» edi-
ción de Medina-
ROMANCES HISTÓRICOS
59
30 a.
(Del Cid.— IV.)
CAl mUmo <uunto.J
omance de cómo Jílmena Oomez, Iilja del
conde I^ozano, se vino á querellar al rey
del Cid.
En Burgos está el buen rey — asentado á su yantar,
<;uando la Jimena Gómez — se le vino á querellar.
Cubierta toda (1) de luto, — tocas de negro cendal,
las rodillas por el suelo,— comenzara de fablar:
~ Con mancilla vivo, rey, — con ella murió mi madre;
cada día que amanece — veo al que (2) mató á mi padre
caballero en un caballo, — y en su mano un gavilán;
por facerme mas despecho — cébalo en mi palomar,
mátame mis palomillas^-criadas y por criar;
la sangre que sale deJBllas (3)— teñido me ha mi brial:
envíeselo á decir, — envióme á amenazar.
Hacedme, buen rey, justicia, — no me la queráis negar (4).
Rey que non face justicia — non debiera (6) de reinar,
ni cabalgar en caballo, — ni con la reina holgar (6),
ni comer pan (7) á manteles, — ni menos armas armar (8).—
El rey cuando aquesto oyera (9)— comenzara (10) de pensar:
— Si yo prendo ó mato al Cid (11)— mis Cortes revolverse
han (12);
pues si lo dejo de hacer, — Dios me lo ha de demandar (13).
(1) «Pafio0.»Timonedai Rosa es*
pmñola.
(2) «Quien.» Timoneda.
(8) «De ellas sale.» Timoneda.
(4) Bste, y el verso que le ante-
cede, faltan en el Romancero de
Bscobar.
(5) «Debía.» Timoneda.
(6) «Fablar.» Escobar.
(7) -En.» Timoneda.
(8) «Se armar.» Timoneda.
(9) «Desque el rey aquesto oyó.»
Timoneda-
riO) «Empezará.» Timoneda.
(11) «Si este caballero prendo.»
Timoneda.
(12) «Revolveránse.» Escobar.
(13) « Demandará. » Timoneda .
60
LÍRICOS CASTELLANOS
Mandarle quiero una carta (1), — mandarle quiero llamar.—
Las palabras no son dichas, — la carta camino va,
mensajero que la lleva — dado la habia á su padre.
Cuando el Cid aquesto supo, — así comenzó á fablar:
— Malas mañas habéis, conde, — non vos las puedo quitar,
que carta que el rey vos manda, — no me la queréis mostrar.
— Non era nada, mi fijo, — si non que vades allá;
fincad vos acá, mi fijo,— que yo iré en vueso lugar.
— Nunca Dios lo tal quisiese — ni Santa María su madre,
sino que donde vos f uéredes, — tengo yo de ir adelante.
(Escobar, Romancero del Cid, — Timoneda, Rosa española,)
30 b.
(Del Cid. —V.)
(Al mismo asunto. X
Romanee de Jlmena OomeaE*
Dia era de los Reyes,— dia era señalado,
cuando dueñas y doncellas — al rey piden aguinaldo,
sino es Jimena Gómez, — hija del conde Lozano,
que puesta delante el rey, — de esta manera ha hablado:
— Con mancilla vivo, rey, — con ella vive mi madre;
cada día que amanece— veo quién mató á mi padre
(1) £n la Ro%a de Timoneda se
Suprimen este verso y los que le
signen, y se les sustituyen los si-
guientes:
Hablara doQa Jimena
palabras bien de notar:
—Yo te lo diré, buen rey,
cómo lo has de remediar:
que me lo des por marido,
con él me quieras casar,
que quien tanto mal me hizo
quizá algún bien mehará>—
El rey, vista la presente,
el Cid envió á llamar,
que venga sobre seguro,
que lo quiere perdonar.
ROMANCES lirSTÓRIGOS
64
caballero en un caballo — y en su mano ün gavilán;
otra vez con un halcón — que trae para cazar,
por me hacer mas enojo— cébalo en mi palomar:
con sangre de mis palomas — ensangrentó mi brial.
Envíeselo á decir, — envióme á amenazar
que me cortará mis haldas — por vergonzoso lugar (1),
me forzará mis doncellas— casadas y por casar;
matárame un pajecico — so haldas de mi brial.
Rey que no hace justicia — no debia de reinar,
ni cabalgar en caballo, — ni espuela de oro calzar,
ni comer pan á manteles,— ni con la reina holgar,
ni oir misa en sagrado,— porque no merece más. —
El rey de que aquesto oyera — comenzara de hablar:
— ¡Oh válame Dios del cielo! — quiérame Dios consejar:
si yo prendo ó mato al Cid, — mis Cortes se volverán;
y si no hago justicia, — mi alma lo pagará.
— Tente las tus Cortes, rey, — no te las revuelva nadie,
al Cid que mató á mi padre — dámelo (2) tú por igual,
que quien tanto mal me hizo — sé que algún bien me hará. —
Entonces dijera el rey, — bien oiréis lo que dirá:
— Siempre lo oí decir, — y agora veo que es verdad,
que el seso de las mujeres — que no era natural:
hasta aquí pidió justicia, — ya quiere con él casar.
Yó lo haré de buen grado,— de muy buena voluntad;
mandarle quiero una carta, — mandarle quiero llamar. —
Las palabras no son dichas, — la carta camino va,
mensajero que la lleva — dado la habia á su padre.
— Malas mañas habéis, conde, — no vos las quiero quitar,
que cartas que el rey vos manda — no me las queréis mostrar.
— No era nada, mi hijo, — sino que vades allá,
(1) Desde este verso al de «"Rey
QÓe no hace justicia», es una inter-
polación manifiesta é impertinente,
tomada de aquel romance viejo de
doña Lambra que empieza «A Oa-
latrava la vieja».
(2) «Dañe lo.» Canc. de Rom.,
1550, lo que es equivocación que
enmiendan las ediciones posteriores
del mismo.
\'
62 LÍRICOS CASTELLANOS
quedávos aquí, hijo, — yo iré en vuestro lugar.
— Nunca Dios atal quisiese — ni santa María lo mande,
sino que adonde vos f uéredes — que vaya yo adelante. — •
(CoHc. de Rom., 1550, fol. z6».)
31.
(Del Cid.— VI.)
(El Cid pide el tributo al inoro J
Por el val de las Estacas — pasó el Cid á mediodía,
en su caballo Babieca: — ¡oh qué bien que parecial
El rey moro que lo supo — á recibirle salía,
dijo:— Bien vengas, el Cid, — buena sea tu venida,
que si quieres ganar sueldo, — muy bueno te lo daría»
ó si vienes por mujer, — darte he una hermana mía.
—Que no quiero vuestro sueldo— ni de nadie lo querría»
que ni vengo por mujer,— que viva tengo la mía:
vengo á que pagues las parias — que tú debes á Castilla.
— No te las daré yo, el buen Cid, — Cid, yo no te las daría:
si mi padre las pagó,— hizo lo que no debía.
— Si por bien no me las das, — yo por mal las tomaría.
— No lo harás así, buen Cid,— que yo buena lanza había»
— En cuanto á eso, rey moro,— creo que nada te debía,
que si buena lanza tienes, — por buena tengo la mía:
mas da sus parías al rey, — á ese buen rey de Castilla.
— Por ser vos su mensajero,— de buen grado las daría.
(Códice del siglo XIV, en el Rom. gen. del señor Duráa.)
\
ROMANCES HISTÓRICOS
63
•32.
(Del Cid— VII.)
Romanee del Cid Rnldlaz (1).
Por el val de las Estacas - el buen Cid pasado había:
á la mano izquierda deja — la villa de Constantina,
En su caballo Babieca, — muy gruesa lanza traía:
va buscando al moro Abdalla (2),— que enojado le tenia.
Travesando un antepecho, — y por una cuesta arriba,
dábale el sol en las armas, — loh cuan bien que parecía!
Vido ir al moro Abdalla — por un llano que allí había,
armado de fuertes armas; — muy ricas ropas traia.
Dábale voces el Cid; — de esta manera decía:
— Espéresme, moro Abdalla,— no muestres tú (3) cobardía.—
A las voces que el Cid daba,^^l moro le respondía:
—Muchos tiempos ha, el Cid (4),— que esperaba yo este día>
porque no hay hombre nacido— de quien yo me escondería;
porque desde mi niñez- siempre huí de cobardía.
— Alabarte, moro Abdalla,— poco te aprovecharía;
mas sí eres cual tú hablas (5)— en esfuerzo y valentía,
á tiempo eres venido (6), — que menester te seria. —
Estas palabras diciendo, — contra el moro arremetía;
encontróle con la lanza, — y en el suelo lo derriba;
cortárale la cabeza, — sin le hacer cortesía (7).
(Siha de 1550. t. II, f. 48.— Timoneda, Rosa española.)
(1) «De cómo el Cid fué á buscar
el moro Abdalla » Timoneda, Rota
eipañola.
(2) «Aüdalla.» Suva-
(3) *No demuestres. » Timoneda.
(4) -Buen Cid.» Timoneda.
(5) «Mas si tú eres lo que dices.*
Timoneda.
(6) «Séfine á tiempo eres yeül*
do.» Timoneda.
(7) « Descortesía. » Timoneda.
64 LÍRICOS CASTELLANOS
33.
(Del Cid.— Vm.)
(^El Bey y el Cid á Boma.)
Rey don Sancho, rey don Sancho (1), — cuando en Castilla
corrió á Castilla la Vieja— de Burgos hasta León, [reinó,
corrió todas las Asturias — dentro hasta San Salvador,
también corrió á Santillana, — y dentro en Navarra entró,
y á pesar del rey de Francia--los puertos de Aspa pasó.
Siete días con sus noches — en el campo le esperó.
Desque vio que no venia — á Castilla se volvió.
Luego le vinieron cartas— de ese padre de Aviñon,
que se vaya para Roma, — y le alzarán emperador;
que lleve treinta de muía, — y de caballo que non,
y que no lleve consigo — ese Cid Campeador;
que las Cortes estén en paz, — no las revolviese, non.
El Cid cuando lo supo— á las Cortes se partió
con trescientos de á caballo,— todos hijos-dalgo son.
— Mercedes, buen rey, mercedes, — otorgádmelas, señor,
que cuando fuereis á Roma, — que me llevedes con vos,
que por las tierras do f uéredes — yo sería el gastador,
hasta salir de Castilla, — de mis haberes gastando;
cuando fuéremos por Francia— el campo iremos robando,
por ver si algún francés— saldría á demandallo. —
Á sus jornadas contadas— á Roma se han llegado;
apeado se ha el buen rey, — al Papa besó la mano;
también sus caballeros,— que se lo hablan enseñado:
no lo hizo el buen Cid, — que no lo habla acostumbrado.
En la capilla de San Pedro— don Rodrigo se ha entrado,
viera estar siete sillas— de siete reyes cristianos;
viera la del rey de Francia — par de la del Padre santo,
(1) Según la tradición, debió de- i rimada del CidJ—EÍ asunto et
cir ^Femando * (Véase la Crónica I todo fabuloso-
ROMANCES HISTÓRICOS 65
y vio estar la de su rey— un estado más abajo:
vase á la del rey de Francia,— con el pió la ha derrocado,
y la silla era de oro,— hecho se ha cuatro pedazos;
tomara la de su rey, — y subióla en lo más alto.
£nde hablara un duque— que dicen el saboyano;
— Maldito seas, Rodrigo,— del Papa descomulgado,
que deshonraste á un rey, — el mejor y más sonado. —
Ouando lo oyó el buen Cid, — tal respuesta le ha dado:
— Dejemos los reyes, duque, — ellos son buenos y honrados,
y hayámoslo los dos — como muy buenos vasallos. —
Y allegóse cabe el duque, — un gran bofetón le ha dado.
Allí hablara el duque:— ; Demándetelo el diablol —
El Papa desque lo supo— quiso allí descomulgallo.
Don Rodrigo que lo supo, — tal respuesta le hubo dado:
— Si no me absolvéis, el Papa, — seríaos mal contado:
que de vuestras rica» ropas— cubriré yo mi caballo. —
£1 Papa desque lo oyera, — tal respuesta le hubo dado:
— Yo te absuelvo, don Rodrigo, — yo te absuelvo de buen gra-
que cuanto hicieres en Cortes— seas de ello libertado, [do,
( Siguense tres romances. £1 primero , (^ue dize «Los casa-
mientes de doña Lambra con don Rodrigo de Lara, etc.» —
Pliego suelto del siglo xvi)
34.
(Del Cid.— IX.)
Romanee de e^mo el Cid faé á eonelllo eon
el rey don Sianelio liasta Roma (1).
A concilio dentro en Roma, — á concilio bien llamado (2).
Por obedecer al Papa, — ese noble rey don Sancho
(1) Timoneda, Rosa española.-'
Bn la Rosa, y en el Romancero del
Cid de Escobar, el rey es llamado
también «don Sanchot» en vez de
Femando. (Véase la nota del ante-
rior.)
(2) «El Padresanto ha llamado.»
Escobar, Rom . del Cid.
Tomo VL 11
66
LÍRICOS CASTELLANOS
para Roma fué derecho, — con el Cid acompañado.
Por sus jomadas contadas — en Koma se han apeado:
el rey con gran cortesía — al Papa hesó )a mano,
y el Cid y sus caballeros - cada caal de grado en grado.
En la iglesia de San Pedro— don Rodrigo habla entrado,
do vido las siete sillas— de siete reyes cristianos,
y Yió la del rey de Francia- -junto á la del Padre santo,
y la del rey su señor — un estado más abajo.
Vase (1) á la del rey de Francia,— con el pié la ha derribado*
la silla era de marfil, — hecho la ha cuatro pedazos;
tomara (2) la de su rey— y subióla en lo más alto.
Allí habló un honrado duque — que dicsn el saboyano;
— Maldito seas, Rodrigo,— del Papa descomulgado,
porque deshonraste un rey — el mejor y más preciado. —
En oir aquesto el Cid,— tal respuesta le hubo dado:
— Dejemos los reyes, duque,— y si os sentis agraviado,
hayámoslo los dos solos;— de mí á vos sea demandado. —
Allegóse cabe el duque, — un gran bofetón (8) le ha dado.
El duque le respondió (4):— ¡Demándetelo el diablol (6). —
El Papa cuando lo supo— al Cid ha descomulgado;
en saberlo luego el Cid — ante él se ha arrodillado (6).
— Absolvedme, dijo. Papa,— si no, seráos mal contado. —
El Papa de piadoso — respondió muy mesurado:
— Yo te absuelvo, don Rodrigo, — yo te absuelvo de buen gra-
con que seas en mi corte— muy cortés y mesurado. [do,
(Timoneda, Rosa española. — Escobar, Romancero del Cid^
(1) ^Fílese » Escobar.
(2) «T tomó.» Escobar.
(3) «Eempüjón.» Escobar.
(4) «El duqae sin responder. » Es-
cobar.
(5) «Se quedó muy mesiind0«
Escobar.
(6) «Ante el Papa se ha poatn^
do.» Escobar.
ROMANCES HISTÓRICOS
67
35.
(Del Cid.— X.)
Romance del rey don Fernando primero*
■>>
Doliente estaba, doliente, — ese buen rey don Femando;
los pies tiene cara oriente — y la candela en la mano.
A la cabecera tiene— los sus fijos todos cuatro.
Los tres eran de la reina, — ^y el uno era bastardo.
Ese que bastardo era — quedaba mejor librado;
arzobispo es de Toledo — y en las Espafías perlado (1).
— Si yo no muriera, hijo, — vos fuórades Padre santo,
mas con la renta que os queda, — bien podréis, hijo, alcan-
zarlo (2). —
fSiha de 1550, 1. 1., fol. ^q.—Cauc. de Rom. s. a., fol 157 (3).
Doliente se siente el rey, — ese buen rey don Femando;
los pies tiene hacia oriente — y la candela en la mano.
A su cabecera tiene— arzobispos y perlados,
á su man derecha tiene — á sus fijos todos cuatro.
Los tres eran de la reina,— y el uno era bastardo:
ese que bastardo era — quedaba mejor librado.
Arzobispo es de Toledo,— maestre de Santiago,
abad era en Zaragoza, — de las Españas primado.
— Hijo, si yo no muriera, — vos fuérades Padre santo;
mas con la renta que os queda,— vos bien podréis alcanzar-
Ellos estando en aquesto— entrara Urraca Fernando, [lo.— «•
y vuelta hacia su padre — de esta manera ha hablado.
(Canc. de Rom.^ 1550, fol. 146.)
(1) «Anobispo de Toledo,
de las Espafias primado-»
Silva.
(9 «Bien podéis, hijo, alcanza-
llo.» SUva.
($ La «d. de 1560 y las posterio-
xes dei CaiM. de Rom* llevan este
romance ya con yaríadones nota*
bles, y con cuatro versos afiadidos
al fin, qae sirven de introdncción
más bien al romance gne dice*
«Morir vos qneredes, padre,» Por
eso ponemos en seguida el texto de
estas ediciones.
68
LÍRICOS CASTELLANOS
36.
(Del Cid.— XI.)
Romanee de doña Urraca.
Morir V08 queredes, padre, — San Miguel vos haya el alma;
mandástes las vuestras tierras — á quien se vos antojan,
á don Sancho á Castilla, — Castilla la bien nombrada,
á don Alonso á León, — y á don García á Vizcaya.
A mi, porque soy mujer, — dejaisme desheredada:
irme he yo por esas tierras (1) — como una mujer errada,
y este mi cuerpo daría — á quien se me antojara,
á los moros por dineros — y á los cristianos de gracia (2);
de lo que ganar pudiere— haré bien por la vuestra alma (8).
— Calledes, hija, calledes, — no digades tal palabra,
que mujer que tal decia,— merescia ser quemada.
Allá en Castilla la Vieja — un rincón se me olvidaba;
Zamora había por nombre, — Zamora la bien cercada;
de una parte la cerca el Duero, — de otra. Peña tajada;
de la otra (4) la Morería: — ¡una cosa muy preciadal
iquien vos la tomare (6), hija, — la mi maldición le caiga! —
Todos dicen amen, amen, — sino don Sancho, que calla (6).
(Silva de 1550, t. I, fol. 79; Canc. de Rom, s. a., fol. 158;
Catic. de Rom., 1550, fol. 146; Timoneda, Rosa es^oMoia.J
(1) «De tierra en tierra.» Silva,
Timoneda.
(2) «En gracia. » Suva-
(3) La ed- de 1550 y las posterio-
res del OanC' de Rom,, interponen
aquí los cuatro versos sígoientes:
Allí preguntara. el rey:
—¿Quien es esa que asi habla?—
Bespondiera el arzobispo:
—Vuestra hija dolía urraca,
(i) «Del otro.» Canc» de Rom.
8. a. y 1650.— <T de otra.» Tim.
(5) «Quitare.» Suva, Timoneda.
(6) Laed.del550ylaBporterio-
res del Canc. de Rom. afiaden usA
los siguientes yersos, intercakdoi»
claro está, para unir este romuiee
con el que dice: «Afuera, afoMat
Bodrigo,» al cual sinren de intro*
ducción, aunque van impresos tam-
bién como romanee sopando, sao,
un principio algo difereote (véeiB
al núm. 778 en el Rowuuuiefo igmt'
m{ del Sr. Duran):
ROMANCES HISTÓRICOS
69
37.
(Del Cid.— XII.)
Romanee de las iipejas de la infanta contra
el Cid Ruy Diaz (1).
Afuera, afuera, Rodrigo, — el soberbio castellano,
Recordársete debria— de aquel tiempo ya pasado (2)
cuando fuiste caballero (8)— en el (4) altar de Santiago,
cuando el rey fué tu padrino, — tú, Rodrigo, el ahijado:
mi padre te dio las armas (6),— mi madre te dio el caballo,
yo te calcé las espuelas ~ porque fueses más honrado:
que pensé casar (6) contigo, — no (7) lo quiso mi pecado,
casaste con Jimena Gómez, — bija del conde Lozano:
con ella hubiste dineros, — conmigo hubieras Estado (8).
Bien casaste tú, Rodrigo,— muy mejor fueras casado;
dejaste hjja de rey — por tomar de su vasallo (9).
Bl baen rey era maerto:
Zamora ya está cercada;
de un cabo la cerca el rey,
de otro el Cid la cercaba.
Del cabo que el rey la cerca
Zamora no se da nada;
del cabo qne el Cid la cerca,
Zamora ya se tomaba.
Asomóse dofia urraca,
asomóse á una ventana,
de allá de una torre mocha
estas palabras hablaba.
0) Timoneda. llosa esp.—'Én la
Silva y en el Canc. de Rom,, no hay
otro títnlo qne el general de: «Del
Cid Boy Diaz.>
(2) «Deaqnel bnen tiempo pasa-
do.» ^Rmoneda.
(8) «Que te armaron caballero.»
Timoneda.
(4) «Nel.» CanC' de Rom- s a.—
«Enl.» Timoneda.
(5) Bste y el verso qne le signe
<an en la iSfiím y en el Caruide
Rof/i' s. a.
(6) «Pensando casar.» Timoneda.
U) «Mas no.» Canc. de Rom.
a. a. y 1560.
(8) «Conmigo fueras honrado,
irarque si la renta es buena,
muy mejor es el Estado.»
Timoneda.
(9) «Si bien casaste, Eodrígo,
muy mejor fueras casado;
pues dejaste hija de rey,
por tomar de su vasallo.—
Bn oir esto Rodrigo,
quedó de ello algo turbado;
con la turbación que tiene,
esta respuesta le ha dado.»
Timoneda.
70
LÍRICOS CASTELLANOS
— Si os parece, mi señora,— bien podemos destigallo (1).
— Mi ánima penaría— si yo fuese en discrepallo.
— Afuera, afuera, los mios, — los de á pió y de á caballo,
pues de aquella torre mocha— una vira me han tirado.
No traia el asta hierro (2),— el corazón me han pasado,
ya, ningún remedio siento— sino vivir mas penado.
(Silva de 1550, t. I., fol. jZ.—Canc. de Rom. s. a., fol. 157.
Canc. de Ront.^ 1550, fol. 147. — ^Timoneda, Rosa españo-
la) (3).
38.
ÍDelCid.— Xin.)
Romanoe de los reyes don Sancho de C^a»*
tilla y don Alonso de Eieon (4).
Entre dos reyes cristianos — hay muy grande división,
(1) «Oastigallo.» las ed. poste-
riores del Canc. de Eom.— 'Dea-
yiaUo,* en el üom- gen. del sefior
Duran— Después de este verso van
intercalados los siguientes en el
texto de Timoneda.
Respondióle doña Urraca
con gesto muy sosegado:
—No lo mande Dios del cielo,
que por mi se haga tal caso,
que mi alma penaría
si yo fuese en discrepallo.—
Volríóse presto Rodrigo,
y dijo muy angustiado^
—Afuera, etc.
(2) «Hasta el hierro.» Silva.—
«T aunque no traía fierro.» Tim.
(3) Ta se ve que la Silva y la
ed. del Canc- de Rom. s. a., han
dado los tres últimos romances aon
más correspondientes, es yerdad, á
sus formas primitiyas y populares;
empero como fragmentos incohe-
rentes y puestos en orden oontnuño
á su contenido, pues lo llevan im*
presos en el siguiente: 1. «Afuera»
afuera, Rodrigo:»- 2. «Doliente ei-
taba, doliente;»— 3. «Morir vos que'
redes, padre;* La ed. de 1S60 CaiM'
de Rom- fué la primera que reeti-
tituyó la serie conforme al lentido
y unió los fragmentos con versoe
intercalados. Kn la Rom ttpoMA
de Timoneda se hallan solamente
dos de estos romances, á saber, el
que dice: «Morir, etc.." foL XXL,
y el otro que dice: «Afuera. etCi
fol. XXXVIII, separado de aquel
por una larga serie de otros román*
ees del rey don Sancho y del Oíd.
(4) Véase sobre el asunto de eeie
romance la batalla de Golpejaiee*
y el papel poco honrado que hiio
en ella elUid: Doiy; iieefteroto.
T. 1., págs. 447-448.
ROMANCES HISTÓRICOS
71
don Sancho, rey de Castilla, — y don Alonso de León.
Don Sancho dice que el reino —le viene por sucesión;
don Alonso le (1) defiende— y estáse en la posesión;
no les pueden poner treguas— cuantos en la corte son,
perlados, ni ricos hombres, — ni monjes de religión.
El hecho se pone en armas, — ^y con esta condición:
que el reino pierda el vencido— sin haber mas redempcion.
Ya juntadas las batallas, — ya trabada es la quistion,
juntáronse en las vegas, — en las vegas de Carrion.
Los leoneses pelean— como hombres de razón;
los castellanos van malos, — venido han en perdición,
todos iban de huida— sin ninguna ordenación.
Don Alonso es piadoso— de su misma inclinación,
no quiso seguir l'alcance (2)— movido de compasión.
Ellos en aquesto estando, — asomado habia un pendón,
todo de seda bermeja, — y de oro la guarnición,
ana cruz en medio verde —que traia por devoción.
Castellanos eran todos,— castellanos de nación;
el Cid y toda su gente — era aquella guarnición,
que no se halló en la batalla— porque tuvo ocupación:
Don Sancho desque lo vido — tomado ha consolación (8),
dan sobre los leoneses — que están sin avisacion;
prendieran al rey don Sancho,— metido le han en prisión.
Llevándolo ansí preso— llegó el Cid á la sazón,
habló como caballero— muy allegado á razón:
--i Escuchadme, caballeros, — sea esta la conclusión:
dadnos nuestro rey, vosotros, — y con buena bendición,
y vos daremos el vuestro — luego sin mas dilación.—
Los leoneses (4) no quisieron,— con gran orgullo y presunción,
temiendo ser su rey muerto, — y que aquello era traición.
Entonces el Cid en ellos— hizo grande destruicion,
á su rey ha delibrado, — y á ellos puso en confusión;
(i) «Lo. » Pliego snelto.
(2) * Bl alcance. » Pliego suel-
to.
(3) «Ha gran consolación.» Plie-
go suelto.
(4) Silva. «Leones.»
72
LÍRICOS CASTELLANOS
preso llevan al rey don Alonso— que era verle compasión,
metídolo han en grillos — sin mas consideración.
(Silva de 1550, t. II, fol. 6^. Aquí comienzan dnco ro»
manees: con una glosa. El primero «Amores trata Ro-
drigo, etc.» Pliego suelto del siglo xvi.)
39.
(Del Cid.— XIV.)
Romance del rey don Sanolio de Castilla (1).
Rey don Sancho, rey don Sancho, — cnando en Castilla reinó
le sallan las sus barbas (2), — i y cuan poco las logról
Á pesar de los Franceses — los puertos de Aspa pasó;
siete días con sus noches— en campo los aguardó,
y viendo que no venian — á Castilla se volvió.
Matara el conde de Niebla,— y el condado le quitó,
y á 6U hermano don Alonso — en las cárceles lo echó',
y después que lo echara— mandó hacer un pregón (8)
que él que rogase por él — que le diesen por traidor.
No hay caballero, ni dama, — que por él rogase, no,
sino fuera una su hermana— que al rey se lo pidió:
— Rey don Sancho, rey don Sancho, — mi hermano y mi se-
cuando yo era pequeña — pometístesme un don (4); [fior»
agora que soy crecida,— otórgamelo, señor (6). —
— Pedildo vos, mi hermana; — mas con una condición,
que no me pidáis á Burgos,— á Burgos, ni á León,
ni á Valladolid la rica,— ni á Valencia de Aragón:
(1) 'Del rey don Sancho, de có-
mo echó en prisión á su hermano
don Alonso.» Timoneda» JRosaetp.
(2) «Las barbas que le salían.»
Timoneda. Rosa española.
(3) «Después que lo taro pieao
un pregón hacer mandó.» Ttm.
(4) «Sé que un don me prome-
tió» Timoneda.
(5) «Seflor, otorgádmelo.» Tmk'
ROMANCES HISTÓRICOS 73
de todo lo otro, mi (1) hermana, — no se os negará (2), no.
—Que no os pido yo (3) á Burgos, — á Burgos, ni á León,
ni á Valladolid la rica,— ni á Valencia de Aragón:
mas pidoos (4) á mi hermano, — que lo tenéis en prisión.
— Pláceme, dijo, hermana, — mañana os lo daré yo.
— Vivo lo habéis de dar, vivo, — vivo, que no muerto, no.
— Mal hayas tú, (6) hermana, — y quien tal te (6) aconsejó,
que mañana, de mañana, — muerto te (7) lo diera yo.
fSiha de 1550, t. II, f. 48. — Timoneda, Rosa esp.)
40.
(Del Cid.— XV.)
Romaiice del rey don Sancho de Castilla.
Rey don Sancho, don Sancho, — ya que te apuntan las
quien te las vido nacer, — no te las verá logradas. [barbas.
Aquestos tiempos andando— unas Cortes ordenara,
y por todas las sus tierras — enviaba las sus cartas:
las unas iban de ruego, — las otras iban con saña;
á unos ruega que vengan, — á otros amenazaba.
Ya que todos son llegados,— de esta suerte les hablara:
— Ya sabéis, los mis vasallos, — cuando mi padre finara,
cómo repartió sus tierras — á quien bien se le antojara:
las unas dio á doña Elvira, — las otras á doña Urraca,
las otras á mis hermanos; —todas estas eran mías,
porque yo las heredaba. — Ya que yo se las quitase
ningún agravio aquí usaba, — porque quitar lo que es mío
á nadie en esto dañaba. — Todos miraban al Cid
(1) «Coalqaier otra cosa.» Tim-
(2) «No se 08 ha de negar. » Tim.
(8) «—Señor, yo no pido.» Tim.
(i) «Lo que pido es.» Timoneda-
(5) «Mal hayades tos.» Tim.
(6) «Os.» Timoneda.
(7) «Se.» Timoneda.
74 LÍRICOS CASTELLANOS
por ver si se levantaba,— para que responda al rey
lo que en esto le agradaba. — El Cid, que vee que le miran,
de esta suerte al rey habla:— Ya sabéis, rey mi señor,
como cuando el rey finara, — hizo hacer juramento
á cuantos allí se hallaban: — que ninguno de nosotros
fuese contra lo que él manda, — y que ninguno quitase
á quien él sus tierras daba. — ^Todos dijimos amen,
ninguno le rehusara. — Pues ir contra el juramento
no hallo ley que lo manda; — mas si vos queréis, señor,
hacer lo que os agradaba,— nos no podemos dejar
de obedecer vuestra manda; — mas nunca se logran hijos
que al padre quiebran palabra. — I^i tampoco tuvo dicha
en cosa que se ocupaba, — nunca Dios le hizo merced,
ni es razón que se la haga.
f Silva de 1550, t. II, f. sa.)
41.
(Del Cid.— XTI.)
Romanoe de Diego Ordoñez (1).
Riberas de Duero arriba— cabalgan dos zamoranos
en caballos alazanes —ricamente enjaezados.
Fuertes armas traen secretas — y encima sus ricos mantos
con sendas lanzas y adargas, — como hombres enemistados»
— Á grandes voces oimos— estándonos desarmando,
si habría dos para dos — caballeros zamoranos,
que quisiesen tomar lid— con otros dos castellanos;
y los que las voces daban,— padre y hijo son entrambos:
padre y hijo eran los hombres, —padre y hijo los caballos.
Dicen que es don Diego Ordoñez — y su hijo don Hernando»
(1) Con este romance comienzan Iob del cerco de Zamora.
ROMANCES HISTÓBIGOS
75
aquel que reptó á Zamora — por muerte del rey don Sancho (1),
cuando el traidor de Vellido —le mató con un venablo;
y aun (2) al pasar de la puente, — padre y hijo van hablando (3):
-*No sé si oísteis (4), hijo, — las damas que están mirando (5).
— Bien las oí yo (6), señor, — lo que quedan (7) razonando,
que las ancianas decían:— iOh qué viejo tan honrado!
Y las doncellas decían: — lOh qué mozo tan lozano! — [do (8),
Palabras de gran soberbia— son las que ellos van hablan-
que si caso se ofreciese, — y hubiese (9) ruido en campo,
que se matarían con tres— y se matarían (10) con cuatro,
y si cinco les saliesen (11), — que no les huirían el campo;
con tal que no fuesen primos — ni menos fuesen hermanos,
ni de las tiendas del Cid— ni de sus paniaguados,
de la casa de los Arias — salgan seis mas esforzados.
No falta (12) quien los ha oído — lo que ellos van razonan-
[do (13).
Oídolo (14) ha Gonzalo Arias, hijo de Arias Gonzalo.
Siete caballeros vienen, — ^todos siete bien armados,
cubiertos de sus escudos; — las lanzas van blandeando,
y traen por apellido— á San Jorge y Santiago.
— ¡Mueran, mueran los traidores, — mueran y (15) dejen al cam-
A recebirselos sale (16)— don Ordofio y don Hernando: [pol —
á los primeros encuentros — don Ordoño mató cuatro,
don Hernando mató dos— y el otro les huyó el campo.
Por aquel que se les iba — las barbas se están (17) mesando;
(1) ^r la muerte de don 8an-
(9)
«Habiendo.» PL s.
-clio.» Pl. 8.
(10)
«T lo mismo harían.» Pl. s.
(2) •Aun falta en el. »PL 8.
(11)
«Y si les saliesen cinco. »P1. s.
(3) •EixMuirealliijohaliablado.»
(12)
«Faltó.» Pl. 8.
P1.-8.
(13)
«Délos que andan por el
(4) •0i8te.» Pl. 8.
campo
.»P1. s.
asi «A las damas que han habla-
(14)
«Oídolos.» Pl. s.
do.» Pl. 8.
(16)
«Ó.» Pl. 8.
(6) «Muy bien las oí.» Pl. s.
(W)
«Ai encuentro les salieron.»
(7) «Que estaban.» Pl. s.
Pl.s.
(8) «Bntre sí ^an razonando.»
(17)
«Se van.» Pl. s.
Pl.s.
76
líricos castellanos
preguntara el padre al hijo:— Di, hijo, ¿si estás llagado (1)?
—Eso os pregunto, señor,— que yo no estoy (2), sino sano.
— Siempre lo tuvistes, hijo,— mozo y flojo (3) en el caballo:
cuando habéis de cabalgar— cabalgáis trasero y largo.
Yo viejo, de los (4) sesenta,— á mis pies he muerto cuatro (6),
vos, mozo de veinte y cinco (6), — matáis dos, váseos un gato.
(Silva de 1550, t. II, f. 54.)
(Aquí comienzan dos romances. El primero que dice: «Ribe*
ras del Duero arriba.» Pliego suelto del siglo xvi en ^
Romancero del Sr. Duran) (7).
42.
(DelCid.— XVn.)
Cuetos de los dos eabaXUros »amoranos»J
Kiberas de Duero arriba— cabalgan dos zamoranos:
las armas llevan blancas, — caballos rucios rodados,
con sus espadas ceñidas, — y sus puñales dorados,
sus adargas á los pechos^ — y sus lanzas en las manos,
ricas capas aguaderas— por ir más disimulados,
y por un repecho arriba — arremeten los caballos:
«Decí, hijO) ¿estáis llagado?»
«Que no estoy yo. Pl. s.
•Ser muy flojo.» Pl. s.
«J)e años.» Pl. s.
«Estaban cuatro." Pl. s.
« Y TOS, de los veinte y cinco. »
(1)
Pl.s.
(2)
(3)
(4)
(6)
m
Pl.s.
(7) Este romance tiene, como ha
observado el señor Darán, una
casi identidad en la letra de varios
fragmentos— con los dos que le si-
guen—, á la par que una completa
diferencia y cambio del asunto. Y
en efecto, en el tercer romance los
versos que dicen: 'Loe doe oonira-
ríos guerreros, etc.» pareee Qnealv
dan al asunto de éste, y que d ooni'
ponedor de éste haya confundido al
caballero zamorano don Diego Ordd'
fiez con el más célebre eestollaiio
del mismo apellido; asi que aani al
principio son zamoranos loe dos que
retan á los castellanos, conforme á
la tradición original de este roman-
ce, y al fin aparecen enemigos de
Zamora y de Arias Gk>nzalo, ooimo
lo fué según la tradicién oomin ol
castellano don Diego Ordófiea.
ROMANCES HISTÓRICOS
77
que, según dicen las gentes, — padre é hijo son entrambos.
Palabras de gran soberbia — entre los dos van hablando:
que se matarán con tres, — lo mesmo harán con cuatro,
y si cinco les saliesen, — que no les huirían el campo,
con tal que no fuesen primos— ni menos fuesen hermanos,
ni de la casa del Cid, — ni de sus paniaguados,
ni de las tiendas del rey, — ni de sus leales vasallos:
de todos los otros que haya, — salgan los mas esforzados.
Tres condes lo han oido,— todos tres eran cuñados.
— Atendédnos, caballeros, — que nos estamos armando. —
Mientras los condes se arman, — el padre al hijo ha hablado:
— ^Tú bien vees, hijo mío, — aquellos tablados altos
donde dueñas y doncellas — nos están de allí mirando;
8i lo haces como bueno, — serás de ellas muy honrado;
si lo haces como malo, — serás de ellas ultrajado;
más vale morir con honra— que no vivü* deshonrado,
que el morir es una cosa — que á cualquier nacido es dado. —
Estas palabras diciendo, — los condes han allegado.
A los encuentros primeros— el viejo uno ha derrocado;
vuelve la cabeza el viejo, — vido al hijo mal tratado,
arremete para allá,— y otro conde ha derribado;
el otro desque esto vido — vuelve riendas al caballo;
los dos iban en su alcance; —en Zamora lo han cerrado.
(Romance que dice: «Riberas de Duero arriba— caualgan dos
yamoranos», con su glosa, hecha por Francisco de Argu*
lio, etc. PI. s. del siglo xvi) (i).
(1) Duran ha publicado de este
romance tan sólo un fragmento sa-
cado de una glosa en disparates que
de él se hizo. (Glosa de loi roman-
ces «¡Oh Belerma, etc.», pliego suel-
to-) Este fragmento dice así:
Riberas del D ñero arri ba
cabalgan dos zameranos
que, según dicen las gentes,
padre y hijo son entrambos •
Palabras muy soberbiosas
entre sí las yan hablando,
que con tres se matarían,
y aun harían asi con caatro;
que si cinco les vinieáen,
no les negarían el campo,
con tal que no fuesen prímost
ni meaos fuesen hermanos»
ni de las tiendas del Cid,
ni de sus paniaguados:
mas de las tiendas del rey
salgan los más esforzados,
que á todos bueno farían
lo que dejan asentado.
78
LÍRICOS CASTELLANOS
42 a.
Del Cid.— XVni.)
("Al mismo asunto,J
Biberas del Duero arriba — cabalgan dos zamoranos:
las divisas llevan verdes,— los caballos alazanos,
ricas espadas ceñidas,— sus cuerpos muy bien armados,
adargas ante sus pechos, —gruesas lanzas en sus manos,
espuelas llevan ginetas— y los frenos plateados.
Como son tan bien dispuestos, — parecen muy bien armadosi
y por un repecho arriba — salen (1) más recios que galgos,
y súbenlos (2) á mirar — del real del rey don Sancho.
Desque á otra parte fueron— dieron vuelta á los caballos,
y al cabo de una gran pieza,— soberbios asi (8) han tablado:
— ¿Tendrédes dos para dos (4), - caballeros castellanos,
que puedan armas facer (5) — con otros dos zamoranos,
para daros á entender (6)— no face el rey como hidalgo
en quitar á doña Urraca— lo que (7) su padre le ha dado?
Non queremos ser tenidos, — ni queremos ser honrados,
ni rey de nos faga cuenta, — ni conde nos ponga al lado,
si á los primeros encuentros — no los hemos derribado;
y siquiera salgan tres, — y siquiera salgan cuatro,
siquiera salgan cinco, — salga siquiera el diablo,
con tal que no salga el Cid, — ni ese noble rey don Sancho,
que lo habernos por señor, — y el Cid nos ha por hermanos:
de los otros caballeros,— salgan los más esforzados. —
Oídolo habían dos (8) condes, — los cuales eran (9) cufiados:
(1) «Saben.» Tim. Rosa esp-
(2) 'Sálenselos.» Timoneda.
(3) 'Soberbiamente. > Timoneda.
(4) * Si habia doB para dos. -> IHm.
(5) - Que quisiesen facer armas. >
Timoneda.
(6) «Por darles á conoeer.» II*
moneda.
(7) 'Cuanto.» Timoneda.
(8) -Tres.' Timoneda.
(9) ' Esos tres condee. > Tlm.
ROMANGBS HISTÓRICOS 79
—Atended, los caballeros, — mientras estamos armados (la-
piden apriesa las armas, — suben en buenos caballos,
caminan para las tiendas— donde yace (2) el rey don Sancho:
piden que les dé licencia— que ellos puedan hacer campo
contra aquellos caballeros, — que con soberbia han hablado.
AlH fablara el buen Cid, — que es de los buenos dechado:
— Los dos contrarios guerreros— non los tengo yo por malos,
porque en muchas lides (3) de armas— su valor habian mos-
[trado (4);
que en el cerco de Zamora— tuvieron (5) con siete campo;
el mozo mató á los dos,— el viejo mató á los cuatro;
por uno que se les fuera — las barbas se van pelando (6). —
Enojados van los condes — de lo que el Cid ha fablado:
el rey cuando (7) ir los viera — que vuelvan está mandando (8);
otorgó cuanto pedian,— más por fuerza que de gi*ado. [do:
Mientras los condes se arman,— el padre al hijo está hablan-
— Volved, hijo, hacia Zamora, — á Zamora y sus andamio8,<V
mirad dueñas y doncellas — cómo nos están mirando:
hijo, no miran á mí, — porque ya soy viejo y cano;
mas miran á vos, mi hijo, — que sois mozo y esforzado.
Si vos facéis como bueno— seréis de ellas muy honrado;
si lo facéis de cobarde,— abatido y ultrajado.
Añrmáos en los estribos, — terciad la lanza en las manos,
esa adarga ante los pechos, — y apercibid el caballo,
que al que primero acomete— tienen por mas esforzado. —
Apenas esto hubo dicho,— ya los condes han llegado;
el uno viene de negro,— y el otro de colorado (9):
yanse unos para otros;— fuertes encuentros se han dado»
mas el (10) que al mozo le cupo — derribólo del caballo,
y el viejo al otro de encuentro — pasóle de claro en claro.
(1) «Armando.» Timoneda,
(2) «Posa.» Timoneda.
(3) «Machos campos . » Tim .
(4) «Han demostrado.» Tim.
(0) «Kderon.» Timoneda.
(0) «Mesando.» Tim.
(7) «Desque.» Timoneda.
(8) «Llamando.»- Timoneda.
(9) «T el otro viene de blanco,
y el otro viene de verde,
dicen que es enamorado:» Tim.
(10) «Con el.» Tim.
80 LÍBICOS CASTELLANOS
El conde (1), de qae esto viera, — huyendo sale del campOy
y los dos van (2) á Zamora — con Vitoria muy honrados.
(Escobar, Romancero del Cid. — Timoneda, Rosa ttpeiñoUi.)
43.
(Del Cid.— XIX.)
Romanoe de Zamora»
Junto al muro de Zamora — vide un cahallero erguido,
armado de todas piezas,— sobre un caballo morcillo,
á grandes voces diciendo: — Vélese bien el castillo,
que al que hallare velando— ayudarle he con mi grito,
jff0X que hallare durmiendo — echarle he de arriba vivo;
pues por la honra de Zamora — yo soy llamado y venido.
Si hubiere algún caballero, — salga hacer armas comigo,
con tal que no fuese el Cid,— ni Bermudez su sobrino.—
Las palabras que decia,~el buen Cid las ha oido.
— ¿Quién es ese caballero — que hace el tal desafío?
— Ortufio me llamo, Cid, — Ortufio es mi apellido.
— Acordársete debria, Ortuño, — de la pasada del río,
cuando yo vencí los moros, — y Babieca iba comigo.
En aquestos tiempos tales— no eras tan atrevido. —
Ortufio, de que esto oyera,— de esta suerte ha resx>ondido:
— Entonces era novel, — agora soy mas crecido,
y usando, buen Cid, las armas, — me hecho tan atrevido.
Mas no desafío yo á tí, — ni á Bermudez tu sobrino,
porque os tengo por señores,— y me tenes por amigo;
mas si hay otro caballero,— que salga hacer armas conmigo^
que aquí en el campo lo espero — con mis armas y rocino.
(Silva de 1550, t. ü, fol. 54.)
(1) 'Y el otro. » Timoneda. i (2) «Ta los vaelven.» Timomli'
ROMANCES HISTÓRICOS 84
44.
(Del Cid.— XX.)
Romanoe de la traición de Oellldo Dolfos.
— Rey don Sancho, rey don Sancho, — no digas que no te aviso,
que del cerco de Zamora — un traidor habia salido:
Vellido Dolfos se llama, — hijo de Dolfos Vellido,
á quien él mismo matara — y después echó en el río.
Si te engaña, rey don Sancho, — no digas que te lo digo (1). —
Oidolo ha el traidor, — ¡gran enojo ha recibido!
Fuese donde estaba el rey;— de aquesta suerte le ha dicho:
— Bien conoscedes, señor,— el malquerer y homecillo
que el malo de Arias Gonzalo — y sus hijos han conmigo:
en fin, hasta su real —agora me han perseguido:
esto, porque les reptaba — que estorbaban tu partido,
que otorgase doña Urraca — á Zamora en tu servicio.
Agora que han bien mirado — como está bien etendido
que tú prendas á Zamora — por el postigo salido,
trabajan buscar tu daño — dañando el crédito mío.
Si me quieres por vasallo, — serviréte sin partido. —
El buen rey siendo contento, — di jóle: —Muéstrame, amigo,
por donde tome á Zamora,— que en ella serás tenido
mucho mas que Arias Gonzalo, — que la manda con desvío. —
Besóle el traidor la mano, — en gran poridad le dijo:
— Vamonos tú y yo, señor, — solos, por no hacer bullicio,
verás lo que me demandas, — y ordenarás mi partido
donde se haga una cava, — y lo que manda mi aviso.
Después con ciento de á pié — matar las guardas me obligo,
y se entrarán tus banderas — guardándoles el postigo. —
Otro (lia de mañana — cabalga Sancho y Vellido,
el buen rey en su caballo, — y Vellido en su rocino:
jimios van á ver la cerca,— solos á ver el postigo.
<1) «Es Ariafi Gonzalo el viejo que aqui habla avisando al rey»
Tomo VI. 12
80 LÍRICOS CASTELLANOS
El conde ( j ), de que esto viera, — huyendo sale del campo,
y los dos van (2) á Zamora—con Vitoria muy honrados.
(Escobar, Romancero del Cú/.— Timoneda, Rosa espahola.)
43.
(Del Cid.— XIX.)
Romanoe de Zamora*
Junto al muro de Zamora — ^vide un caballero erguido,
armado de todas piezas,— sobre un caballo morcillo,
á grandes voces diciendo: — Vélese bien el castillo,
que al que hallare velando— ayudarle he con mi grito,
jif^X que hallare durmiendo — echarle he de arriba vivo;
pues por la honra de Zamora — yo soy llamado y venido.
Si hubiere algún caballero, — salga hacer armas comigo,
con tal que no fuese el Cid,— ni Bermudez su sobrino. —
Las palabras que decia,~el buen Cid las ha oido.
— ¿Quién es ese caballero — que hace el tal desafío?
— Ortufio me llamo, Cid, — Ortuño es mi apellido.
— Acordársete debría, Ortuño, — de la pasada del río,
cuando yo vencí los moros, — y Babieca iba comigo.
En aquestos tiempos tales— no eras tan atrevido. —
Ortuño, de que esto oyera,— de esta suerte ha resi)ondido:
— Entonces era novel, — agora soy mas crecido,
y usando, buen Cid, las armas, — me hecho tan atrevido.
Mas no desafío yo á tí, — ni á Bermudez tu sobrino,
porque os tengo por señores,— y me tenes por amigo;
mas si hay otro caballero, — que salga hacer armas conmigo»
que aquí en el campo lo espero — con mis armas y rocino.
(Silva de Z550, t. II, fol. 54.)
(1) «^Yel otro.» Timoneda. i (2) «Talos vaelven.»
ROMANCES HISTÓRICOS 84
44.
(Del Cid.— XX.)
Romanoe de la traición de Oellldo Dolfos*
— Rey don Sancho, rey don Sancho, — no digas que no te aviso,
que del cerco de Zamora — un traidor habia salido:
Vellido Dolfos se llama, — hijo de Dolfos Vellido,
á quien él mismo matara — y después echó en el río.
Si te engaña, rey don Sancho, — no digas que te lo digo (1). —
Oidolo ha el traidor, — ¡gran enojo ha recibido!
Fuese donde estaba el rey;— de aquesta suerte le ha dicho:
— Bien conoscedes, señor,— el malquerer y homecillo
que el malo de Arias Gonzalo — y sus hijos han conmigo:
en ñn, hasta su real —agora me han perseguido:
esto, porque les reptaba — que estorbaban tu partido,
que otorgase doña Urraca — á Zamora en tu servicio.
Agora que han bien mirado — como está bien etendido
que tú prendas á Zamora — por el postigo salido,
trabajan buscar tu daño— dañando el crédito mío.
Si me quieres por vasallo, — serviróte sin partido. —
El buen rey siendo contento,— di jóle: —Muéstrame, amigo,
por donde tome á Zamora,— que en ella serás tenido
mucho mas que Arias Gonzalo, — que la manda con desvío. —
Besóle el traidor la mano, — en gran poridad le dijo:
— Vamonos tú y yo, señor, — solos, por no hacer bullicio,
verás lo que me demandas, — y ordenarás mi partido
donde se haga una cava, — y lo que manda mi aviso.
Después con ciento de á pié — matar las guardas me obligo,
y se entrarán tus banderas — guardándoles el postigo, —
Otro (lia de mañana — cabalga Sancho y Vellido,
el buen rey en su caballo, — y Vellido en su rocino:
jimios van á ver la cerca, — solos á ver el postigo.
<1) «Es Arias Gonzalo el viejo que aqui habla avisando al rey»
Tomo VI. 12
82 LÍRICOS CASTELLANOS
Desque el rey lo ha rodeado — saliérase cabe el rio,,
do se hubo de apear— por necesidad que ha habido.
Encomendóle un venablo — á ese malo de Vellido:
dorado era y pequeño,— que el rey lo traia consigo.
Arrójeselo el traidor, — malamente lo ha herido;
pasóle por las espaldas,— con la tierra lo ha cosido.
Vuelve riendas al caballo— á mas correr al postigo.
La causa de la corrida— le demandaba Rodrigo,
el cual dicen de Vivar:— el malo no ha respondido.
El Cid apriesa cabalga;— sin espuelas lo ha seguido:
nunca le pudo alcanzar» — que en la ciudad se ha metido^
Que le metan en prisión — doña Urraca ha proveído:
guárdale Arias Gonzalo— para cuando sea pedido.
Tornóse el Cid con coraje,— como no prendió á Vellido,
maldiciendo al caballero— que sin espuelas ha ido.
No sospecha tal desastre, — cuida ser otro el delito,
que si lo que era creyera, — bien defendiera el postigo
hasta vengar bien la muerte — del rey don Sancho el querido»
(Timoneda, Rosa española. J
45.
(Del Cid.— XXI.)
Romanoe del rey don Sancho»
— [Rey don Sancho (1), rey don Sancho (2), — no digas que na
que de dentro de Zamora — un alevoso ha salido: [te aviso
llámase Vellido Dolfos, — hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha hecho, — y con esta serán cinco.
I-
(1) «Ghiarte, guarte.» Canc. de ■ defensor de Zamora, él que avÍMt -al
Rom., 1550. I rey don Sancho que se precava de
(2) Es el noble Arias Gonzalo, i una tiaición inminente.
' ROMANCES HISTÓRICOS 83
Si gran traidor fué el padre,— mayor traidor es el hijo. —
Gritos dan en el real:— jÁ don Sancho han mal herido:
muerto le ha Vellido Dolfos, — gran traición ha cometido! —
Desque le tuviera muerto, — metióse por un postigo, —
por las calles de Zamora — va dando voces y gritos:
— Tiempo era (1), dofia Urraca, — de complir (2) lo prometido.
(Canc. de Rom. s. a., f. 158.— Gi«í. de Rom., 1550, f. 148.
Silva de 1550, 1. 1, f. 80.)
46.
(Del Cid.— XXn.)
Romance de TelIIdo Dolfos*
De Zamora sale el Dolfos— corriendo y apresurado:
huyendo va de los hijos — del huen viejo Arias Gonzalo,
y en la tienda del buen rey— en ella se había amparado.
—Manténgate Dios, señor (3). — Vellido, seas bien llegado.
— Sefior, tu vasallo soy soy,— tu vasallo y de tu bando,
y por yo aconsejarle — á aquel viejo Arias Gonzalo
que te entregase Zamora,— pues que te había quedado (4),
hame querido matar, — y de él me soy escapado.
Á vos (6) me vengo, sefior, — por ser en vuestro (6) mandado,
con deseo de serviros (7), — como cualquier fijodalgo,
y os (8) entregaré á Zamora,— aunque pese á Arias Gk)nzalo,
que por un falso postigo— en ella seréis (9) entrado. —
El buen Arias de (10) leal— al rey habia avisado,
a) «]^» «stZvo.
(6)
«A ti.» Escobar.
(2) «Cumplir.» Suva.
(6)
«El tu.» Escobar.
(3) «BI rey.» Escobar. Komanee-
(7)
-Servirte.» Escobar
rodtlCHd.
(8)
«Tote.» Escobar.
(4) «Paes se te liabía quitado. »
(9)
«Serás.» Escobar.
SsoolMur.
(10)
«El.» Escobar.
84 LÍRICOS CASTELLANOS
desde encima (1) del adarve— estas palabras ha hablado (2):
— Á ti lo digo, el buen rey, — y á todos tus castellanos,
que allá ha salido Vellido,— Vellido (3) un traidor malvado;
que si traición te (4) fíciere, — á nos non sea imputado. —
Oídolo habia Vellido, — que al rey tiene por la mano:
— Non lo creades, señor,— -lo que contra mí ha fablado,
que don Arias lo publica— porque el lugar no sea entrado,
porque él sabe bien que (5) sé — por donde será tomado. —
Allí fablara el buen rey — de Vellido confiado:
— Yo lo creo bien. Vellido — el Dolfos, mi buen criado;
por tanto, vamonos (6) luego — á ver el postigo falso.
— Vamonos luego, señor,— id solo, no acompañado. —
Apartados del real, — el buen rey se habia apartado
con voluntad de facer— lo que á nadie es excusado:
el venablo que llevaba— á Vellido se lo ha dado,
el cual desque así (7) lo vido — de espaldas y descuidado (8),
levantóse (9) en los estribos, — con fuerza se loha tirado;
diérale (10) por las espaldas, — y á los pechos ha pasado.
Allí (11) cayó luego el rey— muy mortalmente llagado:
viole caer don (12) Rodrigo,— que de Vivar es llamado (18),
y como le vio ferido (14), — cabalgara en su caballo:
con la priesa que tenia, — espuelas no se ha calzado.
Huyendo iba el traidor, — tras él iba el castellano,
si apriesa habia salido, — á mayor se había entrado; [vo (16),
Rodrigo ya le alcanzaba (15), — mas viendo á Dolfos en sal-
mil maldiciones (17) se echaba — el nieto de Lain Calvo:
(1) El muro.'- Escobar.
(2) «Hablando.» Escobar.
(3) (^ Qae es. » Canc- de Medina.
(11) «Tasi.» Canc.dt
a2) «Visto lo habia.» Canc-deif.
(13) «Del real los ha mindo.*
(4) Yos." CanC' de Medina. \ Canc. de Medina.
(5) < Sabe que yo" Escobar. | (14) ^Luego conoció lo que
(6) < Nos vamos.» Canc. cíe JT. i Canc. de Medina.
(7) «Allí. *Canc. de Medina,
(8) 'Gomo lo vio descuidado.»
Canc- de Medina.
(9) •'Enestóse rdiría enertose.)-
Canc. de Medina.
{ISi « Bodriso que ya llegaba . •
Canc. de Medina,
(16) «T el Dolfos que estaba en
aalTO.» Canc. de Medina.
(17) « Maldiciones que. •Canc de
do) 'Y diole." Canc. de Medina, Medina.
ROMANCES HISTÓRICOS
85
— Maldito sea el caballero — que como yo ha cavalgado,
que si yo espuelas trujera,— no se me fuera el malvado. -*-
Todos van á ver al rey, — que mortal estaba echado.
Todos le dicen lisonjas, — nadie verdad ha fablado,
sino fué el conde de Cabra, — un buen caballero anciano:
— Sois mi rey y mi señor, — y yo soy vueso vasallo;
cumple que miréis por vos, — que es verdad lo que vos fablo,
que del ánima enredes,— del cuerpo non fagáis caso (1);
á Dios vos encomendad, — pues fué este dia aciago.
— Buena ventura hayáis (2), conde, — que así me heis (3) acon-
[sejado. —
En diciendo estas palabras,— ^1 alma á Dios habia (4) dado.
De esta suerte murió el rey (6) — ^por haberse confiado.
(Escobar, Romancero del Cid. — Canc. de Rom., ed. de M«-
dina, año de 1570, f. 32 vuelto.)
47.
(Del Cid.— XXin.)
(El reto de lo» SSamoranos.J
Ya cabalga Diego Ordofiez,— del real se habia salido
de dobles piezas armado — y en un caballo morcillo:
va á reptar los Zamoranos — ^por la muerte de su primo,
que mató Vellido Dolfos, — hijo de Dolfos Vellido.
— Yo os riepto, los Zamoranos, — por traidores fementidos,
riepto á todos los muertos, — y con ellos á los vivos;
riepto hombres y mujeres, — los por nascer y nascidos;
riepto á todos los grandes,— á los grandes y los chicos,
á las carnes y pescados, — á las aguas de los rios.—
(1) «Tengáis cargo. > Canc. de M,
(2) «Hayas- > Canc. de Medina.
(3) «Me has. * Canc. de Medina.
(4) «Ha.» Canc. de Medin^i.
(5) « Destarte (sic) murió el buen
rey.» Canc de Medina.
86
líricos castellanos
Allí habló Arias Gonzalo, — bien oiréis lo que hubo dicho:
— ¿Qué culpa tienen los viejos? —¿qué culpa tienen los nifioB?
¿qué merecen las mujeres, — y los que no son nascidos?
¿por qué rieptas á los muertos, —los ganados y los ríos?
Bien sabéis vos, Diego Ordoñez,— muy bien lo tenéis sabido,
que aquel que riepta concejo - debe de lidiar con cinco. —
Ordofíez (1} le respondió: — Traidores heis todos sido. —
(Canc. de Rom., 1550, f. 150) (a).
48.
(Del Cid. — XXrV.)
(Al mismo asunto J
Sálese Diego Ordofíez, — del real se ha salido
armado de piezas dobles — en un caballo morcillo:
la lanza lleva terciada, — levantado en los estribos.
Va á rieptar los de Zamora — por la traición de Vellido:
vido estar á Arias Gonzalo -asomado en el castillo;
con un denuedo feroz,— estas palabras le ha dicho:
— Yo riepto á los de Zamora— por traidores conoscidos,
porque fueron en la muerte— del rey don Sancho mi primo,
y acogieron en la villa— al que esta traición hizo.
Por eso fueron traidores, — en consejo, fecho y dicho:
por eso riepto á los viejos, — por eso riepto á los nifios,
y á los que están por nascer, — hasta los recien nascidos;
riepto al pan, riepto las carnes;— riepto las aguas y el vino,
(1) El texto dice: «Vellido,» qne
es equivocación manifiesta.
(2) Este romance falta en la
edición s. a- del Canc- de Rom. y
en la Silva^ ed. de 1560 del Canc-
de Rom.^ y en las posteriores está
interpuesto entre el que dice: «Des-
pués que Vellido Dolfos*» y el de:
«Arias GK>nzalo responde»- Trata el
mismo asunto, de un modo aleo di'
ferente, que se halla contenido en
el primero ó la primera parto del
largo romance desde el Teño: <A
aquese don Diego Ordofiei.*
ROMANCES HíSTÓRICOS 87
desde los hojas del monte — hasta las piedras del rio. —
Respondióle Arias Gonzalo, — loh qué bien que ha respondido!:
— Si yo soy cual tú lo dices, — no debiera ser nascido;
mas hablas como esforzado,— ó no como entendido,
porque sabes que en Castilla — hay un fuero establecido,
que el que riepta concejo — haya de lidiar con cinco,
y si alguno le venciere,— el concejo queda quito, —
Don Diego, que lo oyera, — algo fuera arrepentido;
anas sin mostrar cobardía,— dijo: — Afirmóme á lo dicho,
y con esas condiciones— yo acepto el desafío:
<iue los mataré en el campo, — ó dirán lo que yo he dicho. —
»
(Siguense ocho romances viejos. El primero «De la presa de
Túnez, etc.» Pl. s. del siglo xvi. — En el Romancero de
Duran.)
47 b.
(Del Cid. — XXV.)
CAL mismo asunto.)
üomaiioe cómo Dieg^o Ordoñez reptó los de
Zamora»
Ya se sale Diego Ordoñez, — del real se habia salido
armado de piezas dobles— en un caballo morcillo.
Va á reptar los zamoranos —con gran enojo encendido
por el alevosa muerte— del rey don Sancho su primo.
Vido estar á Arias Gonzalo— asomado en un castillo;
puso piernas al caballo, — hacia él corriendo ha ido;
con alta voz temerosa, — de esta suerte le habia dicho:
— Yo os riepto, zamoranos, — por traidores conocidos:
matastes al rey don Sancho, —y en la villa fué acogido
el traidor que hizo este mal, — y traidores habéis sido.
Sobre esto riepto los muertos,— sobre esto riepto los vivos,
88 LÍRICOS CASTELLANOS
sobre esto riepto los hombres,— y también riepto los nifiosr
sobre esto riepto las yerbas, — y las aguas de los ríos. —
Esto oyendo Arias Gonzalo, — de esta suerte ha respondidor
— Si cual tú dices soy yo, — no debiera ser nacido;
mas hablas como enojado, — y no como hombre entendido.
¿Qué culpa tienen los muertos— de lo que hacen los vivos?
Y en lo que hacen los hombres— ¿qué culpa tienen los nifios,.
ni las aguas, ni las yerbas, — que son cosas sin sentido?
Mas bien sabes que en España — antigua costumbre ha sido
que hombre que riepta concejo (1), — el concejo queda quilo. —
En oir esto don Diego —hallóse muy arrepiso;
dijo: — La razón que tengo— me disculpa de lo dicho,
y 8i mi lengua ha errado, — no mi intención y sentido.
Mas yo acepto, Arias Gonzalo,— con los cinco el desafío;
ó los mataré en el campo,— ó dirán lo que yo digo.
— En buen hora sea, don Diego, — Arias Gonzalo le dijo,
á Dios pongo por juez — porque es justo su juicio.
Plegué á él que así os ayude— como es verdad vuestro dicho^
porque la muerte del rey— permisión de Dios ha sido,
porque quebrantó el mandado— que el rey su padre le hiso»
Asi, creo, morirán — los que siguen su partido. —
Seis regidores llamaron — de la villa para oiílo;
tres ó nueve dias de plazo — tomaron para cumplülo.
(Timoneda, Rosa espaüola,}
48.
(Del CicL— XXVI.)
(Dt la muerte del rey don Sancho.J
Después que Vellido Dolfos, — ese traidor afamado,
derribó con cruda muerte — al valiente rey don Sancho,
(1) "Ta 86 ve qne entre este y el
verso que le sigue aquí se han omi-
tido los versos que en el romance
anterior dicen:»
haya de lidiar con dnoo»
y si alguno le venciere.
ROaCANCES HISTÓRICOS 89
juntáronse en una tienda— los mayores de su campo;
y juntóse todo el real— como estaba alborotado .
Don Diego Ordoñez de Lara— grandes voces está dando»
y con coraje encendido — muy presto se habia armado.
Para retar á Zamora,— junto al muro se ha llegado,
y lanzando fuego vivo— de esta suerte ha razonado:
— Fementidos y traidores — sois todos los zamoranos^
porque dentro de esa villa — acogistes al malvado
de Vellido, ese traidor, — el que mató al rey don Sancho
mi buen señor, y buen rey, — de quien soy muy lastimado:
que los que acogen traidores, — traidores sean llamados;
y por tales yo vos reto, — y á vuestros antepasados,
y á los que traidores son— los pongo en el mismo grado,
y á los panes y á las aguas— de que sois alimentados,
y esto os faro conocer,— ansí como estoy armado,
y lidiaré con aquellos— Kjue no quieren confesallo,
ó con cinco uno á uno, — como en España es usado
que lidie el que á concejo— como yo habia retado. —
Arias Gonzalo, ese viejo, — ansí le habia fablado,
después que hubo entendido— lo que Ordoño ha razonado:
— Non debiera yo nacer,— si es como tú has contado;
mas yo aceto el desafío— que por ti es demandado,
y te daré á conocer — no ser lo que has publicado. —
Y á todos los de Zamora — de esta manera ha fablado:
— Varones de grande estima, — los pequeños y de estado,
si hay alguno entre vosotros — que en aquesto se haya ha-
[Hado,
dígalo muy prontamente; — de decillo no haya empacho;
más quiero irme de esta tierra — en África desterrado,
que no en campo ser vencido — por alevoso y malvado. —
Todos dicen á una voz, — sin alguno estar callado:
— Mal fuego nos mate, conde, — si en tal muerte hemos estado:
no hay en Zamora ninguno ^que tal hubiese mandado.
El traidor Vellido Dolfos — por sí solo lo ha acordado:
muy bien podéis ir seguro; — id con Dios, Arias Gonzalo.
(Elscobar, Romancero del Cid.)
90 líricos castellanos
49.
(Del Cid.— XXVn.)
Romaiioe de la tristeza que reelbleron las
zamoranos por el rtepto*
Tristes van los zamoranos — metidos en gran qaebranto;
reptados son de traidores, - de alevosos son llamados:
más quieren ser todos muertos,— que no traidores nombrados.
Día era de San Millán,— ese dia señalado;
todos duermen en Zamora, — mas no duerme Arias Gronsalo.
Acerca de las dos horas— del lecho se ha levantado:
castigando está sus hijos, á todos cuatro está armando:
las palabras que les dice — son de mancilla y quebranto:
— Ayúdeos Dios, hijos mios, — guárdeos Dios, hijos amados,
pues sabéis cuan falsamente — habemos sido reptados:
tomad esfuerzo, mis hijos, — si nunca lo habéis tomado,
acordaos que descendéis— de la sangre de Lain Calvo,
cuya noble fama y gloria — hasta hoy no se ha olvidado,
pues que sabéis que don Diego— es caballero preciado,
pero mantiene mentira,— y Dios de ello no es pagado:
el que de verdad se ayuda, — de Dios siempre es ayudado.
Uno falta para cinco, — porque no sois mas de cuatro;
yo seré el quinto, y primero - que quiero salir al campo.
Morir quiero, y no ver muerte — de hijos que tanto amo.
Mis hijos. Dios os bendiga— Kiomo os bendice mi mano. —
iSus armas pide el buen viejo,— sus hijos le están armando;
las gi'evas le está poniendo, — doña Urraca habia entrado;
108 brazos le echara encima, — muy fuertemente llorando:
—¿Dónde vais, mi padre viejo, — ó para qué estáis armado?
Dejad las armas pesadas,— que ya sois viejo cansado,
pues que sabéis si vos morís — perdido es todo mi estado.
Acordaos que prometistes — á mi padre don Fernando
de nunca desampararme, — ni dejar de vuestra mano.
ROMANCUS HISTÓRICOS
9\
— Pláceme, señora hija, — respondió Arias Gonzalo. —
Cabalgara Pedro D'Arias — su hijo, que era el mediano,
que aunque era mozo de dias, — era en obras esforzado.
Dijo: — Cabalgad, mi hijo, — que os esperan en el campo:
vais en tal hora y tal punto — que nos saquéis de cuidado.-
Sin poner pié en el estribo — Arias Pedro ha cabalgado:
por aquel postÍÉ:o viejo — galopeando ha llegado
donde estaban los jueces— que le estaban esperando.
Partido les han el sol, — dejado les han el campo.
(Timoneda, Hosa española.) (i)
50.
(Del Cid.— XXVlir.)
Romance de Fernán D'Arias, fl¡jo de Arlas
Gonzalo*
Por aquel postigo viejo— que nunca fuera cerrado,
vi venir pendón bermejo — con trescieníos de caballo:
en medio de los trescientos — viene un monumento armado
y dentro del monumento (2) — viene un cuerpo de un finado (3);
Fernán (4) D'Arias ha por nombre,— fijo de Arias Gonzalo.
Llorábanle cien doncellas,— todas ciento hijasdalgo;
todas eran sus parientas— en tercero y cuarto grado:
las unas le dicen primo,— otras le llaman hermano;
las otras decian tio (5), — otras lo llaman cuñado.
(1) Este romance es más bien
una versión de aqnel largo -que dice:
«Después que Vellido J>olfos,» Ta-
ñándolo desde el verso: «Ya se sa-
len por la puerta,» y esta parte 7a
también como romance separado.
(2) Después de este verso el
Canc. de Rom., 1550, ha intercala-
do los dos siguientes:
Viene un ataúd de palo,
y dentro del ataúd.
(3) «Venia un cuerpo finado,»
Canc. de Rom., 1660— «Viene .un
cuerpo sepultado.'» Canc- de Rom-
s. a.
(4) «Hernán.» Silva.
(5) «Ledicentio.»<Siíi«».— «Otras
le decian tio.» Timoneda. Rosa esp -
92
LÍRICOS CASTELLANOS
Sobre todas lo lloraba— aquesa Urraca Hernando:
ly (1) cuan bien que la consuela— ese viejo Arias Gronzalol
— Calledes, hija, calledes (2),— que si un hijo me han muezta»
ahí me quedaban cuatro (3). — No murió por las tabernas,
ni á (4) las tablas jugando; — mas murió sobre Zamora
vuestra honra resguardando (6).
(Canc. de Rom. s. a., f. 159.— Oi«í. de Rom.^ 1550, f. 156-
Silva de 1550, t. I, f. ^i.—Canc. de Rom. ^ ed. db Medina
1570. — Timoneda, Rosa es^.J
50 a.
(Del Cid.— XXIX.)
CAl mismo císunto.j
Por aquel postigo viejo— que nunca fuera cerrado,
vi venir seña bermeja— con trescientos de caballo:
un pendón traen sangriento, — de negro muy bien bordado^
y en medio de todos ellos — traen un cuerpo finado:
Hernán D'Arias ha por nombre, — hijo de Arias Gonzalo,
que no murió entre las damas —ni menos estando holgando,
si en defensa de Zamora — como caballero honrado:
matólo don Diego Ordoñez — cuando á Zamora ha rieptado»
y á la entrada de Zamora— un gran llanto es comenzado.
(1) -Oh.» Timoneda-
(2) Claro está que después de
este Terso falta el que continúa la
asonancia; con efecto lo llevan el
Canc- de Rom.^ ed. de Med., 1570:
«Calledes urraca Hernando.'— Y
Timoneda: «No liaf^ades tan gran
llanto.»— El Canc. de Mom., 1550,
da en vez de este verso los cuatro
siguientes:
• —¿Por qné lloráis, mis doncellas?
¿por qué hacéis tan grande llanto?
no lloréis asi, seftoras,
que no es para Uorallo.*
(3) «Ahi me quedan otros ena*
tro.» <St¿va.—<Aunme quedan oto»
cuatro.» Timoneda.
ü) «Menos.* Timoneda.
(5) 'Bien guardando.» SUva.—
«Deíensando» Timoneda. El (kme.
de Rom. 1550, afiade loe dos venoa
siguientes:
•murió como caballero
con sus armas peleando.»
ROMANCES HISTÓRICOS
93
Llóranle todas las damas, — y todos los hijosdalgo:
tinos dicen: lAy, mi primo!— otros dicen: ¡Ay, mi hermano!
Arias Gonzalo decia: — iQuién no te hubiera criado,
para verte agora muerto, — Arias Hernando, en mis brazos! —
Mandan tocar las campanas, — ya lo llevan á enterrallo,
allá en la iglesia Mayor — que llaman de Santiago,
«n una tumba muy rica — como requiere su estado.
(Síguense ocho romances viejos, el primero «De la presa de
Túnez.» Pl. s. del siglo xvi. — En el Romancero del señor
Duran.)
51.
(Del Cid.— XXX.)
Romanoe del rey don Alfonso. (1)
En Toledo estaba Alfonso, — que non cuidaba reinar;
desterrárale don Sancho — por su reino le quitar:
doña Urraca á don Alfonso— -mensajero fué á enviar (2);
las nuevas que le traían— á él gran placer le dan.
— Rey Alfonso, rey Alfonso, — que te envían á llamar;
castellanos y leoneses — por rey alzado te han,
por la muerte de don Sancho (3),— que Vellido fué á matar:
«olo entre todos (4) Rodrigo — que no te (6) quiere acetar,
porque amaba mucho al rey, — quiere que hayas (6) de jurar
que en la su muerte, sefior, — no tuviste (7) que culpar.
— Bien vengáis, los mensajeros, — secretos queráis estar,
que si el rey moro lo sabe,— él aquí nos detendrá (8). —
(1) Este epígrafe lleva en el Canr
cionero de Mtd.
(2) «Dofia Urraca Femando
mensajeros fué á enviar.» Canc.
de Med.
(3) «Por muerte del Rey don San-
cho.» Canc. de Mtd.
(4) « Solo fincaba. » CanC' de Me-
dÍ7Uí.
(5) «No lo.» Canc. de Med.
(6) «Hayáis.» Caiic. de Med.
(7) «Tuvistes.» Canc. de Med.
(8) «Detemá.» Canc. de Med.
91
líricos castellanos
El conde don Peranzures (1) — un consejo le fué (2) á dar,
que caballos bien herrados — al revés habían (8) de herrar.
Descuélganse por el muro, — sálense á la ciudad^
fueron á dar á (4) Castilla, — do esperándolos están.
Al rey le besan la mano,— el Cid no quiere besar;
sus parientes castellanos— todos juntados se han«
— Heredero sois, Alfonso, — nadie os lo quiere negar;
pero si os place, señor, — non vos debe de pesar
que nos fagáis juramento — cual vos lo quieren (6) tomar;
vos y doce de los vuesos(6), — los que vos queráis nombrar (7^
de que en (8) la muerte del rey— non tenedes (9) qué culpar
— Pláceme, los castellanos, — todo os lo quiero otorgar. —
En Santa Gadea de Burgos,— allí el rey se va á jurar;
Rodrigo tomó (10) la jura — sin un punto más tardar (IIX
y en un cerrojo bendito (12)— le comienza á conjurar:
—Don Alonso, y los leoneses, — venios vos á salvar (18)
que en la muerte de don Sancho — non tuvisteis que culpar,
ni tampoco de ella os plugo, — ni á ella disteis lugar:
mala muerte hayáis (14), Alfonso, — si non dijerdes verdad;
villanos sean en ella, — non fidalgos de solar,
que non sean castellanos, — por más deshonra vos dar (15),
sino de Asturias de Oviedo — que non vos tengan (16) piedad.
— Amen, amen, dijo el rey, — que non (17) fui en tal maldad. —
Tres veces tomó (18) la jura, — tantas le va á preguntar.
(1)
Í2)
M€d.
(3)
(4)
Med.
(5)
(6)
nos.»
(7)
Canc-
(8)
(9)
(10)
«feranzules.» Canc. de Med.
«Consejo le fuera» Canc. de
«Hayan.» Canc. de Med.
-Fuéronse para.» Canc. de
Querrán.» Canc. de Med.
-Vos y doce hombres bue-
Canc. de Med.
"Cuales vos ouerais juntar.»
de Med.
•Que de. Canc. de Med.
«Tuvistes.» CanC' de Med.
'Toma.^ Canc. de Med.
(11) «Él la quiere ruoiuur.» Our^
cionerode Med.
(12) «Con un cerrojo aacndo.*
Canc. de Med.
(13) "Vos venís aqoi ob «Jvar.*
Canc. de Med.
(14) Tal muerte mueras.» Cáne.
de Med.
(15) «Á te dar. » Canc. de Med,
(16) «Que no tienen.* Oene. de
Mtd.
(17) «Nunca. Can. de Méd.
(18) «Toma Cañe, de Kam-
ROMiNGES HISTÓRICOS
95
El rey, viéndose afincado,— contra el Cid se fué á airar:
— Mucho me afincáis, Rodrigo,— en lo que no hay que dndar^
eras besarme heis (1) la mano,— si (2) agora me hacéis jurar.
— Sí, señor, dijera el Cid, — si el sueldo me habéis de dar,
que en la tierra (3) de otros reyes — á fijosdalgos les (4) dan.
Cuyo vasallo yo fuere- también me lo ha de pagar;
si vos dármelo quisióredes, — á mi placer me vendrá (5). —
El rey por tales razones— contra el Cid se fué á enojar;
siempre desde allí (6) adelante — gran tiempo le quiso mal.
(Escobar, Romancero del Cid. — Canc. de Rom., ed. de Med.
del año de 1570) (7).
52.
(Del Cid.— XXXI.)
Romance del juramento que tomó el Cid al
rey don Alonso.
En sancta Gadea (8) de Burgos,— do juran Jos hijosdalgo,
allí le toma la jura (9)— el Cid al rey castellano. \
Las juras eran tan fuertes, — que al buen rey (10) ponen es-
sobre un cerrojo de hierro— y una ballesta de palo: [panto;
(1) «Me besareis.» Canc. de Mtd,
(2) 'Y'CancdeMed.
(3) «En las tierras» Oanc- de
Med.
(4) «Lo. » CanC' de Med-
(5) «A mí en placer me Tema-»
Canc- de Med-
(6) «De alli.» Canc- de Med.
(7) También este romance trata
el mismo asunto de aqael largo qne
dice: «Después que Vellido Dolfos»,
desde el verso: «Dofia Urraca la in-
&n^.
k.*
(8) 'ÁgVLedñ..^ Can. de Rom.
(9) «Le toman jura á Alfonso
por la muerte de su hermano.
Tomábasela el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo,
y con unos Evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabi-as son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto;
Canc- de Rom. 1550-
(10) «A todos.» Tim. Rosa esp.
96
LÍRICOS CASTELLANOS
— Villanos te maten, Alonso, — villanos, que no hidalgos,
<ie las Asturias de Oviedo, — que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, — no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos, — no con puñales dorados;
aharcas traigan calzadas, — que no zapatos con lazo (1);
capas traigan aguaderas, — no de contray, ni frisado;
•con camisones de estopa, — ^no de holanda, ni labrados;
caballeros vengan (2) en burras,— que no en muías ni en ca-
[ballos;
frenos traigan de cordel, — que no (3) cueros fogueados.
Mátente por las aradas,— que no en villas ni en poblado (4),
sáquente el corazón — por el siniestro costado,
«i no dijeres la verdad (5)— de lo que te fuere (6) preguntado,
«i fuiste, ni (7) consentiste — en la muerte de tu hermano. —
Jurado había el rey (8), — que en tal nunca se ha hallado (9);
pero allí hablara el rey (10)— malamente y enojado (11):
—Muy mal me conjuras, Cid, — Cid, muy mal me has conju-
[rado;
mas hoy me tomas la jura, — mañana me besarás (12) la mano.
— Por besar mano de rey — ^no me tengo por honrado;
porque la besó mi padre — me tengo por afrentado.
— Vete de mis tierras (13), Cid,— mal caballero probado,
y no vengas mas á ellas (14)— dende este dia en un año. —
(1) «De lazos- > Timoneda.
(2) " Vayan cabalgando • » Tim .
(3) No de. " Timoneda.
(4) «No por villas ni poblados.
TFimoneda.
(6) -Dijeres verdad.» 5Wra.-Tim.
(6) «^Eres.» íSiZra.— «Te es.» Tim.
(7) <'0.» Canc. de Rom,., 1550.
(8) Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
-que del rey es más privado:
—Haced la jura» buen rey,
no tengáis de eso cuidado^
<que nunca fué rey traidor,
ni papa descomulgado.
Jurado habia el rey.
Cañe, de Rom. 1560.
« Jurado tiene el buen rey. » T!m .
(9) «Que en tal caso no es cal-
IMtdo.» Tim.
(10) « Pero con voz alterada. » Ti-
moneda-
(11) <^Dijo muy mal enojado.*
Timoneda.
(12) « Después besarme has.* Ti-
moneda-
(13) <^^Tiendas-* Tim.
(14) «T no me estés más ea
ellas.* Timoneda. ^
ROMANCES HISTÓRICOS
97
— Pláceme, dijo el buen Cid, — pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa — que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno, — yo me destierro por cuatro. —
Ya se parte (1) el buen Cid, — sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros;— todos eran (2) hijosdalgo;
todos son hombres mancebos, — ninguno no había (3) cano.
Todos llevan lanza en pufio — y el hierro acicalado (4),
y llevan sendas adargas, — con borlas de colorado;
mas no le faltó al buen Cid —adonde asentar su campo (6).
(Canc. de Rom. s. a., f. 153. — Canc. de Rotn.^ 1550, f. 156.-
Silva de 1550, t. I., f. 74. — Timoneda, Rosa española.)
53.
(Del Cid.— XXXII.)
Romaiioe nuevamente lieolio de la maerte
aue dió el traidor de TelIIdo Dolfos al rey
on Sandio estando sobre el cerco de Za-
mora, y de la batalla que hubo don Dieg^o
Ordoñez con los hijos de Arlas Gonzalo, y
cómo el rey don Alonso sucedió en el rei-
no (6).
Después que Vellido Dolfos, — aquel traidor afamado,
derribó con cruda muerte — al valiente rey don Sancho,
(1) «Despide.» Timoneda.
(2) «Esforzados.» Timoneda.
(3) «Hay viejo ni.» Timoneda.
(i) «Acecalado.» Canc- de Ro-
mances 8. a.
(5) Los dos últimos versos faltan
en la Rosa de Timoneda.
(6) En la 5i/m de 1650 faltan ya
en el epigrafe las palabras «nueva-
mente hecbo», lo que es tanto más
significativo, cuanto que este largo
Tomo VJI
romance fué, en efecto, por la mitad
del siglo XVI «nuevamente hecho»
por un juglar, ensartando y amal-
gamando en uno algunos de los ro-
mances populares primitivos del
harto decantado cerco de Zamora
(véase nuestra introducción, nota 6),
de los cuales corren por separados
de nuevo en las colecciones poste-
riores los que dicen «Después que
Vellido Dolfos» «Arias González
13
98
líricos castellanos
se allegan en una tienda— los mayores de su campo:
júntanse (1) todo el real— como estaba alborotado
de ver el venablo agudo — que á su rey ha traspasado.
No se lo quieren sacar — hasta que haya confesado;
y ese conde don García— que de Cabra era llamado,
viendo de tal modo a rey, — de esta manera le ha hablador
— ¡Oh rey, en quien yo tenia — la esperanza de mi estadol
véote tan mal herido, — que remedio no he hallado
sino solo encomendarte — á lo que eres obligado.
Toma cuenta á tu conciencia,— y mira lo que has errado
contra aquel alto Señor — que te puso en tal estado.
Al cuerpo no busques cura, — porque su tiempo es pasado;
ya son tus días cumplidos, — ya tu plazo es allegado;
paga lo que te obligaste — cuando fuiste bautizado.
La muerte, sierva y señora, — no te da mas largo plazo;
no consiente apelación, — sino que pagues de grado:
cumple curar de tu alma,— del cuerpo no hayas cuidado. —
responde» "Ta se sale por la puerta»
«Doña Urraca la infanta». Este largo
romance) compuesto exactamente
así como en el CancdeHom. s a.,
y la Silva 'le 1550, se baila también
en un pliego suelto impreso en el
año de 1550 (véase nuestro tratado:
Ueher die Prager Sammlung, pá-
ginas 7 y 41, adonde dice también
el titulo «nuevamente bceho,» con
un «Villancico del mismo autor»),
y en el Canc- de Rom., ed. de Med.
del año de 1570. Menos escrupulosas
que la Silva, las ediciones con fecha
(inclusive la de 1550) del Canc. de
Rom. repiten en el epígrafe aquel
«nuevamente hecho», mientras de-
bieron decir más bien «deshecho de
nuevo», pues imprimen por separa-
do el primer romance ó la primera
parte <\q\ largo, é interponen entre
ella y la que empieza por el verso de
«Arias Gonzalo responde», un ro-
mance con asonancia diferente, el
que dice: «Ta cabalga Diego Ordo*
ñez ', y que por eso y por repetirse
en él con alguna variación el asunto
ya tratado en la primera parte del
largo, nosotros hemos dado por se*
parado y antepuesto al largo, de que
fué, en efecto, ó base, ó versión dife-
rente, como los que dicen «Tristes
van los zamoranos» «Por aquel pos-
tigo viejo» «En Toledo estaba Al-
fonso» ' En Santa Gadea de Burgos*f
de cuyos asuntos el largo romanee
es un resumen ó una narración con-
tinua, al cual, respecto á los roman-
ces populares primitivos y conser»
vados todavía en parte en los sepa*
rados, se podría llamar un pequefio
cantar de gesta juglareftco.
(1) ' Júntase- >■ Tim-, i?o«af<p.
ROMANCES HISTÓRICOS
99
Respondió en aquesto el rey, — todo en lágrimas bañado;
temblando tiene la lengua, — y el gesto tiene mudado (1);
— Bien andante seáis, conde, — ^y en armas aventurado;
en todo habláis (2) muy bien, — buen consejo me habéis dado:
yo bien sé cuál es la causa, — que en tal (3) punto sea llegado
por pecados cometidos— al inmenso Dios sagrado,
y también fué por la jura — que á mi padre hube quebrado
en cercar esta ciudad, — que á mi hermana hubo dejado,
A Dios encomiendo el alma;— pues que estoy en tal estado,
traedme los sacramentos — porque esto á muerte llegado (4). —
Y ansí se le salió el alma — y el cuerpo se le ha enfriado (6).
En aquesto sus vasallos — á Zamora han enviado
aquese don Diego Ordofiez (6), — un caballero estimado,
á decir á los vecinos — como á su rey ha matado
el falso Vellido Dolfos, — vasallo del rey don Sancho;
por tanto, que desafia — al traidor Arias Gonzalo,
y á todos los zamoranos,— pues en ella se han hallado,
y á los panes, y á las aguas, — y á lo que no está criado,
y aun á todos los nacidos— que en Zamora son hallados,
y á los grandes y pequeños — aunque no sean engendrados.
Arias Gonzalo responde— diciendo que ha mal hablado;
mandan asinar (7) varones — que juzguen en este caso.
Doce salen de Zamora— y otros doce van del campo.
Arias Gonzalo se armaba— para combatir el pacto:
consigo van cuatro hijos— que en el mundo Dios le ha dado.
A todos los de Zamora— de esta manera ha hablado:
— Varones de gran estima, — los pequeños y de estado;
(1 ) « Y el gesto muy demudado • »
Timoneda.
(2) «Hablastes» Timoneda.
(3) « A tal . » Timoneda .
(4) «Porque á muerte soy llega-
do.» Timoneda.
(5) Con este verso acaba el ro-
mance en la Rosa de Timoneda, y
en la segunda edición de la Silva.
(6) La segunda ed. de la Suva
(Barcelona. 1557) comienza el largo
romance por este verso, algo altera-
do, aal: «Ya se parte Diego Hordo-
fiez», habiendo puesto la parte an*
tenor como romance separado. Por
eso ha mudado el verso de nuestro
texto que dice; «A decir á los veci-
nos», en «Ya decir los zamoranos».
(7j «Asignar.» Suva*
400 LÍRICOS CASTELLANOS
si hay alguno entre vosotros— que en esto se haya hallado,
digalo muy prestamente, — que en decillo no haya empacho;
más quiero irme de esta tierra, — en África desterrado,
que no en campo ser vencido — por alevoso y malvado. —
Todos dicen prestamente — sin alguno estar callado (1):
— Mal fuego nos queme, conde^— si en tal muerte hemos es-
[lado:
no hay en Zamora ninguno — que tal hubiese mandado.
El traidor Vellido Dolfos — por sí solo lo ha acordado;
bien podéis vos ir seguro;— id con Dios, Arias Gonzalo.—
Ya se sale por la puerta, — por la que salían (2) al campo;
consigo lleva sus hijos — todos juntos á su lado.
Él quiere ser el primero — porque en tal muerte no ha estado;
mas doña Urraca la infanta — la batalla le ha quitado,
llorando de los sus ojos — y el cabello destrenzado:
— ¡Ay!, ruégeos por Dios, el conde, — buen conde Arias Gon-
que dejéis esta batalla, — porque sois viejo y cansado: [zalo
dejaísme desamparada— y todo mi haber cercado:
ya sabéis lo que mi padre — á vos dejó encomendado,
que no me desamparéis, — endemas, en tal estado. —
En oyendo aquesto el conde — mostróse muy enojado:
— Dejédesme ir, sefíora, — que yo estoy desafiado;
tengo de hacer batalla, — porque fui traidor llamado. —
Júntanse diez caballeros, — todos juntos le han rogado
que les deje la batalla, — que la tomarán de grado.
Desque el conde vido aquesto — recibió pesar doblado;
llamara sus cuatro hijos, — y al uno de ellos ha dado
las sus armas y su escudo, — el su estoque y su caballo;
échale su bendición — porque era del muy amado.
Pedradas habia nombre (3); — Pedrarias el castellano.
Por la puerta de Zamora — se sale fuera y armado;
topárase con don Diego,— su enemigo y su contrario:
— Sálveos Dios, don Diego Ordoñez, — y él os haga prospera-
en las armas muy dichoso, — de traiciones libertado: [do,
(1) «Callando.» iSi7m. | (3) 'Vot nombre.» Suva.
(2) «Salen.» 5tíra.
ROMANCES HISTÓRICOS 404
ya sabéis que soy venido— para lo que está aplazado,
á libertar á Zamora— de lo que le han levantado. —
Don Diego le respondiera — con soberbia que ha tomado:
— Todos juntos sois traidores, — y por tal seréis quedados. —
Vuelven los dos las espaldas (1)— por tomar lugar del campo;
hiriéronse juntamente — en los pechos muy de grado;
saltan astas de las lanzas — con el golpe que se han dado;
no se hacen mal alguno,— porque van muy bien armados.
Don Diego dio en la cabeza—á Pedrarias desdichado,
cortárale todo el yelmo — con un pedazo de casco;
desque se vido herido — Pedrarias y lastimado,
abrazárase á las clines, — y al pescuezo del caballo:
sacó esfuerzo de flaqueza — aunque estaba mal llagado,
quiso herir á don Diego, — mas acertó en el caballo,
que la sangre que corria— la vista le habia quitado:
cayó muerto prestamente — Pedrarias el castellano.
Don Diego que vido aquesto— toma la vara en la mano»
dijo á voces á Zamora: — ¿Donde estás. Arias Gonzalo?
envía el hijo segundo, — que el primero ya es ñnado;
ya se acabaron sus dias,— su juventud fin ha dado.—
Envió el hijo segundo— que Diego Arias es llamado.
Tomara á salir don Diego— con armas y otro caballo,
y diórale fin á aqueste — como al primero le ha dado.
El conde viendo á sus hijos, — que los dos le han ya faltado.
Llorando de los sus ojos— dijo:— Ven, mi hijo amado,
haz como buen caballero —y lo que eres obligado:
pues sustentas la verdad,— de Dios serás ayudado; [nos. —
venga las muertes sin culpa, — que han pasado tus herma-
Hernán D' Arias, el tercero, — al palenque habia llegado;
mucho mal quiere á don Diego, — mucho mal y mucho daño.
Alzó la mano con saña, — un gran golpe le habia dado;
mal herido le ha en el hombro, — en el hombro y en el brazo*
Don Diego con el su estoque— le hiriera muy de grado,
hiriéralo en la cabeza, — en el casco le ha tocado.
(1) «Espadas.» Canc. de Rom. s. a.
402 LÍRICOS CASTELLANOS
Recurrió el hijo tercero— con un gran golpe al caballo,
que hizo ir á don Diego — huyendo por todo el campo.
Ansí quedó esta batalla — sin quedar averiguado
cuáles son los vencedores, — los de Zamora ó del campo.
Quisiera volver don Diego— á la batalla de grado,
mas no quisieron los fieles, — ni licencia no le han dado. '
Doña Urraca, la infanta, — mensajeros ha llamado
que vayan con las sus cartas— á don Alonso su hermano,
el cual estaba en Toledo — del rey moro acompañado.
Toman postas y caballos — los mas lijeros y flacos,
caminan días y noches — con camino apresurado:
llegaron presto á Toledo; — en un lugar muy poblado,
Olías habia por nombre, — Olías el saqueado,
toparon á Peranzures, — un caballero afamado,
que en libertar á su re}' — mucho tiempo ha trabajado.
Llamara á los mensajeros — en un lugar apartado,
cortárales las cabezas,— las cartas les ha tomado,
fuérase para Toledo, — sin á nadie haber topado;
fuese para don Alonso — que del era muy amado,
contóle toda la muerte— que fué dada al rey don Sancho,
y cómo por él venían — para dalle el reinado:
que lo tuviese secreto,— porque al rey parte no ha dado.
Respondió que sí haría, — que no tuviese cuidado.
Fuérase el rey don Alonso,— desque de este se ha apartado,
á ese rey Alimaimon, — que á Toledo habia tomado.
Díjole secretamente — todo lo que había pasado,
porque siempre don Alonso — fué discreto y avisado,
y pensó que si estas nuevas (1) — de otro el rey fuese inf er-
que no le vendría bien,— sino mucho mal y daño. [mado,
Pero respondióle el rey,— con gran placer que ha tomado:
— Yo te doy mi fe y palabra — que tu Dios te ha consejado,
porque tengo en los caminos— mucha gente de caballo,
que te guarden las salidas,— y las entradas y pasos:
si salieras sin licencia, — tú fueras despedazado;
(1) Asi todos los textos; pero debió decirse: «Pensó que si de estas
nuevas- »
ROMANCES RISTÓRIGOS 4 03
tnas pues eres tan fiel,— galardón te será dado. —
Sentáronse en una mesa — y el ajedrez han tomado:
juega tanto don Alonso, — que el rey estaba enojado:
tres veces le dijo:— Vete, — vete, y salte del palacio. —
Don Alonso muy contento, — fuese á su casa de grado;
fuese con él Peranzurez — que de esto mucho ha holgado.
Toma (1) sogas »y maromas — para echar del muro abajo,
fuera tienen los caballos,— todos están en el campo;
sálense á la media noche, — que está todo asosegado
cubierto con las estrellas — y con la luna alumbrado.
Bajan por San t Agustín,— un monesterio cercado,
cerca está de la ribera — de aquese rio de Tajo;
sálense hacia la vega — y en el camino han entrado,
no paran noche ni dia — porque no vayan alcanzallos;
llegan muy presto á Zamora, — que es pueblo muy bien cer-
recíbenle sus vasallos,— aunque no le habian jurado, [cado;
Hablando está con su hermana— de la muerte de su hermano;
allí salió un caballero — que Euy Diaz es (2) llamado.
Este nunca habia querido— á su rey besar la mano,
hasta que por juramento — pruebe ser libre y salvado
de la muerte que fué dada — á su hermano el rey don Sancho;
porque nadie de los suyos — nunca en esto (3) ha sido osado
de tomar tal juramento— sino el Cid, que es muy honrado.
En esto respondió el rey, — bien oiréis lo que ha hablado:
— ¿Qué es la causa, mis vasallos, — qué es la causa y el pecado
que solo Ruy Diaz queda— que no me besa la mano?
Yo siempre le hice honra, — como mi padre ha mandado,
Biempre le hice mercedes, — de todos es más privado. —
Allí respondiera el Cid — con semblante muy airado:
— Don Alonso, don Alonso, — por fuerza tenéis vasallos,
que todos tienen sospecha— que vos solo sois culpado
de la muerte que fué dada— á vuestro hermano en el campo>
y cualquier que me quisiere — por contino y por vasallo,
pagaráme muy buen sueldo, — y si no, soy libertado;
G.) *Tomaji.» Silva. i (3) «Deesto.» ^<7tu.
(2) «Era,* 5i¿va. 1
104 LÍRICOS CASTELLANOS
que 8er siervo de traidores— no me cumple ni es mi grado:
vos haréis el juramento— que todos han demandado. —
Mucho se holgó el rey— de lo que el Cid ha hablado:
— Dios os ponga en honra, el Cid, — en gran honra y tal es-
Ruego á la Virgen María — y á su hijo muy amado, [tado.
que muriese yo tal muerte — como murió el rey don Sancho»
si yo fui en dicho, ni en hecho, — de (1) la muerte de mi her-
[manOy
aun (2) como sabéis todos— me tenia (3) el reino forzado:
por tanto os ruego, señores, — como amigos y vasallos,
que deis orden y manera— como de esto sea librado. —
Allí respondieran todos— sus vasallos y criados:
— Este juramento, el rey, — en Burgos será jurado,
en santa Gadea (4), la iglesia,— do juran los hijosdalgo,
vos y doce caballeros— de los vuestros toledanos. —
Él fué de esto muy contento; — luego se parte de (6) gradcK
En santa Gadea (6) de Burgos— estaba el rey asentado,
cuando se llegó el Cid — con un libro en la su mano,
en que están los Evangelios — y un crucifijo pintado.
Comienza de esta manera, — de esta manera ha hablado:
— Todos venís con el rey — porque jure y sea librado:
si cualquiera de vosotros — en aquesto habéis estado,
y si vos, rey don Alonso, — de cruel muerte seáis matado. >
— Amen, amen, dijo el rey,— que de tal no soy culpado.—
Entonces los sus vasallos — las llaves le han entregado:
alzáronle por su rey, — todos le besan las manos,
á todos hace mercedes, — de todos es muy amado.
(Canc. de Rom. s. a. fol. 144. — Canc. de Rom»^ 1550, fb»
lio 148. — Silva de 1550, tom. I, fol. 64.)
(1) Yjí* Silva,
(2) -^ Aunque.» Silva.
<3) «Tiene» Canc. de Rom.
(4) « AfTueda. » Canr. de Rom.
(5) *\>t\.' Can^. de Rom,., V5ff^
•6) «Águeda» Can. (26 Aom.
ROMÁNGBS HISTÓRICOS 405
54.
(Del Cid.— XXIU.)
Romanee de la reprehensión que hizo
el Cid al rey don Alonso*
En las almenas de Toro, — allí estaba una doncella,
vestida de paños negros, — reluciente como estrella:
pasara el rey don Alonso, — namorado se había de ella,
dice:— Si es hija de rey — que se casaría con ella,
y si es hija de duque — serviría por manceba. —
Allí hablara el buen Cid, — estas palabras dijera:
— Vuestra hermana es, señor, — vuestra hermana es aquella.
— Si mi hermana es, dijo el rey, — ¡fuego malo encienda en ellaf
llámenme mis ballesteros; — tírenle sendas saetas,
y á aquel que la errare— que le corten la cabeza. —
Allí hablara el buen Cid, — de esta suerte respondiera:
— Mas aquel que la tirare, — pase por la misma pena.
— los de mis tiendas, Cid, — no quiero que estéis en ellas.
— Pláceme, respondió el Cid, — que son viejas, y no nuevas:
irme he yo para las mias, — que son de brocado y seda,
que no las gané holgando, — ni bebiendo en la taberna;
gánelas en las batallas — con mi lanza y mi bandera.
(Timoneda, Rosa Española.)
55.
(Del Cid.— XXXIV.)
Romanee del rey moro que perdió
á Talenola*
Helo, helo, por dó viene — el moro por la calzada,
caballero á la gineta — encima una yegua baya;
406
líricos castellanos
borzeguíes marroquíes (1)— y espuela de oro calzada;
una adarga ante los pechos, — y en su mano una zagaya (2).
Mirando estaba á Valencia, — cómo está tan bien cercada:
— ;0h Valencia, oh Valencia,— de mal fuego 3eas quemada!
Primero fuiste de moros— que de cristianos ganada.
Si la lanza no me miente, — á moros serás tomada,
aquel perro de aquel Cid — prenderélo (3) por la barba:
su mujer doña Jimena — será de mi captivada,
su liija Urraca Hernando (4)— será mi (6) enamorada:
después de yo harto de ella— la entregaré (6) á mi compaña. —
El buen Cid no está tan lejos,— que todo bien lo escuchaba.
— Venid vos acá, mi hija, — mi (7; hija doña Urraca;
dejad las ropas continas (8), — y vestid ropas de pascua.
Aquel (9) moro hi-de -perro— detenémelo (^10) en palabras (11),
mientra yo ensillo á Babieca, — y me ciño la mi espada.—
La doncella muy hermosa — se paró á una ventana:
el moro desque la vido, — de esta suerte le hablara:
— i Alá te guarde, señora, — mi señora, doña Urraca!
— ¡Así haga á vos, señor, — buena sea vuestra Uegadal
Siete años ha, rey, siete, — que soy vuestra enamorada.
— Otros tantos ha, señora, — que os tengo dentro de mi alma. —
Ellos estando en aquesto, — el buen Cid que asomaba (12).
— Adiós, adiós, mi señora,— la mi linda enamorada,
que del caballo Babieca— yo bien oigo la patada. —
Do la yegua pone el pié, — Babieca pone la pata.
Allí hablara el caballo (13),— bien oiréis lo que hablaba (14):
— ¡Reventar debia la madre — que á su hijo no esperaba! —
(1) «Marroquines- » Silva. Tim.
(2) «Azagaya.» /SiZva. Timoneda.
Floresta.
(3)
(4)
(6)
(6)
Flor.
(7í
(8)
«Prenderlo he.» Flor,
«Hernández» Flor.
«La mi linda.» Timoneda.
«Entregarla he.» iS>i/ va. Tim.
«La mi.» Timoneda. Flor.
«^ Continuas.» Tim. Flor.
(9) «Y á aquel.» Tim.-^« Aquel
moro que aqui viene,» Flor-
(10) «Detenédmele.» SUvaFlor,
(11) «En palabra.» Timoneda.
(12 «Allegaba,» Timoneda.
C13) Alli hablara el caballero.»
Flor.— ''Al caballo.» Las ed. poste-
riores del Canc. de Rom.
(14) ^Hablara.» Suva. Flor.
ROMANCES HISTÓRICOS
-107
Siete vueltas la rodea— al derredor de una jara (1);
la yegua que era lijera (2) — muy adelante pasaba,
fasta llegar cabe un rio (3)— adonde una barca estaba.
El moro desque la vido,— con ella bien se holgaba (4);
grandes gritos da al barquero— que le allegase la barca:
el barquero es diligente,— tú vosela (6) aparejada,
embarcó muy presto en ella, — que no se detuvo nada.
Estando el moro embarcado— el buen Cid que llegó (6) al agua,
y por ver al moro en salvo,— de tristeza reventaba (7);
mas con la furia (8) que tiene, — una lanza le arrojaba,
y dijo: — iRecoged, mi yerno, — arrecogedme esa lanza (9),
que quizá tiempo vemá — que os será bien demandada!
(Canc. de Rom. s. a., fol. 179. — Canc. de Rom., 1550, fo-
lio 188. — Silva de 1550, t. í, fol. 102. — Timoneda, Rosa
española. — Floresta de var. rom.)
56.
(Del Cid.— XXXV.)
CHuye el moro Búcar del Cid.)
Encontrádose ha el buen Cid,— en medio de la batalla
con aquese moro Búcar, — que tanto le amenazaba.
Cuanda el moro vido al Cid — vuelto le ha las espaldas;
hacia la mar iba huyendo, — parece llevaba alas:
caballo trae corredor, —muy recio le espoleaba;
alongado se ha del Cid,— que Babieca no le alcanza
(1) «Siete veces le rodea
al rededor de una eata. » Flor.
(2) «Como es ligera.» Timoneda.
—«Mas la yegua era ligera.» Flor.
(3) «El río.» iS¿¿m.—Tim. Fíor.
(4) «Con ella mucho se holgara.»
Timoneda.
(5) «Tiéneaela.» Suva. Flor.
(6) «Llega.» Timoneda.
(7) «Y viendo al moro en salvo
de corage reventaba.» Flor.
(8 «Fuerza.» Timoneda.
(9) «Diciendo:— Recoged, yerno,
recogedme aqaesa lanza>» Silva.^^
Timoneda^ FloT'
\os
líricos gaslellanos
por estar laso y cansado — de la batalla pasada.
El Cid con gran voluntad— de vengar en él su saña,
para escarmiento del moro— y de toda su compaña,
hiérele de las espuelas, — mas poco le aprovechaba.
Cerca llegaba del moro — y la espada le arrojaba,
en las espaldas le hirió, — mucha sangre derramaba.
El moro se entró huyendo — en la barca que le aguarda.
Apeárase el buen Cid— para tomar la su espada,
también tomó la del moro— que era buena y muy predada.
(Escobar, Romancero del Cid.)
57.
(Del Cid.— XXXVI.)
Romanoe de los condes de Carrion*
De concierto están los condes- -hermanos, Diego y Fer-
[nando;
afrentar quieren al Cid, — muy gran traición han armado.
Quieren volverse á sus tierras; —sus mujeres han demand»-
y luego su suegro el Cid, — se las hubo entregado (2). [do (1)»
— Mirad, yernos, que tratades— como á dueñas hijas-dalgo
mis hijas, puesque á vosotros — por mujeres las he dado.—
Ellos ambos le prometen— de obedecer su mandado.
Ya cabalgaban los (3) condes,— y el buen Cid ya está á ca-
con todos sus caballeros, — que le van acompañando; [bailo
por las huertas y jardines — van riendo y festejando;
por espacio de una legua — el Cid los ha acompañado.
Cuando de ellas (4) se despide,— las lágrimas le van Baltan-
[do(6);
(1) «Con sus mujeres al lado.»
Timoneda.
(2) «Entregóselas de grado.» Ti-
moneda.
(3) < Los do9. » Timoneda.
(4) «De ellos» ¿ítZi».~Tlm.
(5) « Le han saltado. > Timoneda:
ROMANCES HISTÓRICOS 409
como hombre que ya sospecha — la gran traición que han ar-
manda que vaya tras ellos — Alvarañez su criado, [mado (1),
Vuélvese el Cid y su gente,— y los condes van de largo.
Andando con muy gran (2) priesa, — en un monte hablan en-
erado (3)
muy espeso, y muy escuro— de altos árboles poblado.
Mandaron ir toda su gente (4) — adelante muy gran rato;
quédanse con sus mujeres,— tan solos Diego y Fernando.
Apéanse de los caballos, — y las riendas han quitado;
sus mujeres que lo ven, — muy gran llanto han levantado.
Apéanlas de las muías — cada cual para su lado (6);
como las parió su madre— ambas (6) las han desnudado,
y luego á sendas encinas — las han fuertemente atado.
Cada uno azota la suya (7), — con riendas de su caballo;
la sangre que de ellas correjel campo tiene bañado;
mas no contentos con esto, — allí se las han dejado.
Su primo que las fallara,— como hombre muy enojado (8)
á buscar los condes iba;— como no los ha (9) hallado,
volvióse para ellas (10), — muy pensativo y turbado:
en casa de un labrador — allí se las ha dejado.
Vase para el Cid su tio, — todo se lo (11) ha contado.
Con muy gran caballería, — por ellas ha (12) enviado.
De aquesta tan grande afrenta, — el Cid al rey se ha quejado;
el rey como aquesto vido, — tres Cortes habia armado.
(Canc. de Rom, s. a., fol. 159. — Canc. de Rom,^ 1550, fo-
lio 163. — Silva de 1550, t. I, fol. 8x. — ^Timoneda, Rosa
española.)
(1) «La traición que habian ar-
mado» Timoneda.
(2) ^on macha.» Timoneda.
(3) «Bn un gran monte han en>
tradO'» Timoneda.
(4) «Mandan ir toda la gente.»
<S»¿va.— «Su gente mandaron ir.»
Timoneda.
(5) «Cada cual la suya al lado.»
Timoneda.
(6) «Ambos.» Büva.
(7) «Azótanlas bravamente.» Ti-
moneda.
(8) «Como bueno y esforzado.»
Timoneda.
(9) «T no habiéndolos.» Tim.
(10) «Volviérase para ellas.» iS¿í-
va.— «Hacia ellas presto vino.» Ti-
moneda. '
(11) « Todo el hecho le. » Tim .
(12) «Hubo.» Timoneda.
UO LÍRICOS CASTELLANOS
i 58.
(Del Cid.— XXXVn.)
(^De cómo el Cid acudió á las CorUs.J
Por Guadalquivir arriba— cabalgan caminadores,
que, según dicen las gentes,— ellos eran buenos hombres:
rica» al jubas vestidas, — y encima sus albornoces;
capas traen aguaderas, — á guisa de labradores.
Daban cebada de dia — y caminaban de noche,
no por miedo de los moros, — mas por las grandes calores.
Por sus jornadas contadas — llegados son á las Cortes:
sálelos á recibir — el rey con sus altos hombres.
— Viejo que venis, el Cid, — viejo venis y florido. [ció:
— No de holgar con las mujeres, — mas de andar en tu servi-
de pelear con el rey Búcar, — rey que es de gran señorío;
de ganalle las sus tierras, — sus villas y sus castillos;
también le gané yo al rey— el su escaño temido. —
(Sígnense ocho rom. viejos, el primero «De la presa de Tú-
nez, etc.» — Pliego suelto del siglo xvi en el Rom. gen. del
señor Duran.)
59.
(Del Cid.— XXXVm.)
Romaiice que dloei Xres Cortes armara
el rey.
Tres Coi-tes armara el rey,— todas tres á una sazón:
las unas armara en Burgos, — las otras armó en León,
las otras armó en Toledo,— donde los hidalgos son,
para cumplir de justicia — al chico con el mayor.
Treinta dias da de plazo,— treinta dias, que más no,
ROMANCES HISTÓRICOS
Ui
y el que á la postre (1) viniese — que lo diesen por traidor.
Veinte nueve son pasados (2), — los condes llegados (3) son;
treinta dias son pasados (4), — y el buen Cid no viene, non.
Allí hablaran (6) los condes: — Señor, daldo por traidor.—
Respondiérales el rey: — Eso non faría, non,
que el buen Cid es caballero—- de batallas vencedor,
pues que en todas las mis Cortes — no lo habia otro mejor.-
Ellos en aquesto estando— el buen Cid, que asomó
con trescientos caballeros, — todos hijosdalgo son,
todos vestidos de un paño,— de un paño y de una color,
si no fuera el buen Cid,— que traía un albornoz (6).
— Manténgavos Dios, el rey, — y á vosotros sálveos Dios,
que no hablo yo á los condes, — que mis enemigos son (7).
(Catic. de Rom.s. a., fol. x6o. — Silva de 1550, 1. 1, fol. 82.)
(1) «Á ellos no.» Silva-
(2) «A los veinte y nueve días»
Silva.
(3)
(4)
^ (5)
«Venidos.» Silva.
«Llegados.» Silva-
«Hablaron.» Silva.
(6^ La edición de 1550 del Canc.
de Rom- intercala entre éste y el
veróo que le sigue, otros cuatro que
dicen:
El albornoz era blanco»
parecía un emperador,
capacete en la cabeza
que relumbra como el sol.
(7) Parece ser continuación in-
mediata del discurso del Cid y su-
plemento de este romance el del
tomo II de la Silva, que dice: «Yo
me estando en Valencia.» La edi-
ción de 1550, y las posteriores del
Canc. de Rom.^ llevan, empero, ad-
juntos al último verso de este ro-
mance los siguientes, que tienen
también su puntita de antiguos y
populares, aunque dejan incomple-
ta la narración:
Allí dijeron los condes,
hablaron esta razón:
—Nos somos hijos de reyes,
sobrinos de emperador;
¿merecimos ser casados
con hijas de un labrador?—
Allí hablara el buen Cid,
bien oiréis lo que habló:
— Convidáraos yo á comer,
buen rey, tomástelo vos,
y al alzar de los manteles
dijístesme esta razón:
Que casase yo á mis hijas
con los condes de Carrión.
Diéraos yo en respuesta {*j:
preguntarlo he yo a su madre,
á la madre que las parió,
preguntarlo he yo á su ayo,
al ayo que las crió.
Dijérame á mí el ayo:
Buen Cid. no lo hagáis, no.
(*) Después de éste Taita el verso con et
asonante; lo tiene suplido Duran de este-
modo:
Con respeto y con amor.
H2
ÚRICOS CASTELLANOS
60.
(Del Cid. —XXXIX.)
Romaiice de los eondes de Carrion*
— Yo me estando en Valencia (1), — en Valencia la mayor,
buen rey, vi yo vuestra seña— y vuestro honrado pendón.
Saliera yo á recebirle — como vasallo á señor.
Enviástesme una carta — con un vuestro embajador:
que yo diese las mis hijas— á los Condes de Carríon.
No quería Jimena Gómez, — la madre que las parió.
Por cumplir vuestro mandado— otorgáraselas yo.
Treinta dias duran las bodas, — treinta dias, que más non;
y un dia estando comiendo — soltárase un león.
Los condes eran cobardes, — luego piensan la traición:
pidióranme las mis hijas— para volver á Carrion.
Como eran sus mujeres, — entregáraselas yo.
]Ay, en medio del camino — cuan mal paradas que son!
Hallólas un caballero, — (idóle Dios el gualardon!)
á la una dio su manto, — y á la otra su ropón.
Hallólas tan mal paradas,— que de ellas hubo compasión.
Si el escudero quisiera, — los condes cornudos son. —
Allí respondieran los condes — una muy mala razón:
— Mentides, el Cid, mentides,— que non éramos traidores. —
Levantóse Pero Bermudez, — el que las damas crió,
y al conde que esto hablara— dióle un grande bofetón.
Allí hablara el rey, — y dijera esta razón:
— Afuera, Pero Bermudez, — no me revolváis quistion.
que los condes son muy pobres,
y tienen gran presunción.—
Por no d esbacer vuestra palabra,
buen rey, hiciéralo yo.
Treinta dias duraron las bodas,
<iue no quisieron mas, no:
cien cabezas matara
de mi ganado mayor:
de gallinas y capones,
buen rey, no os lo cuento^ no.
(1) Habla el Cid.
ROMANCES HISTÓRICOS 443
— ^Otórganos campo, rey, — otórganoslo, sefior,
que con muy gran dolor vive — la madre que las parió. —
Ya les otorgaba el campo, — ya les partían el sol.
Por el Cid va ^luño Gustos, — hombre de muy gran valor;
•con él va Pero Bermúdez — para ser su guardador.
Los condes, como lo vieron, — no consienten campo, non.
Allí hablara el buen rey, — bien oiréis lo que habló:
— Si no otorgáis el campo, — yo haré justicia hoy. —
Allí hablara un criado— de los condes de Carrion:
— Ellos otorgan el campo — mañana en saliendo el sol. —
Allí hablara el buen Cid,— bien oiréis lo que habló:
— Si quieren uno á uno, — ó si quieren dos á dos:
«llá va Nufio Gustos,— [y] el ayo que las crió. —
Dijo el rey: — Pláceme, Cid, — y así lo otorgo yo. —
Otro dia de mañana — muy bien les parten el sol.
Los condes vienen de negro, — y los del Cid de color.
Ya los meten en el campo, — de vellos es gran dolor;
luego abajaban las lanzas,— ¡cuan bien combatidos son!
Á los primeros encuentros — los condes vencidos son,
y Gustos y Pero Bermúdez — quedaron por vencedores.
{Silva de 1550., t. 11, fol. 51.)
61.
Romaiiee de los elneo maravedís que el rey
don Alonso octavo pedia á los hijosdalgo.
En esa ciudad de Burgos— en Cortes se hablan juntado
«1 ray que venció las Navas— con todos los hijosdalgo.
Habló con don Diego el rey, — con él se habia consejado,
•que era señor de Bizcaya, — de todos el más privado.
— Consejédesme, don Diego, — que estoy muy necesitado,
^ue con las guerras que he hecho — gran dinero me ha faltado»
Tomo VII U
Uk LÍRICOS CASTELLANOS
Querría llegarme á Cuenca,— no tengo lo necesario;
si os pareciese, don Diego, — por mí fuese demandado
que cinco maravedís — me peche cada hidalgo.
— Grave cosa me parece, — le respondiera el de Haro,
que querades vos, señor, — al libre her (1) tributario; ^
mas por lo mucho que os quiero,— de mí seréis ayudado,
porque yo soy principal, — de mí os será pagado. —
Siendo juntos en las Cortes, — el rey se lo había hablado;
levantado está don Diego,— como ya estaba acordado.
— Justo es lo que el rey pide, — por nadie le sea negado;
mis cinco maravedís, — helos aquí de buen grado.
Don Ñuño, conde de Lara, — mucho mal se habia enojado; -
pospuesto todo temor, — de esta manera ha hablado:
— Aquellos donde venimos— nunca tal pecho han pagado,
nos menos lo pagaremos,— ni al rey tal será dado;
el que quisiere pagarle— quede aquí como villano,
vayase luego tras mí — el que fuere hijodalgo. —
Todos se salen tras él;— de tres mil, tres han quedado.
En el campo de la Glera— todos allí se han juntado;
el pecho que el rey demanda — en las lanzas lo han atado, ~
y envíanle á decir— que el tributo está llegado,
que envíe sus cogedores,— que luego será pagado;
mas que si él va en persona (2;— no será del (3) acatado;
pero que enviase aquellos— de quien fué aconsejado. —
Cuando aquesto oyera el rey, — y que solo se ha quedado,
volvióse para don Diego, — consejo le ha demandado.
Don Diego, como sagaz (4),— este consejo le ha dado:
— Desterrédesme, señor, — como que yo lo he causado,
y así cobraréis la gracia — de los vuestros hijosdalgo. —
Otorgó el rey el consejo: — á decir les ha enviado
(1) •'Hacer.» Silva- ' se halla á la última plana del toitfo
(2) ' Con este verso rompe la Sil- \ primero, inmediatamente antes d«l
va. fol. 101 vuelto al texto de este ! 0)eo gratias- » *
romance, y anota: «Lo que falta de ¡ (3^ «De ellos no senL» iSftlva.^
este romance: hallaréis al fin de Duran dice- 'No será desacatado.»
todo*;— y con efecto el resto de él i (4) «Como es sagaz.* Suva,
ROMANCES HISTÓRICOS
iih
que quien le dio tal consejo — será muy bien castigado, ;
que hidalgos de Castilla — no son para haber pechado. >
Muy alegres fueron todos, — todo se hubo apaciguado;
desterraron á don Diego^por lo que no habia pecado;
mas dende á pocos dias, — á Castilla fué tornado.
El bien de la libertad — por ningún precio es comprado.
(Canc. de Rom. s. a., fol. 177. — Silva de 1550, 1. 1, fols. 100 y 222) (i)'.
61 a.
(Al mismo cuunto.J
En Burgos está el buen rey — don Alonso el Deseado,
el octavo que en Castilla— de tal nombre fué llamado.
Mirando andaba las Huelgas, — aquel monesterio honrado;
míralo de pai*te á parte, — porque él mismo lo ha fundado.
Triste andaba y muy penoso — por verse tan alcanzado,
que ha gastado los tesoros — que su padre le habia dejado
haciendo guerra á los moros, — que en su reino hablan que-
[dado;
después que fué destruido (2) — por desdicha y gran pecado
de aquel buen rey don Rodrigo — de los Godos tan nombrado.
Entre sí mismo decía, — y triste se andaba pensando
de dónde habria dineros — para haber de guerreallos.
Rogando anda á Dios del cielo— que le hubiese ayudado,
pues lo hace con tal celo — de su fé haber ensalzado.
Piensa de favorecerse — de los hombres hijosdalgo,
que le ayuden con un pecho — muy pequeño y moderado;
cinco maravedís tan solos— á cada uno ha demandado.
(1) El asunto de este romance
parece ser imitación de una parte
de la Chanson des Saxons, com-
puesta en el siglo xiii por Jean
Bodel d 'Arras, y publicada por
M. Francisque Micliel (París. 1839,
t. I, págs. 40-80), donde se refiere
casi el mismo suceso del emperador
Carlomagno con los caballeros reni'
tentes Hbrupois.
(2) «Destruida» dice el Oanc» de
/íom., por equivocación.
446
líricos castellanos
y para esto decirles— á Cortes los ha llamado,
donde estaba ese don Diego — de su casa más privado;
señor era de Vizcaya, — en Castilla el más honrado,
con el cnal tomó consejo— para haber de comenzarlo.
Don Diego por le agradar— Inego se le habia dado:
— Creo que será, buen rey, — malo de ser acabado.
Comenzaldo vos, señor, — yo os habré bien ayudado;
pero son tan libertados, — que no querrán haber pechado.
Mis cinco maravedís — en su presencia habré dado. —
De esto se tuviera el rey — por muy bisn aconsejado.
Propuesto este caso en Cortes,— de esta manera ha hablado:
— Ya sabéis, mis caballeros, — lo mucho que yo he gastado
guerreando con los moros— que están en nuestro reinado:
para hacer lo que querría — me hallo muy alcanzado,
que he gastado los tesoros — que mi padre habia dejado;
de los que me dejó mi agüelo— ninguna cosa me ha quedado.
Ya veis que yo no lo despiendo — donde sea mal gastado:
ayúdeme en esta guerra— cada hombre hijodalgo
con cinco maravedís (1),— cada uno, en cada un año.
La cantía es tan poca, — que muy bien podréis pagallo
sin vender vuestras haciendas— ni haberos pobres quedado,
y con ellos ganaré— para haberos bien pagado. —
Allí se levantó don Diego, — como fuese tan privado:
— Bien habemos visto, rey, —lo mucho que habéis gastado;
en cuanto cargo vos somos — á todos nos está muy claro;
que os ayudemos en esto— el reino habremos honrado;
Dios os dé tanta victoria,— que la fé hayáis ensalzado.
Mis cinco maravedís —helos aquí de buen grado. —
El buen don Ñuño de Lara — luego se habia levantado:
— ¿Has hablado como varón (2)— bien discreto y esforzado?
no lo quiera Dios del cielo — ni tal hubiese mandado,
que hijodalgo ninguno — tal pecho hubiese pagado. —
(1) £1 texto dice: «maravedís de
tributo - lo qae parece ser glosa,
que además de ser inútil, destruye
la medida del rerso.
(2) «"No lias hablado como hom-
bre.* Las ed. poster. del Cmne. de
Rom.
ROMANCES HISTÓRICOS iH
Hablando de esta manera,— salido se ha de palacio:
— Los que quieren ser pecheros — con el rey se hayan que-
[dado,
y los que quieren ser libres — hayádesme acompañado. —
De tres mil que dentro estaban — no quedaron sino cuatro;
el uno era don Diego,— y un camarero privado,
y con él dos pajecicos — que quedaron á su lado.
De que fueron en su posada -don Ñuño les ha hablado:
— Haced como caballeros,— no os hayáis atribulado;
mirad aquellas hazañas — de los hombres hijosdalgo
que han hecho en nuestras Españas — del tiempo que es ya
[pasado;
si tomardes mi consejo —yo os lo daré de grado. —
Allí hablaron aquellos — caballeros hijosdalgo:
— Dódesnolo vos, señor, — que bien queremos tomallo.
— ios á vuestras posadas, — armaos bien á caballo,
los cinco maravedís — ataldos bien en un paño;
en las puntas de las lanzas — los traigáis aquí colgado. —
El consejo no fué aun dicho, — cuando todo fué acabado.
— Védesnos aquí, don Ñuño, — ved que nos habéis mandado:
Prestos somos á complillo — sin fuerza, de muy buen grado. —
Allí hablara don Ñuño,— bien oiréis lo que ha hablado:
— Vayan los dos de vosotros — al rey á haber razonado,
que envíe luego á la pelea, — donde lo están esperando,
al cogedor del tributo, — que su Alteza habia echado;
allí están los hijosdalgo — para se lo haber pagado.
Si el cogedor no vol viere — ^no se haya maravillado,
que en España los hidalgos— ningún tributo han pagado.
Quien el tributo quisiere, — muy caro le habrá comprado. —
Así se fueron los dos— delante el rey á contallo.
El rey, vistas sus razones, — se había mal enojado;
allí hablara don Diego — discreto, sabio, esforzado:
— Este hecho vos, buen rey, — á mí me lo hayáis cargado:
vos me echéis á mí la culpa, — decí que os lo he aconsejado,
desterréisme de estos reinos, — mis tierras me hayáis tcmiadOb.
De esta manera, señor, — lo habréis apaciguado. —
418 LÍRICOS CASTELLANOS
A don Ñuño el buen rey — luego lo habla llamado:
hablando de esta manera, — el caso les ha contado:
— Perdóname, caballeros, — porque yo he sido engañado,
que don Diego de Vizcaya— me lo habia aconsejado.
No quiero vuestro tributo, — antes mas libres vos hago.
Don Diego su mal consejo— muy bien lo habría pagado;
destiérrenlo de mis reinos, — sus tierras le han tomado,
porque quien mal aconseja — muy bien sea castigado. —
Va desterrado don Diego, — déjanlo deseredado;
mas á cabo de pocos días— el destierro le han alzado;
dábanle todo lo suyo, — y mucho más que le han dado:
todo fuera á pedimiento ^de los hombres hijosdalgo.
(Canc^ de Rom., 1550, fol. 293.)
ROMANCES HISTÓBCGOS
U9
62.
ROMANCES DEL REY DON ALONSO X
LLAMADO EL SABIO
Querellas del rey Alonso X de Castilla.— I*
Yo salí de la mi tierra —para ir á Dios servir,
y perdí lo que habia — desde mayo hasta abril,
todo el reino de Castilla— hasta allá al Guadalquivir.
Los obispos y prelados — cuidé que metian paz
•entre mí y el hijo mío, — como en su decreto yaz.
Estos dejaron aquesto, — y metieron mal asaz,
non á excuso, mas á voces,— bien como el añafíl faz.
Falleciéronme parientes, — y amigos que yo habia,
con haberes y con cuerpos— y con su caballería.
Ajrúdeme Jesucristo —y su madre Santa María,
que yo á ellos me encomiendo,— de noche y también de dia.
No he mas á quien lo decir, — ni á quien me querellar,
pues los amigos que habia — no me osan ayudar;
que por medio de don Sancho —desamparado me han:
pues Dios no me desampare — cuando por mí ha de enviar;
ya yo oí otras veces— de otro ley así contar,
que con desamparo que hubo, — se metió en alta mar,
á se morir en las ondas —ó las venturas buscar;
Apolonio fué aqueste, — é yo haré otro tal.
(Fuentes, Libro de los cuarenia cantos) (i).
(1) «Eáte romance, dice el sefior
Duráni que en la introducción á su
libro cita Alonso de Fuentes, tiene
todos los caracteres de ser viejo y
oral. De su construcción y lenguaje
se infiere que pudo reducirse á la
redacción que tiene en los primeros
afios del siglo zVi aunque ivoceda
de tiempos anteriores.»
420 LÍRICOS CASTELLANOS
63.
(Del rey don Alonso X. — II.)
*De cómo fué desheredado don AlfonstK*
El viejo rey don Alfonso — iba huyendo á más andar»
que su hijo el rey don Sancho— desheredado lo ha.
Mandóse dar por sentencia — no ser él para reinar.
Con lágrimas en sus ojos— estas trovas fué á trovar (1>
— Santa María, señora^ — no me quieras olvidar,
caballeros de Castilla— desamparado me han,
y por miedo de don Sancho— no me osan ayudan
iréme á tierras ajenas, — navegando á más andar,
en una galera negra — que denote mi pesar,
y sin gobierno ni jarcia — me porné por alta mar,
que así ficiera Apolonio, — y yo faré otro que tal. —
Enviara su corona — que la fuesen á empeñar
á un rey de Berbería, — que llaman Abenyuzaf.
El rey, viendo al m nsajero, — su Consejo fué á juntar;
di joles:—! Oh mis vasallos! — Bien me queráis consejar.
Alfonso, rey de Castilla, — está en gran necesidad,
porque su hijo don Sancho— desheredado lo ha.
Su corona me ha enviado — á que la haya de empeñar;
ved en esto qué os parece, — que tengo de él piedad.^
Allí habló un moro anciano, — anciano y de gran edad,
que en España ha guerreado — siendo de más fresca edadr
— Lo que me parece loh rey! — es que le hayas de ayudar,
que Alfonso es buen caballero, — y en todo muy principal,
y las obras que son santas — suélense muy bien pagar. —
El rey, que era valeroso, — mandó al cristiano llamar;
díjole: — Dirás á Alfonso— que quiera en Dios confiar;
veinte y cuatro mil caballos— en su favor pasarán,
(1) Véase el romance anterior.
ROMANCES HISTÓRICOS
421
y si aquestos pocos fueren,— mi persona pasará. —
Dióle sesenta mil doblas, — la corona le fué á dar.
Pero no llegó el socorro, — por fortuna de la mar,
donde se perdieron todos, — que moro no fué á quedar;
pero en ese medio y tiempo— Alfonso tornó á reinar,
que su hijo el rey don Sancho — no gozó su mocedad.
(Sepúlveda, Romances nuevos sacados, etc., ed. de 1566.)
64.
Homance del rey don Fernando cuarto (1)»
Válasme (2), nuestra señora,— cual dicen, de la Ribera,
donde el buen rey don Fernando — tuvo la su cuarentena.
Desde el miércoles corvillo— hasta el jueves de la Cena,
que el rey no hizo (3) la barba, — ni peinó la (4) su cabeza.
Una silla era su cama, — un canto por (5) cabecera,
los cuarenta pobres comen (6)— cada día á la su mesa;
de lo que á los pobres sobra— el rey hace (7) la su cena,
con vara de oro en su mano (8) — bien hace servir la mesa (&).
Dícenle sus caballeros: — ¿Dónde irás tener la fiesta? (10)
— A Jaén, dice, señores,- con mi señora la reina. —
Después que estuvo en Jaén, — y la fiesta hubo pasado (11)>
(1) «Femando el cuarto» Cave-
de Rom.y 1550.— «Romance del rey
don Femando, que dicen que murió
aplazado» PI. s.
(2) «Válame.» Pl. 8.
(3) 'No se hizo.» Las eds. poste-
riores del Cano, de i2om.— «Afei-
tó.» Pl. s.
(4) «Se lavó.» Pl. s.
(6) «Su.'Pl. s.
(6)
Pl s.
(7)
(8)
(9)
(10)
«Cuarenta pobres comían.'
•Hacia.» Pl. 8.
•En mano.» Pl. 8.
«Su mesa.» Pl. s.
«Que ado irá á ten^ la fíes*
ta» Süm.—^Do había de tener ]&!
fiesta.» PI. 8.
(11) «En Jaén tuvo la pascua,
y en Martos el cabodafto. » Pl. s» •
422
líricos castellanos
pártese (I) para Alcaudete, — ese castillo nombrado:
el pie tiene en el estribo,— que aun no se habia apeado (2),
cuando le daban querella^-de dos hombres hijosdalgo,
y la querella le daban (3)— dos hombres como villanos:
Abarcas traen calzadas — y aguijadas en las manos.
—Justicia, justicia, rey (4), — pues que somos tus vasallos, .
de don Pedro Caravajal (5)— y de don Alonso (6) su hermano,
que nos corren nuestras tierras— y nos robaban el campo (7),
y nos fuerzan las mujeres (8) — á tuerto y desaguisado;
comíannos (9) la cebada — sin después querer pagallo (10),
hacen otras desvergüenzas— que vergüenza era (11) contallo.
— Yo haré de ello (12) justicia,— tornaos á vuestro ganado.—
Manda á (13) pregonar el rey— y por todo su reinado,
de (14) cualquier que lo (15) hallase— le daria buen halbu^.
Hallólos ei almirante — allá en Medina del Campo,
comprando muy ricas armas, — jaeces para (16) caballos.
— Presos, presos, caballeros. — presos, presos, hijosdalgo.
— No por vos, el almirante, — si de otro no traéis (17) mandado.
— Estad presos (18), caballeros,- que del rey traigo recau-
do (19).
— Plácenos (20), el almirante, — por complir el su mandado(21).
Por las sus jornadas ciertas— en Jaén habian entrado (22).
(1) «íbase.» Silva.
(2) <Qae aun no habia cabalga-
do» SUva.—'kxm no habia desca-
balgado.» Pl- 8.
(3) " Y dábanle la qnerella. » Pl s.
(4) «Blrey.»Pl. 8.
(5) •Carvajal» Canc. de Rom.»
1550.— Suva.
(6) «Y don Rodrigo.» Pl. 8.
(7) 'Roban el ganado» Silva-^
«Roban nuestro campo.» Pl. s.
(8) «Faérzannos nuestras muje-
res.» Pl. 8.
(9) «Y cómennos.» Pl. s.
(10) «Nonos la quieren pagar.»
Fl. 8.
(11)
«Que era vergüenza.» Pl. 8*
(12)
«Ellos.» Pl. 8.
(13)
«Manda pregonar* SikM.
Pl. 8.
(14)
«Que.»Pl.B.
(15)
«Los.» Suva. Pl. 8-
m
« Para los. > .Sfi^iw. — « Faift
sus.» PL 8.
(17)
«Es.» Pl. 8.
(18)
«Sed presos los.» FL 8.
(19)
•Mandado.» PLa.
(20)
«Pues asi es.» PL 8.
(21)
«Plácenos de muy buen gm*
do.» Pl
.8.
(22)
< Á Jaén habian llegado.-
PLs.
r6manges históricos
423
— Manténgate Dios, el rey. — Mal vengados, hijosdalgo. —
Mándales (1) cortar los pies, — mándales (1) cortar las manos,
y mándalos (1) despeñar — de aquella peña de Martos.
Allí hablara el uno (2) de ellos,— el menor y más osado:
-^¿Por qué lo haces (3), el rey, — por qué haces tal manda-
do (4)?
Querellámonos, el rey (5), — para ante el soberano (6),
que dentro de treinta dias— vals con nosotros á plazo (7);
y ponemos por testigos — á San (8) Pedro y á San (8) Pablo:
ponemos por escribano (9) — al apóstol Santiago. —
El rey, no mirando en ello (10), — hizo complir su mandado
por la falsa información —que los villanos le han dado;
y muertos los Carvajales, — que lo hablan emplazado,
antes de los treinta dias — él se fallara muy malo,
y desque fueron cumplidos, — en el postrer dia del plazo,
fué muerto dentro en León, — do la sentencia hubo dado.
(Canc. de Rom. s. a., fol. 165. — Canc. de
Rom., fol. 144. — Silva de 1550, t. I., fol.
88.— Aquí se continen cinco romances: el
primero, «De cómo fné vencido el rey don
Rodrigo,» etc. Pliego suelto del siglo xvi.)
(1) «Mandóles.» Pl, s.
(2) «Allí hablara el menor. » Pl s.
(8) «Nos matas.» Pl. s.
(4) «Siendo tan mal informado.»
Pl.s.
(5) «Queiámonos de ti, el rey.»
Pl.s.
(6) <A1 iaez que es soberano.»
Pl.s.
(7) «Con nosotros seas en plazo.»
Pl.s.
t8) «Sant.» iStíva.
(9) «Testimonio.» PL s.
(10) «Desde este verso basta al
fin, el texto del pliego suelto es todo
otro, y dice asi:
Y sin más poder decir
mueren estos hijosdalgo.
Antes de los treinta dias
malo está el rey don Femando
el cuerpo cara oriente,
y la candela en la mano--
asi falleció su Alteza,
de esta manera citado.
124 LÍRICOS CASTELLANOS
65.
ROMANCES DEL REY DON PEDRO I DE CASTILLA
LLAMADO EL CBUEL.
Romanee de don Fadrlque, maestre de San-
tiago, y dé cómo le mandó matar el rey doifc
Pedro su liermano. — I.
— Yo me estaba allá en Coimbra — que yo me la hnbe (1)
[ganado^;
cuando me vinieron cartas — del rey don Pedro mi hermano
que fuese á ver los torneos— que en Sevilla se han armado.
Yo Maestre sin ventura,— yo maestre desdichado,
tomara trece de muía, — veinte y cinco de caballo,
todos con cadenas de oro — y jubones de brocado:
jomada de quince dias — en ocho la habia (2) andado.
Á la pasada de un rio,— pasándole por el vado,
cayó mi muía conmigo, — perdí mi puñal dorado,
ahogáraseme un paje— de los mios más privado,
criado era en mi sala (3), —y de mí muy regalado.
Con todas estas desdichas— á Sevilla hube llegado;
á la puerta Macarena (4) — encontré (5) con un ordenado»
ordenado de evangelio (6)— que misa no habia cantado:
— Manténgate Dios, Maestre, — Maestre, bien seáis llegado.
Hoy te ha nacido hijo (7), — ^hoy cumples (8) veinte y nn afia
(1) "Qaeyolahabia-'Timoneda, í (6) «De an evangelio.» Cañe, d»
Jtosa esp.
(2) *Habe.» Timoneda.
(3) * Era criado en mi casa. » Tim .
(4) «Macharena. ' Timoneda- | (8) «Cumple.» iSi¿t».
(5) «Topé.* Timoneda. i
Rom. a. a.— «Ordenado es de eraii-
gelio.» Timoneda.
(7) «ünhüo..5iím.~Txm.
ROMANCES HISTÓRICOS
425
Si te pluguiese, Maestre, — volvamos á baptizallo,
que yo sería el padrino, — tú, Maestre, el ahijado. —
Allí hablara el Maestre, — ^bien oiréis lo que ha hablado:
— No me lo mandéis, señor, — padre, no queráis mandallo,
que voy á ver qué me quiere — el rey don Pedro mi herma-
[no. —
Di de espuelas á mi muía, — en Sevilla me hube entrado;
de que no vi tela puesta — ni vi caballero armado,
fuíme para los palacios — del rey don Pedro mi hermano.
En entrando por las puertas, — las puertas me hablan cerrado;
quitáronme la mi espada, — la que traia á mi lado;
quitáronme mi compañía (1), — la que me habia acompañado.
Los mios desque esto vieron — de traición me han avisado,
que me saliese yo fuera — que ellos me pondrían en salvo.
Yo, como estaba sin culpa, — de nada hube (2) curado;
fuíme para el aposento— ^el rey don Pedro mi hermano:
— ^Manténgaos Dios, el rey, — y á todos de cabo á cabo (3). —
— Mal hora vengáis. Maestre, — Maestre, mal seáis llegado:
nunca nos venís á ver — sino una vez en el año,
y esta que venís, Maestre, — es por fuerza ó por mandado.
Vuestra cabeza. Maestre, — mandada está en aguinaldo.
— ¿Por qué es aqueso, buen rey?— nunca (4) os hice desagui-
[sado>
ni os dejé yo (6) en la lid, — ni con (6) moros peleando.
— Venid acá, mis porteros, — hágase lo que he mandado. —
Aun no lo hubo bien dicho, — la cabeza le han cortado;
á doña María de Padilla — en un plato la ha enviado;
£L8Í hablaba con él (7) — como si estuviera sano.
Las palabras que le dice.— de esta suerte está hablando (8):
— Aquí pagaréis, traidor, — lo de antaño y lo de ogaño,
-el mal consejo que diste — al rey don Pedro tu hermano. —
(1) «Compaña.» Silva.— Tita.
, (2) «No me (he).» Timoneda.
. (8) Este, y el Terso que le sigue,
^tan en la Hosa de Timoneda.
(4) «No.* Timoneda.
(5) «Ni ménososdeié.» Tim.
(6) «Con los.» Timoneda.
(7) «Ella.* Canc. de Rom. s. a.,
y 1550.Silva.
(8) «Ha proposado.» Timoneda.
i^ñ
LÍRICOS CASTELLANOS
Asióla por los cabellos, — echado se la ha (1) á un alano;
el alano es del Maestre, —púsola sobre un estrado,
á los aullidos (2) que daba— atronó (3) todo el palacio.
Allí demandara el rey (4): — ¿Quién hace mal á ese alano?-^
Allí respondieron todos — á los cuales ha pesado: ^
— Con la cabeza lo ha, señor, — del Maestre vuestro herma-
Allí hablara una su tia (5) — que tia era de entrambos: [no.-—
— ¡Cuan mal lo mirastes, reyl — rey, iqué mal lo habéis mi-
[radol
por una mala mujer — habéis muerto un tal hermano (6), —
Aun no lo había bien (7) dicho, — cuando ya le había pesado.
Fuese para (8) doña María, — de esta suerte le ha hablado:
— Prendelda, mis caballeros, — ponédmela á buen recado (9)^
que yo le daré tal castigo— que á todos sea sonado. —
En cárceles muy escuras— allí la había aprisionado (10);
él mismo le da á comer,— él mismo con la (11) su mano:
no se fia de ninguno— sino de un paje que ha criado (12). ■
(Canc. de Rom. s. a.,f. fol. i66. — Canc. de Ram., 1550, fo . 173.—
Siíva de 1550., 1. 1, f. 89. — Timoneda, Rosa española.J
66.
(Del rey don Pedro el Cruel de Castilla.— IL)
Romaiiee del rey don Pedro»
Por los campos de Jerez — á caza va el rey don Pedro;
allegóse á una laguna,— allí quiso ver un vuelo.
(1) «Echósela.» Timoneda.
(2) «Los aullidos.» Timoneda.
(3) «Atruenan.» Timoneda.
(4) «En oirlo dijo el rey.» Tim.
(5) «Allí habló una sefiora-" Ti-
moneda.
(6) <Á vuestro hermano.» Tim.
(T) «Aun no se lo hubo.» Tim.
(8) Fuérase á.- Timoneda.
(9) «Recaudo » 5¿íw.— Tim.
(10) «Emprisionado.» Timoneda»
(11) «Todo pasa por.* Timooeda.
(12) «Paje preciado. ^'IHmonedm.-
ROMANCES HISTÓRICOS 127
Vio salir de ella una garza, — remontóle un sacre nuevo;
echóle un neblí preciado,-^degollado se le ha luego;
á sus pies cayó el neblí,— túvolo por mal agüero.
Sube la garza muy alta, — parece entrar en el cielo.
De hacia Medina Sidonia— vio venir un bulto negro:
cuanto más se le allegaba,— poniéndole va más miedo.
Salió del un pastorcico, — llorando viene y gimiendo,
con un bastón en sus manos, — los ojos en tierra puestos»
sin bonete su cabeza, — ^todo vestido de duelo,
descalzo, lleno de espinas. — De trailla trae un perro,
aullidos daba muy tristes, — concertados con su duelo;
sus cabellos va mesando, — la su cara va rompiendo;
el duelo hace tan triste, — que al rey hace poner miedo,
Á voces dice:— Castilla,— Castilla, perderte has cedo,
que en tí se verte la sangre — de tus nobles caballeros;
mátaslos contra justicia, — reclaman á Dios del cielo. —
Los gritos daba muy altos, — todos se espantan de vello.
Su cara lleva de sangre; — allegóse al rey don Pedro;
dijo: — Rey, lo que te digo, — sin duda te verná presto:
serás muy acalumniado, — y serás por armas muerto.
Quieres mal á doña Blanca, — á Dios ensañas por ello;
perderás por ello el reino. — Si quieres volver con ella,
darte ha Dios un heredero. — El rey fué mucho turbado,
mandó el pastor fuese preso;— mandó hacer gran pesquisa
si la reina fuera en esto.— El pastor se les soltara,
nadie sabe qué se ha hecho. — Mandó matar á la reina
ese dia á un caballero,— pareciéndole acababa
con su muerte el mal agüero.
(Silva de 1550, t. II, f. 78.)
128
LÍRICOS CASTELLANOS
66 a.
(Del rey don Pedro el Cruel de Castilla. — III.)
CAl mismo asunto.^
Romance del rey don Pedro el Cruel.
Por los campos de Jerez— á caza va el rey don Pedro:
en llegando á (1) una laguna, — allí quiso ver un vuelo (2).
Vido volar una garza,— desparóle un sacre nuevo,
remontárale un neblí, — á sus pies cayera muerto.
A sus pies cayó el neblí, — túvolo por mal agüero.
Tanto volaba la garza, — parece llegar (3) al cielo.
Por donde la garza sube — vio bajar un bulto negro;
mientras mas se acerca el bulto, — más temor le va poniendo:
con el abajarse tanto (4), — parece llegar al suelo
delante de su caballo— á cinco pasos de trecho:
del salió (5) un pastorcico,— sale llorando y gimiendo,
la cabeza desgreñada (6), — revuelto trae el cabello,
-con los pies llenos de abrojos — y el cuerpo lleno de vello;
en su mano una culebra — y en la otra un puñal sangriento;
en el hombro una mortaja,— una calavera al cuello:
á su lado de trailla — traia un perro negro:
los aullidos que daba — á todos ponian gran miedo,
y á grandes voces decia: — Morirás, el rey don Pedro,
<iue mataste sin justicia — los mejores de tu reino:
mataste tu propio hermano — el Maestre, sin consejo (7),
y desterraste á tu madre:— á Dios darás cuenta de ello.
Tienes presa á doña Blanca,— enojaste á Dios por ello,
(1) «Al pasar de.> Pl. s.
(2) <^Qniso ver Tolar un vuelo.»
Pl.s.
(3) -Subir." Pl. s.
(4) «Tanto se abajaba el bulto,»
Pl.s.
(5) «Saliera.» Pl.s.
(6) « La cabeza sin capenua. •
Pl.s.
GT) Este y el verso que le ante-
cede, fiíltan en el plieco aieUo.
ROMAKGBS HISTÓRICOS 429
que si tornas á quererla (1)— darte ha Dios un heredero,
y si no, por cierto sepas (2) — ^te vendrá desmán por ello;
«eran malas las tus hijas— por tu culpa y mal gobierno,
y tu hermano don Henrique— te habrá de heredar el reino:
morirás á puñaladas: — tu casa será el infierno. —
Todo esto recontado, — despareció el bulto negro (3).
(Timoneda, Rasa española. Aquí comienzan seys romances. El
primero del rey don Pedro, etc. Pliego suelto del siglo XVI.)
67.
(Del rey don Pedro el Cruel. — ^IV.)
Bomaiice que dice: ^Entre la frente se dice:,.
Entre la gente se dice,— y no por cosa sabida,
•que del honrado Maestre — don Fadrique de Castilla,
hermano del ley don Pedro— que por nombre el Cruel habia,
«stá la reina preñada; — otros dicen que paria.
Entre los unos secreto, — entre otros se publica;
no se sabe por más cierto— de que el vulgo lo decia.
El rey don Pedro está lejos, — y de esto nada sabia:
•que si de esto algo supiera, — bien castigado lo habría.
La reina, de muy turbada, — no sabe lo que haría
é, la disfamia tan fuerte — que su casa padescia,
llamando á un secretario —que el Maestre bien queria;
Alonso Pérez se llama, — este es su nombre de pila;
desque lo tuvo delante, — estas palabras decia:
— Ven acá tú, Alonso Pérez, — dime verdad por mi vida:
^ué es del honrado Maestre? — ¿qué es dól, que no parecía?
— A caza es ido, señora, — con toda su montería.
(3) Los dos últimos Tersos faltan
en el pliego suelto.
(1) • T si tomares con ellos- *
P1.8.
12} «Sepas por cierto.» Pl s.
Tomo VII 15
430 LÍRICOS CASTELLANOS
— Dime, ¿qué te paxesce— de lo que del se decía?
Quejosa estoy del Maestre — con gran razón que tenia^
por ser de sangre real, — y hacer tal villanía,
que dentro en mis palacios— una doncella paria,
de todas las de mi casa — á quien yo muy más quería;
mi hermana era de leche, — que negar no la podia.
Á la ánima me llegara, — si en el reino se sabia. —
Alonso Pérez responde, — bien oiréis lo que decia:
— Darme el nacido, señora,— que yo me lo criarla. —
Luego lo mandara dar — envuelto en una faldilla
amarilla y encarnada, — que guarnición no tenia.
Allá le lleva á criar— dentro del Andalucía,
á un lugar muy nombrado — que Llerena (1) se decia.
Á una ama le ha encargado;— hermosa es á maravilla,
Paloma tiene por nombre, — según se dice por la villa;
hija es de un tornadizo — y de una linda judia.
Mientra se cria el infante — sábelo doña María;
aquella falsa traidora — que los reinos revolvía.
No estaba bien informada — cuando al rey se lo escrebia:
— Yo, tu leal «ervidora, — doña María de Padilla,
que no te hice traición, — ni consentir la quería,
para que sepas, soy cierta — de aquesto te avisaría;
quién te la hace, señor,— declarar no se sufría,
hasta que venga á tiempo — que de mí á tí se diria.
No me alargo más, señor, — en aquesta letra mia. —
El rey, vista la presente, — que escribe doña María,
entró en consejo de aquesto— un lunes ¡qué fuerte dia! (2)
dejando por sustituto — en el cargo que tenia
en Tarifa la nombrada— los que aquí se nombrarían:
á don Fadrique de Acuña, — que es hombre de gran valla,
(1) En la Silva este nombre está ! aciago dia». por ejemplo en el nv-
desfigurado así: «El arena.» El lu- ' manee del daque de Gandía:
gar de Llerena era propiedad de la | Un lunes, en fuerte dia;
orden de Santiago.
(2) Lunes es nombrado en los ro-
mances muchas veces «Fuerte ó
en el romance de la reina Elena:
lunes era? caballeros,
lunes fuerte y aciago.
ROMANCES BISTÓBIGOS I3f
porque era- sabio en la guerra — y en campo muy bien regia,
y á otro, su primo hermano-^don Garcia de Padilla,
y al buen Tello de Guzman,— que el rey criado habla,
el cual nombraban su ayo, — ^y él por tal le obedecía.
Un miércoles en la tarde— el rey tomaba la ria
con Garcia López Osorio, — de quien svlb secretos fia.
Llegado han aquella noche — á las puertas de Sevilla;
las puertas, halló cerradas, — no sabe por do entrariiE^
sino por un muladar — que cabe el muro yacia.
El rey arrima el caballo,— subióse sobre la silla,
asido se ha de una almena, — en la ciudad se metia.
Fuese para sus palacios, — donde posarse solía:
ansí llamaba á la puerta— como si fuera de día.
Las. guardas están velando, — muy muchas piedras le tirant
herido han al rey don Pedro — de una mala herida.
Garci-Lopez les da voces, — que estas palabras decía:
— Tate, tate, que es el rey — este que llegado habia. —
Entonces bajan las guardas— por ver si verdad seria.
Abierto le han las puertas, — para su aposento aguija.
Tres días está secreto, — que no sale por la villa;
otro día escribió cartas: — á Cáliz aquesa villa,
al Maestre su hermano, — en las cuales le decía
que viniese á los torneos— que en Sevilla se hacían.
CSilva de 1550, t. II, fol. 56.)
67 a.
(Del rey don Podro el Cruel. — V.)
I
t
(Al mismo <utinta.J
Entre las gentes se suena,— y no por cosa sabida,
que de ese buen Maestre — don Fadrique de Castilla
la reina estaba preñada; — otros dicen que parida.
432 LÍBICOS CASTELLANOS
No se sabe por de cierto, — mas el vulgo lo decía:
ellos piensan que es secreto, — ya esto no se escondía.
La reina con su... — por Alonso Pérez envía,
mandóle que viniese— de noche y no de día:
secretario es del Maestre, — en quien fiarse podía.
Cuando lo tuvo delante, — de esta manera decía:
— ¿Adonde está el Maestre?— ¿Qué es del que no parescía?
¡Para ser de sangre real, — hecho ha gran villanía!
Ha deshonrado mi casa, — y dícese por Sevilla
que una de mis doncellas— del Maestre está parida.
— El Maestre, mi sefiora, — tiene cercada á Coimbra,
y si vuestra Alteza manda, — yo luego lo llamaría;
y sepa vuestra Alteza — que el Maestre no se escondía:
lo que vuestra Alteza dice, — debe ser muy gran mentira.
— No lo es, dijo la reina, — que yo te lo mostraría. —
Mandara sacar un niño —que en su palacio tenia:
sacólo su camarera— envuelto en una faldilla.
— Mira, mira, Alonso Pérez,— el niño, ¿á quién páresela?
— Al Maestre, mi señora, — Alonso Pérez decia (1).
— Pues daldo luego á criar, —y á nadie esto se diga. —
Sálese Alonso Pérez, — ya se sale de Sevilla;
muy triste queda la reina,— que consuelo no tenia;
llorando de los sus ojos, — de la su boca decía:
— Yo, desventurada reina, — más que cuantas son nascidas,
casáronme con el rey — por la desventura mía.
De la noche de la boda — nunca más visto lo había,
y su hermano el Maestre— me ha tenido en compañía.
Si esto ha pasado,— toda la culpa era mía.
Si el rey don Pedro lo sabe,— de ambos se vengarla;
mucho más de mí, la reina, — por la mala suerte mía. —
Ya llegaba Alonso Pérez— á Llerena, aquesa villa:
puso el infante á criar — en poder de una judía;
criada fué del Maestre, — Paloma por nombre habia;
(1) Este verso ha intercalado el señor Darán para el sentido, y poiqiM
falta en el original.
ROMANCES HISTÓRICOS
433
y como el rey don Enrique — reinase luego en Castilla,
tomara aquel infante — y» almirante lo hacia:
hijo era de su hermano, — como el romance decia.
(Códice de la segunda mitad del siglo xvi, en el Romancer»
del Sr. Duran) (i).
(1) Ya Qaribay ^Compendio his-
tonal, Anvers, 1571, tomo II, li-
bro 14, cap- 29) dice con respecto á
la tradición muy notable en que se
fundan estos romances: «Algunas
canciones de este tiempo, conserva-
das hasta agora en memoria de las
gentes, quieren aliviar la culpa de
que el rey don Pedro cargan, en el
odio que tomó k la reina, dando á
entender haberla aborrecido por-
que se hizo preñada de don Fadri*
que.*
Que había existido aún una ter-
cera versión de este romance, prue-
ban las citas de Ortiz y Zúfiiga,
quien dice en su Discurso genealó'
gico de loa Ortizes de Sevüla (Cá-
diz, 1670, fols. 15 y 16), hablando de
"Alonso Ortiz, camerero del Maes-
tre á quien hace representar el
mismo papel de su confidente y de
la reina, en lugar del secretario
Alonso Pérez de nuestros roman-
ces, y refiriéndose á un romance:
•Introduce el romance (que jus-
tamente se excusa poner entero, ha-
llárase en Romaceros antiguos, es-
pecialmente en uno que se impri-
mió en Sevilla el afío de 1573, íque
nos es ahora desconocido]), hablan-
do á un real dama:
Á un criado del Maestre,
que Alonso Ortiz se decia,
sn camerero y privado,
noble, de gran fiaduría.
'... Prosigue (el romance) que ify
reír» ) le ejitregó el niflo, disimu-
lando ser suyo, y que él, llevándole
á Llerena, lo dejó á criar en ella»
por este estilo:
Llegado habia Alonso Ortiz
á Llerena, aquesa villa,
dejara al niflo á criar
en poder de una judia,
vasalla era del Maestre,
y Paloma se decía-»
T el principio de este romance
cita el mismo Ortiz en sus Anales
de Sevilla (Madrid, 3795 y 1796,
tomo It, pág. 305), donde dice, ha-
blando otra vez de aquel camarero
Alonso Ortiz:
«uno de los romances que men-
cioné en el Discurso de mi familia
de Ortiz, de que era el camarero>
\ comienza:
Entre las gentes se dice,
mas no por cosa sabida,
que la reina doña Blanca
del Maestre está parida-
»Asi se cantaba más ha de ciento
y cincuenta años (la primera edi-
ción de sus Anales vio la luz publi-
ca en el año de 1677) en públicos ro-
mances que corren impresos, cuan-
do aun la modestia recateaba vul-
garizar el secreto en desdoro de la
opinión de la reina doña Kanea.>—
Obsérvese, que aun la versión cita-
da por Ortiz, aunque difiere esen-
cialmente de nuestros textos, tiene
la misma asonancia (en i-a), lo que
hace suponer un manantial común
á todas estas versiones.
434 LÍRICOS CASTELLANOS
68.
(Del rey don Pedro el Cruel. — VI.)
Romance de doña Blanca de Borbon (1).
Doña María de Padilla,— no os mostredes triste, no:
si me descasé dos veces, — hícelo por vuestro amor,
y por hacer menosprecio — de (2) doña Blanca de Borbon:
á Medina Sidonia envío (3)— que me labren un pendón;
será de color de sangre, — de lágrimas su labor:
tal pendón, doña María, — se hace por vuestro amor. —
Llamara (4) Alonso Ortiz, — que es un honrado varón,
para que fuese á Medina — á dar ñn á la labor.
Respondió (6) Alonso Ortiz:— Eso, señor, no haré yo,
que quien mata á su señora — es aleve á su señor. —
El rey no le respondiera (6); —en su cámara se entró:
enviara por dos (7) maceres, — los cuales él escogió.
Estos fueron á la reina, — halláronla en oración;
la reina como los viera (8), — casi muerta se cayó;
mas después que en sí tomara'(9), — esforzada (10) les habló:
— Ya sé á qué venís, amigos,— que mi alma lo sintió;
aqueso (11) que está ordenado — no se puede excusar, no.
lOh (12) Castilla! ¿Qué te hice?— No por cierto traición.
lOh Francia, mi dulce tierral — ¡Oh mi casa de Borbonl
Hoy cumplo dieciseis años, — á los diecisiete (13) muero yo.
El rey no me ha conocido,— con las vírgenes me vo (14).
(1) <= De cómo hizo matar don
Pedro á doña Blanca de Borbon-»
Tímoneda.
(2) «Á.»Timoneda.
(3) 'Envió luego á Sidonia. ' Ti-
moneda.
(4) <■ Fué á llamar á. » Tímoneda.
(5) 'Respondiera.» Tímoneda
(6) El rey no le dijo nada. Ti- i (14) Vo>. Tímoneda.
moneda-
(7) ' Enviara dos. > Tímoneda-
(S) < Vido- > Timoneda-
(9) Mas después en si tomada. •
Tímoneda-
(lOj ' Con esfuerzo.» Timoneda-
íll) Y pues lo- • Tímoneda.
(12) «Di.- Tímoneda.
( i3) Á los cuales- > Tímoneda-
ROMANCES HISTÓRICOS 135
Dofía María de Padilla,— esto te párdono (1) yo;
por quitarte de cuidado — lo hace el rey mi señor. —
Los maceros le dan priesa, — ella pide confesión;
perdonáralos á ellos, — y puesta en su oración (2),
<lanle golpes con las mazas, — y ansí la triste murió.
(Suva de X550, t. II, fol. 46. — Timoneda, Rosa es^añola.J
68 a.
(Del rey don Pedro el Oruel.— Vn.)
í
(Al mitmo (uunto.J
De la mnerée de la reina Blanca.
Doña María de Padilla, — no os me mostráis triste vos,
«que si me casé dos veces, — hicelo por vuestra pro,
y por hacer menosprecio— á dofía Blanca de Borbon.
A Medina Sidonia envío— á que me labre un pendón:
será el color de su sangre, — de lágrimas la labor.
Tal pendón, dofía María, — le haré hacer por vos.
Y llamara á Iñigo Ortiz, — un excelente varón:
•díjole fuese á Medina — á dar fin á tal labor.
Respondiera Iñigo Ortiz: — Aqueso no faré yo,
que quien mata á su señora— hace aleve á su sefior. —
£1 rey, de aquesto enojado, — á su cámara se entró,
y á un ballestero de maza — el rey entregar mandó.
Aqueste vino á la reina — y hallóla en oración.
Cuando vido al ballestero, — la su triste muerte vio.
Aquél le dijo: — Señora, — el rey acá me envió
á que ordenéis vuestra alma ~* con aquél que la crió,
que vuestra hora es llegada, — no puedo alargalla yo.
—: Amigo, dijo la reina, — mi muerte os perdono yo;
<1) «Perdono» Timoneda. I (2) «Bnoontemplaoióii.» Tim.
436
líricos castellanos
si el rey mi señor lo manda, — hágase lo que ordenó.
Confesión no se me niegue, — sino pido á Dios perdón. —
Sus lágrimas y gemidos— al macero enterneció;
con la voz flaca, temblando, — esto á decir comenzó:
— iOh Francia, mi noble tierra!— ¡Oh mi sangre de Borbonf
Hoy cumplo decisiete años, — en los deciocho voy:
el rey no me ha conocido,— con las vírgenes me voy.
Castilla, di ¿qué te hice? — No te hice traición.
Las coronas que me diste — de sangre y sospiros son;
mas otra temé en el cielo — que será de más valor. —
Y dichas estas palabras, — el macero la hirió:
los sesos de su cabeza— por la sala los sembró.
(Canc. de Rom,^ x5So, fol. X75.)
69.
(Del rey don Pedro el Crael. — VIII.)
Romance de don García de Padilla (1).
Don García de Padilla,— ese que Dios perdonase,
tomara al rey por la mano — y apartóle en puridad:
— Un castillo hay en Consuegra — que en el mundo no hay Bit
mejor es para vos, rey,— que lo sabréis sustentar. [par»
No sufráis más que le tenga — ese prior de Sant Joan:
convidésdele, buen rey, — convidésdele á yantar.
La comida que le diéredes, — como dio el Toro á don Joan (2X
(1) Don Diego Qarcía de Padilla,
Maestre de Calatrava. hermano de
dofia María de Padilla.
(2) Don Ghurcia alude en el con-
sejo que da aquí al rey don Pedro,
su cufiado, á la muerte del infante
don Juan el Tuerto, á quien el pa-
dre de don Pedro, el rey don Alon-
so XI, hubo conridado á comer á
Toro, y allí le hizo matar, notícioao-
de que dicho don Juan trataba de
ganar contra él á los reyes de An^
gón y Portugal, y en seguida de ote
singular justicia apoderóse el ngr
don Alonso de las villas y castillo»
de don Juan (véase la Hittona gñ'
neral de España por don Modesilo
Lafuente, tomo VI, pág. 472.)
ROMANCES HISTÓRICOS 437
que le cortéis la cabeza — sin ninguna piedad:
desque se la hayáis cortado, — en tenencia me lo dad. —
Ellos en aquesto estando,— el prior llegado ha.
— Mantenga Dios á tu Alteza — y á tu corona real.
— Bien vengáis, el buen prior, — digádesme la verdad:
¿el castillo de Consuegra — sepamos por quién está?
— El castillo con la villa,— señor, á vuestro mandar.
— Pues convidóos, el prior, — para cotmiigo yantar.
— Pláceme, dijo, buen rey,— de muy buena voluntad:
déme licencia tu Alteza, — licencia me quiera dar:
monjes nuevos son venidos, — irélos á aposentar.
— Vais con Dios, Hernán Rodrigo, — luego vos queráis tor^
Vase para la cocina,— do su cocinero está, [nar. —
así hablaba con él, — como si fuera su igual:
— Tomes estos mis vestidos, — los tuyos me quieras dar,
y á hora de media noche— salirte has á pasear. —
Vase á la caballeriza — do su macho fuera á hallar.
— ¡Macho rucio, macho rucio, — Dios te me quiera guardar!
Ya de dos me has escapado, — con aquesta tres serán;
si de aquesta tú me escapas, — luego te entiendo ahorrar. —
Presto le echaba la silla, — comienza de cabalgar;
en allegando á Azoguejo,— comenzó el macho á roznar.
Media noche era por filo (1), — los gallos querían cantar,
cuando entraba por Toledo, — por Toledo, esa ciudad:
antes que el gallo cantase— á Consuegra fué á llegar.
Halló las guardas velando, — comiénzales de hablar:
— Digádesme, veladores,— digádesme la verdad:
¿el castillo de Consuegra — si sabéis por quién está?
— El castillo con la villa — por el prior de Sant Joan.
—Pues abrid luego las puertas; catalde aquí donde está. —
La guarda desque lo oyó— abriólas de par en par.
— Tomases allá ese macho,— del muy bien quieras curar:
dójesme la vela á mí, — que yo la quiero velar.
(1) Con este verso y el siguiente comienza el célebre romance del
conde ClaroB>
4 38 LÍRICOS CASTELLANOS
3 Vela, vela, veladores, — así mala rabia os matel
Que quien á buen señor sirve, — este gualardon le dan. —
£1 prior estando en esto — el rey que llegado ha,
halló las guardas velando, — comenzóles de hablar:
— Decidme, los veladores, — que Dios os guarde de mal,
¿el castillo de Consuegra — por quién se tiene ó se está?
— El castillo con la villa — por el prior de Sant Joan.
— Pues abrid luego las puertas,— que veislo aquí donde está.
— Afuera, afuera, buen rey, — que el prior llegado ha.
— ¡Macho rucio, dijo el rey, — muermo te quiera matm!
Siete caballos me has muerto, — y con este ocho serán.
Ábreme tú, buen prior, — allá me dejes entrar:
por mi corona te juro — de no hacerte ningún mal.
— Hacerlo vos, el buey r«íy, — agora en mi mano está. —
Mandárale abrir la puerta,— dióle muy bien á cenar.
(Timoneda, Rosa gs/añola.J
69 a.
(Del rey don Pedro el Cruel. — IX.)
CAl mismo tuunto.J
Romance del prior de Sant Jaan.
Don Rodrigo de Padilla,— aquel que Dios perdonase,
tomara al rey por la mano — y apartólo en puridad: [tal:
— Un castillo está en Consuegra — que en el mundo no lo hay
más vale para vos, el rey, — que para el prior de Sant Joan.
Convidédesle, el buen rey,— convidódesle á cenar,
la cena que vos le diésedes— fuese como en Toro á don Juan,
que le cortes ki cabeza— sin ninguna piedad:
desque se la hayáis cortado, — en tenencia me la dad. —
Ellos en aquesto estando, — el prior llegado ha.
— Mantenga Dios á tu Alteza,— y á tu corona reaL
— Bien vengáis vos, el prior,— el buen prior de Sant Juan.
ROMANCES HISTÓRICOS 439
Digádesme, el prior,— digádesme la verdad:
¿el castillo de Consuegra, — digades, por quién está?
— El castillo con la villa — está todo á tu mandar.
— Pues convidóos, el prior, — para conmigo á cenar.
— Pláceme, dijo el prior,— de muy buena voluntad.
Déme licencia tu Alteza, — licencia me quiera dar,
mensajeros nuevos tengo,— irlos quiero aposentar.
— Vais con Dios, el buen prior,— luego vos queráis tornar.-
Vase para la cocina, — donde el cocinero está:
así hablaba con él — como si fuera su igual:
— ^Tomedes estos mis vestilos, — los tuyos me quieras dar;
ya después de medio día — saliéseste á pasear. —
Vase á la caballeriza — donde el macho suele estar, .
-^De tres me has escapado,— con esta cuatro serán,
y si de esta me escapas, — de oro te haré herrar. —
Presto le echó la silla, — comienza de caminar.
Media noche era por filo, — los gallos quieren cantar
cuando entra por Toledo, —por Toledo, esa ciudad.
Antes que el gallo cantase — á Consuegra fué á llegar.
Halló las guardas velando, — empiézales de hablar:
-^Digádesme, veladores, — digádesme la verdad:
¿el castillo de Consuegra, — digades, por quién está?
— El castillo con la villa — por el prior Sant Juan.
— Pues abrádesme las puertas, — catalde aquí donde está.-
La guarda desque lo vido — abriólas de par en par.
— Tomódesme allá este macho, -y del me queráis curar:
dejadme á mí la vela,— porque yo quiero velar.
¡Vela, vela, veladores,— que rabia os quiera matar!
que quien á buen señor sirve, — este galardón le dan. —
Y él estando en aquesto — el buen rey llegado ha:
halló á los guardas velando, — comiénzales de hablar:
— Digádesme, veladores,— que Dios os quiera guardar:
¿el castillo de Consuegra,— digades, por quién está?
— El castillo con la villa, — por el prior de Sant Juan.
— Pues abrádesme las puertas; — catalde aquí donde está.
— Afuera, afuera, el buen rey,— que el prior llegado ha.
HO LÍRICOS CASTELLANOS
— jMacho rucio, macho rucio, — muermo te quiera matar!
isiete caballos me cuestas, — y con este ocho seránl
Abridme, el buen prior,— allá me dejéis entrar;
por mi corona te juro—de nunca te hacer mal,
— Harélo, eso, el buey rey, — que ahora en mi mano está.
(Silva de 1550, t. II, fol. 94.)
70.
Romaiice del daqne de Arjona.
En Arjona estaba el duque, — y el buey rey en Gibraltar;
envióle un mensajero — que le hubiese á hablar.
Malaventurado duque,— vino luego sin tardar;
jornada de quince días — en ocho la fuera á andar.
Hallaba las mesas puestas — y aparejado el yantar.
Desque hubieron comido — vanse á un jardín á holgar.
Andándose paseando, — el rey comenzó á hablar:
— De vos, el duque de Arjona, — grandes querellas me dan;
que forzades las mujeres— casadas y por casar;
que les bebiades el vino, — y les comiades el pan;
que les tomáis la cebada, - sin se la querer pagar. —
— Quien os lo dijo, buen rey, — no vos dijo la verdad.
— Llámenme mi camarero— de mi cámara real,
que me trajese unas cartas, — que en mi barjuleta están.
Védeslas aquí, el duque, — no me lo podéis negar.
Preso, preso, caballeros, — preso de aquí lo llevad:
entregaldo al de Mendoza,— ese mi alcalde el leal.
{Canc. de Rom., X550, fol. 387) (x).
(1) Véanse las Obras del Mar- \ los Beyes Católicos, hace-menddn
qnés de Santillana, publicadas por de este romance^ cual de C08a ya co-
don José Amador de los Ríos; Ma- rriente y valgar, en su composición*
drid, 1852, pá^'- 642, donde dice el inserta en el Canc gen.f que dicet
erudito editor que Carlos de Gui- "Bien publican vuestras coplas.'
yara« quien floreció en el reinado de '.
ROMANCES HÍSTÓaiGOS
ni
71.
ROMANCES FRONTERIZOS
ó DE LAS GUERRAS Y BATALLAS ENTRE LOS CRISTIANOS
Y LOS MOROS Y MORISCOS DE LAS FRONTERAS,
DESDE LA ÉPOCA DEL REY DON JUAN II DE CASTILLA
HASTA LA DE FELIPE II
(Bomance fronterizo. — L)
Romaiice del asalto de Baeza (1).
Moricos, los mis moricos, — los que ganáis mi soldada,
derribédesme á Baeza,— esa villa torreada,
y á los viejos y á los niños — los traed en cabalgada,
y á los mozos y varones — los meted todos á espada,
y á ese viejo Pero Diaz— prendédmelo por la barba,
y aqaesa linda Leonor— será la mi enamorada.
Id vos, capitán Vanegas, — porque venga más honrada,
que si vos sois mandadero, — será cierta la jornada.
(Argote de Molina, Nobleza de Andalucía.)
(1) Mahomad, rey de Granada,
sitió en el mes de agosto del año
de 1407 la ciudad de Baeza, defen-
dida por los caballeros Don Pero
Diaz de Quesada y Garci González
Yaldés.
« 81 autor de este romance— dice
Lafnente Alcántara (Historia de
Grafiada, Tomo ILI- pág.34)» poste-
rior al suceso—, incurre en un ana-
cronismo : los moros Venegas de
Granada eran de linaje de cristia-
nos, hijos de un caballero de la casa
de Luque, cautivado después.»
El i-omance refiere el suceso en
forma de arenga del rey de Grana-
da á sus soldados.
442 LÍRICOS CASTELLANOS
71 a.
(Romance fronterizo. — II.)
(^Al mismo asuntcj
Moricos, ios mis moricos, — los que ganáis mi soldada,
derribédesme á Baeza, — esa ciudad torreada,
y ios viejos y las viejas— los meted todos á espada,
y los mozos y las mozas — los trae en la cabalgada (1),
y la hija de Pero Diaz (2)— para ser mi enamorada,
y á su hermana Leonor, — de quien sea acompañada.
Id vos, capitán Vanegas, — porque venga más honrada,
porque enviándoos á vos, — no recelo en la tomada,
que recibiréis afrenta — ni cosa desaguisada. —
(Canc. de Rom. s. a., fol. 185. — Canc.de Rom. s. a., fol. 19^
Silva de 1550, t. I, fol. 108.)
72.
(Bomance fronterizo.— III.)
De la salida del rey Chico de Granada
Y de Rednan para recobrar á Jaén (3).
— Keduan, bien se te acuerda — que me diste la palabra
que me darlas á Jaén — en una noche ganada.
Reduan, si tú lo cumples, — daróte paga doblada,
y si tú no lo cumplieres, — desterrarte he de Granada;
(1) « Traadlos en cabalgada . > ! cerco de Jaén Rednan, el más intré-
Silva. I pido de los candilloB granadinos.
(2) «Días.» Canc. de Rom. B. &.^ I (Véase la Historia de Oranadm,
y 1550. . por Lafnente Alcántara, tomo IIL
(3) Salieron en el mes de Octubre ' páginas 38 y 89 )
del año de 1407, y murió en este I
ROMANCES HISTÓ ateos
U3
echarte he en una frontera — do ño goces de tu dama. — ^
Reduan le respondía — sin demudarse la cara:
— Si lo dije no me acuerdo, — mas cumpliré mi palabra. —
Reduan pide mil hombres, — el rey cinco mil le daba.
Por esa puerta de Elvira — sale muy gran cabalgada.
¡Cuánto del hidalgo morol— {Cuánta de la yegua bayal
jCuánta de la lanza en pnñol— ¡Cuánta de la adarga blancat
¡Cuánta de marlota verde! — ¡Cuánta aljuba de escarlata!
¡Cuánta pluma y gentileza!— ¡Cuánto capellar de grana!
¡Cuánto bayo borceguí!— ¡Cuánto lazo que le esmalta!
¡Cuánta de la espuela de oro! — ¡Cuánta estribera de platal
Toda es gente valerosa— y experta para batalla:
en medio de todos ellos — va el rey Chico de Granada.
Míranlo las damas moras—de las torres del Alhambra.
La reina mora, su madre, — de esta manera le habla:
— Alá te guarde, mi hijo, — Mahoma vaya en tu guarda,
y te vuelva de Jaén — libre, sano y con ventaja,
y te dé paz con tu tio,— señor de Guadix y Baza.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc.) (x).
73,
(Romance fronterizo. — IV.)
De Fernandarias (2).
— ¡Buen alcaide de Cañete,— mal consejo habéis tomado
en correr á Setenil,— hecho se habia voluntario!
(1) Por esta jomada— dice Hi-
ta— , que hizo el rey Chico á Jaén,
ee compuso aquel anticuo romance.
(2) J^espués del asalto malogrado
de Antequera, en el 27 de mayo del
afio de 1410, el in&nte don Fernán,
do. para distraer sus soldados y ocu-
parlos en acopiar víveres, los dejó
hacer correrías por los contomos.
Algunas de ellas se hicieron con
éxito. No tuvo igual fortuna la del
joven Hernando de Sayavedra, al-
caide de Cañete; sorprendido en ios
merodeos por el Qobemador de Se*^
tenil, fué muerto de un bote de
lanza. (Véase la J7útona áA Oror
nada, por Lafuente Alcántara, to-
mo III, pág. 67.)
444 LÍRICOS CASTELLANOS
jHarto hace el caballero — que guarda lo enoomendadol
Fensastes correr seguro^— y celada os han armado.
Hernandarias Sayavedra, — vuestro padre, os ha vengado;
ca cuerda correr á Ronda,— y á los suyos va hablando:
— El mi hijo Hernandarias — muy mala cuenta me ha dado;
encomendóle á Gafiete, — él muerto fuera en el campo.
Nunca quiso mi consejo, — siempre fué mozo liviano,
que por alancear un moro — perdiera cualquier estado.
Siempre esperé su muerte — en verle tan voluntario.
Mas hoy los moros de Ronda— conocerán que le amo,
A Gonzalo de Aguilar— en celada le han dejado.
Viniendo á vista de Ronda,— los moros salen al campo.
Hernandarias dio una vuelta— con ardid muy concertado,
y Gonzalo de Aguilar— sale á ellos denodado,
blandeando la su lanza— iba diciendo:— ¡Santiago,
é. ellos, que no son nada, — hoy venguemos á Fernandol —
Murió alli Juan Delgadillo - con hartos buenos cristianos;
mas por las puertas de Ronda — los moros iban entrando:
veinte y cinco traia presos, — trescientos moros mataron;
mas el viejo Hernandarias — no se tuvo por vengado.
(Aquí se contienen cinco romances y unas canciones muy gra-
ciosas. £1 primero es: «Angustiada está la reina», etc. — Plie-
go suelto del siglo xvi.)
73 a.
(Romance fronterizo. — V.)
f'Al mismo asunto.)
Romaiice de la venganza de FernandarkMu
—¡Buen alcaide de Cañete, — mal consejo habéis tomado
en correr á Setenil, — hecho asaz bien excusadol
jHarto hace el caballero— que guarda lo encomendado,
ROMANCES HISTÓRICOS . 445
y muere en la fortaleza —donde lo han jaramentado!
Siempre lo tuvistes, hijo,— de ser en ardid sobrado,
sin mirar inconvenientes, — sino ver moros en campo.
Mas antes de veinte dias — yo seré muerto ó vengado
entre esos moros de Ronda^que me han amenazado. —
En aquesto Fernandarias— fué al infante don Fernando;
gente de á pié le ha pedido,— junto con la de á caballo.
A Pero Guzman Merino — y á su copero le ha dado,
y á Gonzalo de Aguilár, — un muy valiente bastardo,
junto con Juan Delgadillo, — su maestre-sala y privado.
Entrada hacen en Ronda; — Cañete quedó á recado.
En bosques cabe la vega— gente de armas se ha emboscado:
con ella Juan Delgadillo, — caballero muy preciado,
Femandarias Sayavedra— cerca de Ronda ha llegado;
«alen á él muchos moros, — con orden se ha retirado;
haciendo rostro ha venido — al bosque, disimulado,
donde estaba la celada — que á los moros ha cercado.
Á los primeros encuentros — ^muchos quedan en el campo,
entre ellos Juan Delgadillo, — con más catorce hijosdalgo:
mas á la fin Sayavedra— de ellos fué muy bien vengado,
que rotos fueron los moros; — pocos se han escapado.
Con honra y gran cabalgada — á Cañete se ha tornado.
(Sepülveda, Romances nuevos sacados, etc., ed. de 1566.)
74.
(Bomance fronterizo. — VL)
Romanee de Jintequera.
De Antequera partió (1) el moro— tres horas antes del dia»
con cartas en la su mano — en que socorro pedia.
Escritas iban con sangre, — mas no por falta de tinta.
(1) «Salió.» Timoneda.
Tomo VII 16
U6
LÍRICOS CASTELLANOS
El moro que las llevaba— ciento y veinte años había (1);
la barba tenia (2) blanca,— la calva le relucía;
toca llevaba tocada, — muy grande precio valia (3).
La mora que la labrara — ^por su amiga la tenia; -
alhaleme (4) en su cabeza— con borlas de seda fina;
caballero en una yegua, que caballo no quería.
Solo con un pajecico (6) — que le tenga compañía,
no por falta de escuderos, — que en su casa hartos había.
Siete celadas le ponen — de mucha caballería,
mas la yegua era ligera, — de entre todos (6) se salía;
por los campos de Archídona (7) — á grandes voces decía:
— ¡Oh buen rey, si tú supieses— mi triste mensajería,
mesarías tus cabellos — y la tu barba vellida! —
El rey, que venir lo vido, — á recebirlo salía
con trescientos de caballo, — la flor de la morería.
— Bien seas venido, el moro, — buena sea tu venida.
— Alá te mantenga, el rey,— con toda tu compañía, [lia? (8)
— Dime, ¿qué nuevas me traes— de Antequera, esa mi vi-
— Yo te las diré, buen rey, — si tú me otorgas la vida.
— La vida te es otorgada, — si traición en tí no había.
— ¡Nunca Alá lo permetiese — hacer tan gran (9) villaníal
mas sepa tu real (10) Alteza — lo que ya saber debria,
que esa villa de Antequera— en grande aprieto se vía,
que el infante don Femando— cercada te la tenia.
Fuertemente la combate— sin cesar noche ni día;
manjar que tus moros comen, — cueros de vaca cocida:
buen rey, si no la socorres, — muy presto se perdería. —
El rey, cuando aquesto oyera, — de pesar se amortecía;
haciendo gran sentimiento, — muchas lágrimas vertía;
(1) «Tenia.» Timoneda.
(2) «Lilevaba.» Timoneda.
(3) « Que muy gran precio valía. »
Silva. Timoneda.
(4) «Alhareme.» Suva. Tim.
(5) Este verso y los tres que le
siguen, faltan en la Jiom de Tim.
(6) «Todas.» Timoneda.
(7) « Archidonia. > Cañe, de Jiom
8. a., y 15S0.
(8) «Aquesa villa.* Timoneda»
(9) «Hacer yo tal.» Timoneda.
(10) «Gran.» Timoneda.
ROMANCES HISTÓaiGOS
U7
rasgaba sus vestiduras, — con gran dolor que tenia (1),
ninguno le consolaba, — porque no lo permitía;
mas después, en sí tornando (2), — á grandes voces decia:
— Toqúense mis afíafiles, — trompetas de plata fina;
júntense mis caballeros— cuantos en mi reino había,
vayan con mis dos hermanos — á Archidona, esa mi villa,
en socorro de Antequera, — llave de mi señoría.—
Y ansí con este mandado— se juntó gran morería;
ochenta (3) mil peones (4) fueron — el socorro que venia (6),
con cinco mil de caballo, — los mejores que tenia.
Ansí (6) en la Boca del Asna— este (7) real sentado había
á vista del del infante (8), — el cual ya se apercebia,
confiando en la gran Vitoria (9)— que de ellos Dios le daría,
sus gentes bien ordenadas:— de San Juan era aquel día,
cuando se dio la batalla— ^de los nuestros tan herida (ló),
que por ciento y veinte muertos — quince mil moros había.
Después de aquesta batalla (11) — fué la villa combatida
con lombardas (12) y pertrechos, — y con una gran bastida,
con que le ganan las torres — de donde era defendida.
Después dieron el castillo— los moros á pleitesía,
que libres con sus haciendas — el infante los pornia
en la villa de Archidona, — lo cual todo se cumpüa;
y ansí se ganó Antequera— á loor de Santa María (13).
{Canc. iURom. s. a., fol. i8o;— Ca»f. de Rom. 1550, fol. 168.)
Silva de 1550, 1. 1., fol. X03. — ^Timoneda, Rosa española.J
(1) «Sentía.» Silva. Timoneda.
(2j «Después de en sí tomado.*
iStZva— «Mas después en sí toma-
do. > Timoneda.
(8) «Quince.» Timoneda.
(4) «Moros.» Suva.
(5) « Ese socorro que envía ■ » Tim .
(6) «Junto.» Timoneda.
(7) «El.» Timoneda.
(8) «T á vista del infante.» iSK¿-
va."A la vista del infante.» Tim.
(9) «En la vitoría.» Timoneda.
(10) «Refiida.» Timoneda.
Cll) «La batalla ya pasada.» Tim.
(12) «Bombardas.» Timoneda.
(18) «Con esfuerzo y valentía.» Ti-
moneda.
448
LÍRICOS CASTELLANOS
75.
(Bomance fronterizo. — Vn.)
De cómo la nueva conquista de Jinteqnera
llegó al rey moro de drranada y de la eiftea-
ramuza de Alcalá (1).
La mañana de sant Joan — al tiempo (2) que alboreaba,
gran ñesta hacen los moros— por la Vega de Granada.
Revolviendo sus caballos, y jugando de las lanzas (8),
ricos pendones en ellas— broslados (4) x>or sus amadas,
ricas marlotas (5) vestidas — tejidas de oro y grana (6):
el moro que amores tiene — señales de ello mostraba,
y el que no tenia amores (7)— allí no escaramuzaba.
Las damas moras los miran (8) — de las torres del Albambra,
también se los mira (9) el rey — de dentro de la Alcazaba (10).
Dando voces vino un moro— con la cara ensangrentada (11):
— Con tu licencia, el rey, — te diré una nueva mala:
(1) Fué tomada la ciudad de An-
tequera en el mes de Septiembre
del año de 1410 por el infante don
Femando, por eso nombrado el de
Antequera, y vinieron Alkármen,
alcaide moro que fué de Antequera,
y sus heroicos compañeros á Grana-
da, á contar al rey su desgracia. El
rey moro Jusef quiso vengar la pér-
dida de una ciudad tan importante-
Algunos campeadores se presenta-
ron á la vista de Antequera, reco-
braron el castillo de Jebar y pren-
dieron al alcaide Pedro Escobar.
(Véase la Historia de Granada^
por Lafuente Alcántara, tomo, III,
página 77.)
l2) «^Al punto.» Timoneda. Plie-
go suelto.
(3) <^ Jugando iban las cañas. >
Pl. 8.— «Jugando van de las lanzas.*
Timoneda.
(4) o Labrados. > Timoneda. Pl. ■.
(5) <T sus aliubas.» Tim. Pl. 8.
(6) < De sedas finas y grana. >
Pl s.— <l)e seda y oro labradas.»
(7) «T el que amiga no tiene.*
Pl. s.— «Y el que amiga no tenia.»
Timoneda.
(8) <^ Moras los están mirando.*
Timoneda. Pl. s.
(9) «También los miraba-* Tim.
Pl.s-
(10) «De los Alizares do estaba.*
Timoneda. Pl. s.
(11) «Cuando vino un moro riejo
sangrienta toda la cara.
las rodillas por el suelo
de esta manera le habla: >
Tira. Pl. 8.
nOMANGES HISTÓRICOS
449
el (1) infante don Fernando — tiene á Antequera ganada;
muchos moros deja muertos (2), — ^yo soy quien mejor librara;
siete lanzadas yo traigo (3),— el cuerpo todo me pasan (4);
los que conmigo escaparon— en Archidona quedaban. —
Oon la tal nueva el rey — la cara se le demudaba (5): [arma,
manda juntar (6) sus trompetas— que toquen (7) todas al
manda juntar á los suyos (8), — hace muy (9) gran cabalgada,
y á las puertas de Alcalá (10), — que la real se llamaba,
los cristianos y los moros (11) — una escaramuza traban (12).
Los cristianos eran muchos, — mas llevaban orden mala;
los moros, que son de guerra,— dádoles han mala carga (13);
de ellos matan, de ellos prenden,— de ellos toman encelada.
Con la (14) victoria, los moros — van la vuelta de Granada (16),
á grandes voces decian:— ¡La victoria ya es cobradal (16)—
(Silva de 1550, t. ü, fol. 76. Aquí comienzan seis ro-
mances^ el primero es de la mañana de Sant Juan, etc.
Pliego suelto del siglo xvi. — Timoneda, Rosa espa-
ñola.") (17)
(1) «Que ese.» Timoneda. Fl. s.
(2) «Ha muerto allí machos mo-
los. » Timoneda- PI. s.
(3) <T cuatro lanzadas traigo.*
Timoneda- Fl- s.
(4) « La menor me llega al alma. »
Timoneda. Fl. s.
(5) « Cuando el rey oyó tal n ue^a
la color se le mudara.» Tim- Fl. s.
(6) «Mandó tocar- » Tim. Fl. s.
(7) «Y sonar.» Fl- s-— «Y poner.»
Timoneda.
(8) «Juntados mil de á caballo- >
Fl.s.
«Vienen unos, vienen otros,
mucha gente se allegaba,
juntados mil de caballo. » Tim.
(9) «Fara hacer.» FL s.— «Cada
cual bien caminaba. » Timoneda.
(10) «Cuando llegan á Alcalá- >
Timoneda. Fl. s.
(11) «Talando viñas y panes.»
Timoneda- Fl. s.
(F2) «Escaramuza se traba.» Tim
•
(13) En vez de éste y los dos
versos que le siguen, no hay en el
pliego suelto y en la Roia de Timo-
neda que aqueste solo:
«Tómanles la cabalgada.»
(14) «Con tal.» Timoneda. Fl. s.
(15) «Vuélvense para Granada.»
l^oncda. Fl. s-
(16) Los dos últimos versos faltan
en el pliego suelto y en la Bosa, de
Timoneda.
(17) Entre los romances moriscos
de Férez de Hita hay uno cuyo pri-
mer tercio es casi idéntico al nues-
tro: pero en todo lo demás difiere
de él, tanto por la letra como por el
asunto, habiéndolo Hita transfor-
mado en un romance artístico no-
velesco.— También en la edición de
1566 del Romamcffro de Sepúlveda
se halla una versión reformada á lo
artístico de nuestro texto.
450 LÍRICOS CASTELLANOS
76.
(Romance fronterizo. — VIII.)
Sobre la pérdida de Jintequera.
Suspira por Antequera — el rey moro de Granada:
no suspira por la villa, — que otra mejor le quedaba,
sino por una morica — que dentro en la villa estaba,
blanca, rubia á maravilla, — sobre todas agraciada:
deziseis años tenia, — en los dezisiete entraba;
crióla el rey de pequeña, — más que á sus ojos la amaba,
y en verla en poder ajeno— sin poder ser remediada,
suspiros da sin consuelo — que el alma se le arrancaba.
Con lágrimas de sus ojos, — estas palabras hablaba:
— jAy Narcisa de mi vida! — lAy Narcisa de mi alma!
Enviéte yo mis cartas — con el alcaide de Alhambra,
con palabras amorosas — salidas de mis entrañas,
con mi corazón herido — de una saeta dorada.
La respuesta que le diste: — que escribir poco importaba.
Daria por tu rescate — Almería la nombrada.
¿Para qué quiero yo bienes — pues mi alma presa estaba?
Y cuando esto no bastare, — yo me saldré de Granada;
yo me iré para Antequera — donde estás presa, alindada,
y serviré de captivo — solo por mirar tu cara.
(Timoneda, Rosa de amores.)
11,
(Bomanoe fronterizo. — IX.)
■jos moros de IHoeliii hacen una correrla
por las tierras de Alcalá.
Caballeros de Moclin, — peones de Colomera,
entrado habían en acuerdo^-en su consejada negra
ROMANCES HISTÓRICOS
451
á los campos de Alcalá, — donde irían á hacer presa.
Allá la van á hacer — á esos molinos de Huelma.
Derrocaban los molinos, — derramaban la cibera,
prendían los molineros— cuantos hay en la ribera.
Ahí hablara un viejo, — que era mas discreto en guerra:
— ^Para tanto caballero — phica cabalgada es esta,
soltemos un prisionero—que á Alcalá lleve la nueva;
démosle tales heridas, — que en llegando luego muera;
cortémosle el brazo derecho — porque no nos haga guerra.
Por soltar un molinero — un mancebo se les sale (1)
que era nacido y criado — en Jerez de la Frontera,
que corre más que un gamo — y salta más que una cierva.
Por los campos de Alcalá — diciendo va:— j Afuera, afuera!
caballeros de Alcalá, —no os alabareis de aquesta,
que por una que hecistes, — y tan caro como cuesta,
que los moros de Moclin— corrido vos han la ribera,
robado vos han el campo, — y llevado vos han la presa.
Oídolo ha don Pedro -por su desventura negra;
cabalgara en su caballo, — que le decían Boca-negra:
a.1 salir de la ciudad— encontró con Sayavedra.
— No vayades allá, hijo, — sí mi maldición os venga:
que sí hoy fuere la suya, — mañana será la vuestra, —
{CaHC. de Rom.^ 1550, fol. 192.) (2}..
(1) « Un mancebo les saliera. »
Ediciones posteriores del Canc- de
Jiorri'
(2) Alude probablemente este ro-
mance á una de las correrías que se
hicieron por los contomos de Ante-
quera por los años de 1420. (Véase
la Historia de Granada^ por La-
fuente Alcántarai tomo IIL pág. 86.)
\6l
LÍRICOS CASTELLANOS
78.
(Bomance fronterizo. — X.)
Romanee que dlcent Abenámar» Abena»
mar (1).
— Abenámar, Abenámar,— moro de la morería,
¿qué castillofl sou aquellos? — ¡altos son y relucían 1 (2)
— El Alhambra era, señor, —y la otra es la mezquita;
los otros los Alixares— labrados á maravilla.
(1) «Romance del moro llamado
Abenámar.» Timoneda.— Según Pé-
rez de Hita fué «el rey don Jaan el
primero que hizo aquella pregunta
al moro Abenámar»; lo que es yerro
manifiesto, pues además de que es-
te rey no estuvo jamás tan cerca de
Granada^ todos los datos de la ver-
sión más antigua de nuestro roman-
ce se ajustan muy bien con las re-
laciones históricas de la campaña
del rey don Juan II de Castilla
contra los granadinos eu el año
de 1431i quien antes de la batalla
de la Higueruela, «colocado en la
puerta de su tienda, pedia prolijas
explicaciones al infante Jusef ( Jusef
Aben Alhamar ó Aben Almao) so-
bre los Alixares, la Alhambra, et-
cétera», y por eso aplica también
á este suceso Lafuente Alcántara
(Historia de. Granada, tomo III,
pág- 232), con sobrada razón nues-
tro romance
(2) La edición de 1550 y las pos-
teriores del Canc. de Rom. antepo-
nen la introducción siguiente á
este verso:
Por Guadalquivir arriba
el buen rey don Juan camina:
encontrara con un moro
que Abenámar se decía.
El buen rey desde lo vido
de esta suerte le deda:
—Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
hijo eres de un moro perro
y de una cristiana cativa.
Á tu padre llaman Hali,
y á tu madre Catalina.
Cuando tú naciste, moro,
la luna estaba crecidaí
y la mar estaba en calma»
viento no la rebullía.
Moro que en tal signo nace
no debe decir mentira:
preso tengo un hijo tuyo,
yo le otorgaré la vida,
si me dices la verdad
de lo que te preguntaría.
Moro, si no me la dices,
á ti también mataría.
— Po te la diré, buen rey,
si me otorgas la vida.
— Digasmela tú, el moro,
que otorgada te seria.
¿Que castillos son aquellos*
que altos son y relucían?
ROMANCES HISTÓRICOS
453
El moro que los labró (1)— cien doblas ganaba al dia (2).
La otra (3) era Granada, — Granada la noblecida
de los muchos caballeros, — y de la (4) gran ballestería. —
Allí habla (5) el rey don Juan, — bien oiréis lo que diria (6):
—Granada, si tú quisieses,— contigo me casaría:
darte he yo en arras y dote — á Córdoba y á Sevilla,
y á Jerez de la Frontera, — que cabe sí la tenia.
Granada, si más (7) quisieses,— mucho más yo te daría. —
Allí hablara Granada,— al buen rey le (8) respondía:
— Casada so, el rey don Juan,— casada soy, que no viuda;
el moro que á mi me tiene — bien defenderme querría (9). —
Allí habla (10) el rey don Juan, — estas palabras decía (11);
— Échenme acá mis lombardas (12)— doña Sancha y doña El-
tiraremos (13) á lo alto, — lo bajo ello se daría. — [vira.
El combate era tan fuerte— que grande temor ponia:
los moros del baluarte,— con terrible algacería (14)
trabajan por (15) defenderse, — más facello no podian (16).
El rey moro que esto vido— prestamente se rendía,
y cargó (17) tres cargas de oro;— al buen rey se las envía (18):
prometió ser su vasallo - con parías que le daría.
(1) «Labraba.» Timoneda.
(2) la, edición de 1550 y las pos-
teriores del Canc. de Rom. Ínter
calan entre éste y el verso que le
sigue en el texto los siguientes:
T el dia que no los labra
de lo suyo las perdía:
desque los tuvo labrados
^ el rey le quitó la vida
porque no labre otros tales
al rey del Andalucía.
(3) «Lo demás.» Timoneda.
(4) «Y de-> Suva. Las ediciones
posteriores del Canc. de Rgm.—'^De
las.» Timoneda.
(6) «Hablara.» SUva.—'ñMó.*
Timoneda.
(6j «Decía» Timoneda.
(7) «Si tú.» Timoneda.
(8) «Al rey asi.» Timoneda.
(9) «Bien defenderse sabría. » Ti*
moneda.
(10) «Alli hablara.» Silva.— •TLes-
pendiera» Timoneda.
(11) «Bien oiréis que proseguía. »
Timoneda.
(12) «Denme acá esas bumbardaa.»
Timoneda.
(13) «T tiremos.» Timoneda.
(14) «Algazaría. » Timoneda.
(15) «De.» Timoneda.
(16) «Mas muy poco les valia.»
Timoneda.
(17) «y carga.» Süva.^*Cax8sar
do.» Timoneda.
(18) «Al rey don Juan las envía.»-
Timoneda.
454 LÍRICOS CASTELLANOS
Los castellanos quedaron— contentos á maravilla;
cada cual por do ha venido— se volvió (1) para Castilla.
(Canc, de Rom. s. a., fol. 182. — Catic. de Rom., 1550, fol., 191. —
Silva de 1550, 1. 1, fol. 105. — Canc. de Rom., edición de Medina
del año de 1570, fol. 74. — Timoneda, Rosa española.)
78 a.
(Romance fronterizo. — XI.)
("Al mismo asunto.J
íAbenámar, Abenámar, — moro de la morería,
el dia que tú naciste — grandes señales habia!
Estaba la mar en calma, — la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace, — no debe decir mentira. —
Allí respondiera el moro, — bien oiréis lo que decia:
— Yo te la diré, señor, — aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro — y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho —mi madre me lo decia:
que mentira no dijese, — que era grande villanía:
por tanto pregunta, rey,— que la verdad te diria.
— Yo te agradezco, Abenámar, — aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? — ¡Altos son y relucianl
— El Alhambra era, señor, — y la otra la mezquita;
los otros los Alixares, — labrados á maravilla.
El moro que los labraba— cien doblas ganaba al dia,
y el dia que no los labra — otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,— huerta que par no tenia;
el otro Torres Bermejas, — castillo de gran vaha. —
Allí habló el rey don Juan, — bien oiréis lo que decia: '
— Si tú quisieses. Granada, — contigo me casaría;
daréte en arras y dote — á Córdoba y á Sevilla.
— Casada soy, rey don Juan, — casada soy, que no viuda;
el moro que á mí me tiene, — muy grande bien me quería.
(Pérez de Hita, Historia de los baudos de Cegries, etc.)
(1) Vuelise.' Timoneda.
aOMANGBS HIaTÓRIGOS
455
79.
(Bomanoe fronterizo.— XII.)
Romanee antiguo y verdadero de Alora
la bien cercada.
Alora, la bien cercada,— tú que estás en par del rio,
cercóte el adelantado — una mañana en domingo,
de (1) peones y hombres de armas— el campo bien guarne-
con la gran artillería — hecho te habia un portillo (2), [cido;
Viórades moros y moras — todos huir (3) al castillo:
las moras llevaban ropa, — los moros harina y trigo,
y las moras de quince afíos (4)— llevaban el oro fino,
y los mo ricos pequeños — llevaban la pasa y higo.
Por cima de la muralla(5)— su pendón llevan tendido.
Entre almena y almena (6)— quedado se habia un morico
con una ballesta armada, — y en ella puesta un cuadrillo.
En altas voces decia,— que la gente lo habia oido (7):
— jTreguas, treguas, adelantado, — por tuyo se da el castillo! —
Alza la visera arriba, — por ver el que tal le dijo (8):
asestárale (9) á la frente, — salido le ha al colodrillo.
(1) «Con.» Cód. del s. xvi.-Ti-
moneda, Mosa'
(2) Los dos versos que anl^eceden
á este verso faltan en el códice cita-
do y en la Mosa de Timoneda, que
llevan también este verso como
sigue:
«hecho la habia un portillo.» 06d.
«hecho le hablan un portillo-»
Tim.
(3) « Que iban huyendo • » Códice-
Timoneda.
4) Este verso y los tres que le
siguen faltan en el Cód. y en la
(5) «Por encima del adarbe. » Có-
dice- Timoneda.
(6) «Allá detras de una almena . »
Cód. Timoneda,
(7) «Y á voces decia muy altas
que del real le han oido.» Tim.
(8) «Alzó la visera en alto
por ver quién lo habia dicho.»
Cód Timoneda.
(9) «Apuntó el moro.» Tim* —
«Apuntánilo.» Cód.
458
líricos castellanos
81.
(Bomance fronterizo. — XIV.)
Batalla, de los JLlporcIiones^
en que Quiñonero queda cautivo (1).
Allá en Granada la rica — instrumentos oí tocar
en la calle de los Gómeles, — á la puerta de Abidbar,
el cual es moro valiente — y muy fuerte capitán.
Manda juntar muchos moros — bien diestros en pelear,
porque en el campo de Lorca — se determina de entrar;
con él salen tres alcaides,— aquí los quiero nombrar:
Almoradí de Guadix, — este es de sangre real;
Abenacízes el otro, — y de Baza natural;
y de Vera es Alabez,— de esfuerzo muy singular,
y en cualquier guerra su gente— bien la sabe acaudillar.
Todos se juntan en Vera — para ver lo que harán;
el campo de Cartagena— acuerdan de saquear.
Á Alabez, por ser valiente, — lo hacen su general;
otros doce alcaides moros— con ellos juntado se han,
que aquí no digo sus nombres — por quitar prolijidad*
Ya se repartían los moros, — ya comienzan de marchar,
por la fuente de Pulpé,— por ser secreto lugar,
y por el puerto los Peines, — por orillas de la mar.
En campos de Cartagena — con furor fueron á entifur;
cautivan muchos cristianos, — que era cosa de espantar.
Todo lo corren los moros — sin nada se les quedar;
el rincón de San Ginés— y con ellos al Pinatar.
no se quisiera salvar;
mandó traer á su hijo»
aquel que quedado le ha»
y de Medina Sidonia
duque le fué á intitular.*
(1) Yéase sobre la batalla de los
Alporchones, en el 17 de Mano del
afio de 1452, la Hisloria de Orana"
da, por Lafuente Alcántara, to-
mo m. paga. 279 á 284. Féreí de
nita llama á este romance
tiguo.*
ROMANCES fllSTÓBlGOS 459
Cuando tuvieron gran presa— hacia Vera vuelto se han,
y en llegando al Puntaron,— consejo tomado han
si pasarían por Lorca, — ó si irian por la mar,
Alabez, como es valiente, — por Lorca quería pasar,
por tenerla muy en poco —y por hacerle pesar;
y así con toda su gente — comenzaron de marchar.
Lorca y Murcia lo supieron; — luego los van á buscar,
y el comendador de Aledo, — que Lison suelen llamar,
junto de los Alporchones — allí los van á alcanzar.
Los moros iban pujantes,— no dejaban de marchar;
cautivaron un cristiano — caballero principal,
al cual llaman Quiñonero, — que es de Lorca natural.
Alabez, que vio la gente,— -comienza de preguntar:
— Quiñonero, Quiñonero,— dígasme tú la verdad,
pues eres buen caballero, — no me la quieras negar:
¿qué pendones son aquellos — que están en el olivar? —
Quiñonero le responde, — tal respuesta le fué á dar:
— ^Lorca y Murcia son, señor, — Lorca y Murcia, que no más,
y el comendador de Aledo, — de valor muy singular,
que de la francesa sangre — es su prosapia real.
Los caballos traian gordos,— ganosos de pelear. —
Allí respondió Alabez,— lleno de rabia y pesar: [pasar,
— Pues por gordos que los traigan, — la Eambla no han de
y si ellos la Rambla pasan,— (Alá, y qué mala señal! —
Estando en estas razones— allegara el mariscal
y el buen alcaide de Lorca, — con esfuerzo muy sin par.
Aqueste alcaide es Faxardo,— valeroso en pelear;
la gente traen valerosa, — no quieren más aguardar.
Á los primeros encuentros— la Rambla pasado han,
y aunque los moros son muchos, — allí lo pasan muy mal.
Mas el valiente Alabez — hace gran plaza y lugar.
Tantos de cristianos matan, — que es dolor de lo mirar.
Los cristianos son valientes, — nada les pueden ganar;
tantos matan de los moros, — que era cosa de espantar.
Por la sierra de Aguaderas- huyendo sale Abídbar
con trescientos de á caballo, — que no pudo más sacar.
456
LÍRICOS CASTELLANOS
Sacólo (1) Pablo de rienda, — y de mano Jacobillo (2),
estos dos que había criado— en su casa desde chicos (3).
Lleváronle á los maestros — por ver si será guarido (4);
A las primeras palabras — el testamento les dijo (6).
(Nueva glosa fundada sobre aquel antiguo y verdadero romance
de «Alora la bien cercada» , etc. — Pliego suelto del siglo xvi. —
Códice del siglo xvi en el Romancero general del Sr. Du-
ran. — Timoneda, Rosa española) (6).
80.
CBoxnanoe fronterizo. — XIII.)
Romance de don Enrique de Oaaeman (7)»
— Dadme nuevas, caballeros, — nuevas me querades dar (8)
de aquese conde de Niebla, — don Henrique de Guzman,
que hace guerra á los moros, — y ha cercado á Gibraltar.
Veo hoy lutos (9) en mi corte, — ayer vi fiestas muy grandes (10):
(1) "Tómale.» Cód. — « Tomóle.»
Timoneda.
(2) « Jacobico. » Cód.— « Jacobito. »
Timoneda.
(3) -Que eran dos esclavos suyos
que habia criado de chiccw. »
Códice.
«Que eran dos esclavos suyos
que fielmente le han servido. »
Timoneda.
(4) 'Llevanle á los maestros
por ver si le dan guarido- " Cód.
' Llevanle á su tienda entrambos
confesión alli ha pedido » Tim.
(5) "Á las primeras palabras
por testamento les dijo
que él á Dios se encomendaba,
y el alma se le ha salido. » Cód.
■Ya después de confesado
el alma á Dios ha ofrecido. * Tim.
(6) El señor Duran llama al ade-
lantado del que trata este r<anaiioe»
Sotomayor, conde de Belalcázar;
empero el señor Alcántara ha alle-
gado testimonios contemporáneos
en su Historia de Ortmada (To-
mo III. p. 247)> que prueban que
el adelantado muerto por mano
traidora en el cerco de Alora en el
mes de Mayo del año de 14S4, lo faé
don Diego Gómez de Riyera.
(7) Véase la Historia de Ora
nada de Lafuente Alcántara t to*.
mo III. p. 263 y 264. Murió el eonde
de Niebla en el mes de Agosto del
año de 1436.
(8) ■ «Nuevas me queráis contar.»
Sepúlveda.
(9) « Hoy veo jergas. • SepúlTeda*
(10) «Fiestas asaz.» Sepúlyeda.
ROMANCES HISTÓRICOS
467
Ó el príncipe es fallecido (1),— ó alguno (2) de mi sangre,
ó don Alvaro de Luna, — el maestre y condestable, [grande,
— No es muerto, señora, el príncipe (3); — mas ha fallecido un
que veredes á los moros —cuan poco vos temerán,
que á este solo temían — y no osaban saltear.
Es el buen conde de Niebla — que se ha anegado en la mar,
por acorrer á los suyos, — nunca se quiso salvar;
en un batel donde venia — le hicieron trastornar,
socorriendo un caballero— qué se le iba á anegar.
La mar andaba tan alta— que no se pudo escapar,
teniendo cuasi ganada — la fuerza de Gibraltar.
Llóranle todas las damas, — galanes otro que tal,
llórale gente de guerra— -por ser tan buen capitán,
llóranle duques y condes, — porque á todos sabia honrar.
— lOh qué nuevas me traedes,— caballeros, de pesar!
Vístanse todos de jerga,— no se hagan fiestas más,
vaya luego un mensajero, — venga su hijo don Juan:
confirmalle he lo del padre,— más le quiero acrecentar,
y de Medina Sidonia — duque le hago de hoy más,
que á hijo de tan buen padre — poco galardón se da. —
CSilva de 1550, 1. 11, fol. 82.— Sepiílveda, Romances nueva-
mente sacados, etc., ed. de 1566.) (4)
(1) «Si algnn grande ha falleci-
do.» Sepúlveda.
(2) «De Castilla y.* Sepúlveda.
(3) Desde este verso el romance
de Sepúlveda es todo diferente.
Véase la nota al fin de nuestro
texto.
(4) Esta versión reformada, afia-
dida á la edición de Felipe Nució
por un anónimo, dice desde el verso
notado como se sigue:
«—Ningún grande ha fallecido,
ni hombre de vuestra sangre,
ni don Alvaro de Luna
el maestre y condestable;
mas es muerto un caballero
que era su valor tan grande
que verédes á los moros
en cuan poco vos teman-
Por ayudar á los suyos,
podíéndose bien salvar,
por oir solo su nombre
por se oir solo llamar,
tomó en un batel pequeño
á la braveza del mar.
Don Bnrique es, rey, aqueste,
don Enrique de Chuman:
dejad, sefior; los brocados,
no qu^:ades mas solaz. —
El rey oyendo tal nueva
hobo en extremo pesar,
porque tan buen caballero
158
líricos castellanos
81.
(Bomance fronterizo. — XIV.)
Batalla de los A.Iporolioiies^
en que Quiñonero queda cautivo (1).
Allá en Granada la rica — instrumentos oí tocar
en la calle de los Gómeles, — á la puerta de Abidbar,
el cual es moro valiente — y muy fuerte capitán.
Manda juntar muchos moros — bien diestros en pelear,
porque en el campo de Lorca — se determina de entrar;
con él salen tres alcaides,— aquí los quiero nombrar:
Almoradí de Guadix, — este es de sangre real;
Abenacízes el otro, — y de Baza natural;
y de Vera es Alabez, — de esfuerzo muy singular,
y en cualquier guerra su gente— bien la sabe acaudillar.
Todos se juntan en Vera — para ver lo que harán;
el campo de Cartagena— acuerdan de saquear.
Á Alabez, por ser valiente, — lo hacen su general;
otros doce alcaides moros— con ellos juntado se han,
que aquí no digo sus nombres — por quitar prolijidad*
Ya se repartían los moros, — ya comienzan de marchar,
por la fuente de Pulpé,— por ser secreto lugar,
y por el puerto los Peines, — por orillas de la mar.
En campos de Cartagena — con furor fueron á entiar;
cautivan muchos cristianos, — que era cosa de espantar.
Todo lo corren los moros — sin nada se les quedar;
el rincón de San Ginés— y con ellos al Pinatar.
no se quisiera salvar;
mandó traer á sa hijo»
aquel que quedado le ha,
y de Medina Sidonia
duque le fué á intitular.»
(1) Véase sobre la batalla de los
Alporchones, en el 17 de Mano d^
año de 14S2, la Historia de Granan
da, por Lafuente Alcántara, to>
mo ni. pags. 279 á 284. Peres de
Hita llama á este romanoe
tiguo.»
ROMANCES flISTÓBCGOS 459
Cuando tuvieron gran presa— hacia Vera vuelto se han,
y en llegando al Puntaron,— consejo tomado han
si pasarían por Lorca, — ó si irian por la mar.
Alabez, como es valiente, — por Lorca quería pasar,
por tenerla muy en poco— y por hacerle pesar;
y así con toda su gente — comenzaron de marchar.
Lorca y Murcia lo supieron; — luego los van á buscar,
y el comendador de Aledo, — que Lison suelen llamar,
junto de los Alporchones — allí los van á alcanzar.
Los moros iban pujantes,— no dejaban de marchar;
cautivaron un cristiano — caballero principal,
al cual llaman Quiñonero, — que es de Lorca natural.
Alabez, que vio la gente,— comienza de preguntar:
— Quiñonero, Quiñonero,— dígasme tú la verdad,
pues eres buen caballero, — no me la quieras negar:
¿qué pendones son aquellos — que están en el olivar? —
Quiñonero le responde, — tal respuesta le fué á dar:
— Lorca y Murcia son, señor, — Lorca y Murcia, que no más,
y el comendador de Aledo, — de valor muy singular,
que de la francesa sangre — es su prosapia real.
Los caballos traían gordos,— ganosos de pelear. —
Allí respondió Alabez,— lleno de rabia y pesar: [pasar,
— Pues por gordos que los traigan, — la Rambla no han de
y si ellos la Rambla pasan,->iAlá, y qué mala señall —
Estando en estas razones— allegara el mariscal
y el buen alcaide de Lorca, — con esfuerzo muy sin par.
Aqueste alcaide es Faxardo,— valeroso en pelear;
la gente traen valerosa, — no quieren más aguardar.
Á los primeros encuentros— la Rambla pasado han,
y aunque los moros son muchos, — allí lo pasan muy mal.
Mas el valiente Alabez — hace gran plaza y lugar.
Tantos de cristianos matan, — que es dolor de lo mirar.
Los cristianos son valientes, — nada les pueden ganar;
tantos matan de los moros, — que era cosa de espantar.
Por la sierra de Aguaderas— huyendo sale Abidbar
con trescientos de á caballo, — que no pudo más sacar.
460
LÍRICOS CASTELLANOS
Faxardo prendió á Alabez — con esfuerzo singular.
•Quitáronle la cabalgada, — que en riqueza no hay su par.
Abidbar llegó á Granada,— y el rey lo mandó matar.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc.)
82.
(Bomance fronterizo. — XV.)
Romance de la prisión del obispo
don Oonzalo (1).
Dia era de San Antón (2), — ese santo (3) señalado,
cuando salen de Jaén (4) — cuatrocientos hijosdalgo;
y de Ubeda y Baeza (6) — se sallan otros tantos,
mozos deseosos de honra, — y los más enamorados.
En brazos de sus amigas — van todos juramentados
de no volver á Jaén — sin dar moro en aguinaldo.
La seña (6) que ellos llevaban— es pendón rabo de gallo;
por capitán se lo llevan (7) — al obispo don Gonzalo,
armado de todas armas,— en un caballo alazano (8):
todos se visten de verde, — el obispo azul y blanco (9).
(1) Romance del obispo don Gon-
zalo. Cano, de Rom. s- a. y 1550.
Silva de 1550- Don Gonzalo de Es-
túfiiga ó de Zúfiiga. obispo de Jaén,
faé preso por los moros en el afio
de 1456- Véase Laf uente Alcántara,
Historia de Granada, tomo III,
página 298.
(2) «ün 'lia de Sant Antón.»
Canc. de Rom. s a. y 1550. Suva.
(3) «Dia.'/&/d.
(4) <SesaliandeSanJuan.»i&/(2.
(5) Este, y los siete versoe que le
siguen faltan en el Canc. de Rom.
s. a- y 1550 y en la Silva.
(6) «Las sefias.* Ibid.
(7) «Por capitán lo Ueiraban.»
Suva.
(8) «Encima de un buen caba-
llo- » Canc. de Rom. s. a. y 1650*
Silva.
(9) Este, y el verso qae le ante-
cede, faltan en el Canc. de Rowi.
8. a. y 1550, y en la Silva.
ROMANCES HISTÓRICOS
464
Al castillo de la Guardia (1)— el obispo habia llegado (2)
«áleselo á recibir— Mexía, el noble hidalgo (3):
— Por Dios te ruego, el obispo (4), — que no pasedes el vado,
porque los moros son muchos, — á la Guardia (5) hablan lle-
gado;
muerto me han tres caballeros, — de que mucho me ha pe-
el uno era tio mió (6), — el otro mi primo hermano (7), [sado:
y el otro es un pajecico (8)— de los mios más preciado (9).
Demos la vuelta, señores, — demos la vuelta á enterrallos,
haremos á Dios servicio,- honraremos los cristianos.—
Ellos estando en aquesto, — llegó don Diego de Haro:
— Adelante, caballeros,— que me llevan el ganado;
«i de algún villano fuera,— ya lo hubiórades quitado;
-empero alguno está aquí— que le (Í0) place de mi dafío;
no cumple (11) decir quién es, — que es el del roquete blanco. —
El obispo, que lo oyera, — dio de espuelas al caballo;
•el caballo era ligero,— saltado habia un vallado;
mas al salir de una cuesta, — á la asomada de un llano,
TÍdo mucha adarga blanca, — mucho albornoz colorado,
y muchos hierros de lanzas,— que relucían (12) en el campo;
metídose habia por ellos — como león denodado:
-de tres batallas de moros —la una (1 3) ha desbaratado,
mediante la buena ayuda— que en los suyos ha hallado:
Aunque algunos de ellos mueren, — eterna fama han ganado.
Los moros son infinitos (14), — al obispo habían cercado;
(1) « íbase para la Gaarda.»
^anc. de Rom. s. a. y 1550. —Silva
(en ésta se dice-- «Guardia- »)
•Ese castillo nombrado *lhíd.
«DonEodrigo, ese hidalgo.»
«Por Dios os ruego, obispo.»
(2)
(8)
Ihid.
(i)
Ihid.
(5) «Que á la Quarda-» Canc- de
Rom- 8. a- y 1550. — «Guardia.»
JSüva.
(6) «El uno era mi primo.» IMd.
Tomo Vn
(7) «Y el otro era mi hermano.»
Ibid.
(8) <T el otro era un paje mió.»
Ibid.
(9) «Que en mi casa se ha cria-
do.» Ihid.
(10) «Aquien.» i&ící.
(11) «Cíale.» Ibíd.
(12) «Relucen.» Ihid.
aS) «Lasdo8.»/&i<{.
(14) Desde este verso hasta el fin,
el texto del Gane de Rom. s. a.
17
iñl
líricos castellanos
candado de pelear— lo derriban del caballo,
y los moros victoriosos— á su rey lo han presentado.
(Argote de Molina, Nobleza de Andalucía. — Canc. de Rot$t,
s. a., fol. 175. — Canc. de Rom., 1550, fol. i83.^5iV»« de
1550, t. I, fol. 98.) (1)
y 1550 y de la Suva es todo dife-
rente, y dice asi:
«Todos pasan adelante,
ninguno atrás se ha quedado,
siguiendo á su capitán
el cobarde es esforzado.
Honra ganan los cristianos,
los moros pierden el campo;
diez moros pierden la vida
por la muerte de un cristiano;
si alguno de ellos escapa
es por ufia de caballo.
Por su mucha valentía
toda la prez han cobrado:
asi con esta vitoria,
como señores del campo,
se vuelven para Jaén
con la honra que han ganado-»
Con este texto es casi idéntico el
que cita Ortiz ("Discurso geneal. de
los Ortizes; fols. 89 y 90), tomado de
un: ''Romancero que se imprimió
en Sevilla el afio de 1573.»
(1) Hay un fragmento de este
romance «viejo», aun más desfigu-
rado que la versión del Canc- de
Rom. y de la Silva, en la Historia
de los bandos de Cegries, etc., de
Oinés Pérez de Hita^ de este tenor
(también Pedraza, ffist. ecles. de
Chanada, fol. 133 vo., cita cuatro
cuartetas de este romance de que
tuvo una versión completa y algo
diferente de esta; pues dice: «En
esta entrada quedó el obispo cauti-
vo, como se colige del mismo ro-
mance, y fué traído d Qraiiada.
«te.»):
«Ya repican en Andújar,
y en la Guardia dan rebato,
y se salen de Jaén
cuatrocientos hijosdalgo,
y de Ubeda y Baeza
se salían otros tantos.
Todos son mancebos de honra
y los mas enamorados:
de manos de sus amigas
todos van juramentados
de no volver á Jaén
sin dar moro en aguinaldo,
y el que linda dama tiene
le promete tres ó cuatro.
Por capitán se lo llevan
al obispo don Gonzalo.
Don Pedro Caramjal
de esta suerte ha hablado:
—Adelante, caballeros*
que me llevan el ganado;
si de algún villano fuera
ya le hubiérades quitado-
Alguno va entre nosotros
que se huelga de mi dafío:
yo lo digo por aquel
que lleva el roquete blanco- »
Hita pone este romance por eqiii»
vocación, hablando de otra «esca-
ramuza en tiempo del rey Chico de
Granada, el afio de 1491», y le an-
tepone otra versión, más ajnstft*
da al suceso de que habla, que sin
duda es refundición suya, y em-
pieza:
Muy revuelto anda Jaén.
nOMANGBS H18TÓBIG0S 463
82 a.
(Bomanoe fronterizo. — XVI.)
CAl mismo (Uunto.J
Ya se salen de Jaén — los trescientos hijosdalgo:
mozos codiciosos de honra, — pero más enamorados.
Por amor de sas amigas, — todos van juramentados
de llegar hasta Granada — y correrles todo el campo,
y no dar vuelta sin traer — algon moro en aguinaldo.
Un lunes por la mañana — parten todos muy lozanos,
con lanzas y con adargas— muy ricamente adrezados.
Todos visten oro y seda, — todos pufiales dorados:
¡muy bravos caballos llevan— á la gineta ensillados!
Los jaeces son azules — de plata y oro broslados; ^
las reatas son listones— que sus damas les han dado.
Los mozos más orgullosos — son don Juan Ponce y su her-
[mano;
y también Pedro de Torres,— Diego Gil y su cufiado.
En medio de todos iban — cuatro viejos muy ancianos;
estos van diciendo á todos: — Perdémonos de livianos,
en querer ir á probar— donde hay moriscos doblados. —
Cuando esto oyó don Juan, — con gran enojo ha hablado:
— No debían ir en guerra— los hombres viejos cansados,
porque estorban los ardidos — ^y pénenlos embarazos:
si en Jaén queréis quedar,— quedaréis más descansados. —
Allí respondieron todos— de valientes y esforzados:
— No lo mande Dios del cielo — que de miedo nos volvamos,
que no queremos perder — la honra que hemos ganada —
Llegados son á Granada,— dado han vuelta á todo el úknpo
ya que llevaban la presa, — de moros hueste ha asomadoi
más de seis mil son de guerra, — que los estaban mirando.
Ven tocar los atambores, — ^ven pendones campeando,
ven poner los escuadrones — ^los de pie y los de caballo;
464 LÍRICOS GASTELLANOá
vieron mil moros mancebos, — ^tanto albornoz colorado;
vieron tanta yegua overa, — tanto caballo alazano,
tanta lanza con dos fierros, — tanto del fierro acerado,
tantos pendones azules — y de lunas plateados,
con tanta adarga ante pechos, — cada cual muy bien armado.
Los de Jaén esto viendo, — como mozos hijosdalgo,
parecióles que el huir— le seria mal contado:
aborreciendo las vidas— por no vivir deshonrados,
comenzaron á llamar — á voz alta, i Santiago!
y entráronse por los moros — con ánimo peleando.
Más han muerto de dos mil, — como leones, rabiando;
mas cargaron tantos moros,— que pocos han escapado:
doscientos y treinta y seis —han muerto y aprisionado,
ftor no seguir ni creer — los mozos á los ancianos.
(Timoneda, Rosa española.)
83.
(Romance fronterizo. — XVII.)
Romancee de Fajardo (I).
Jugando «^Hliilm ol rey moro\^2)— y aunalajedreaundia(8),
fou miuoHO buon (1) Fajardo— con amor que le tenia.
I''iijur<h> JuKHbn á Kon-a, — y el rey moro (5) Almería;
il) Don AloniHi Yunce Kajanlo« (2) - Jugando está al ajedra.*
m^Aor (lo \ 'itrUturtm, i\\t* mloUntailo Timoneda.
ilftl mliiii it0 Muii'tn, tHir Km años (3) £1 rey de Granada un día.»
ilfi UriiK Km oi^IoIm o |Hu Ku victoria . Tim. — Rn rico ajedreí un día."
«III la ImialU iln li«i AUmn^honea, y Argote de Molina.
oittn^biiUa (lp«inti^ mtrooha amis (4) 'Gran.» Acgote.
lad \w\\ 0I i-nv 1I0 U ranada. Véase (5) -Kl rey moro juega á.* Ar-
la Htslon^ i/r t*U^9ua^U%. iH>r La* gote
fuonU» AloAnUra, tomo III. (lági-
nati *¿M y ^»
fiOMANGBS HISTÓRICOS
465
jaque le dio (1) con el roque, — el alférez le prendía (2).
A grandes voces dice el moro (3): — La villa de Lorca es mia. —
AHÍ hablara (4) Fajardo, — bien oiréis lo que decía (6):
— Calles, calles, señor rey (6),— no tomes la tal porfía (7),
que aunque me (8) la ganases,— ella (9) no se te daría:
caballeros tengo dentro— que te la defenderían (10). —
Allí hablara el rey moro, — bien oiréis lo que decía (11):
— No juguemos más, Fajardo, — ni tengamos más porfía,
que sois (12) tan buen caballero, — que todo el mundo os te-
[mia (18).
(Canc. de Rom, s. a., fol. 185. — Canc. de Rom., 1550, fo-
lio 195. — Silva de 1550, t. I, fol. 108. — Argote de Molina,
Nobleza de Andalucía. — Timoneda, Rosa española.)
84.
(Bomance fronterizo. — XVIII.)
De cómo el rey de Oranada mandó prender
al alcalde que perdió la plaza de AHiama,
conquistada por el marqués de Cádlae (14).
Moro alcaide, moro alcaide, — el de la barba vellida,
el rey os manda prender — porque Alhama era perdida.
(1) «Da.» Argote.
(2) «El orfil que le prendía.» Ti-
moneda.
(3) « Á voces le dice el moro.»
Argote.
«fin esto dijo el rey moro» Tím.
(4) «Eespondió.» Timoneda.
(5) Este, y el verso que le ante-
cede, faltan en el texto de Argote-
(6) «Calles f buen rey, no me
enojes.» Argote.
(7) « Ni tengas tal fantasía »
Argote.
(8) «Annque tú me* Silva. Ar-
gote. Timoneda,
(9) «Lorca.» Argote.
(10) Con este verso acaba el tex-
to de Argote.
(11) «De esta suerte respondía.»
SUva.
(12) «Por ser.» Timoneda.
(13) «Contigo paz ofrescia.» Tim.
(14) Fué conquistado el eastillo
de Alhama el jueves 28 de Febrero
del afio de 1482. Véase la HUUma
de Granada, por Lafnente Alcán-
tara, t. III. páginas 368 á 869.
!66 LÍRICOS CASTELLANOS
—Si el rey me manda prender — porque es Alhama perdida,
el rey lo puede hacer;— mas yo nada le debia,
porque yo era ido á Ronda — á bodas de una mi prima,
yo dejé cobro en Alhama, — el mejor que yo podía.
Si el rey perdió su ciudad, — yo perdí cuanto tenia:
perdí mi mujer y hijos, — la cosa que más quería.
(Canc. de Rom., 1550, fol. 194.)
84 a.
(Bomance fronterizo. — XIX.)
(Al mismo apunto. J
— Moro alcaide, moro alcaide, — el de la vellida barba,
el rey te manda prender— por la pérdida de Alhama,
y cortarte la cabeza — y ponerla en el Alhambra,
porque á tí sea castigo —y otros tiemblen en miralla,
pues perdiste la tenencia— de una ciudad tan preciada. —
El alcaide respondía,— de esta manera les habla:
— Caballeros y hombres buenos, — los que regís á Granada,
decid de mi parte al rey — como no le debo nada;
yo me estaba en Antequera— en bodas de una mi hermana:
imal fuego queme las bodas— y quien á ellas me llamara!
El rey me dio su licencia,- que yo no me la tomara:
pedila por quince días,— diómela por tres semanas.
De haberse Alhama perdido —é. mí me pesa en el alma,
que sí el rey perdió su tierra, — yo perdi mi honra y fama;
perdí hijos y mujer,— las cosas que más amaba;
perdí una hija doncella,— que era la flor de Granada.
£1 que la tiene cautiva, — marqués de Cádiz se llama:
cien doblas le doy por ella, —no me las estima en nada.
La respuesta que me han dado— es que mi hija es cristiana,
y por nombre le habían puesto —doña María de Alhama;
ROMANCES HISTÓRICOS t67
«1 nombre que ella tenia— mora Fátima se llama.—
Diciendo esto el alcaide —le llevaron á Granada,
y siendo puesto ante el rey,— la sentencia le fué dada:
que le corten la cabeza— y la lleven al Alhambra:
ejecutóse justicia, — así como el rey lo manda.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc., donde
está llamado «un sentido y antiguo romance».)
85.
fBomanoe fronterizo. — XX.)
Roniaiioe del rey moro que perdió AHiama*
Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada;
«artas le fueron venidas (1)— como Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego,— y al mensajero matara.
Echó mano á sus cabellos,— y las (2) sus barbas mesaba;
apeóse de una muía,— y en un caballo cabalga.
Mandó tocar sus trompetas, — sus añafiles de plata,
porque lo oyesen los moros — que andaban (3) por el arada.
Ouatro á cuatro, cinco á cinco,— juntado se ha gran batalla.
Allí habló un moro viejo, — que era alguacil de Granada:
— ¿A qué nos llamaste rey (4),— á qué fué nuestra llamada?
— Para que sepáis, amigos, — la gran pérdida de Alhama.
— Bien se te emplea, señor, — señor, bien se te empleaba,
por matar los Bencerrajes, — que eran la ñor de Granada:
acogiste los judíos— de Córdoba la nombrada;
degollaste un caballero, — persona muy estimada;
muchos se te despidieron— por tu condición trocada.
— jAy si os pluguiese, mis moros, — que fuésemos á cobrallat
(1) «Cnandole vinieron cartas.»
Tinioneda.
(2) «De.» Timoneda.
(3) «Estaban.* Timoneda.
(4) «Elrey.» iSfilva.
468 LÍRICOS CASTELLANOS
— Mas si, rey, á Alhaina has de ir (1), — deja buen cobro át
[Granada^
y para Alhama cobrar — menester es grande (2) armada,
que caballero está en ella— que sabrá muy bien guardalla.
— ¿Quién es este (3) caballero— que tanta honra ganara? (4)
— Don Rodrigo es de Leen, — marqués de Cáliz (6) se llama;
otro es Martin Galindo, — que primero echó el escala (6). —
Luego se van para Alhama, — que de ellos no se da nada;
combátenla prestamente, — ella está bien defensada.
De que el rey no pudo más,— triste se volvió á Granada.
(Canc. de rom. s. a., fol. 183. — Caite, de rom., 1550, fo-
lio 193. — Silva de 1550, t. 1, fol. 106. — Tímoneda, Rosat
española.)
85 a.
CBomance fronterizo. — ^XXI.)
(Al mismo asunto.J
Paseábase el rey moro — por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira — hasta la de Vivarambla.
«¡Ay de mi Alhama!» — Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada: — las cartas echó en el fuego^
y al mensajero matara. — «¡Ay de mi Alhama! >
Descabalga de una muía, — y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba— subido se habia al Alhambra.
«¡Ay de mi Alhama!» — Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba — que se toquen sus trompetas^
sus afíafiles de plata.— «¡Ay de mi Alhamal»
(1) «Es de ir. => Canc. de Rom. (4) << Ganaba. » Timoneda.
8. a.— «Si á Alharoa has de ir, buen
rey. » Timoneda.
(2) «Gruesa.' Timoneda.
(3) «Ese. > (St/ra. Timoneda.
(5) «Cádiz.» Timoneda-
(6) Con este verso acaba el rey-
manee en el texto de Timoneda. -
ROMANCES HISTÓRICOS
469
T que las cajas de guerra — apriesa toquen al arma,
porque lo oigan sus moros, — los de la Vega y Granada.
«¡Ay de mi Alhamal» — Los moros que el son oyeron
que al sangriento Marte llama,- uno á uno y dos á dos
juntado se ha gran batalla. — «¡Ay de mi Alhamal»
Allí habló un moro viejo, — de esta manera hablara:
— ¿Para qué nos llamas, rey, — para qué es esta llamada? —
«¡Ay de mi Alhamal»— Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada: —que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhamal — «¡Ay de mi Alhamal»
Allí habló un alfaquí— de barba crecida y cana:
— ¡Bien se te emplea, buen rey, — buen rey, bien se te em-
«¡Ay de mi Alhamal» — Mataste los Bencerrajes, [pleara!
que eran la flor de Granada; — cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada. — €¡Ay de mi Alhamal»
Por eso mereces, rey,— una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, — y aquí se pierda Granada, —
«¡Ay de mi Alhamal»
(Pérez de Hita, Historia de los bandoe de Cegries, etc.) (i)
85 b.
(Romance fronterizo. — xn.)
(Al mismo aauntoj
Por la ciudad de Granada — el rey moro se pasea,
desde la puerta de Elvira— llegaba á la Plaza Nueva.
Cartas le fueron venidas— que le dan muy mala nueva:
que le habían ganado Alhama — con batalla y gran pelea.
El rey con aquestas cartas — grande enojo recibiera:
(]) Este romance, dice Hita, se
hizo en arábigo en aquella ocasión
de la pérdida de Alhama, el cual era
muy doloroso, y tanto que vino á ve-
darse eo Granada que no le canta*
sen, porque cada vez que le canta*
ban en cualquiera parte provocaba
á líanto y dolor: después se cantó
en lengua castellana de la misma
manera, que decía (véase al roman-
ce que sigue).
470 LÍRICOS CASTELLANOS
al moro que se la trajo —mandó cortar la cabeza.
Las cartas hizo pedazos— con la saña que le ciega:
descabalga de una muía — y cabalga en una yegua.
Ppr la cal del Zacatín — al Alhambra se subiera:
trompetas manda tocar — y las cajas de pelea,
porque lo oyeran los moros— de Granada y de la Vega.
Uno á uno, dos á dos— gran escuadrón se hiciera.
Cuando los tuviera juntos, — un moro allí le dijera:
— ¿Para qué nos llamas, rey, — con trompa y caja de guerra? —
— Habréis de saber, amigos, — que tengo una mala nueva;
que la mi ciudad de Alhama — ya del rey Fernando era;
los cristianos la ganaron— con muy crecida pelea. —
Allí habló un alfaquí,— de esta suerte le dijera; [emplea:
— Bien se te emplea, buen rey, — buen rey, muy bien se te
mataste los Bencerrajes, — que eran la flor de esta tierra,
acogiste los tornadizos — que de Córdoba vinieran,
y me parece, buen rey,— que todo el reino se pierda,
y que se pierda Granada, —y que te pierdas con ella.
(Pérez de Hita. Historia de los bandos de Cegries, eic.)
86.
(Bomance fronterizo. — XXIII.)
Romance de cómo, yendo el rey moro de
Oranada á Almería, le mostró un tornadi-
zo á nuestra señora (1).
Ya se salía (2) el rey moro — de Granada para (8) Almería,
con trescientos moros perros (4) — que lleva en su (6) com-
Jugando van de la lanza— hendo van (6) barraganía; [pafiía.
(1) Lleva este epígrafe la Rom \ (3) <Á.> Timoneda.
de Timoneda: la Silva y el Canc- de \ (4) «Caballeros.» Timoneda.
Jiom. citan solamente el primer (5) «Qae le hacen. »Timoned*.
ver&o: 'Romance que dice, etc.» (6) «Haciendo.» 5»¿va. Tim.
(2) «^Partía.» Timoneda.— «Sale.» |
Suva.
BOMANGBS BISTÓRIGOS
471
cada cual iba hablando (1) —de las gracias de su amiga.
Allí habló un tomadizo,~que criado es en Sevilla (2): [mia:
— Pues que (3) habéis dicho, señores, — decir quiero (4) de la
blanca es y colorada (5)— como el sol cuando salia (6). —
Allí hablara el rey moro,— bien oiréis lo que decia (7):
— Tal amiga como aquesa (8) — para mi pertenescia.
— Yo te la daré, buen rey (9), — si me otorgares la vida.
— Diésesmela tú, el morico (10), — que otorgada te seria (11).
Echara (12) mano á su seno,— sacó á la virgen María;
desque la vido el rey moro, — á la pared se volvía:
— Tómame (13) luego este perro, — y llévamelo á Almería:
tales prisiones le echa (14), — de ellas no salga en su vida. —
(Canc. de Rom. s. a. fol. 184. — Canc. de Rom.^ 1550* fol. 194.
Silva de 1550. 1. 1, fol. X07. — ^Timoneda Rosa española.)
(1) «Contando.» Timoneda-
(2) «Que janto del rey venia.»
Timoneda-
(3) «Que.» Falta en la JRotfd de
Timoneda-
(4) «Quiero decir.» Sil o a.—
«Quiero oá decir. » Timoneda.
(5) « Bs resplandeciente » Tim .
(6) « Mas que el sol cuando salía ,
que sola su claridad
escurece la del día. »— Tim.
(7) «Oomo el rey moro lo oyera,
de esta suerte respondía.» Tim.
(8) « Esa tal amiga, amigo. » Tim.
(9) «Señor.» Tim.
(10) «Muéstramela, dijo el rey.»
Timoneda.
(11) Desde este verso es todo otro
el texto de Timoneda, donde dice:
«El buen hombre sin temor,
con la gran fe que tenia,
metió la mano en su seno, ^
sacó la virgen María.
Asi como el rey la vido
amortecido se había:
dando voces á su gente,
de esta manera dec'a.
— Prendelde luego, los mios,
y Uevaldo á Almería,
iugaréismelo á las cañas
en antes que pase el día- »
(12) «Echa.» Suva.
(18) «Tomadme.» Silva-
(14) «Echad.» 5iZva.
172 LÍRICOS CASTELLANOS
87.
(Bomance fronterizo. — XXIV.)
Romaiioe del Maestre (1).
Por la vega de Granada — un caballero pasea
en un caballo morcillo — ensillado á la gineta:
adarga trae embrazada, — la lanza traia saangrienta
de los moros que habia muerto — antes de entrar en la Vega.
Los relinchos d»3l caballo — dentro en el Alhambra suenan;
oídolo habian las damas— que están vistiendo á la reina:
salen de presto á mirar — por allí á ver quién pasea;
vieron que en su lado izquierdo — traia una cruz bermeja;
conocieron ser cristiano, — vanlo á decir á la reina.
La reina, cuando lo supo, — vistiérase muy de priesa;
acompañada de damas — asomóse á una azotea.
El Maestre la conoce, — bajado le ha la cabeza;
la reina le hace mesura, — y las damas reverencia.
Con un paje que allí estaba— le envía á decir, ¿qué espera?
El Maestre le responde:— Amigo, decí á su Alteza
que si caballero moro — hubiere que lo merezca,
que por servir á las damas— me venga á echar de la Vega. —
Oídolo ha Barbarin, — que quiere tomar la empresa;
las damas lo están armando, — mirándolo está la reina.
Muy gallardo sale el moro, — caballero en una yegua,
por las calles donde iba — va diciendo:— ¡Muera, maera! —
Cuando fué junto al Maestre,— de esta suerte le dijera:
(1) JJon Rodrigo Téllez Girón,
gran maestre de la orden de Cala*
trava, hijo y sucesor en el maes-
trazgo en el año 1466 del célebre
don Pedro Tellez Girón, se hizo
tanto renombre en los fastos y tra-
diciones novelescas de las gaerras
de Granada, que es probablemente
á él que alude este romance, lla-
mándole xat i^cXr}v «el Maestre».
—Véase sobre este héroe la HiaUh
ria de Granada, por Lafuente Al*
cántara, tomo III. págs. S75 y 876.
ROMANCES HISTÓRICOS 473
— Date por mi prisionero,— -que á las damas y á la reina
he dejado prometido — de llevarles tu cabeza.
Si quieres ser mi captivo, les quitaré la promesa. —
El Maestre le responde —con voz alta y muy modesta:
— Cumple, á ser buen caballero, — si tú quieres, tal empresa. —
Apártanse uno de otro — con diligencia y presteza,
juegan muy bien dé las lanzas,— arman muy buena pelea.
El Maestre era más diestro, — al moro muy mal hiriera:
el moro desesperado — las espaldas le volviera.
El Maestre le da voces, diciendo: — ¡Cobarde, espera,
que te afrentarán las damas— si no cumples tu promesa! —
Y viendo que se le iba, — á más correr le siguiera,
enviándole con furia — la lanza por mensajera.
Acertádole había al moro, — el moro en tierra cayera;
apeádose ha el Maestre, — y cortóle la cabeza.
Con un paje se la envía — á la reina, que la espera,
con un recaudo que dice: — Amigo, decí á la reina,
que pues el moro no cumple — la palabra que le diera,
que yo quedo en su lugar— para servir á su Alteza.
(Timoneda Rosa española.)
88.
(Bomance fronterizo. — XXV.)
Romanee del üiaestre de Calatrava (1).
»
lAy Dios, qué buen caballero— el Maestre de Calatrava!
¡cuan bien que corre los moros-^por la vega de Granada,
desde la puerta de Elvira — basta la de Bibaramblal
Con su brazo arremangado — arrojara la su lanza.
Aquesta injuria que hace — nadie osa demandalla;
(1) Don Rodrigo Girón, ó según otros,' don Pedro» bu padre-
474
líricos castellanos
cada día mata moros, — cada día los mataba
vega abajo, vega arriba, — ;ob, cómo los acosabal
basta á lanzadas metellos— -por las puertas de Granada.
Tiénenle tan grande miedo — que nadie salir osaba,
nunca huyó á ninguno, —á todos los esperaba,
basta que á espaldas vueltas — los hace entrar en Granada.
El rey con grande temor — siempre encerrado se estaba,
no osa salir de dia,— de noche bien se guardaba.
(Silva de 1550, t. ü, fol. 74.)
88 a.
(BoDQance fronterizo. — XX VL)
CAl mismo asunto.J
Del üiaestre de Calatrava (1).
¡Ay Dios, qué buen caballero — el Maestre de Calatraval
¡Oh cuan bien corre los moros — por la vega de Granada
con trescientos caballeros, — todos con cruz colorada,
desde la puerta del Pino— hasta la Sierra-Nevada!
Por esa puerta de Elvira — arrojara la su (2) lanza:
las puertas eran de hierro, — de banda á banda las pasa (8),
que no hay un (4) moro tan fuerte— que á demandárselo salga.
Oidolo ha Albayaldos (5)— en sus tierras donde estaba;
arma fustas y galeras,— por la mar gran gente armaba (6),
sáleselo á recebir — el rey Chico de Granada.
(1) amoneda.
(2) «Arrojando ya la.> Timone-
da Pl. 8.
(8) Hasta este verso lo pone como
fragmento Pérez de Hita en su JSTif-
toria de los bandos de loa Cegries
etcétera; pero alli supone hacerse
la batalla del Maestre con Mnxa-
(4) «Yno hay.>Tim. Pls.
(5) «Halo sabido AlbaymrdoB»*
Timoneda. Pl. s.
Timoneda pone ese nombre siem*
pre de esta manera; el PL s. dice:
«A^ayaldos» ó «Abayardos».
(Q «Arma.» Tim. PL s.
ROMANCES HISTÓRICOS
175
— Bien vengáis vos (1), Albayaldos, — buena sea vuestra lie-
si venís á ganar sueldo, — daros he paga doblada, [gada:
y si venís por mujer, — dárosla he muy galana.
— Muchas gracias, el buen rey, — por merced tan señalada,
que no vengo por mujer,— que la mia me bastaba (2);
mas sí porque (3) me dijeron,— allende el mar donde estaba,
que ese malo del Maestre — tiene cercada á Granada,
y por servirte, buen rey,— traigo (4) yo toda esta armada.
— La verdad, dijo el rey moro (5), — la verdad te fué contada,
que no hay moro en esta tierra — que lo espere cara á cara,
sino fuere el buen Escado (6)— que era alcaide del Alhama;
y una vez que le saliera— icaro le costó á Granadal
veinte mil hombres (7) llevó, — y ninguno no tomara;
él encima de una yegua (8)— muy herido (9) se escapaba.
— lOh mal hubiese Mahoma — allá do dicen que estaba,
cuando un fraile capilludo (10) — arrojó en Granada lanza! (11)
Diésedesme tú (12), buen rey, — la gente que buena estaba,
los ginetes de Jaén, — los peones de tu casa,
que ese malo del Maestre — yo te lo traeré á Granada (13).
— Calles, calles, Albayaldos, — no digas la tal palabra,
dijo un moro, que el Maestre (14) — es muy fuerte en las bata-
[ilas (16),
(1) «Vengades» Tim. Pl. s.
(2) «Viva estaba.» Tim. Fl. 8.
(3) «Mas vengo que-» Tim. Pl. s.
(4) <Pago.> Timoneda. Pl. s.
(5) «Bl buen rey.» Tim. Pl. s.
(6) «El Bcnecendo» limonada.
(7) «Cinco mil moros » Tim. Pl. s.
(8) «T él herido en una yegua.»
Tímoneda. Pl. s.
(9) «De sus manos» Tim. Pl. s.
(10) «Porque un fraile capelliido.
Tim. Pl. 8 —Loa caballeros profesos
de las órdenes militares se llama-
ban Freiles ó Freires, y llevaban
por sobreveste y en forma de esca-
pulario una capilleta que les cubría
el pecho. Á esta y no á una capucha
de fraile alude la voz capUludo^
Nota de Duran.
(11) «Arroja lanza enOranada.»
Tímoneda. Pl. s.
(1*2) «Si tú me die8e8.» Tim. Pl. s.
(18) Después de éste, Tímoneda
interpone los dos versos siguientes;
«Bespondiera Benecendo
porque allí delante estaba.*
(14) «QueelMaestreesesforzado.»
Tim.— «Que el Maestre es nifio r
mozo. «Pl. 8.
(]^ « T venturoso en bfttaUa. »
Tímoneda. Pl. s.
476 LÍRICOS CASTELLANOS
y si él en campo te toma— barate temblar la barba. —
Respondiérale (1) Albayaldos—nna muy fea palabra:.
— iSi no fuera por el rey (2) — diérate una bofetada!
— Esa bofetada, moro, — fuérate muy bien vengada^
que tres hijos tengo alcaides - en el reino de Granada:
el uno tengo en Guadix — y el otro lo (3) tengo en Baza,
y el otro le tengo en Lo rea (4), — esa villa muy nombrada,
y á mí, porque era muy viejo, —entregáronme al Alhama (6);
y porque veas, perro moro, — si te fuera bien vengada (6). —
El buen rey los puso en paz (7), — que ninguno más no habla
sino Albayaldos, que pide — licencia le sea dada,
porque con sola su gente — quiere cumplir su palabra.
El rey se la concedió: — mucha gente le acompaña.
Por los campos de Jaén— todo el ganado robaba,
muchas vacas, mucha oveja, — y el pastor que lo guardaba;
mucho cristiano mancebo— y mucha linda cristiana.
Á la pasada de un rio, — junto á la orilla del agua (8)
soltádosele ha un pastor (9)— de los que presos llevaba (10).
Por las puertas de Jaén — al Maestre voces daba:
— ¿Dónde estás tú, el Maestre (11)?— ¿Qué es de tu noble com-
[pafia?
Hoy pierdes toda tu gloria,— y Albayaldos se la gana.—
Oídolo ha el Maestre— en sus palacios do estaba.
— Calles, calles tú, el pastor, — no digas la tal palabra,
que si hoy pierdo mi gloria (12), — mañana será ganada.
(1) «=Allí respondió » Tim. Pl. s.
Í2) «Si no fueran tabuen rey»
PI. 8.
(:^) «Basegundo.^Tím Pl. 3.
(4) 'El tercero tengo en Loja.»
Timoneda — «El tercero tengo en
Lorca» Pl. s.
(5) entregóme el rey á Alhama. »
Timoneda.
(8) Timoneda no pone este veno.
—«A la orilla de nn a^ua-» PL s.
(9) • ün pastor se les soltaba. »
Timoneda.
(10; «Que como nn gamo corría,
} como un ciervo saltaba. » Tim.
Versos tomados del romanee qae
dice: «Caballeros de Moclin- »
(11) «Donde est \s, díme Maestre.»
(6) «Demandada.* Tim. Pl. s. i Timoneda. PI. s.
(7) «El rey los pusiera en paz.»
Timoneda,— «Pusiéronlos luego en
paz.* Pl. 8.
(12i 'Mi honra. >• Ood. del si-
glo XVI.
ROMANCES HISTÓRICOS 477
jAl arma, mis caballeros, — ^todo hombre, sus, al armal (1)—
Luego que en campo se vido (2),— á los suyos esforzaba;
Á la bajada de un valle — ^por cima de una asomada (3)
vio como iba Albayaldos. — El Maestre que los viera,
de esta suerte razonaba: — Á ellos, mis caballeros,
<iue ninguno se nos vaya. — Pone (4) piernas al caballo
y aprieta muy bien su lanza;— al primero que encontró
-en tierra muerto le echara. — Andando en esta refriega (5)
con Albayaldos topara:— con la fuerza del Maestre
Albayaldos se desmaya. — Cae (6) muerto del caballo,
y así su vida acabara (7). — Los suyos cuando esto vieron,
cada cual á huir se daba.
(Códice del siglo xvi. En el Romancero de Duran.—*
Timoneda, Rosa española. — Aquí comienzan seys
romances: el primero es de la mañana de Sant
Juan, etc. — Pliego suelto del siglo xvi.)
88 b.
(Romance fronterizo. XXYII.)
CAl mismo asuntoj
;Ay Dios, qué buen caballero — el Maestre de Calatraval
aQuó bien que corre los moros— por la vega de Granada,
dende la puerta de Quiros — hasta la Sierra-Nevada!
Trescientos comendadores, — todos de cruz colorada:
dende la puerta de Quiros — les va arrojando la lanza.
(1) 'Presto, presto, al arma, al
■arma* Tim- Pl- s-
(2) «Aan no lo hubo bien diclio
cada cual á punto estaba.»
Luego que en campo se TÍdo.»
Timoneda.
(3) «Por cima do asomaba. > Ood.
del siglo XVI.
Tomo VH 18
(4) «Puso.» Tim. Pl.s.
(5) « Andando por la pelea. > Cod.
del siglo xvi.
(6) <Oayó.> Cod. del siglo rvi.
(7) «Sin hablar una palabra.»
Timoneda. Pl. s.
478 LÍRICOS CASTELLANOS
Las puertas eran de pino, — de banda á banda las pasa:
tres moricos dejó muertos — de los buenos de Granada,
que el uno ha nombre Alanese,— el otro Agameser se llama»
el otro ha nombre Gonzalo, — hijo de la renegada.
Sabido lo ha Albayaldos— en un paso que guardaba.
(Síj^uense ocho romances viejos. — Pliego suelto del siglo xvi..
En el Romancero de Duran.)
89.
(Bomance fronterizo. — ZXVIIL)
Romaiiee de la muerte de Albayaldos*
iSanta Fe, cuan bien pareces — en los campos de Granadat
que en ti están duques y condes, — muchos señores de salva^
en ti estaba el buen Maestre— que dicen de Calatrava,
éste á quien temen los moros,— esos moros de Granada,
y aquese que los corría, — picándolos con su lanza,
desde la puente de Pinos — hasta la Sierra -Nevada,
y después de bien corrida — da la vuelta por Granada.
Hasta las puertas de Elvira— llegó á hincar su lanza;
las puertas eran de pino, — de claro en claro las pasa.
Sacábales los captivos — que estaban en la barbacana,
tómales los bastimentos— que vienen para Granada.
No tienen ningún moro— que á demandárselo salga,
sino fuera un moro viejo— que Penatilar (1) se llama,
que salió con dos mil moros,— y volvió huyendo á Granada»
Sabido lo ha Albayaldos— allá allende do estaba,
hiciera armar un navio,— pasara la mar salada.
Sálenselo á recibir — esos moros de Granada,
allá se lo aposentaban— en lo alto de la Alhambra.
íbaselo á ver el rey, — el rey Alijar de Granada:
(1) ¿Diría -Ben-Alatar?»
ROMANCES HISTÓRICOS 479
—Bien vengades, Albayaldos, — buena sea vuestra llegada.
Sí venís á ganar sueldo,— dároslo be de buena gana,
y si venís por mujer, — dárseos ha mora lozana;
de tres hijas que yo tengo, — dárseos ha la mas gallarda.
— iMahoma te guarde, el rey, — Alá sea en la tu guardal
que no vengo á ganar sueldo, — que en mis tierras lo pagaba;
ni vengo á tomar mujer, —porque yo casado estaba;
mas una nueva es venida— de la cual á mí pesaba,
que vos corría la tierra — el Maestre de Oalatrava,
y que sin ningún temor — hasta la ciudad llegaba,
y que por la puerta de Elvira — atestaba la su lanza,
y que nadie de vosotros — demandárselo osaba.
Á esto vengo yo, el rey,— á esto fué mi llegada,
para prender al Maestre, — y traelle por la barba. —
Allí habló luego un moro — que era alguacil de Granada:
— Calles, calles, Albayaldos,— no digas la tal palabra,
que si vieses al Maestre — ^temblar te hia la barba, —
porque es muy buen caballero — y esforzado en la batalla. —
Cuando lo oyó Albayaldos, — enojadamente habla:
— Calles, calles, perro moro, — si no darte he una bofetada,
porque yo soy caballero, — y cumpliré mi palabra.
— Si me la das, Albayaldos, — serte ha bien demandada.^
El rey desque vio esto— el guante en medio arrojara:
— Calledes vos, alguacil, — no se os debe dar nada,
que Albayaldos es mancebo; — no miró lo que hablaba. —
Allí hablara Albayaldos, — al rey de esta suerte habla:
— Dédesme vos dos mil moros, — los que á mí me agradaban,
y á ese fraile capilludo — yo os le traeré por la barba. —
Diérale el rey dos mil moros, — lo que él le señalara:
todos los toma mancebos, — casado no le agradaba.
Sabídolo ha el Maestre— allá en Santa Fe do estaba,
salióselos á recibir — por aquella vega llana [zaba.
con quinientos comendadores, — que entonces más no alean-
Á los primeros encuentros — un comendador á pié anda;
Avendafio habia por nombre,— Avendafio se llamaba.
Punchándole anda Albayaldos — con la punta de la lanza.
480
LÍRICM>S CASTELLANOS
á grandes voces diciendo, — con sn lanza ensangrentada:
— Date, date, capilludo,— á la casa de Granada.
— iNi por vos, el moro perro,— ni por la vuestra compañal-
£lios en aquesto estando.— el Maestre que allegaba,
á grandes voces diciendo: — iSantiagoI y iCalatraval —
Álzase en los estribos, — y la lanza le arrojaba;
dióle por el corazón, — salido le había á la espalda.
Como ovejas sin pastor — que andan descaminadas,
ansí andaban los moros — desque Albayaldos faltara,
que de dos mil y quinientos — treinta solos escaparan,
los cuales vuelven huyendo, — ^y se encierran en Granada.
Bien lo ha visto el rey moro— de las torres donde estaba;
si miedo tenia de antes,— mucho más allí cobrara.
(Silva de Rom. de 1550, t. II, f. 71.)
90.
(Bomance fronterizo. — XXIX.)
Romanee del moro Alatar (1).
De Granada parte el moro — que Alatar se llamaba,
primo hermano de Bayaldos (2), - el que el Maestre matara,
caballero en un caballo— que de diez años pasaba:
tres cristianos se le curan, — y él mismo le da cebada.
Una lanza con dos hierros — que de treinta palmos pasa (8):
hizola aposta el moro (4)— para bien señorealla;
(1) Sobre el asunto, según lo
cuentan los romances, véase Gle-
mencín, Comentario al Don Qui-
jote, tomo V., P- 390;— y sobre Alia-
tar, el histórico, y el cerco de Loja
en el año de 1482, cuyo alcaide fué
entonces Aliatar, y en cuyo ataque
murió el Maestre don Rodrigo Gi-
rón, véase la Historia de Granada
de Lafaente Alcántara, tomo III-»
ps. 399 á 403.
(2) «Abayardos.» Timoneda.^
^Abayaldo-* FI. s-
(3) «Que treinta palmos paa»-
ba.* Timoneda. Pl. s.
(4) «Aposta la hizo el moro. ■ Ti-
moneóla.
ROMANCES HISTÓRICOS
481
una adarga ante sus pechos— toda muza y cotellada,
una toca en su cabeza — que nueve vueltas le daba:
los cabos eran de oro,— de oro y seda de Granada (1);
lleva el brazo arremangado, — sola la mano alhefiada.
Tan sañudo iba el moro, — que bien demuestra (2) su saña,
que mientras pasa la puente, — jamás á Darro mirara.
Bogando iba á Mahoma,-— y Alá le (3) suplicaba,
le demuestre algún cristiano— en que sangriento (4) su lanza.
Camino va de Antequera, — parecía que volaba:
solo va sin compañía — con una furiosa saña.
Antes que llegue á Antequera, — vido una seña cristiana;
vuelve riendas al caballo— y para allá (6) le guiaba:
la lanza iba blandiendo, — parecía que la quebraba.
Sáleselo (6) á recebir— el Maestre de Calatrava,
caballero en una yegua — que ese dia la ganara,
con esfuerzo y valentía — á ese alcaide del Alhama;
armado de todas armas, — hermoso se devisaba;
una veleta traia — en una lanza acerada.
Arremete el uno al otro,— el moro gran grito daba:
— iPor Alá, perro cristiano, — te prenderé por la barbal
Y el Maestre entre sí mesmo— á Jesús se encomendaba.
Ya andaba cansado el moro, — su caballo ya cansaba;
el Maestre, que es valiente, — muy gran esfuerzo tomara.
Acometió recio al moro, — la cabeza le cortara;
el caballo, que era bueno, — al rey se lo presentara,
la cabeza en el arzón, — porque supiese la causa.
fSiha de 1550, t. II, f. 74. — ^Timoneda, Rosa española. —
Aquí comienzan seys romances: el primero es de la mañana
de sant Juan, etc. — Pliego suelto del siglo xvi.) (7)
(1) 'Con seda de fina grana»
Timoneda
(2) -< Mostraba. ^ Timoneda.
(3) "Á Mahonia.» Timoneda.
(4) -Kneangríente.'' Tim. Pl. s.
(5) -Á la seña- » Timoneda.
(6) «Saliifeele. " Timoneda. Pl. s.
(7) Pérez de Hita pone en su
Historia de los bandos de Oegríes»
etc , nn romance al mismo asunto
que no sólo tiene un principio cad
igual á este 'De Granada sale el
morO} etc.*, sino repite también
trozos enteros de él; por eso no es
más que una refundición ampliada
de nuestro texto.
482
líricos castellanos
91.
(Romance fronterizo. — XXX.)
Romanee de cómo taé preso el rey Chlqnlto
de Oranada, y despaes rescatado (1)
Junto al vado de Geni!, — por un camino seguido
viene un moro de á caballo, — de polvo y sangre teñido,
corriendo á todo correr — como el que viene huido.
Llegado junto á Granada,— da gran grito y alarido,
publicando malas nuevas — de un caso que ha acontecido:
— Que se perdió el rey Chiquito — y los que con él han ido,
y que no escapó ninguno, — preso, muerto ó mal herido;
que de cuantos allí fueron — yo solo me he guarecido,
á traer nueva tan triste— del gran mal que ha sucedido.
Los que á vuestro (2) rey vencieron— sabed, si no habéis sa-
[bido,
que fué aquel Diego Hernández, — de Córdoba es su apellido,
alcaide de los donceles, — hombre sabio y atrevido,
y aquel gran conde de Cabra — que en su ayuda ha venido,
y este venció la batalla— y aquel trance tan reñido;
y otro, Lope de Mendoza, — que de Cabra habia salido,
que andaba entre los peones — como un león atrevido (8).
Y sabed qué el rey no es muerto, — mas que está en prisión
que le vide ir en trailla— con acto muy abatido, [metido (4),
y llevábanlo (6) á Lucena,— junto adonde fué vencido. —
Lloraba toda Granada — con grande llanto y gemido;
(1) Timoneda, Bota española.—
En el CanC' de Rom., ed. de Medi-
na, 1570t lleva este romance al epí-
grafe más corto: «Romance de la
koida del rey moro. > —Sobre la pri-
áón del rey moro Boabdil, 21 de
Abril del afio de 1483. véase la Hit-
torta de Cfranada, por Lafuente
Alcántara, tomolll, pé0i.482á 486.
(2) «Nuestro.» TiinonedAt Rota
española.
(8) «Cómo león bravo metido. -
Timoneda.
ii) ^Mas está en ptisióii rendi-
do.* Timoneda.
(5) «Llévanio derecho.» Tlm.
ROMANCES HISTÓRICOS
183
lloraban mozos y viejos — con algazara y ruido;
lloraban todas las moras — un llanto muy dolorido;
mesan sus cabellos negros (1), — desgarrando sus vestidos;
■arranadas blancas caras —y sus rostros tan lucidos:
unas por padres y hijos (2), — otras hermano ó marido;
lloran tanto caballero—- como allá se hubo perdido;
lloraban por su buen rey,— tan amado y tan querido.
■Queréllanse de Mahoma (3), — que ansi ha desfavorecido
é su ejército y su rey, — que fuese así destruido,
prometiendo todas sus joyas (4), —para que sea redimido,
«US ajorcas y tejillos, — atutes de oro subido,
y con estas y otras cosas (6), — dar su rescate cumplido.
{'Can. de Rom,, cd. de Medina, 1570. — ^Timoneda, Rosa
española.)
92.
(Romance fronterizo. — XXXI.)
Ijlegan nuevas á Oranada de qae el ejérelto
cristiano se aprox.lina para sitiarla*
Mensajeros le han entrado — al rey Chico de Granada;
«ntran por la puerta Elvira — y paran en el Alhambra.
Ese que primero llega — Mahomad Cegri se llama;
herido viene en el brazo — de una muy mala lanzada;
y asi como como ante él llegó,— de esta manera le habla,
con el rostro demudado, — de color muy fría y blanca:
(1) Éste y los tres versos que le
«iguen faltan en [la Rom de Tím*
(2) «Unas lloran padres, hijos.»
^Kmoneda.
(3) ÍSste y los tres versos qne le
4Úgaen faltan también en la Rosa
de Timoneda.
(4) «Prometen todas sus joyas.-
Timoneda.
(5) «Con esto y otras riquezas
fué rescatado y traído
el rey Ohiqmt6 á Granada,
y en sn posesión metido. •
Timoneda.
484 LÍRICOS CASTELLANOS
— Nuevas te traigo, señor,— y una muy mala embajadas
por ese fresco Genil — mucha gente viene armada,
sus banderas traen tendidas, — puestos á son de batalla^
un estandarte dorado— -en el cual viene bordada
una muy hermosa cruz,— que más relumbra que plata,,
y un Cristo crucificado— traia por cada banda.
General de aquella gente— el rey Fernando se llama;
todos hacen juramento — en la imagen figurada,
de no salir de ia vega— hasta ganar á Granada;
y con esta gente viene — una reina muy preciada,
llamada doña Isabel, — de grande nobleza y fama.
Veisme aqui, que herido vengo — agora de una batallii^
que entre cristianos y moros — en la vega fué trabada:
treinta Cegries quedan muertos, — pasados por el espada
de cristianos Bencerrajes— con braveza no pensada,
con otros acompañados — de la Cristian mesnada.
Hicieron aqueste estrago — en la vega de Granada:
perdóname por Dios, rey, — que no puedo hablar palabra»
que me siento desmayado— de la sangre que me falta. —
Estas palabras diciendo, — el Cegri allí se desmaya:
de esto quedó triste el rey, — y no pudo hablar palabra.
Quitaron de allí al Cegri,— y lleváronle á su casa.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cégries, etc.|
92 a.
(Romance fronterizo. ^XXXIL)
(Al mismo atuntoj
Al rey Chico de Granada — mensajeros le han entrado;
entran por la puerta Elvira, — y en el Alhambra han parado»
Ese que primero llega—es ese Cegrí nombrado,
con una marlota negra,— señal de luto mostrando.
AOM ANGBS HISTÓBIGOS
485
Las rodillas por el suelo,— de esta manera ha hablado:
— Nuevas te traigo, señor,— de dolor en sumo grado:
por este fresco Genil — un campo viene marchando,
todo de lucida gente; — las armas van relumbrando.
Las banderas traen tendidas, — y un estandarte dorado.
El general de esta gente— se llama el rey don Femando:
en el estandarte traen — un Cristo crucificado.
Todos hacen juramento — morir por el Figurado,
y no salir de la vega,^ni atrás volver un paso
hasta ganar á Granada — y tenerla á su mandado.
Y también viene la reina, — mujer del rey don Femando,
la cual tiene tanto esfuerzo, — que anima á cualquier soldado.
Yo vengo herido, buen rey, — un brazo traigo pasado,
y un escuadrón de tus moros— ha sido desbaratado;
todo el campo de Alhendin — queda roto y saqueado. —
Estas palabras diciendo,— cayó el Cegri desmayado:
mucho lo sintió el rey moro;— del gran dolor ha llorado.
Quitaron de alli al Cegri — y á su casa lo llevaron.
{férez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc.)
93.
<Bomance fronterizo. — XXXHI.)
(De Qareflaso de )ft Vega.) (1)
Cercada está Santa Fe -con mucho lienzo encerado,
al derredor muchas tiendas — de seda, oro y brocado,
donde están duques y condes,- señores de grande estado,
y otros muchos capitanes — que lleva el rey don Femando,
todos de valor crecido, — como ya habréis notado
(1) Sobre la tan célebre hazafia
de Hernán Pérez del Pulgar, la
cual ocasionó este desafío, al fin del
afio de 1490, véase la Hiitoria de
Granaébr,'voT Lafnente Alcántara»
tomo IY,pa8s. 100 á 102.
486 ÚRICOS CASTELLANOS
en la guerra qne se ha hecho— contra el ^anadino estado;
cuando á las nueve del dia— un moro se ha demostrado
encuna un cahallo negro — de hlancas manchas manchado»
cortados ambos hocicos, — porque lo tiene enseñado
el moro que con sus dientes— despedace á los cristianos.
£1 moro viene vestido— de blanco, azul y encamado,
y debajo esta librea— trae un muy fuerte jaco,
y una lanza con dos hierros — de acero muy bien templado»
y una adarga hecha en Fez— de un ante rico estimado.
Aqueste perro, con befa,.— en la cola del caballo,
la sagrada Ave María— llevaba, haciendo escarnio.
Llegando junto á las tiendas,— de esta manera ha hablado:
— ¿Cuál será aquel caballero— que sea tan esforzado
que quiera hacer conmigo — batalla en aquesto- camx>o?
Salga uno, salgan dos, — salgan tres 6 salgan cuatro:
el alcaide de los donceles— salga, que es hombre afamado;
salga ese conde de Cabra, — en guerra experimentado;
salga Gonzalo Fernandez, — que es de Córdoba nombrado»
ó si no, Martin Galindo, — que es valeroso soldado;
salga ese Portocarrero, — señor de Palma nombrado,
ó el bravo don Manuel— Ponce de León llamado,
aquel que sacara el guante— que por industria fué echado
donde estaban los leones, — y él le sacó muy osado (1);
y si no salen aquestos, — salga el mismo rey Femando,
que yo le daré á entender — si soy de valor sobrado. —
Los caballeros del rey — todos le están escuchando:
cada uno pretendia — salir Con el moro al campo.
Garcilaso estaba alli,— mozo gallardo, esforzado.;
licencia le pide al rey— para salir al pagano.
— Garcilaso, sois muy mozo — para emprender este caso;
otros hay en el real— para poder encargarlo. —
Garcilaso se despide — muy confuso y enojado,
por no tener la licencia— que al rey habia demandado.
Pero muy secretamente —Garcilaso se habia armado,
(1) Véase el romance de 1). ICanuel de León, que dice: *JSte conde dtm
Manuel.'
ROMANGBS HláTQRIGOS 187
y en un caballo morcillo— salido se había al campo.
Nadie le ha conocido, — porqae sale disfrazado;
fuese donde estaba el moro, — y de esta suerte le ha hablado:
— ¡Ahora verás, el moro, — si tiene el rey don Femando
caballeros valerosos — que salgan contigo al campo!
Yo soy el menor de todos,— y vengo por su mandado. —
£1 moro cuando le vio— en poco le habia estimado,
y dijole de esta suerte: — Yo no estoy acostumbrado
á hacer batalla campal— sino con hombres barbados:
vuélvete, rapaz, le dice, — y venga el mas estimado. —
Oarcilaso con enojo — puso piernas al caballo;
arremetió para el moro, — y un gran encuentro le ha dado.
El moro que aquesto vio, — revuelve asi como un rayo:
comienzan la escaramuza— con un furor muy sobrado.
Oarcilaso, aunque era mozo, — mostraba valor sobrado;
dióle al moro una lanzada — por debajo del sobaco:
el moro cayera muerto,— tendido le habia en el campo.
Oarcilaso con presteza — del caballo se ha apeado:
cortárale la cabeza — y en el arzón la ha colgado:
quitó el Ave-Maria— de la cola del caballo:
hincado de ambas rodillas, — con devoción la ha besado,
y en la punta de su lanza— por bandera la ha colgado.
Subió en su caballo luego, — y el del moro habia tomado.
Cargado de estos despojos,— al real se habia tornado,
do estaban todos los grandes, —también el rey don Femando.
Todos tienen á grandeza— aquel hecho señalado;
también el rey y la reina — mucho se han maravillado
en ser Oarcilaso mozo— y haber hecho un tan gran caso;
Oarcilaso de la Vega — desde alli se ha intitulado,
porque en la Vega hiciera — campo con aquel pagano.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc. Donde
este romance está llamado antiguo.)
288
líricos gastbllaiios
94.
(Bomanoe fronteriiso. — XXXIV.)
(De D. Manael Ponce de León.) (1).
— ¿Cuál será aquel caballero — de los míos más predado,
que me traiga la cabeza— de aquel moro sefialado
que delante de mis ojos—á cuatro ha lanceado,
pues que las cabezas trae — en el pretal del caballo? —
Oidolo ha don Manuel,— que andaba allí paseando,
que de unas viejaíf heridas — no estaba del todo sano.
Apriesa pide las armas, — y en un punto fué armado,
y por delante el corredor— va arremetiendo el caballo.
Con la gran fuerza que puso,— la sangre le ha reventador
gran lástima le han las damas — de velle que va tan flaco.
Ruéganle todos que vuelva;— mas él no quiere aceptarlo.
Derecho va para el moro, — que está en la plaza parado.
£1 moro desque lo vido,— de esta manera ha hablado:
— Bien sé yo, don Manuel,— que vienes determinado,
y es la causa conocerme— por las nuevas que te han dado;
mas, porque logres tus dias, — vuélvete y deja el caballo,
que soy yo el moro Muza, — ese moro tan nombrado:
soy de los Almoradíes, — de quien el Cid ha temblado.
— Yo te lo agradezco, moro,— que de mi tengas cuidado,
(1) «Don Manuel Ponce de León,
dice Salazar de Mendoza {Crónica
de la excéUntisima casa de los
Ponees de Lean. Toledo, 1620;
en 4.° fol. 177 ▼•)... fué aquel ya-
líente y valeroso caballero de quien
se han contado y escrito tan gran-
des hechos en armas. Hallóse en
la conquista del reino de Grana-
da y en muchas cosas en que inter-
TÍno BU hermano el gran duque de
Cádiz. Casó en Valladdid eos doisa
Ghiiomar de Castro.» Fné éste el
progenitor de los eondes de Baylen.
—Este acontecimiento, eteo que
sea histórico, hubo de saeeder por
el fin del afto de 1481.— VÓMe la
Historia de Granada, por Istmeño
te Alcántara, tomo IV., pAgi. 1S8
y 127} donde se refiere la ealáetralft
misteriosa y algo noYeleeca de la
heroica yida del valiente Muía.
B'OMÁNGBS HISTÓRICOS
489
que puee la43 damas me envían, — ño volveré sin recaudo. —
Y sin hablar más razones, — entrambos se han apartado,
y á los primeros encuentros— -el moro deja el caballo,
y puso mano á un alfanje, — como valiente soldado.
Fuese para don Manuel, — que ya le estaba aguardando;
mas don Manuel, como diestro, — la lanza le había terciado.
Vara^y media queda fuera, — que le queda blandeando,
y desque muerto lo vido, — apeóse del caballo.
Cortádole ha la cabeza, — y en la lanza la ha hincado,
y por delante las damas — al buen rey la ha presentado.
(Romance de D. Manuel, glosado por Padilla. — Pliego suelto
del siglo XVI en el Romancero general del Sr. Duran.)
95.
(Romance fronterizo. — XXXV.)
■tomance de don Alonso de Agullar.
Estando el rey don Femando— en conquista de Granada
con valientes capitanes — de la nobleza de España:
armados estaban todos— de ricas y fuertes armas (1.)
El rey los llama (2) en su tienda— un lunes por la mañana.
Desque los tuviera juntos, — de esta manera les habla:
— ¿Cuál será aquel caballero — que, por ensalzar su fama,
mostrando su gran esfuerzo— sube á la sierra mañana ? (3) —
Unos á otros se miran, — el sí ninguno le daba,
que la ida es peligrosa,— mucho más es la tornada (4);
con el temor que tienen— á todos tiembla la barba.
Levantóse don Alonso— que de Aguilar se llamaba.
Q) «Armados de fuertes armas. »
Pliego suelto n.® 2. .
(2) «Llamó.»Pl. 8. n.*2.
(3) «Á la sierra Nevada-» Pl. s.
n.o2.
(4) «Muy dudosa la tomada.»
Pl. s. n.o2.
490
LÍRICOS GASTELLAfVOd
— Yo subiré allá, buen rey (1), — desde (2) ahora lo aceptaba;
tal empresa como aquesa — para mí estaba guardaba.
«
Quiero morir ó vencer—aquesa gente pagana:
que si Dios me da salud (3)— la injuria será vengada. —
Armóse luego ante el rey — de las sus armas preciadas;
saltó sobre un gran caballo, — y su escudo embrazara;
gruesa lanza con dos hierros— en la su mano llevaba.
Valiente va don Alonso, — su esfuerzo gran temor daba;
van con él sus caballeros, — ^toda su noble compafia (4).
Entre moros y cristianos — se traba (6) cruel batalla:
los moros, como son muchos, — á los cristianos maltratan.
Huyendo van los cristianos, — huyendo por una playa.
Esfuérzalos don Alonso — diciendo tales palabras:
— ¡Vuelta, vuelta, caballeros, — vuelta, vuelta á la batallal
que aunque ellos eran muchos (6),— cobarde es el que des-
Acordaos del gran esfuerzo — de la gente castellana, [maya*
Mejor es aqui morir — ejercitando las armas,
que no vivir con deshonra — con vida tan aviltada:
que muriendo viviremos, — pues vivirá nuestra fama,
que la vida presto muere, — la honra mucho duraba. —
Con estas palabras todos — muy gran esfuerzo tomaban (7);
murieron (8) como valientes, — ninguno con vida escapa.
Solo queda don Alonso, — el cual, blandiendo su lanza,
se mete (9) entre los moros— con crecida y grande (10) safia:
á muchos quita la vida, — á otros muy mal los llaga.
En tomo lo cercan moros— con grita y gran algazara.
Tantos moros tiene muertos,— que sus cuerpos lo amparaban.
Cércanlo de todas partes,— muy malamente (11) lo llagan;
(1) «De snbir á ella, buen rey.»
Pl. 8. n.o 2.
(2) «Yode.- P1.8. n.o2.
(8) «Saladme da» Pl. s. n.* 2.
(4) « Suben á sierra Nevada. » Pl .
8. n.o2.
(5) «Setiabó.'Pl. 8.n.<>2.
(6) «Que aunque los moros son
mucho8-* Pl. B. n.*»2.
(7) «Á la batalla tomabui.» Fl.
8. n.° 2.
(8) «Muriendo.» PL a. n.° 2.
(9) «Metió.»Pl.B.n.»2.
aO) «Cruel.'Pl. B. n.'*2.
(11) «Mortalmente.» PL a. ii.«2.
ROMANCES HISTÓRICOS
491
siete lanzadas tenia,- todas el cuerpo le pasan.
Muerto yace don Alonso, — su sangre la tierra baña.
Llorando está, llorando — una captiva cristiana
que cuando niño pequeño — á sus pechos le criara.
Estaba cerca del cuerpo (1) — arañando la su cara;
tanto llora la captiva, — que de llorar se desmaya,
y después de vuelta en si — con don Alonso se abraza,
besaba el cuerpo defunto, — en lágrimas lo bañaba,
torcía sus blancas manos,— los ojos al cielo alzaba,
los gritos que estaba dando— junto á los cielos llegaban,
las lástimas que decía — los corazones traspasan:
— ¡Don Alopso, don Alonso! — ;Dios perdone la tu almal
que te mataron los moros,- los moros del Alpujarra:
no se tiene por buen moro— quien no te daba lanzada.
Lloren todos como yo, — lloren tu muerte temprana,
llórete el rey don Femando, — tu vida poco lograda,
llore Aguilar y Montilla — tal señor como le matan,
lloren todos los cristianos — pérdida tan lastimada (2);
llore ese Gran Capitán — pérdida tan señalada,
que muerte de tal hermano — razón es, la gima y plaña:
que tu esfuerzo tan Crecido — esta muerte te causara.
Dechado tomen los buenos — para tomar noble fama,
pues murió como valiente, — y no en regalos de damas (8)j
murió como caballero, — matando gente pagana. —
Y estas palabras diciendo,— otra vez se traspasaba.
Llegó allí un moro viejo,— la barba crecida y cana.
— No quiera Alá, dijo á voces (4),— á ti (5) más ofensa se
Echó mano á un alfanje, — la cabeza le cortara; [haga. —
tomóla por los cabellos, — para su rey la Jlevaba,
diciendo: — Tal caballero— esforzado y de tal fama,
(1) «Á su pecho lo críara:
que cuando oyera su muerte
se huyó de quien estabaí
llegóse junto del cutKpo.^
Pl. B. n.* 2.
(2) «Señalada.» PL 8. n.o2.
(3) «No en regalos ni entre da>
mas.» Pl. s. n.** 2.
(4) «No quiero, le dijo á voces.»
Pl. s. n.o 2.
(5) «Aquí.» Pl. s. n.<>2.
492 LÍRICOS CASTELLANOS
no es justo siendo muerto,— que tal (1) baldón se le haga. —
El rey moro que lo vido, — gran pesar de ello cobrara;
el cuerpo manda (2) traer— de allí donde muerto estaba.
Enviólo al rey don Femando, —y la cabeza cortada;
el rey hubo gran placer— en que muerto le cobraba,
que puesto que (3) alli muriera,— su fama siempre volaba.
(i. Nueva glosa fundada sobre aquel antiguo y verdadero
romance de: «Alora la bien cercada», etc. —Pliego suel-
to del siglo XVI. — 2. Romance de D. AJonso de Aguí*
lar, etc. — Pliego suelto del siglo xvi.)
95 a.
(Bomanoe fronterizo. — XXXVI.)
CAl mismo asunto.)
Estando el rey don Femando— en conquista de Granada»
donde están duques y condes— y otros señores de salva,
con valientes capitanes— de la nobleza de España,
desque la hubo ganado, á sus capitanes llama.
Cuando los tuviera juntos,— de esta manera les habla.-
— ¿Cuál de vosotros, amigos, — irá á la sierra mañana
á poner el mi pendón — encima del Alpujarra? —
Mirábanse unos á otros, — y ninguno el si le daba,
que la ida es peligrosa— y dudosa la tomada,
y con el temor que tienen, — á todos tiembla la barba,
si no fuera á don Alonso— que de Aguilar se llamaba.
Levantóse en pió ante el rey; — de esta manera le habla:
— Aquesta empresa, señor, — para mí estaba guardada,
que mi señora la reina — ya me la tiene mandada. —
Alegróse mucho el rey — por la oferta que le daba.
Aun no era amanecido — don Alonso ya cabalga
(1) 'Ningún.» Pl. 6. n.o 2. | (3) «Que aunque él. - Pl. s. n • 2.
(2) 'Mandó.-Pl. 8. n."2.
ROMANCES HISTÓRICOS
t93
<X)n qainientos de á caballo,— y mil infantes llevaba.
Comienza á subir la sierra — que llamaban la Nevada.
Los moros que lo supieron — ordenaron gran batalla,
y entre ramblas y mil cuestas — se pusieron en parada.
La batalla se comienza — muy cruel y ensangrentada;
porque los moros son muchos, — tienen la cuesta ganada:
aquí la caballería — no podía hacer nada,
y ansí con grandes peñascos — fué en un punto destrozada.
Los que escaparon de aquí— vuelven huyendo á Granada.
Don Alonso y sus infantes — subieron á una llanada;
aunque quedan muchos muertos— en una rambla y cafiada,
tantos cargan de los moros, — que á los cristianos mataban.
Solo queda don Alonso, — su compaña es acabada:
pelea como un león, — mas su esfuerzo vale nada,
porque los moros son muchos — y ningún vagar le daban.
En mil partes ya herido,— no puede mover la espada;
^e la sangre que ha perdido— don Alonso se desmaya.
Al ñn cayó muerto en tierra, — á Dios rindiendo su alma:
no se tiene por buen moro — el que no le da lanzada.
Lleváronle á un lugar — que es Ojicar la nombrada;
alli le Vienen á ver— como á cosa señalada.
Miranle moros y moras,^-de su muerte se holgaban.
Llorábale una cautiva,— una cautiva cristiana,
<iue de chiquito en la cuna— á sus pechos le criara.
A las palabras que dice, — cualquiera mora lloraba:
— Don Alonso, don Alonso, — Dios perdone la tu alma,
•que te mataron los moros, — los moros de la Alpujarra.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc.) (i)
(1) «Este fin lastimoso, dice Pé-
rez de ELita, tuvo D. Alonso de
Aguilar: ahora, sobre su muerte
hay discordia entre los poetas que
sobré esta historia han escrito ro-
manees, porque imo dice que esta
batalla y otra de cristianos fué en
la Sierra-Nevada; otro poeta que
Tomo Vil
hizo el romance de Rio verde^ dice
que fué la batalla de Sierra-Ber-
meja- >- Harto conocido es ya que
fué en la Sierra -Bermeja, donde
murió D. Alonso de Aguilar, herma-
no del gran Capitán Gk>nzalo de Cór-
doba, con otros caballeros, 16 de
Marzo del afio de 1501,. en una b&-
19
i94
LÍRICOS CASTELLANOS
96
(Romance fronterizo. — XXXVII.)
■tomance de SlayaTedra«
iRio- Verde, Rio- Verde, — más negro vas que la tíntaf
entre tí y Sierra-Bermeja — murió gran caballería.
Mataron á Ordiales, — Sayavedra huyendo iba;
con el temor de los moros — entre un jaral se metía.
Tres dias ha, con sus noches,— que bocado no comía;
aquejábale la sed — y la hambre que tenía.
Por buscar algún remedio— al camino se salía:
visto lo habían los moros— que andan por la Serranía.
Los moros desque lo vieron,— luego para él se venían.
Unos dicen;— iMuera, muera! — otros dicen: — |Viva, vivat
Témanle entre todos ellos; — bien acompañado iba.
Allá le van á presentar (1) — al rey de la morería.
Desque el rey moro lo vido— bien oiréis lo que decía:
—¿Quién es ese caballero — que ha escapado con la vida?
— Sayavedra es, señor,- Sayavedra el de Sevilla,
el que mataba tus moros — y tu gente destruía,
el que hacía cabalgadas — y se encerraba en su manida. —
Allí hablara el rey moro,— bien oiréis lo que decía (2):
— Dígasme tú, Sayavedra, — si Alá te alargue la vida,
sí en tu tierra me tuvieses, — ¿qué honra tú me harías? —
Allí habló Sayavedra,— de esta suerte le decía:
— Yo te lo diré, señor, — nada no te mentiría:
sí cristiano te tomases, — grande honra te haría;
y si así no lo hicieses,— muy bien te castigaría:
la cabeza de los hombros — luego te la cortaría.
talla contra los moriscos amotina-
dos de las Al pniarras.— Véase la
ff i doria de Granada., por Lafaen-
te Alcántara, tomo IV., págs. 167
á 169:— y sobre D. Alonso de hgA-
lar. Ibíd. tomo IIL, pás8.S74 y 876-
(1) «Llévanleápresentar.'iSítMU
(2) «Dina.* Suva,
ROMANCES HISTÓRICOS 495
— Calles, calles, Sayavedra, — cese tu malenconia;
tórnate moro si quieres,— y verás qué te daria.
Darte he villas y castillos, —y joyas de gran valia. —
Gran pesar ha Sayavedra— de esto que decir oia (1).
Con una voz rigurosa,— de esta suerte respondía:
— Muera, muera, Sayavedra; — la fe no renegaría,
que mientra vida tuviere, — la fe yo defendería. —
Allí hablara el rey moro, — y de esta suerte decía:
— Prendeldo, mis caballeros, — y del me haced justicia. —
Echó mano á su espada, — de todos se defendía;
mas como era uno solo,— allí hizo fíir su vida.
{Canc. de Rom, s. a, fol. 174. — Canc. de Rom,, 1550, fol. 182.
Silva de 15501 tomo I, fol. 97.)
96 a.
(Bomanoe fronterizo. — XXXYIII.)
I Rio- Verde, Rio-Verdel — tinto vas en sangre viva;
entre tí y Sierra-Bermeja— murió gran caballería.
Murieron duques y condes, — señores de gran valia;
alli murió Urdíales,— hombre de valor y estima.
Huyendo va Sayavedra — por una ladera arriba;
tras del iba un renegado, — que muy bien lo conocía.
Con algazara muy grande, — de esta manera decía:
— Date, date, Sayavedra — que muy bien te conocía:
bien te vide jugar cañas— en la plaza de Sevilla,
y bien conocí tus padres — y á tu mujer doña Elvira.
Siete años fui tu cautivo,— y me diste mala vida;
ahora lo serás mío, — ó me ha de costar la vida. —
(1) La Silva, todas las ed. del I rodelSr. J>nrán, dicen por equiTO-
CanC' de Rom. y aun el Romanee- ' caoión manifiesta: «Oirdeda.^
196
LÍRICOS CASTELLANOS
Sayavedra, qne lo oyera, — como un león revolvía;
tiróle el moro un cuadrillo, — y por alto hizo via.
Sayavedra con su espada — duramente lo hería:
cayó muerto el renegado— de aquella grande herida;
Cercaron á Sayavedra — mas de mil moros que habia;
hiciéronle mil pedazos— con saña que del tenían.
Don Alonso en este tiempo — muy gran batalla hacia:
el caballo le habían muerto,— por muralla le tenia,
y arrimado á un gran peñón— con valor se defendía.
Muchos moros tiene muertos; — mas muy poco le valia,
porque sobre él cargan muchos — y le dan grandes heridas»
tantas, que allí, cayó muerto— entre la gente enemiga.
También el conde de TJreña,— mal herido en demasía,
se sale de la batalla, — llevado por una guia
que sabia bien la senda, — que de la sierra salía;
muchos moros deja muertos, — por su grande valentía.
También algunos se escapan — que al buen conde le seguían.
Don Alonso quedó muerto,— recobrando nueva vida
con una fama inmortal— de su esfuerzo y su valía.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc.)
96 b.
(Bomano fronterizo. — XXXIX.)
(Al mismo tísunto.j (1).
|Rio- Verde, Rio-Verde! — jcuánto cuerpo en ti se bafia
de cristianos y de moros— muertos por la dura espadal
(1) «Teniendo noticia algunos
poetas que la muerte de D. Alonso
de Aguilar fué en Sierra-Bermeja,
alumbrados de los cronistas reales,
habiendo visto el romance pasado,
no faltó un poeta que hizo otio niie-
VO) que dice»: Pérez de Hita, ffit-
toria de los bandot de Cegriei, eto**
parte I; cap- 17-
ROMANCES HISTÓRICOS 497
Y tus ondas cristalinas — de roja sangre se esmaltan;
entre moros y cristianos — se trabó muy gran batalla.
Murieron duques y condes, — grandes señores de salva,
murió gente de valía — de la nobleza de España.
En ti murió don Alonso» — que de Aguilar se llamaba;
el valeroso Urdíales— con don Alonso acababa.
Por una ladera arriba— el buen Sayavedra marcha:
natural es de Sevilla,— de la gente mas granada;
tras del iba un renegado, —de esta manera le habla:
— Date, date Sayavedra, —no huigas de la batalla;
yo te conozco muy bien;— gran tiempo estuve en tu casa,
y en la plaza de Sevilla — bien te vide jugar cañas;
conozco tu padre y madre — y á tu mujer doña Clara.
Siete años fui tu cautivo; — malamente me tratabas,
y ahora lo serás mió, — si Mahoma me ayudara,
y tan bien te trataré — como tú "á mí me tratabas. —
Sayavedra, que lo oyera, — al moro volvió la cara.
Tiróle el moro una flecha, — pero nunca le acertara;
mas hirióle Sayavedra— de una herida muy mala.
Muerto cayó el renegado, — sin poder hablar palabra.
Sayavedra fué cercado — de mucha mora canalla,
y al cabo quedó allí muerto— de una muy mala lanzada.
Don Alonso en este tiempo — bravamente peleaba;
el caballo le hablan muerto,— y lo tiene por muralla;
mas cargan tantos de moros, — que mal lo hieren y tratan;
de la sangre que perdia, — don Alonso se desmaya:
al fin, al fin, cayó muerto — al pié de una peña alta.
También el conde de üreña, — mal herido, se escapaba,
guiábalo un adalid,— que sabe bien las entradas.
Muchos salen tras el conde, — que le siguen las pisadas:
muerto quedó don Alonso, — eterna fama ganara.
(Pérez de Hita, Historia de los bandos de Cegries, etc.)
498 LÍRICOS GASLBLLAiVUS
97.
(Bomanc fronterizo.— XL.)
(La toma de Oalera.J
Mastredajes, marineros — de Huesear y otro lugar
han armado una galera— que no la hay tal en la mar.
no tiene velas ni remos, — y navega, y hace mal,
el castillo de la popa — tiene muy bien que mirar.
La carena es una peña— muy fuerte para espantar;
¡quien pudo galafatarla, — bien sabe galafatari
No lleva estopa ni brea, — y el agua no puede entrar,
sino por escotillón,— hecho á costa principal.
Marinero que la rige — sarracino es natural,
criado acá en nuestra España — por su mal y nuestro mal:
Abenhozmin ha por nombre, — y es hombre de gran candaL
Confiado en su Galera, — va diciendo este cantar:
< i Galera, la mi Galera, — Dios te me guarde de mal,
>de los peligros del mundo, — y del principe don Juan,
> y de su gente española,— que te viene á conquistar 1
>8i de este golfo me sacas— delante pienso pasar
»á la vuelta de Toledo, — Madrid y el Escorial:
>el Pardo y Araujuez — los presumo visitar,
>y llegar á las Asturias, — do otra vez pudo llegar
> Abenhozmin mi pasado, ~ que vino de allende el mar,
>y poseyó las Españas— casi mil años, ó ma8.>
Estas palabras diciendo, — la galera fué á encallar;
no puede ir adelante, — ni puede volver atrás.
Cristianos la rodearon— para haberla de tomar;
toda es gente belicosa, — con ellos el gran don Juan.
Comienzan de combatirla, — y ella quiere pelear
sin darse á ningún partido, — antes quiere alii acabar.
Fuertemente la combate— el de Austria sin la dejar;
con cañones reforzados— comienza á cañonear.
ROM ARCES HISTÓRICOS ^
Poco vale combatirla, —que ea fuerte para espantar,
baata qae la arrojan dentro — pólvora, fuego, alquitrán,
'Con que la dan cruda gnerra, — y al fia la hacen volar:
asi acabó esta galera— sin poder mas navegar.
(Ptni de Híu, Gnirras cMlis, a. i.^ piaic.H
lU ■Yahor&,d¡MpéreideHil4
innrta en la segunda parte de bu
dapnÍB de babet hecho una Dano-
obra. -El hecho i que ae refiere
oiíii históricaí mu; circunataDciada
esto rouauce acaeció ea el t>rú>ei-
d«l eercoylstomade Qaleni (capf-
pio del aBü de 1570, al salir i oam-
tulos SI y ffl), traslad^iremoa aqui
Tiatla D. Jnnn de Anatria contra lo»
nioriBcoa rebeldes de la AlpWM».
miento de Galera eacribió nn ami-
— V£a£e lu eioeleate obni del nflOE
go nuestro.— Y en efecto, éste ea,
conde Alberto do Circourt, Bité-
lUi moni iludtjara et da lti>.
rim» {Parb,¡l849. Tomo HL.
toDO populsc, de todos toa qos ha
Páí. es se. y pi8s. 233 i 242).
200
líricos castellanos
SECCIÓN DE ROMANCES
80BRE LA HISTORIA PARTICULAR DE LOS REINOI»
DE NAVARRA, ARAGÓN Y ÑAPÓLES.
98.
Del rey don Juan, que perdió á üTavarra»
Los aires andan contrarios (1), — el sol eclipse hacia»
la luna perdió su lumbre, — el norte no parecía,
cuando el triste rey don Juan — en la su cama yacía (2),
cercado de pensamientos, — que valer no se podía.
— ¡Recuerda, buen rey, recuerda, — llorarás tu mancebial
¡Cierto no debe (3) dormir — el que sin dicha nacial
— ¿Quién eres tú, la doncella? — dímelo por cortesía (4).
—A mí me llaman Fortuna, — que busco tu compañía.
— jFortuna, cuánto me sigues, — por la gran desdicha mía,
apartado de los míos, — de los que yo más quería! [mia? (6)
¿Qué es de ti, mi nuevo amor (6),— qué es de ti, triste hija
que en verdad hija tú tienes, — Estella, por nombradia.
¿Qué es de tí, Olite y Tafalla? — ¿qué es de mi genealogía?
¡Y ese castillo de Maya — que el duque (7) me lo tenia!
Pero (8) si el rey (9) no me ayuda, — la vida me costaría (10).
(Pliego suelto del siglo xvi (al ejemplar deque nos hemos apro»
vechado ha faltado la portada; — véase su descrípcton en la
obra de F. Wolf, Ueber eine Samtnlug span. Ront. in
fliegenden Bl'áttern auf der ÜHiverntats-Bibliothek zn
Prag; pág. ii, No. XLIV). — Aquí comienzan seys romances.
£1 primero del rey don Pedro, etc. Pliego suelto s. 1. ni a.
del siglo XVI.) (xi)
(1) « Los cielos andan revueltos. »
Pl. 8.n.°2.
(2) «Bq su cama do yacía.* Pl.
8. n.«» 2.
(3) «Debria.»Pl. 8. n.°2.
(4) • Que á mi recordado habías. »
Pl. s. n.o 2.
(6) «Mi triste hija.> Pl. s. n.*" 2.
(6) Este, y el Terso que le sígae,
faltan en el Pliec^o suelto núm. 2»
(7) El duque de Alba, general
del rey D- Femando el Católico.
(8) «Que.»Pl. 8.n.»2.
(9) Luis XII, rey de Francia.
(10) «Entiendo perder 1» vida.»
Pl. s. n • 2.
(11) El Sr. Duran ha publiaui»
este romance según el mismo idiet»
ROMANCES HISTÓRICOS
204
99.
Romance del rey Ramiro (de Aragón) (1).
Ya se asienta el rey Ramiro, — ya se asienta á sus yantares;
los tres de sus adalides — se le pararon delante;
ai uno llaman Armiño, — al otro llaman Galvan,
al otro Tello, lucero— que los adalides trae.
— Manténgaos Dios, señor,— adalides, bien vengados:
¿qué nuevas me traedes (2)— del campo de Palouiares?
— Buenas las traemos, señor, — pues que venimos acá:
siete días anduvimos— que nunca comimos pan,
ni los caballos cebada,— de lo que nos pesa mas;
ni entramos en poblado,— ni vimos con quien hablar,
sino siete cazadores — que andaban á cazar.
Que nos pesó ó (3) nos plugo,— hubimos de pelear:
los cuatro de ellos matamos, — los tres traemos acá,
y si lo creéis, buen rey, — si no, ellos lo dirán. —
(Can. de Rom. s. a., f. 232, — Can. de Rom. ^ ISS©» f« 5^6.—
Silva de 1550, 1. 1, 155.)
saelto.— Claro está que el héroe de
este romance no es el rey Joan II,
de Castilla, sino Juan d'Albret, que
perdió su reino de fTavarra en la
guerra contra el rey D. Fernando
el Católico, por los afios de 1518-
1515.— El romance parece contem-
poráneo, y está contrahecho de
aquel célebre del rey Rodrigo que
empieza lo mismo: «Los Tientos
eran contrarios. «—Véanse sobre el
asunto: Ant. Nebrisensis (Lebrija),
Dt bello Navarieriii libri dúo (Gra-
nada, 1545);— Alesón, ÁnaUé del
reino de Navarra, tomo V, página
260 y sg ;— yLuis Correa, Historia
de la conquista dd reino de Nava-
rra por él duque de Alba (Pamplo-
na, 1843).
(1) «No sabemos, dice el Sr. Du-
ran, á qué rey Bamiro de Aragón
pertenece la época de este romanee»
el cual parece que es sólo fragmen-
to de alguno que se ha perdido;
pero, de todos modoS) es acaso uno
de los más célebres y populares y
que más han servido para glosas, y
para temas de otros muchos que lo
han mudado ó contraheeha*
(2) «Traéis.» iS»¿va.
(3) «Que.»^«a.
202 LÍRICOS CASTELLANOS
100.
De la reina María de Arag^on (1).
Retraida estaba la reina, — la muy casta doña María»
mujer de Alfonso el Magno,— fija del rey de Castilla,
en el templo de Diana, — do sacrificio fasia.
Vestida estaba de blanco, — un parche de oro cenia,
collar de jarras (2) al cuello— con un grifo que pendía,
I*at€r noster en sus manos, — corona de palmería.
Acabada su oración, — como quien planto fasia,
mucho mas triste que leda, — suspirando así desia:
— Maldigo la mi fortuna, — que tanto me perseguía,
para ser tan mal fadada — imuriera cuando nascía!
lY muriera una vegada— y non tantas cada dial
lOh, muriera en aquel punto — que de mí se despedía
mi marido y mi señor — para ir en Berbería!
Ya tocaban trompetas, — la gente se recogía;
todos daban mucha priesa — contra mí á la porfía:
quien izaba, quien bogaba, — quien entraba, quien salía;
quien las áncoras levaba, — quien mis entrañas rompía;
quien próises desataba, — quien mi corazón feria;
el terramote era tan grande,— que por cierto parescia
que la máquina del mundo— del todo se desfasia.
¿Quién sufrió nunca dolor — cuál entonces yo sufría?
Cuando mi cunta flota — y el estol vela fasia,
yo quedé desamparada— como vida (3) dolorida;
mis sentidos todos muertos, — cuasi el alma me salía;
buscando todos remedios, — ninguno no me valia,
pediendo la muerte quejosa— y menos me obedescia.
Dije con lengua rabiosa, — con dolor que me añegia:
(1) Esposa de D. Alonso Y- de
Aragón, I. de Ñapóles.
(2) La orden de la Jarra ó del
Grifo, instituida por el rey D. Fer-
nando de Aragón.
,3} ¿Diría «viuda'?
aOMANCBS UíSTÓaiGOS
203
— a|Oh maldita seas Italia, — cansa de la pena mía!
«¿Qué te físe, reina Juana, — que rubaste mi alegría,
»y tomásteme por fijo — un marido que tenia?
»Feciste perder el fruto — que de mi flor atendía;
»Íoh madre desconsolada— que fija tal parido habial
»Y dióme por marido un César— que en todo el mundo no
«animoso de coraje, — muy sabio con valentía, [cabia:
»non nasció por ser regido,— mas por regir á quien regia.
»La fortuna invidiosa — que yo tanto bien tenia,
»ofrescióle cosas altas — que magnánimo seguia,
»plasientes á su deseo — con fechos de nombradía,
»y dióle luego nueva empresa — del realme de Secilia.
«Siguiendo el planeta Mars, — dios de la caballería,
»dejó sus reinos y tierras, — ^las ajenas conquería;
»dejó á mí jdesventuradal— años veinte y dos habia,
»dando leyes en Italia, — mandando á quien mas podia;
«sojusgando con su poder — á quien menos lo temía,
»en África y en Italia — dos reyes vencido había.»
(Cancionero de Lope de Stúñiga, hecho en 1448, manuscri-
to,— <ie donde han sacado y publicado por primera vez este
romance los señores Gayangos y Vedia en las adiciones á
su traducción de la Historia de la literatura española del
se&or Ticknor. Tomo I, pág. 509 y 510,) (x)
101.
Romanee del rey de Aragón (2).
Miraba de Campo -Viejo— el rey de Aragón un dia,
miraba la mar de España — cómo menguaba y crecia;
(1) Aunque claro está que este
romance es ya el producto de nn
poeta artístico de la corte del rey
D. Alonso y de Aragón, lo hemos
aquí reimpreso, por ser el más anti-
guo con fecha fija, y por ser proba-
ble que haya pertenecido á un ciclo
de romances que hablan tratado de
las cosas de aquel leino, como lo
indica la asonancia (en i-a) que le
es común con los otros conocidos
que se refieren á esos sucesos.
(2) D. Alonso V. de Aratíón, I
de Ñapóles.— Véase la vida de este
204
líricos castellanos
miraba naos y galeras, — unas van y otras venían:
unas venían de armada, — otras de mercadería;
unas van la vía de Flándes,— otras la de Lombardia.
Esas que vienen de guerra — ¡oh cuan bien le parecianl (1)
Miraba la gran ciudad — que Ñapóles se decía;
miraba los tres castillos — que la gran ciudad tenía:
Castel Novo y Capuana (2),— Santelmo, que relucía,
aqueste relumbra entre ellos — como el sol de mediodía.
Lloraba de los sus ojos,— de la su boca decía:
— iOh ciudad, cuánto me cuestas— por la gran desdicha mial
cuéstasme duques y condes, — hombres de muy gran valia (8);
cuéstasme un tal hermano (4), — que por hijo (6) le tenia;
de esotra gente menuda (6) — cuento ni par no tenia;
cuéstasme veinte y dos años,— los mejores de mí vida;
que en ti me nacieron barbas, — y en ti las encanecía.
CSihfaáe 1550, t. II, fol. 78. — Floresta devar. rom, — dota
agora nuevamente compuesta á un romance muy anriguo
que comienza: «quan traydor eres Marquillos*: con otra glon
al romance de: «Miraua de campo viejo», etc. — ^Pliego suelto
del siglo XVI.)
rey descripta por el Sr. Bisticci, en
el 'Árchivio storieo italiano.» to-
mo lY, año de 1843, págs. 381 sg.
y 464 8g.
(1) < ¡Oh qaé bien que parecian! >
Floruta.
(2) ^ Capuana y Castil noTo • *
Pliego suelto.
(3) «Señoresde gran valía. ^Pl. 8.
(4) «Que me cuestas un herma-
no.^ Pl. 8.
(5) • Que por padre. » Pl . s- —Este
hermano de don Alonso fué el in-
fante don Pedro de Aragón, que le
ayudó, en efecto, yalerosamente á
conquistar el reino de Ñapóles i mu*
rió éste, «el mejor caballero gne
salió de Espafia,* al cercar con el
rey á Ñapóles en el mes de Bexytiem-
bre del afio 1438 de un tiro de lom-
barda que le llevó la mitad de la
cabeza.— Véase la ffisCoria gene-
ral de España, por don Modesto
Laf uente, Tomo VIII, pág. 819.
(6) «Parte menuda. » Floretta-'-
En el Pl. s. se suprimen éste y los
versos que la siguen, y se les sus-
tituyen los siguientes:
«Aunque agora te ganase,
por el costo te daría.
Dios nos dé á nosotros gracia
y á ellos allá la gloria. >
ROMANCES HISTÓRICOS 205
101 a.
CAl mismo asunto. J
Miraba de Campo-Viejo — el rey de Aragón un dia,
miraba la mar de España— cómo menguaba y crecia;
mira naos y galeras, — unas van y otras venian:
mías cargadas de sedas, — y otras de ropas finas,
unas van para Levante, — otras van para Castilla.
Miraba la gran ciudad — que Ñapóles se decia:
— ¡Oh ciudad, cuánto me cuestas — por la gran desdicha mia¡ (1)
Cuéstasme veinte y un años (2),— los mejores de mi vida,
cuéstasme un tal hermano— que mas que un Héctor valia,
querido de caballeros — y de damas de valía;
cuéstasme los mis tesoros, — ^los que guardados tenia;
cuéstasme un pajecico— que más que á mí lo quería.
fCaiñde Rom. s. a., fol. 266. — Can de Rom.^ 155O1 f- 274')
102.
Romanoe de la reina de Mápoles.-I.
La triste reina de Ñapóles— sola va sin compañía,
va llorando y gritos dando— do su mal contar podia:
— ¡Quién amase la tristeza — y aborreciese alegría,
porque sepan los mis ojos— cuanto lloro yo tenia!
(1 ) Con este verso acaba el texto
del Canc. de Rom. s. a- con la nota:
«Bate romance está imperfecto.»
(2) La versión anterior de este
romance dice con mayor exactitud*-
«veinte y doa años, » pues el rey don
Alonso pasó los años de 1420 á 1442
á conquistar enteramente al reino
de Ñapóles.
206
LÍRICOS CASTELLANOS
Yo lloré el rey mi marido (1), — las cosas qne yo mas quería:
lloré el príncipe don Pedro (2),— que era la flor de Castilla»
Vínome lloro tras lloro, — sin haber consuelo un dia.
Yo me estando en estos lloros, — vínome mensajería
de aqnese buen rey de Francia (3), — que el mi reino me pedia.
Subiérame á una torre,— la mas alta que tenia:
vi venir siete galertis — que en mi socorro venían,
dentro venia un caballero, — almirante de Castilla.
]Bien vengas, el caballero, — buena sea tu venida! —
(Can. de Rom, s. a., fol. 36».)
102 a.
Romance de la reina de Mapolea (á).—!!.
Emperatrices y reinas — que (5) huís del alegría,
la triste reina de Ñapóles— busca vuestra compañía.
Va diciendo y gritos dando: — De mi mal contar podría
quien amase á la trísteza— y olvidase el alegría,
porque viesen los mis ojos— el daño que les venia,
en perder un tal marido — que jamas no cobraría.
Lloren damas y doncellas — la reina que en tal se via (6):
quien pensó tener consuelo, — mal tras mal le combatía.
Un año habia y mas — que este mal á mí seguia;
vínome lloro tras lloro — sin haber descanso (7) un dia.
(1) Femando I, rey de Ñapóles,
cnya segunda esposa fué la heroína
de este romance doña Juana de
Arae(^n. hermana del rey Católico
don Femando de Aragón.— Feman-
do I de Ñapóles murió el día 25
de Enero de 149á.
(2) Don Pedro de Aragón, her-
mano de don Alonso Y, rey de Ara-
gón, falleció en el afio de 14«j3. Véase
la nota del romanee número 101.
(3) Garlos VIII.
(4) En el Pliego suelto n.» I
lleva este romance al epígrafe' 'Ckh
pías de la reina de Nápole»;* y coa
efecto, el romance está allí imiare-
80 en cuartetas separadas.
(5) 'Las que.» Pl. s. n.»* 1 á 2.
(6) > Que tal 8e veía. * PI . 8. n.* 1.
(7) 'Gonsnelo.* Pl. 8. n.** 1.
ROMANCES HISTÓRICOS
207
Yo lloré al rey Alfonso (1) — por la muerte que moría,
yo (2) lloré á sa hermano (3)— que otro hijo (4) no hahia.
Lloré al príncipe don Juan— cuando fraile se metia (6).
Estando en estas congojas— vínome (6) mensajería:
que ese rey de los Franceses— el mi reino me pedia,
porque dice que fué suyo — y que á él pertenecía.
Un consuelo me quedaba — para mi postrimería:
estos fueron (7) dos hermanos, — rey y reina de Castilla.
Demándeles yo socorro^que de grado les placía;
subiérarae á (8) una torre, — la mas alta que tenia (9),
para ver si vienen velas — de este reino que decía.
Vi venir unas galeras (10), — y unas naos vizcaínas;
mas el tiempo fuera tal, — que mi dicha lo (11) desvía;
que las galeras y naos (12)— vueltas son para Castilla. —
Ya después de esto pasado (18)— estas y otras mas veman(lé),
en ellas viene un caballero (16) — de la noble Andalucía.
Este fué (16) Gonzalo Hernández— ^on muy gran caballería.
Quiera (17) Dios de le guardar — de muy mala compañía (18).
(1) «Al rey don Alonso » Pl« s.
núms. 1 y 2. Este fu¿el rey de Ña-
póles don Alonso IT, antenado de
la reina dofia Juana, el cual falle-
ció 1495: 19 de noviembre.
(2) «Yo también. » Pl. s. n.o 2.
(3) «Mi hermana.» Pl. s. n.° 1.
(4) «Que un otro hijo.» PL s.
jí.o 2. —«Que otra hija.» Pliego
suelto n.° 1- (*)
(5) Su otro hijastro, el cardenal
donjuán de Aragón, que fallecid
en 1484.
(*) Las variantes de éste y del verso que
le antecede, son muy notables, y prueban
qoe las alusiones genealóf^icas que contienen
Ía entonces eran obscuras para los copiantes;
a lección más natural y conforme con los
datos históricos nos parecería la si$fuientc:
•yo lloré á su hermana— que otro hiio no
hiábia:» vale decir la hermana de Alonso,
doñaBeatris, reina viuda de Hnnio'ia, la que,
por haberse probado estéril, fué repudiada
por su desposado Ladislao, rey de Bohemia.
(6) «Mevino.»Pl. s. n.<»2.
(7) «Y éste fué los.» Pl. s, n.<» 2.
(8) «Kn.» Pl. 8. n.o 1.
(9) «Que yo había.» Pl. s. n." 1.
(10) «Galeas.» Pl. s. n.®2.
(11) «La8.»Pl. s. n.<»l.
(12) -Y las naos.» Pl. s. n.* 1.—
«Que Jan saleas y naves.* Pl. s. nú-
mero 2.
(13) «De todo esto.» Pl. s. n.»!.
(14) «Y otras venian.» PL s. nú-
mero 1.
(15) «Y en ellas un caballero . »
Pl. s. n.« 2.
a6) «E8tees.»Pl.s. n.*^ 2.
(17) «Plegueá»P1.8.n.»2.
(18) «Alude á la batalla de Semi-
nara, en el mes de Junio delafio de
1495. la única derrota que sufrió el
gran Capitán, por haber, contra su
dictamen, carsauo á los enemigos
208
líricos castellanos
y á la reina que es de Ñápeles — su muy alta señoría,
y dejar (1) vivir alegre — en los dias de su vida.
{Silva de 1550, t, II, fol. 76.— Nüm. i. Glosa del romance
que dice: «Afuera, afuera, Rodrigo.» Con otras coplas y vi-
llancicos. — Pliego suelto del siglo xvi. Nüm. a. Aquí co-
mienzan las coplas de Madalenica, etc. — Pliego suelto d^
siglo XVI.— En el Romancero del Sr. Duran).
102 b.
nfomance dé lá reina de Mápoles.— UI»
Emperatrices y reinas, — cuantas en el mundo habia,
las que bucais la tristeza — y huís del alegría,
la triste reina de Ñapóles —busca vuestra compañía.
Va llorando y gritos dando^do su mal contar podía.
— 1 Quién amase la tristeza — y olvidase el alegría,
porque llórenlos mis ojos— cuanto lloro yo tenia!
Vínome lloro tras lloro, — sin haber consuelo un dia:
yo lloró al rey mi marido,— que de este mundo partía;
yo lloré al rey Alfonso, — porque su reino perdía;
lloré al rey don Fernando (2),— las cosas que mas quería;
yo lloré una su hermana, — que era reina de Hungría (3);
lloré al principe don Juan,— que era la flor de Castilla (4);
lloré al príncipe mi hijo, — porque fraile se metia.
Llóranme duques y condes, — y otras gentes de valía;
los Calabreses: «su muy mala com-
pañía.»
(1) «Dejarla.^ Pl.s. n.« 2.
(2) Don Fernando II, rey de
Ñapóles, hijo de don Alonso II, y
yerno de la reina Jaana, falleció
1496= el 7 de octubre.
(3) Doña Beatriz, reina de Hun-
gría, no fué hermana de don Fer-
nando, sino, como queda dicho, de
su padre don Alonso. Regresó á sa
patria por los años 1492 y falleció
en el afio de 1508, en la isla de Lr
chia, después de haber visto apro-
bado por los papas Alejandro YI, y
Julio II, su repudio, y llondo
también ella, empobrecida, la deca-
dencia de la casa de Ñápeles.
(4) El infante don Juan de Gar
tilla y Aracón, hijo de los Beyw
Católicos, fallecido en el afio de 1I87-
ROMAI^ES HISTÓRICOS
209
llóranme las cien doncellas— =qne en mi palacio tenia.
Estando en estos mis lloros, —vínome mensajería
<Je ese rey de los Franceses — que mi reino me pedia,
porque dice que era suyo — y que á él pertenecía;
y que si no se lo daba, —que él me lo tomaría.
Un consuelo me quedaba — asentado en rica silla:
esto eran dos hermanos,— rey y reina de Castilla.
Enviéles por socorro, — que de grado les placía.
Subiérame á una torre, — la mas alta que tenia,
por ver si venían velas — de los reinos de Castilla.
Vi venir unas galeras — que venían de Andalucía;
dentro viene un caballero, — el gran capitán (1) se decía:
bien vengáis, el cab^.llero, — buena sea vuestra venida.
(Canc. de Rom. jie 1550, fol. 277.) (2)
(1) Gonzalo de Córdoba no fué
apellidado <el gran Capitán" sino
desde la victoria de Átela, en el año
•de 1496.
(2) Se echa de ver que las tres
Teráiftnes antecedentes de este ro-
mance contienen variantes y adi-
ciones tanto más notables, cuanto
•que por los datos cronológicos á que
aluden y que liemoá tratado de ve-
rificar, se puede determinar casi
con exactitud la fecha de su com-
posición sucesiva: así que el roman-
ce primitivo, conservado en la ver-
sión n.° 1, debió ser compuesto en-
tre el raes de Mayo del año de 1495,
cuando se dejó ver la armada cas-
ellana en el puerto de Mesina, y
el mes de Noviembre del mismo año,
pues el 19 de este mes falleció el
rey J). Alonso II de Ñapóles, de
-cuya muerte aun no hace mención
esta versión:— la veraión n.*> II se
hubo de extender al menos antes
del.mes de Octubre del año de 1496,
cuando la muerte del yerno de la
reina, «de la cosa que más quería»?
como dice ya expresamente la ver
sión n.o Ilí, intercalando el lloro
de la muerte del rey J). Feman-
do II de Ñapóles, que fué casado
con su tía de parte del padre, doña
Juana, hija de la reina, y cuya
muerte por cierto fué la más las-
timosa para ella; intercalación que,
como hemos anotado, causó la equi-
vocación de la última versión, lla-
mando hermana .de D. Fernando
á la reina de Hungría, al paso que
ella lo fué de su padre J). Alon-
so II, de cuya muerte hablan los
versos que anteceden inmediata-
mente á los interpolados-
Tomo VII
20
210 LÍRICOS GASTE^ANOS
SECCIÓN DE ROMANCES
SOBRE LA HISTORIA Y TRADICIONES DE PORTUGAL •
103.
(De doña Isabel de Liar. — I.)
Rom anee de doña Isabel*
Yo me estando en Tordesillas— por mi placer y holgar^
vínome al pensamiento,— vínome á la voluntad
de ser reina de Castilla, — infanta de Portugal.
Mandé hacer unas andas — de plata, que non de al,
<'ubiertas con terciopelo— forradas ^en (1) tafetán.
Pasé las aguas de Duero, — páselas yo por mi mal,
en los brazos á don Pedro, — y por la mano á don Jaan.
Fuérame para Coimbra, — Coimbra de Portugal:
Coimbra desque lo supo— las puertas mandó cerrar.
Yo triste, que aquesto vi,— recibiera gran pesar:
fuérame á un monesterio — que estaba en el arrabal.
Casa es de religión — y de grande santidad;
las monjas están comiendo, — ya que querían acabar.
Luego yo desque lo supe, — envié con mi mandar
á decir á la abadesa— qne no se tarde en bajar,
que la espera doña Isabel — para con ella hablar.
La abadesa, que lo supo, — muy poco tardó en bajar:
* tomárame por la mano, — á lo alto me fué á llevar.
Fiízome poner la mesa— para haber de yantar.
Después rjue hube yantsdo — comenzóme á preguntar
cómo vine á la su casa, — cómo no entré en la ciudad.
Yo le respondí: — Señora,— eso es largo de contar:
otro dia hablaremos, — cuando tengamos lugar.—
(Catic, til' Rom., s. a., fol. 169. — Cnuc. tie Rom., 1550^
ftil. 176. — Sih'a de 1550, t. I, fol. 92.)
(1) Con. i<iUa.
ROMANCES HISTÓRICOS 2H
104.
( De Isabdl de Liar. — II. ).
Otro romance de doña Isabel, cómo, porque
el rey tenia liijos de ella, la reina la mandó
matar.
Yo me estando en Giromena — á mi placer y holgar,
subiérame á un mirador — por mas descanso tomar:
por los campos de Monvela — caballeros vi asomar:
ellos no vienen de guerra, — ni menos vienen de paz,
vienen en buenos caballos, — lanzas (1) y adargas traen (2):
desque yo lo vi, mezquina, — páremelos á mirar.
Conociera al uno de ellos— en el cuerpo y cabalgai;
don Rodrigo de Chávela (3), — que llaman del Marichal (4),
primo hermano de la reina: — mi enemigo era mortal.
Desque yo, triste, le viera (5), — luego vi mi mala señal.
Tomé mis hijos comigo — y subíme (6) al homenaje;
ya que yo (7) iba á subir, —ellos en mi sala están:
don Rodrigo es el primero,— y los otros tras él van.
— Sálveos Dios, doña Isabel.— Caballeros, bien vengades. (8).
— ¿Conoscédesnos, señora,— pues así vais á hablar?
— ¡Ya os conozco, don Rodrigo, — ya os conozco por mi malí
¿A qué era vuestra venida? — ¿quién os ha enviado acá? (9)
— Perdonédesme (10), señora ,— por lo que os quiero ha-
[blar(ll).
Sabed que (12) la reina mi prima— acá enviado me ha (13),
porque ella es muy mal casada, — y esta culpa en vos está,
porque el rey tiene en vos hijos — y en ella nunca (14) los ha,
(1) «Sus lanzas. ^'iVva. I (9) «Ó quién os fuera á enviar.»
(2) «Á guisa de pelear. > Tira. ' Tim.— ' Ó quién os envió aO¿. » Pl. s.
(3) Chaveda. Pl. 8. | (10) Perdonédesnos.^ <^Tinioneda.
(4) Marchal.' Pl. s. (11) 'Narrar.^ Timonedo.
(5) 'Vide. Timoneda. ; (12) ■ Cómo. ' Timoneda.
(6) "Por subirme. ■ Timoneda. j (13) "Nos ha. • 5¿Zya. — Aoá me
(7) Al punto «lue. Timoneda. ' mandó llegar. ' Tim.
(8) «Vengáis. Pl. s.- Seño- I (14) «No. Pl. s.
res, vengáis en paz. Timoneda.
242 ' líricos castellanos
»
siendo, como sois, su amiga, y ella mujer natural:
manda que muráis, señora, — paciencia queráis prestar. —
Eespondió doña Isabel — con muy gran (1) honestidad: [dad:
— Siempre fuístes, don Kodrigo,— en toda (2) mi contraríe-
si vos quered es, señor, (3)— bien sabedes (4) la verdad,
que el rey me pidió mi amor,— y yo no se le quise dar,
temiendo más (5) á mi honra, — que no sus reinos mandar.
Desque vio que no quería— mis padres fuera á mandar (6);
ellos tan poco quisieron— por la su honra guardar.
Desque todo aquesto vido, — por fuerza me fué á tomar:
trujóme á esta fortaleza, — do estoy en este lugar.
Tres años he estado en ella— fuera de mi voluntad,
y si el rey tiene en mí hijos, — plugo á Dios y á su bondad,
y si no los ha en la reina, — es ansí su voluntad "(7).
¿Porqué mohabeis de dar muerte, — pues que no merezco mal?
Una merced os pido, señores;'8), — no me la queráis negar (9):
desterreisme de estos reinos, — que en ellos no estaré más:
irme he yo para Castilla, — ó á Aragón más adelante,
y si aquesto no bastare (10), — á Francia me iré á morar.
— Pcrdonédesme (11), señora, — que no se puede hacer más.
Aquí está el duque de Bavia — y el marques de Villa Real,
y aquí está el obispo de Oporto, — que os viene á confesar.
Cabe vos está el verdugo— que os habia de degollar,
y aun aqueste pajecico — la cabeza ha de llevar.
Respondió doña Isabel, — con muy gran honestidad (12):
— Bien parece que soy sola, — no tenido quien me guardar (13),
(1) Grande. »S'i7m.— Mucha. (8) Os demando. <S¿¿va. — Mer-
Pliego suelto. ced os pido, señores. Timoneda.
(2) En la. Timoneda. (9j = Querades me la otorgai . ■
(3) Si vos lo queréis decir. ; Silva.
Pliego suelto. (10) No queréis.» Timoneda.
(4) Muy bien sabéis. Tim. (11) Perdonedes nos.» Silva-
id) Duran enmienda: Teniendo Timoneda.
en más. (12) (ji-ande puridad. ^ Tim.
(f)) Fué á demandar.' Pl. s. (13) Timoneda intercala entre éa-
(7) Dios lo quiere así ordenar. te y el próximo verso siguiente^
Timoneda. , ni hallo quien me detienda.»
ROMANCES HISTÓRICOS
243
ni tengo padre ni madre, — pues no me dejan hablar (1);
y el rey no (2) está en esta tierra, — que era {Z) ido allende el
mas desque él (4) sea venido, — la mi muerte vengará, [mar:
— Acabedes ya, señora,— acabedes ya de hablar.
Tomalda, señor obispo, — y metelda á (6) confesar. —
Mientras en la confesión (6) — todos tres hablando están,
si era bien hecho ó mal hecho— esta (7) dama degollar:
los dos dicen que no muera,--que en ella culpa no ha (8}.
Don Rodrigo es tan cruel,— dice que la ha de matar.
Sale de la confesión— con sus tres hijos delante (9):
el uno dos (10) años tiene, — el otro para ellos (11) va,
y el otro (12) era de teta, — dándole sale á mamar,
toda cubierta de negro; — lástima es de la mirar.
— Adiós, adiós, hijos mios;— hoy os quedareis sin madre (13):
caballeros de alta sangre (14), — por mis hijos (16) queráis mi-
[rar,
que al fin son hijos de rey, — aunque son de baja madre (16).
Tiéndenla en un repostero — para habella de degollar (17):
así murió esta señora, — sin merecer ningún mal.
(Canc. de Rom. s. a., f. 169. — Caftc. de Rom., 1550,
f. 191. — Silva de 1550, t. I, f- 93. — Timoneda, Rosa
española. — Aquí comienzan tres romances nuevos. £1
primero es que dice. «Yo me estando en Giromena», et-
cétera. — Pliego suelto del siglo xvi.) (18)
(1) Este verso falta en la Rom
de Timoneda.
(2) «Ni el rey.» Timoneda.
(3) «Es. >' Timoneda,
(4) «Mas después que. » Tim.
(5) » Procuralda- ' Timoneda.
(6) Mientra está en la confesión. »
»Si/va.— «Mientras que se confesa-
ba.» Timoneda.
(7) «Á la. ' Timoneda.
(8) «Que culpa ninguna ha.»
Timoneda-
. (9) «Con sus hijos á la par.»
Timoneda.
(10) «Tres.» Timoneda.
íll) «Para dos.» Tim. — «Tres.»
Pliego suelto.
(12) «El tercero.» Timoneda.
(13) «Sin madre habéis de que
dar.» Timoneda.
(14) «Guisa.» iStíva.— «Caballeros
por mis hijos.» Timoneda.
(15) «Ruego os que.» Tim,— «Por
ellos.» Suva.
(16) «Aunque su madre nó es tal. »
Timoneda.
(17) « Para allí la degollar. » Süwh.
— «Á fin de la degollar.» Timoneda.
(18) El señor Duran pone á este
romance la siguiente nota que co-
244 LÍRICOS CASTELLANOS
105.
(De Isabel de Liar.— IH.)
Romance de la veng^anza de doña Isabel»
El rey don Juan Manuel — que era de Cepta y Tanjar (1),
después que venció á los moros — volviérase á Portugal.
Desembarcara en Lisboa;— no va do la reina está,
f uérase para Coimbra — á doña Isabel hablar.
Llegando á la fortaleza, — visto habia mala señal;
que no halló los porteros,— que la solian guardar;
no quiso entrar más adentro, — preguntara en la ciudad:
¿qué era de doña Isabel?— ¿qué era de ella ó dónde está? —
Dijéronle que la reina— la ha mandado degollar
por celos que de ella habia,— por vella con él holgar,
y que cuatro caballeros —lo hubieron de efectuar:
el uno era don Rodrigo— que dicen del Mariscal,
los otros tres caballeros — no saben quién se serán. •
piamos al pie de la letrai por no ' romances?¿Quiéne8eraiielMarQaé8
tener noticias que pongan más claro ; de Villareal, el don Rodrieo de Qha-
el asunto á que se reñeren estos ro- | vela, el duque de Bavia, y el obis-
mances de Isabel de Liar: ¡ po de Oporto, asesinos de doña Isa-
«Mucha analogía tiene este ro- ; bel? No lo sabemos: nos es descono-
mance (y aún mas el n.^ IV; con cido el fundamento de la tradición
las tradiciones de doña Inés de Cas- que ha dado motivo á un romance
tro: pero no sabemos si es ella de la tan interesante y sencillamente na-
(lue se trata. ¿Quién era esta doña rrado, que parece hecho á la vista
Isabel de Liar? ¿Quién el rey portu- del trágico suceso. De todas mane-
gues su amante, que estaba ausente, - ras, aunque no hemos podido hasta
sin duda en África, cuando se ve- ahora hallar la procedencia del ro-
riíicó la tragedia de su (luerida.' manee, es probable que sea la mis-
; Quién la reina mujer de aquél, que. . ma que la de dofia Inés de (/astro,
siendo estéril y envidiosa de la fe- i pues Mejia de la Cerda, en su tn-
cundidiid de su rival, la hace ma* | gedia sobre esta dama, trae un ro-
tar, siendo ella muerta por el rey ! manee casi igual al que anotamos.':
su esposo cuando tomó de su joma- (1) < Que era en Ceuta y Tanjer. •
da, como se ve en los dos siguientes Silva, ed. de 1682.
ROMANCES UrSTÓRIGOS 245
Dos hermanos de la reina — le fueron aconsejar,
<jue la lleven á Viseo — á su cuerpo sepultar.
Deque aquesto oyó el rey,— no quiso más escuchar;
iuése doude está la reina,— triste y con gran pesar,
y dende á muy pocos dias— la reina caido ha mal.
No le saben su dolencia, — no la aciertan á curar;
muerto se habia la reina— de encubierta enfermedad.
Después que fué enterrada— el rey á Viseo va,
prender hizo á don Rodrigo — que él solia mucho amar.
Vase á la sepultura —do doña Isabel está,
hecho la habia sacar de ella — y luego desenterrar.
Encima de un rico estrado, — allí la mandó sentar,
púsole daga en la mano — y á don Rodrigo delante.
El rey le tiene la mano,— de puñaladas le da.
—Aquí os vengaréis, señora,— de quien os hizo este mal.
Luego se casó con ella — así muerta como está,
porque pudiesen sus hijos— á sus reinos heredar.
(Silva de 1550, t. II. fol. 84.)
106.
(De Isabel de Liar. — IV.)
De cómo el rey de Portng^al vengó la muerte
de dona Isíabel de ILiiar.
En Ceuta estaba el buen rey, — ese rey de Portugal,
€uando le dieron aviso — de tristeza y de pesar,
diciendo que le hablan muerto— á doña Isabel Liar,
y que lo mandó la reina — por su mala voluntad.
Don Rodrigo fué el cruel, — el que llaman del Marchal,
y ese duque de Salinas, — y el marques de Villareal,
con el obispo de Oporto,— que la fuera á confesar.
216
LÍRICOS CASTELLANOS
Cuando aquesto supo el rey, — no hace sino llorar;
juraba por su corona— que la habia de vengar.
Mandó tocar sus trompetas,— el real mandara alzar;
vistióse todo de luto, — luego se quiso embarcar
con solo diez caballeros — que no le quieren dejar.
No quiso aguardar la flota, — por no se tanto tardar,
y dentro de siete dias — á Sevilla fué á llegar;
y de allí á pocos dias — es llegado á Portugal.
Fuese derecho á palacio, — do solia reposan
La reina cuando lo supo, — vínose á lo visitar;
mas el rey con mucha saña— de esta suerte le fué á hablarr
— Mal vengados vos, la reina,— malo sea vuestro llegar. —
En diciendo estas razones, — la mandó presto tomar,
y en el mismo repostero — do su amiga fué á finar,
mandó degollar la reina,— don Rodrigo cuartear,
y á ese duque de Salinas, — y al marques Villareal,
y al buen obispo de Oporto — le mandó descabezar.
Hizo sacar á su amiga — para con ella casar,
y por heredar sus hijos,— á don Pedro y á don Juan,
y después con mucha honra— la mandó luego enterran
de este modo vengó el rey— á doña Isabel Liar.
(Timoneda, Rosa 'española.}
107.
Romance de la duquesa de Derganza (1).
Un lunes á las cuatro horas, — ya después de mediodía,
ese duque de Berganza — con la duquesa refiia:
(1) Doña María Téllez, esposa
del infante D. Joan de Portugal,
duque de Braganza, hijo del rey
D. Pedro y de D.» Inés de Castro,
fué muerta á manos de su espoao»
I)or haberle inspirado injustos ee-
los contra ella su misma hermaiuk
doña Leonor, y excitado su ambi»
ROMANCES HISTÍÍRIGOS
247
lleno de muy gr?inde enojo,— de aqueteta. suerte decia:
— Traidora sois, la duqu^sa,--traidora, fementída.-— '
La duquesa muy turbada,-Tde esta suerte respondía:
— No so yo traidora, el duque,— ni ,en'm| linaje lo habia,
nunca salieron traidores— de la casa do venia.
Yo me lo merezco, el duque,-^en venirme de Castilla,
para estar en vuestra casaren tan mala compañía.
El duque con grande enojo— la espada sacado habia;
la duquesa con esfuerzo— en ua punto á ella se asía. '
T— Suelta la espada, duquesa,— cata, que te cortaría,
— No podéis cortar más, duque,— harto cortado me habin. —
Viéndose en este aprieto, — á grandes voces decía:
— Socorredme, caballeros, — los que truje de Castilla.
Quiso la desdicha suya — que ninguno parecía,
que todos son portugueses — ctianjtos en la sala habia.
fSiha de 1550, t. II, fol. 81.)
107 a.
CAl mitmo- asunto. J
Romance de cómo el daqae de Derganza
mató á la duquesa su mujer (1).
Lunes se decia, lunes, — tres horas antes del dia, ^
cuando el duque de Braganza— con la duquesa reñia.
ción con la oferta de la mano de
doña Beatriz, hija suya y del rey
J>. Femando y heredera presunti-
va del trono de su padre, habien-
do trazado este enredo D/ Leonor,
envidiosa de que si J). Juan liega*
se al trono, doña María, siendo rei-
na, la seria su perior , y fingiendo ase-
gurar el cetro á su hija, si uniese
sus derechos á los de J)-- Juan por
e matrimonio de ambos. Oondcído
es que los cómplices en este delito
no lograron el fruto de sus ambi-
ciones, habiendo alzado los portu-
gueses por sucesor de 1). Feman-
do al Maestre de Avis D. Juan,
hijo también bastardo del rey don
Pedro. (Sobre Leonor y María Te-
llez, véase: Baumer« Hittor, Tai'
chenhutch, serie 8, tomo 11^1850,
pág. 9 y sig.)
(1) Timonedat JUaa eMpañola»
■■ #
248
LÍRICOS CASTELLANOS
El duque con grpndeent)jo— estas pallabras decia:
— Traidora me sois, duquesa, —traidora, falsa, maliaa (1),
porque pienso (2) que traición — me hacéis y alevosía
— No te soy traidora^ duque (3),— ni en mi linaje lo habla. —
Echó la manó á la espada (4), — viendo que así respondía:
la duquesa con esfuerzo— con las manos la tenia.
— Dejes (6) la espada, duquesa, — las manos te cortaría (6).
— Por más cortadas (7), el duque, — á mí nada se daría;
si no, vedlo por la sangre -que mi camisa teñía.
i Socorred, mis caballeros, — socorred por cortesía!
No hay ninguno allí de aquellos— á quien la favor (8) pedia,
que eran todos (9) portugueses — y ninguno (10) la entendía,
sino era un pajecico — que á la mesa la sevvia.
— Dejes (U) la duquesa, el duque,— que nada te (12) merecía.
El duque muy enojado (13) — detras del paje corría,
y cortóle la cabeza— aunque no lo merecía (14).
Vuelve el duque á la duquesa, — otra vez la persuadía:
— A morir tenéis, duquesa (15), — antes que viniese el día.
— En tus manos estoy, duque, — haz de mí á tu fantasía,
que padre y hermanos (16) tengo— que te lo demandarían (17),
y aunque estosestén en España (18),— allá muy bien sé sabría.
— No me amenacéis, duquesa, — con ellos yo me avemía.
— Confesar me dejes (19\ duque,— y mi alma ordenaría (20).
(1) «^ Falsa enemiga. Timoneda-
(2) Entiendo. Timoneda.
(3) < No vos üoy traidora, el du-
que.' Timoneda.
(4) ' Ech ') mano de su espada.
Timoneda
(5) ' Dejéis. Timoneda.
(tí; O.j segaría. Timoneda-
(7) Segadas.^ Timoneda.
(8) Socorro. Timoneda.
(9j Que todos son." Timoneda.
(10) Ninguno no. Timoneda.
(li) Dejei-j. Timoneda.
(12.' *Pue.í que nada. Timoneda.
(13) «Con un grande enojo el du-
que. Timoneda.
(14) ' Cierto no se lo debía. « Tim.
(15) £ste« y el Terso qne le ante-
cede, faltan en la Flor de enamo-
raioS'
(16) 'Hermano.» Timoneda.
(17 j < Demandaría. • Timoneda.
(18; Este, y los tres yersos' que
le siguen faltan en la Rota de Tim.
(19) Dejéis. Timoneda.
(20. Con Dios y Sancta María. -
Timoneda.
ROMANCES HISTÓRICOS 219
, — Confesaos con Dios, duquesa,— con Dios y Santa María (1).
— Mirad, ciuque, esos hijicos — que entre vos y mí había.
— No los lloréis mas (2), duquesa, — que yo me los criaría.
Revolvió el duque su espada, — á la duquesa hería:
dióle sobre su cabeza, — y á sus pies muerta caia.
Cuando ya la vido muerta — y la cabeza volvía,
vido estar sus dos hijicos — en la cama do dormía,
que reian y jugaban— con sus juegos á porfía.
Cuande así jugar los vido, — muy trístes llantos hacia;
con lágrimas de sus ojos— les hablaba y les decia:
— Hijos ¡cuál quedáis sin madre, — á la cual yo muerto había!
Mátala sin merecello, — con enojo que tenia.
¿Dónde irás, el triste duque? — dé tu vida ¿qué seria?
¿Cómo tan grande pecado — Dios té lo perdonaría?
(Cancionero llamado Flor de enamorados, — Timoneda,
Rosa española ?\
108.
Romance de la mujer del duque
de Ouymaraes de Portugal (3).
Quejóme de vos, el rey, — por haber crédito dado
del buen duque, mi marido,— lo que le fué levantado.
Mandástesmelo prender — no siendo en nada culpado.
¡Mal lo hecistes, señor! — ¡mal fuistes. aconsejado!
que nunca os hizo aleve— para ser tan maltratado;
antes os sirvió ¡mezquina!— poniendo por vos su Estado:
(1) Este y el verso que le ante- i mana de doña Leonor, esposa del
cede, faltan en la Roia de Tim. ! rey de Portugal J). Juan 11, Uono-
2) Vo.5.' i^moneda.
(3) Don Fernando II, duque de
(juimaraes y J>raganza, casado con
Isi bel, infanta de Portugal y her- el año de U83.
oído es (lue este rey hizo sentenciar
por traidor y degollar públicamen-
te á su propio cuñado, el duque, en
220 LÍRICOS CASTELLANOS
siempre vino á vuestras cortes— por cumplir vuestro man-
No lo hiciera, sefíor, — si en algo os hubiera errado,* [dado.
que gente y armas tenia — para darse á buen recaudo;
mas vino, como inocente — que estaba de aquel pecado.
Vos, no mirando justicia,— habéismelo degollado.
No lloro tanto su muerte— como vello deshonrado
con un pregón que decia — lo por él nunca pensado.
Mm*ió por culpas ajenas — injustamente juzgado:
él ganó por ello gloria, — yo para siempre cuidado,
y prisiones muy esquivas (1) — en que vos me habéis echado»
con una hija que tengo, — que otro bien no me ha quedado;
que tres hijos que tenia — habéismelos apartado:
el uno es muerto en Castilla,— el otro desheredado,
el otro tiene sü ama,— no espero de (2) verlo criado: '
por el cual pueden decir, — inocente, desdichado.
Y pido de vos enmienda, — rey, señor, primo y hermano,
á la justicia de Dios — de hecho tan mal mirado,
por verme á mí con venganza, — y á él sin culpa, descnlpa*
[do (3). ■
[Canc. de Rom. s. a., fol. 177. — Canc.de Rom^y '55.0| fol. 184.—
Silva de 1550, t. I, fol. 99.)
(1) La <St2vr¿ y el CaTtc- c/€ rom. I (2) ' De.» faltaen la<9¿¿va y en
s. a. y 1550 dicen: "Y en prisiones,* i la edición del Sr. Duran.
(lue es yerro de imprenta manifiesto- (3) Las ediciones posteriores del
£1 Sr. Duran lia impreso este ver- Cancionero de romanees y lófl edi-
80, segiín un pliego suelto ó su pro. ! lores modernos, dicen por eaoiyo-
pia enmendación, asi: j cación:
«Agora vivo en prisiones. ^ ' <= Y á. el sin culpa, culpado.»
' ROMANCES HISTÓBICOS 22.1
ROMANCES NOVELESCOS \
Y CABALLERESCOS SUELTOS
109.
Romance de la reina Elena*
— Reina Elena, reina Elena,— iDios píospere tu Estado! (1 j
si mandáis alguna cosa— veisme aqni á vuestro mandado.
— Bien vengadas vos, Péris, — Páris el enamorado.
Páris, ¿dónde vais camino, — dónde tenéis vuestro trato?
— Por la mar ando, señora.— hecho un terrible cosario,
traigo un navio muy rico, — de plata y oro cargado,
llevólo á presentar — á ese buen rey castellano. -r-
Kespondiérale la reina, ~ de esta suerte le ha hablado:
— Tal navio como aquese— razón era de mirarlo.— '
Respondiérale Páris — muy cortes y mesurado:
— El navio y yo, señora, — somos á vuestro mandado.
— Gran placer tengo, Páris, — como venís bien criado.
— Vayádeslo á ver, señora, —veréis cómo va cargado.
— Pláceme, dijo la reina, — por hacer vuestro mandado. —
don trescientas de sus damas— á la mar se había llegado.
Echó la compuerta Páris— hasta que hubieron entrado;
desque todos fueron dentro— bien oiréis lo que ha mandado:
— jAlzen áncoras, tienden velas!— Y á la reina se ha (2) lle-
Lúnes era, caballeros,— lunes fuerte y aciago (3), [vado,
cuando entró por la sala — aqnese rey Menelao,
mesándose las sus barbas,— fuertemente sospirando,
sus ojos tornados fuentes, — do la su boca hablando;
— ¡Reina Elena, reina Elena,— quien de mí os ha apartado^
aqnese traidor Páris,— el señor de los troyanos,
(1) «Ta alto estado.» Pl. 8. I C3) •ün diafaerte aciago.» Flie-
(2) «Han. Pl. s. 2. I goBaelto2.
222 LÍRICOS CASTELLANOS
con las sus palabras (1) falsas— malamente os ha (2) engafia-
[do!—
Cuan bien (3) se lo consolaba— don Agamenón su hennano:
— No Uoredes vos, el rey, — no bagades tan gran llanto,
que llorar y sollozar — á las mujeres es dado:
á un (4) tal rey como vos — con el espada en la mano.
— Yo os ayudaré, señor,— con treinta mil de caballo,
yo seré capitán de ellos, — y los iré ordenando (6),
por las tierras donde fuere— iré hiriendo y matando:
la villa que se me diere — haréla yo derribar,
y la que tomare por armas— esa sembraré de sal,
mataré las criaturas— y cuantos en ella (6) están,
y de esta manera iremos — hasta el Troya allegar.
— Buen consejo es ese, hermano, — y asi lo quiero tomar. —
Ya se sale el buen rey — por la ciudad á pasear,
con trompetas y añafiles— comienzan á pregonar:
quien quisiere ganar sueldo — de grado se lo darán.
Tanta viene de la gente— que era cosa de espantar.
Arman naos y galeras, — comiénzanse de embarcar.
Agamenón los guiaba (7), — todos van á su mandar.
Por las tierras donde iban— van haciendo mucho mal.
Andando noches y dias — á Troya van á llegar;
los troyanos que lo saben — las puertas mandan cerrar.
Agamenón que esto vido— mandó apercebir su real (8),
pone en orden su gente — como habia de estar.
Los troyanos eran muchos, — bien reparan su ciudad.
Otro dia de mañana — la comienza de escalar,
derriban el primer paño,— de dentro quieren entrar,
sino fuera por don Héctor — que allí se fué á hallar;
con él estaba Troilo (9)— y el esforzado Picar.
(1) Con sus palabricas. Fl- s. (6) * Y cuantas en ellas.' PI. a.
número 2. número 2.
(2) «Han. Pl. s. n.» 2. (7) ■ Regia.» Pl. s. n.o 2.
(3^ ^Tan bien. Pl. s. n.° 2. (8) Gente » Pl. s. n.« 2.
(4) Y á un. Pl. s. n.o 2. (9; '=Troilo3. Pl. s. n.» 2.
(5) «Arreglando. Pl. s. n.° 2.
ROMANCES HISTÓRICOS 223
Fáris esfuerza su gente— que empiezan de desmayar;
las voces eran tan grandes — que al cielo quieren llegar.
Matan tantos de los griegos — que no los saben contar.
Más venian de otra parte — que no hay cuento ni par;
entrado se han por Troya,— ya la empiezan de robar,
prenden al rey y á la reina — y al esforzado Picar,
matan á Troilo y á Héctor — sin ninguna piedad,
y al gran duque de Troya— ponen en captividad,
y sacan á la reina Elena, — pénenla en su libertad.
Todos le besan las manos— como á reina natural.
Preso llevan á Páris— con mucha riguridad;
tres pascuas que hay en el año — le sacan á justiciar (1),
sácanle ambos los ojos, — los ojos de la su faz,
cértanle el pie del estribo, — la mano del gavilán,
treinta quintales de hierro — á sus pies mandan echar,
y el agua hasta la cinta— por que pierda el cabalgar.
(i. Glosa del romance de don Tris tan. Y el rom. que
dizen de la reina Elena, etc. — 2. Romance nuevo por
muy gentil estilo: con una glosa nueva al romance que
dize o En Castilla esta un castillo» etc. Pliegos sueltos
del siglo XVI.)
110.
(Eneas y Dido.)
Por los bosques de Cartago — salia (2) á montería
la reina Dido y Eneas — con muy gran caballería.
Un sobrino de la reina, — y Junio Ascanio que (3) los guia
por la dehesa de Juno,— donde más caza salia.
Preguntando iba la reina— Ascanio (4), qué tal venía,
(1) Lo mandan justiciar. ' Plie- ¡ (3) Que» falta en la í?o«a de
fio suelto n.o 2. Timoneda y en las ediciones poste-
(2) Salían.' Timoneda, Roia ' riores del Caj*c. cíe /2owi.
de amores y las ediciones posterio- (4) "k Ascanio-^ Timoneda
res del Ca7iC' de Rom.
224
LÍRÍGOS CASTELLANOS
y si se (1) acuerda de Troya, — si vio cómo sé perdia.
Eneas tomó la mano, — por el hijo respondía:
— Pues mandáis, reina Dido (2), — renovar la lli^a mia,
ya os conté cómo vi á Troya (3), — que por mil partes ardía:
vi las doncellas forzadas, — muerta la caballería;
y á Hécuba, reina troyana, — nadie no la socorría. '
Sua hijos ya sepultados, — Príamo no parecía,
á Casandra (4) y Policena — muertas cabe si tenia.
Elena quedaba viuda (6), — mil veces la maldecía.—
Eneas que esto contaba (6), — un ciervo que parecía (7);
echó mano á su aljaba (8),— una saeta le tira (9).
El golpe le dio en vano (10), — el ciervo muy bien corría.
Párlense los cazadores,— sigúelo el que (11) mas podia;
la reina Dido y Eneas — quedaron sin compafíia (12);
tomárala por la mimo,— con turbación le decia:
— ¡Olí reina, cnán mejor fuera— en Troya perderla vida! (18)
los tristes campos de Frigia (14), — fueran sepultura mía (15),
Héctor (16), Troylo y Páris— tuviérales compañía (17).
¡Oh reina Pantasilea (18), — flor de la caballería!
¡más envidia he de tu muerte, — que deseo la vida mia! —
(1) 'Si se le.» Timoneda.
(2) Son>rende <iue aquí en el
Cnnc- de Jiom.^ edici'.n de 3550, la
Reina es llamada Iseo en vez de
Dido- En las ediciones posteriores
de él, este verso dicet
' Pues mandáis vos, reina Dido. -
y en la Ilusa de Timoneda:
' Pues mandas, reina y señora- •
(3^ ' Yo diré cuál vide á Troya.
Timoneda -
(4j Casandria. Cancionero de
Jiomaticen, 155o.
(5) Elena que estaba viva. Ti-
moneda
(<)) ' Eneas esto contando. Tim.
(7: «Aparecía. TimoueJa.
(8) Ech) mano de su aljaba.'
Timoneda.
1 9) Envía.' Timoneda.
(10) 'El golpe le diera en vago.»
Timoneda. ,
(11) Síuuele quien. • Timoneda.
(12) * Solos quedan aquel día.*
Timoneda.
(13j -Fenecer sin alegría.» Tim.
(14 'De Fixa-^ Canc. de RfMA.t
] 550— En tristes campos de Tro-
ya Timoneda.
(16) Y hacerles compañía. > Tim.
(16) A Héctor. Timoneda.
(17) «Con eifuerzo y valentía.*
Timoneda.
(18) íiSte, y los tres veraoí que le
siguen, faltan en la Ro9a de Tim.
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS
225
Estas palabras diciendo — muchas lágrimas vertía:
la reina le dijo á Eneas:— Esforzaos por cortesía,
que los muertos sobre Troya — rescatar no se podían (1).
— No lloraba yo los muertos, — lloro la desdicha mía,
que me escapé (2) de los griegos — y á las tus manos moría;
que tu grande hermosura — de amor me quita la vida (3).
— Falso es tu atrevimiento,— la reina le respondía:
I
Eneas, vete á tus naves, —sal de esta (4) tierra mía,
que la fe que di á Deyphebos (6) — yo no la quebrantaría. —
Ellos en aquesto estando, — el cielo se revolvía:
las nubes cubren el sol, — que (6) gran oscuridad hacia:
los relámpagos y truenos— en gran miedo los metía (7):
el granizo era tan grande— que sin piedad llovía (8).
La reina con gran pavor — del palafrén se caía.
Eneas bajó con ella (9), — y con el manto la cobria.
Mirando hacia (10) todas partes, — una cueva vio vacia;
tomóla en los sus brazos (11), — en la cueva la metía.
El aposento era estrecho, — revolver no se podía.
Mientras la reina en sí tornaba (12) — Eneas se desenvol-
[vía (13),
apartóle paños de oro, — los de lienzo le encogía.
Cuando la reina en sí tornó— de amores se sintió herida (14).
— ¡Oh traidor, hasme burlado! — ¿cuál tratas (16) la honra
[mía?
<1) «Que la pérdida de Troya
rescatar no se podia.»
Tiinoneda.
«Libré ' Tim.
«Que de tu gran hermosura
aqui do estoy fenecía. »
Timoneda.
«Salte d'esta." Las ed. post.
del Canc. de Ilom.— Tim.
(5) «Deyphebo» Las ed. post.
del Canc. de Rom. y Tira.— Duran
enmienda: á Siqueo.
(6) <^^Que. ' Falta en la Rosa de
Timoneda.
Tomo VII.
(2)
(3)
(4)
(7) «Ponia.» Tim.
(8) . «Caía:» Tim.
(9) «Bajó de presto.» Tim.
(10) «Y mirando á.» Tim.
(11) «Abrazándose con ella.» Ti-
moneda.
(12) «Toma.» Las ed. post. del
Canc. de Rom. y Tim.
(13) «Revokia.»Tim.
(14) Cuando la reina tomó
ya el amor la convencía.»
Timoneda.
(16) «Sin mirar.» Tim.
21
226 LÍRICOS CASTELLANOS
complida (1) tu voluntad — olvidarme has otro dia,
y si así lo has de hacer, Eneas (2), — yo misma me mataría.'
9
(Canc, de Rom. ijjo. fol. 223. — Tim. Rosa de amores) (3).
111.
Romance de Verguíos*
Mandó el rey prender Vergilios — y á buen recaudo poner
por una traición que hizo — en los palacios del rey.
Porque forzó una doncella — llamada doña Isabel,
siete años lo tuvo preso,— sin que se acordase del;
y un domingo estando en misa — mientes se le vino dól.
— Mis caballeros, Vergilios, — ¿qué se había hecho dól? —
Allí habló un caballero— que á Vergilios quiere bien:
— Preso lo tiene tu Alteza, — y en tus cárceles lo tien,
— Via: comer, mis caballeros,— caballeros, via: comer,
después que hayamos comido — á Vergilios vamos ver. —
Allí hablara la reina: — Yo no comeré sin él.—
A las cárceles se van— adonde Vergilios es.
— ¿Qué hacéis aquí, Vergilios?— Vergilios, ¿aquí qué hacéis?'
— Señor, peino mis cabellos,— y las mis barbas también:
aquí me fueron nacidas, — aquí me han de encanecer;
(jue hoy se cumplen siete años— que me mandaste prender.
— Calles, calles tú, Vergilios,— que tres faltan para diez.
— Señor, si manda tu Alteza, — toda mi vida estaré.
— Vergilios, por tu paciencia— conmigo irás á comer.
— Rotos tengo mis vestidos,— no estoy para parecer.
(1) ''Cumpliste» Tim. ' general en España ha tratado la
(2) <Sí asi lo haces. Eneas.* Ti- historia de Dido y Eneaa, véase
moneda. ¡ Ticknor, IlUt. de la lU. esp., tra
(3) Sobre el modo de qne este ! d acción castellana, 1 1, pág. 168.
romance y la tradición popular en I
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 227
—Que yo te los daré, Vergilios, — yo dártelos mandaré. —
Plugo á los caballeros — y á las doncellas también;
mucho más plugo á una dueña— llamada Doña Isabel.
Ya llaman un arzobispo, — ya la desposan con él.
Tomárala por la mano, — y llévasela á un vergel.
f Caite, de Rom. s. a. f. 189.^ — Canc. de Rom. iJSo. f. 200.)
112.
Romance del Infante Troco.
En el tiempo que Mercurio — en occidente reinaba,
hubo en Venus su mujer — un hijo que tanto amaba.
Púsole por nombre Troco, — porque muy bien le cuadraba;
criáronsele las diosas — en la montaña Troyana.
Era tal su hermosura, -que una estrella semejaba.
Deseando ver el (1) mundo,— sus amas desamparaba.
Andando de tierra en tierra — hallóse do no pensaba,
en una gran pradería — de arrayanes bien poblada,
en medio de una laguna — toda de ñores cercada.
Es posada de una diosa— que Salmancia (2) se llamaba,
diosa de la hermosura, — sobre todas muy nombrada.
El oficio de esta diosa — era holgarse en su posada,
peinar sus lindos cabellos, — componer su linda cara.
No va con sus compañeras, — no va con ellas á caza;
no toma el arco en la mano, — ni los tiros del aljaba,
ni el sabueso de trailla', — ni en lo tal se ejercitaba.
Ella desque vido á Troco- quedó de amores llagada,
que ni pudo detenerse — ni quiso verse librada.
Mirando su hermosura — de esta manera le habla:
(1) «Saber.» Silva de Román- i (2) *Salniacia.» 5*7ra.--«Salma-
€€9 y Timoneda. I cia era llamada. » Timoneda .
228 LÍRICOS CASTELLANOS
— Eres, mancebo, tan lindo, — de hermosura tan sobrada,
que no sé determinarme — si eres dios ó cosa humana.
Si eres dios, eres Cupido— el que de amores nos llaga: [ra!
si eres hombre, icuán dichosa — fué aquella que te engendra-
Y si hermana alguna tienes, — de hermosura es muy dotada.
Mi señor, si eres casado, — hurto quiero que se haga;
y si casado no eres, — yo seré tuya de gana. —
El Troco, como es mancebo, — de vergüenza no hablaba;
ella cautiva (1) de amores — de su cuello le (2) abrazaba.
El Troco le dice así (3), — de esta manera le hablaba (4):
— Si no estáis, señora, queda (6), — dejaré vuestra posada.
{Canc, Flor de enamorados. — Silva de var, rotH. ed.
de 1582. — Tim., Rosa de amores^
113.
(El baño en él Jordán.)
— Malas mañas habéis, tio, — ^no las podéis olvidar:
mas precias matar un puerco — que ganar una ciudad.
Vuestros hijos y mujer — en poder de moros van,
los hijos en una cebra,— y la madre en un cordal.
La mujer dice: — ¡ay marido!— los hijos dicen:— lay padre!-
De lástima que les hube — yo me los fuera á quitar;
heridas traigo de muerte, — de ellas no puedo escapar.
Apretádmelas, mi tio, — con tocas de caminar. —
Ya le aprieta las heridas, — comienzan de caminar.
A vuelta de su cabeza— caido lo vi do estar,
allá se le fué á caer — dentro del rio Jordán:
como fué dentro caido, — sano le vio levantar.
(Canc. de Rom. de 1550. fol. 293.)
(1) "Vencida.» Timoneda. ! (4) «^Habla.» Tim. ■
(2) «^ Se. =«1101. i (5) «= Queda, señora.» Tim.
(3) 'Le está diciendo.» Tim.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
229
114.
(El prisionero.)
Que por mayo era, por mayo, — cuando loe grandes calores,
cuando los enamorados — van servir á sus amores,
sino yo, triste mezquino,— que yago en estas prisiones,
que ni sé cuándo es de dia, — ni monos cuándo es de noche
sino por una avecilla — que me cantaba al albor:
mátemela un ballestero;— {déle Dios mal galardón!
(Canc. gen, ed. de 1511, fol. 136.)
114 a.
(Al mismo asunto.)
Por el mes era de mayo (1)-:— cuando hace la calor,
cuando canta la calandria — y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados — van á servir al amor,
sino yo triste, cuidado, — que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es de dia, — ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla — que me cantaba al albor:
matómela un ballestero; — ¡déle Dios mal galardón! (2)
Cabellos de mi cabeza — lléganme al corvejón;
los cabellos de mi barba — por manteles tengo yo:
las uñas de las mis manos — por cuchillo tajador.
Si lo hacia el buen rey, — hácelo como señor;
si lo hace el carcelero,— hácelo como traidor.
Mas quién ahora me diese — un pájaro hablador.
(1) La tabla del Canc. de Rom,.^
s. a., dice: «Por mayo era, por ma-
yo.»
(2) Con este verso acaba el ro-
mance también en el Canc • de
Jiom., s. a., y en la Suva.
230
LÍRICOS CASTELLANOS
siquiera fuese calandria, — ó tordico ó ruisefíor:
criado fuese entre damas — y avezado á la razón,
que me lleve una embajada — á mi esposa Leonor,
que me envíe una empanada, — no de trucha ni salmón,
sino de una lima sorda— y de un pico tajador:
la lima para los hierros— y el pico para la torre. —
Oídolo habia el rey,— mandóle quitar la prisión.
fCanc. de Rom. s. a, fol. 251. — Canc. de Rom, ijjo, f. 365,
Sí¿va de isjo. t. I. f. 176.)
115.
Romance de Rosa fresca.
Kosa fresca, rosa fresca, — tan garrida y con amor,
cuando vos (1) tuve en mis brazos, — no vos supe servir, no;
y agora que os serviría — no vos puedo haber, no.
— Vuestra fué la culpa, amigo, — vuestra fué, que mía no; .
enviástesme una carta— con un vuestro servidor,
y en lugar de recaudar — él dijera otra razón:
que érades casado, amigo, — allá en tierras (2) de León;
que tenéis mujer hermosa — y hijos como una flor.
— Quien os lo dijo, señora, — no vos dijo verdad, no;
que yo nunca entré en Castilla — ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño, — que no sabia de amor.
(Canc: gen. ed. de Toledo, 1527. fol. 107 con la glosa de
Pinar. — Canc. de Rom. s. a. fol. 230. — Canc, de Rom.
'550., fol. 1^^.— Silva de IJSO- '• !• fol* ^SS») ís)
(1) «Yo OS. » Canc- de Rom., s. a.
y 1650.
(2) '^Tierra.» Canc» gen.
(3) £omance mudado por otro
viejo :
Rosa fresca, rosa fresca,
por vos se puede decir
que nacistes con mas gracias
que nadie pudo escrevir,
porque vos sola nacistes
-para quitar el vivir:
¡ay de mi, desíventurado,
que nascí para sujErir!
To me vi en tiempo, sefion,
que os pudiera bien servir,
y afora que os seryiria
véome triste morir.
Canc. gen. de ConttanHna» fol. 6S.
—Canc. gen. de CaMiüo^ ed. de Va^
lencia, 1511, fol. 1S6.
ROVÁNGES NOVELESCOS T Cif^ALLERBSGOS 231
116.
Romance de Fontefrlda.
Fonte-frida, fonte-frida, — fonte-frida y con amor,
do todas las avecicas — van tomar consolación,
sino es la tortolica— que está viuda y con dolor.
Por allí (1) fuera á pasar— el traidor de (2) ruiseñor:
las palabras que le dice (3) —llenas son de traición:
— Si tú quisieses, señora, — yo seria tu servidor.
— Vete de ahí, enemigo,~malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde,— ni en prado que tenga ñor;
que si el agua hallo clara (4),— turbia la bebia yo;
que no quiero haber marido, — porque hijos no haya, no:
no quiero placer con ellos, — ni menos consolación.
¡Déjame, triste enemigo,— malo, falso, mal traidor,
que no quiero ser tu amiga — ni casar contigo, nol
(Canc. de Constantina. fol. 58. — Canc. de Rom. s. a.
f. 330. — Canc. de Rom. 1350. f. 245. — Silva de ¡550.
t. I. f. 153.)
117.
(La buena liija.)
Paseábase el buen conde— todo lleno de pesar,
cuentas negras en sus manos— do suele siempre rezar;
palabras tristes diciendo, — palabras para llorar:
(1) «Ahí» Canc. de Rom. s. a.
y im.-Silva.
(2) 'Del." Canc. de Rom. s. a. y
l^SO.-Süva.
(3) <Qae él decía.» Cañe- de
Rom. 8. a. y IdSO.—Silva-
(4) «Que si hallo el agua clara >
Canc. de Rom, s. a. y 15G0.— jSt¿m.
232 Límeos castellanos
— Véooa, hija, crecida (1),— y en edad para casar;
el mayor dolor (2) que siento— es no tener que os dar.
— Calledes, padre, calledes,— no debéis tener pesar (3^
que quien buena hija tiene— rico se debe llamar (4),
y el que mala la tenia,— viva la puede enterrar,
pues amengua su linaje— que no debiera amenguar,
y yo, si no me casare, — en religión puedo entrar.
(Juan de Ribera, Nuevos romances, s. I. 1605. en 4.0)
118.
Romance de la linda Infanta*
Estaba la linda infanta— á sombra de una oliva,
peine de oro en las sus manos,— los sus cabellos bien cría.
Alzó sus ojos al cielo— en contra do el sol salía:
vio venir un fuste armado — por Guadalquivir arriba.
Dentro venía Alfonso Hamos, — almirante de Castilla.
— Bien vengáis, Alfonso Ramos, — buena sea tu venida:
¿y qué nuevas me traedes— de mi flota bien guarnida?
— Nuevas te traigo, señora,— si me seguras la vida.
— Diéseslas, Alfonso Ramos,— que segura te sería.
— Allá llevan á Castilla — los moros de la Berbería.
— Si no me fuese por qué, — la cabeza te cortaría.
— Si la mia me cortases, — la tuya te costaría.
(Canc. de Rom. s. a. fol. 193. — Canc. de Rom. /SJO. f.^c4.)
(1) Desde este Terso hasta el que
dice: «Rico se debe llamar», hizo
una glosa Alonso de Amienta, que
se halla en el pliego suelto intitu-
lado : Pregunta que Jizo un cata-
en 12.*'— Allí el romance esUamado
viejo.
(2) «La mayor pena.» Gloia de
Armenta.
( 3 ) «No queredes decir tal. » Glú-
llero mancebo á Alonso de Armen- i aa de Armenta.
ta, etc., s. 1. ni a., y también en la ! (4) «Hecho tiene el ajuar.» Olú*
Segunda parte del Canc. gen.^ Za-
ragoza> Stevan Q. de Nágera, 1552,
sa de Armenta.
ROMANCES NOVELESCOS T GABALLEaESGOS
23$
119.
Romance de Rico Franeo*
A caza iban, á caza — los cazadores del rey,
ni fallaban ellos caza, — ni fallaban que traer.
Perdido habían los lialconés,— imal los amenaza el rey! (1)
Arrimáranse á un castillo— que se llamaba Maynes.
Dentro estaba una doncella — muy fermosa y muy cortes;
siete condes la demandan,— y así facían tres reyes (2).
Robárala Bico Franco, —Rico Franca aragonés:
llorando iba la doncella — de sus ojos tan cortes.
Falágala Rico Franco, — ^Rico Franco aragonés:
—Si lloras tü padre ó madre, — nunca mas vos los veréis»
si lloras los fus hermanos,-yo los maté todos tres.
— Ni lloro padre m madre,— ni hermanos todos tres;
mas lloro la mi ventura— que no sé cuál ha de ser.
Prestédesme, Rico Franco,— vuestro cuchillo lujües,
cortaré fitas al manto, — que no son para traer. —
Rico Franco de córtese— por las cachas lo fué tender;
la doncella que era artera— por los pechos se lo fué á meter:
asi vengó padre y madre, — y aun hermanos todos tres.
fCanc. de Rom, s. a, f. 191. — Canc. de Rom, ed. de 1550.
fol. 202.)
(1) Éste, y el verso que le ante-
cede, faltan en el Vane» de Rom»
8.a.
(^ « Y asi facen reyes tres. »
Canc- de Rom., ed. de 1560 y edi-
ciones posteriores.
234
líricos castellanos
120.
Romance de AI arquillos.
¡Cuan traidor eres, Marquillos! — iCuán traidor de corazonl
Por dormir con tu señora — habias muerto (1) á tu sefior.
Desque lo tuviste muerto— quitástele el chapiron;
fuéraste al castillo fuerte — donde está la Blanca-Flor.
— Ábreme (2), linda señora, — que aqui viene mi sefior;
si no lo quieres creer, — veis aqui su chapiron. —
Blanca-Flor desque lo viera — las puertas luego le abrió:
echóle brazos al cuello,— allí luego la besó;
abrazándola y besando — á un palacio la metió (3).
— Marquillos, por Dios te ruego — que me otoi'gases (4) un don:
que no durmieses conmigo — hasta que rayase el sol. —
Marquillos, como es hidalgo, — el don luego le otorgó;
como viene tan (5) cansado— en llegando se adurmió.
Levantóse muy li jera— la hermosa Blanca-Flor;
tomara cuchillo en mano — y á Marquillos degolló.
(Glosa agora nuevamente compuesta á un rom. muy antieuo
que comienza: «quan traydor eres Marquillos* etc. Fue-
go suelto del siglo xvi. Timoneda, Rosa de amores.)
(1) «Degollaste. Timoneda, /Jo-
sa de amor.
(2) Abridme." Tim.
(3) En un secreto la entró.* Ti-
moneda.
(4) «Concedas.» Tim.
(5) «Y como venia.* Tim-
ROMANGBS NOVELESCOS T CABALLERESCOS 235
121.
ROMANCES -DE MORIANA Y EL MORO GAL VAN
Romance primero de AI orlana.
Moriana en un (1) castillo— juega con el moro Galvan (2);
juegan los dos á las tablas — por mayor placer (3) tomar.
Cada vez que el moro pierde— bien (4) perdia una cibdad;
cuando Moriana pierde — la mano le da á (5) besar.
Del placer que el moro toma — adormescido se cae.
Por aquellos altos montes — caballero vio (6) asomar:
llorando viene y gimiendo, — las uñas corriendo sangre
de amores de Moriana — ^hija del rey Morían.
Captiváronla los moros — la mañana de Sant Juan,
cogiendo rosas y flores — en la huerta de su padre.
Alzó los ojos Moriana, — conociérale en mirarle:
lágrimas de los sus ojos (7) — en la faz del moro dan.
Con pavor recuerda el moro — y empezara de fablar:
— ¿Qué es esto, la mi señora? — ¿Quién vos ha fecho pesar?
Si os enojaron mis moros — luego los faré matar,
ó si las vuesas doncellas, — farélas bien castigar;
y si pesar los cristianos, — yo los iré conquistar.
Mis arreos son las armas (8), — mi descanso el pelear.
(1) «El..Tim.
(2) Después de este verso inserta
Timoneda los dos siguientes :
«Mas servida que contenta*
aunque no lo osa mostrar. »
(8) «Solaz.» Tim.
(4) «Él.» Tim., Canc., Flor de
enam., Silva-
(5) « Ha de. » Tim. , Flor, de
enam.
(6) «Fué.» Timoneda, Flor, de
enam., Silva.
(7) «Las lágrimas de sus ojos.»
Timoneda.
(8) Este verso, y los tres siguien-
tes, son el principio de un romance
contrahecho que empieza también
diciendo: «Mis arreos son las ar-
mas», el coal cita Cervantes en el
Quijote.— ^ie romance se halla en
nuestra colección , tomado de la
Silva, ed. de 1650, y del Cancione-
ro de Romances.
236 LÍRICOS CASTELLANOS
mi cama, las duras peñas, — mi dormir, siempre velar.
— Non me enojaron los moros,— ni los mandedes matar (1),
ni menos las mis doncellas — por mí reciban pesar;
ni tampoco á los cristianos— vos cumple de conquistar (2],
pero de este sentimiento— quiero vos decir verdad:
que por los montes aquellos— caballero vi asomar,
el cual pienso que es mi esposo (3), — mi querido, mi amor
[garande. —
Alzó la su mano (4) el moro, — un bofetón le fué á dar:
teniendo los dientes blancos — de sangre vuelto los ha,
y mandó que sus porteros — la lleven á degollar,
allí do viera á (6) su esposo, — en aquel mismo lugar.
Al tiempo de la su muerte— estas voces (6) fué á fablar:
— Yo muero como cristiana, — y también sin (7) confesar
mis (8) amores verdaderos— de mi esposo natural.
(Códice del siglo xvi, en el.Rom. gen. del sefior Diuran.
Timoneda, Rosa de amores. •-'Silva de Rom, ed. de
Barcelona 1582, en-i2mo. — Cancionero llamado Flor
de enamorados.)
122.
Romance segando de Morlaní»*
Rodillada está Moriana,— que la quieren degollar,
de sus ojos envendados — non cesando de llorar;
atada de pies y manos,— que era lástima mirar;
los cabellos de oro puro (9) — que al suelo quieren llegar,
y los pechos descubiertos,— mas blancos que non (10) cristal.
(1) <=Nílos mandéis vos matar."
Tim., Flor de enam.. Silva.
(2) "Ni tampoco los cristianos
cumple de los conquistar. ^
Tim., Flor de enam.^ Silca.
(3) El cual es cierto mi esposo. »
Timoneda.
(4) « En oir aquesto.. . ■» Tim.
(5) «Vido lia.» Tim.
(6) «Palabras. » Tim. , Flor de
enam,.., Suva.
(7) -Por.' Tim.
(8) «Los.- Tim.
(9) «Sus cabellos como el oro.»
Timoneda.
(10) «No el.» Tim.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
237
De ver el verdugo moro— en ella tanta beldad,
de su amor estando preso— sin poderlo mas celar,
hablóle en algarabía — como á aquella que la sabe :
— Perdonédesme, Moriana, — querádesme perdonar,
que mandado soy, señora,— por el rey moro Gal van.
1 Ojalá viese mi alma— como vos poder (1) librar!
Para libertar dos vidas — que aquí las veo penar. —
Moriana dijo : Moro, — lo que te quiero rogar, [dar (3). —
es que cumplas con (2) tu oficio— sin un punto más tar-
Estando los dos en esto— el esposo fué á asomar (4)
matando y firiendo moros, — que nadie le osa esperar.
Caballero en su caballo— junto de ella fué á llegar.
El verdugo la desata, — y le ayuda á cabalgar;
los tres van de compañía- sin ningún contrario hallar;
en el castillo de Breña — se fueron á aposentar.
(Códice del siglo xvi, en el Rom. ^en. del señor Duran. —
Timoneda, Rosa de amores!)
123.
• Romance tercero de Moriana.
Al pié de una verde haya — estaba el moro Galvan;
mira el castillo de Breña (5) — donde Moriana está;
de riendas tiene el caballo, — que non lo quiere soltar;
tiene (6) el almete quitado— por poder mejor mirar;
cuando con voz dolorosa — entre llanto y suspirar,
comenzó el moro quejando —de esta manera á fablar :
(1) «Os pudiese.^ Tím.
(2) «= Efectúes.- Tim.
(3) «Fn punto dilatar. » Tim.
(4) En el texto de Timoneda es-
tán aqaí intercalados los dos versos
siguientes :
«De la linda Moriana
con seguridad mostrar- >
(5) < Mirando el castillo fuerte. •
Timoneda.
(6) «Con.» Tim.
238 LÍRICOS CASTELLANOS
— Moriana» MoriaDa, — principio y fin de mi mal,
¿cómo es posible, señora,— non te duela mi penar (1),
viendo que por tus amores — muero sin me remediar?
De acjuel buen (2) tiempo pasado— te debrias recordar
cuando dentro en mi castillo — conmigo solías folgar :
cuando contigo jugaba,— mi alma debrias mirar
cuando ganaba perdiendo,— porque era el perder ganar :
cuando merescí ganando — tus bellas manos besar,
y mas cuando en tu regazo — me solia reclinar,
y cuando con ti f ablando (3)— durmiendo solia quedar.
Si esto non fué amor, señora, — ¿cómo se podrá llamar?
Y si lo fué, Moriana, — ¿cómo se puede olvidar? (4). —
A lo alto de una torre- Moriana fué á asomar,
y al enamorado moro— aquesto fué á declarar :
— Fuye de aquí, perro moro — el que me quiso matar,
el que me robó doncella, — y dueña me hubo forzar :
las caricias que te fice — fueron por de ti burlar
y atender mi noble esposo — que viniese á libertar. —
Salió de Breña el cristiano— y arremete al buen Galvan :
pasádole ha con la lanza — y el alma del cuerpo sale.
* (Códice del siglo xvi, en el Rom. gen. del señor Duran.'
Timoneda, Rosa de amores.)
124.
(De Julianesa.) (5)
Romanre que dloe: Arriba, canes* arrllNi»
—i Arriba, canes, arriba!— ¡que rabia mala os matel
en jueves matáis el puerco— y en viernes coméis la carne*
(1) 'No dolerte mi penar.» Tira. ] (5) El Sr. Duran ha colocada
(2) «Pues de aquel.* Tim. : este romauce con los de Moríaoat
(3) «Hablando contigo. ' Tim. ; mudando el nombre' de Jnliaii
(4) Con este verso acaba el texto i en el de Moriana.
de Timoneda.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 239^
lAy que hoy hace los siete años — que ando por este vallet
pues traigo los pies descalzos, — las uñas corriendo sangre^
pues como las carnes crudas, — y bebo la roja sangre,
buscando triste á Julianesa— la hija del Emperante,
pues me la han tomado moros — mañanica de sánt Juan,
cogiendo rosas y flores — en un vergel de su padre. —
Oídolo ha Julianesa,— que en brazos del moro está;
las lágrimas de sus ojos—al moro dan en la faz.
(Canc. de Rom. s. a. fol. 227. — Canc, de Rom. 1550*.
fol. 241. — Silvaát 1550. t. I. fol. 152.)
125.
(La constancia.) (J)
Mis arreos son las armas, — mi descanso es pelear,
mi cama las duras peñas,— mi dormir siempre velar.
Las manidas son escuras,— los caminos por usar,
el cielo con sus mudanzas — ha por bien de me dañar,
andando de sierra en sierra— por orillas de la mar,
por probar si mi (2) ventura — hay lugar donde avadar.
Pero por vos, mi señora, — todo se ha de comportar.
(Canc. de Rom. s. a. fol. 252. — Canc. de Rom. 1550»
fol. 267. — Silva de 1550. 1. 1, f. 177.)
(1) Así ha intitulado el Sr. Du-
ran este fragmento de un romance
viejo que en la Silva y el Canc. de
Rom. lleva el epígrafe «Otro ro-
mance, y cuyos cuatro primeros
versos se hallan también entre los
del que dice: «Moríana en un cas-
tillo», los cuales cita Cervantes en
el Quijote,
(2) «En mí» dicen las ediciones
posteriores del Canc de Rom»
^40 LÍRICOS CASTELLANOS
126.
Romaiioe de Bobalías el pagano»
Por las sierras de Moncayo— vi venir uir renegado :
Bovalías ha por nombre, — Bovalías el pagano.
Siete veces fuera moro,— y otras tantas mal cristiano;
y al cabo de las ocho — engañólo su pecado,
que dejó la fe de Cristo, — la de Mahoma ha tomado.
Este fuera el mejor moro — que allende había pasado :
«artas le fueron venidas — que Sevilla está en un llano.
Arma naos y galeras — gente de á pie y de caballo :
por Guadalquebir arriba — su pendón llevan alzado.
En el campo de Tablada— su real habia asentado,
con trescientas de las tiendas— de seda, oro y brocado.
^Nel (1) medio de todas ellas— está la del renegado;
encima en el chapitel — estaba un rubí preciado :
tanto relumbra de noche — como el sol en (2) día claro.
fCanc. de Rom. s. a. fol. i86. — Canc. de Rom. 1550.
fol. 196. — Silva de 1550. t. I. fol. 109.)
127.
Romanoe del rey Búoar.
Entre muchos reyes sabios,— que hubo en la Andalucía,
reinara un moro viejo— que rey Búcar se decia.
Siendo ya de muchos años- que amancebado vivía,
por ruegos de su manceba, — que amaba mucho y quería,
llamó á Cortes á sus gentes — para un señalado dia,
porque en ellas se tratase — lo que á sus reinos cumplía.
(1) < En. >S¿?ya. | (2) * De.» Silva.
ROMANCES NOVELESCOS Y GÁBALLBRBSGOS 241
De machas leyes que pone — esta de nuevo anadia :
«que todo hombre enamorado— se casase con bu amiga,
y quien no la obedeciese—la vida le costaría.»
A todos parece bien,— á muchos les convenia;
flino á un sobrino del rey, — el cual ante del venia;
•con palabras muy quejosas — de esta manera decia :
— La ley que tu Alteza puso, — cierto que me desplacía;
todos se alegran con ella, — yo solo me entristecía,
<l\ie mal puedo yo casarme, — siendo casada la mia :
-casada, y tan mal casada, — que gran lástima ponia.
Una cosa os digo, rey, — que á nadie no lo diría,
que si yo mucho la quiero,— ella muy mas me quería. —
Alli hablara el rey Búcar, — esta respuesta le hacia:
— Siendo casada, cual dices,— la ley no te compr^hendia.
(Timoneda, liosa de amores. )
128.
Romance de Sevilla.
Sevilla está en una torre — la mas alta de Toledo;
hermosa es á maravilla,— que el amor por ella es ciego.
Púsose entre las almenas — por ver riberas del Tejo,
y el campo todo enramado, — como está de flores lleno.
Por un camino espacioso— vio venir un caballero
armado de todas armas,— encima un caballo overo.
Siete moros traia presos (1)— aherrojados con fierro :
en alcance de este viene — un perro moro moreno,
«rmado de piezas dobles— en un caballo lijero.
El continente que trae,— á guisa es de buen guerrero;
blasfemando de Mahoma,— de sobrada furia lleno.
íl) «Presos siete moros traia- I viancero general ^ tomo I, pági'
£nmienda del Sr. Duran en sa Ro- ' na 2.
Tomo VII 22
242 LÍRICOS CASTELLANOS
Grandes voces viene dando : — Espera, cristiano perro,
que de esos presos que llevas—mi padre es el delantero,
los otros son mis hermanos, — y amigos que yo bien quiero;
si me los das á rescate, — pagártelos he en dinero,
y si hacerlo no quisieres— quedarás hoy muerto, ó preso,-—
En oirlo Peranzules— el caballo volvió luego :
la lanza puso en el ristre;— para el moro se va recio,
con tal furia y lijereza — cual suele llevar un trueno.
A los primeros encuentros — derribádolo ha en el suelo;
apeara del caballo (1), — el pié le puso en el cuello;
cortárale la cabeza : — ya después que hizo esto
recogió su cabalgada, — metióse dentro (2) en Toledo.
(Tímoneda, Rosa g^ettJii.y
129.
Romaiice del rey moro.
— ¡Oh Valencia, oh Valencia!— ¡Oh Valencia valencianaC
un tiempo fuiste de moros, — y ahora eres cristiana :
no pasará mucho tiempo — de moros serás tornada,
que al rey de los cristianos — yo le cortaré la barba,
á la su esposa la reina— la tomaré por criada,^
y á la su hija bonita — la tomaré por mi dama. [chaba;;.
Ya quiso el Dioá de los cielos — que el buen rey se lo esca-
va al palacio de la infanta — que en el lecho descansaba.
— ¡Hija de mi corazón!— ¡Oh hija de mis entrafíasl
levántate al mismo punto,— ponte la ropa de Pascua,
y vete hacia el rey moro,— y entreténlo con palabras.
(1) 'En el suelo le derriba, ¡ (2) 'Metióse luego- > Dorio.,
y á los primeros encuentros i
apeárase del caballo • =
Enmienda del Sr. J!:urán. !
nOMiNCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS .243
— ¿Me dirías, buena niña, — cómo estás tan descuidada?
— Mi padre está en la pelea, — mi madre al lecho descansa,
y mi hermano mayor—lo han muerto en la campaña.
— ¿Me dirías, buena niña,— qué ruido es que sonaba?
— Son los pajes de mi padre — que al caballo dan cebada.
— ¿Me dirías, buena niña,— adonde van tantas armas?
— Son los pajes de mi padre — que vienen de la campaña. —
No pasó espacio de una hora— que al rey moro lo ligaban.
— ¿Me dirías, buena niña,— qué pena me será dada?
— La pena que merecías, — mereces que te quemaran,
y la ceniea que harás— merece ser aventada. —
(Tradicional; conservado en Cataluña y publicado por el
señor Milá y Fontanals en sus Observaciones sobre la
Poesia popular, pág. 123 y 124.)
130.
Las dos Hermanas.
— Moro, si vas á la España, — traerás una cautiva,
no sea blanca ni fea, — ni gente de villanía. —
Ve venir el conde Flores— que viene de la capilla,
viene de pedir á Dios — que le dé un hijo ó una hija.
— Conde Flores, conde alores, — tu mujer será cautiva.
— No será cautiva, no, — antes perderé la vida. —
Cuando partió el conde Flores — su mujer quedó cautiva.
— Aqui traigo, reina mora, — una cristiana muy linda,
que no es blanca ni fea, — ni gente de villanía,
no es mujer de ningún rey, — lo es del conde de Castilla.
— De las esclavas que tengo— tú serás la mas querida,
aqui te entrego mis llaves — para hacer la mi cocina.
— Yo las ^tomaré, señora, — pues tan gran dicha es la mía.
La reina estaba preñada,— la cautiva estaba en cinta;
quiso Dios y la fortuna,— las dos parieron un dia.
244 LÍBICOS CASTELLANOS
La reina parió en el trono, — la esclava en tierra paria,
una hija parió la reina, — la esclava un hijo paria;
las comadronas son falsas, — truecan el ni¿o y la niña,
á la reina dan el hijo, — la esclava toma la hija.
Cuando un dia la apañaba — estas palabras decía :
— No llores, hija, no llores, — hija mia y no parida,
que si fuese á las mis tierras— muy bien te bautizaría,
y te pondría por nombre— Maria Flor de la vida,
que yo tenia una hermana— que este nombre se deQÍa,
que yo tenia una hermana, — de moros era cautiva,
que fueron á cautivarla— una mañanita fría
cogiendo rosas y flores — en un jardin que tenia. —
La reina ya lo escuchó— del cuarto donde dormia.
Ya la enviaba á buscar— por un negro que tenia :
— ¿Qué dices, la linda esclava? — ¿qué dices, linda cautiva?
— Palabras que hablo, señora,— yo también te las diría :
No llores, hija, no llores, — hija mia y no parida, etc..
— Si aquesto fuese verdad— hermana mia serias.
— Aquesto es verdad, señora, — como el dia en que,nacia. —
Ya se abrazaban las dos — con grande llanto que había.
El rey moro lo escuchó— del cuarto donde escribía,
ya las envía á buscar— por un negro que tenia :
— ¿Qué lloras, regalo mió?— ¿qué lloras, la prenda mia?
Tratábamos de casaros — con lo mejor de Turquía. —
Ya le respondió la reina, — estas palabras decia :
— No quiero mezclar mi sangre— con la de perros maldita. —
ih\ dia mientras paseaban — con su hijo y con su hija,
hecho convenio las dos, — á su tierra se volvían.
(Tradicional; conservado en Cataluña y publicado por el
señor Milá y Fontanals en la obra citada, pág. 174 y 195,
donde, pág. 117 y 118, se halla también una versión ca-
talana de este asunto, asi como una portuguesa en el JR*-
tnanceiro del señor Almeida-Garrett, tomo II, pág. 183,
Rainha e captiva , y hasta los suecos han tratado el
mi$mo asunto en un canto popular, el célebre de la lin-
t/a Ana.)
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
2Í5
131.
(Del oantivo cristiano.)
Romance que dices Aft padre era de
Ronda (1).
' — Mi padre era de (2) Ronda, — y mi madre de Antequera;
cativáronme los moros— entre la paz y la guerra,
y lleváronme á vender— á Jerez de la Frontera (3).
Siete días con sus noches — anduve en almoneda (4) :
no hubo moro ni mora— que por mí diese moneda (5),
8i no fuera un moro perro— que por mí cien doblas diera (6),
y llevárame á su casa, — y echárame una cadena;
dábame la vida mala,— dábame la vida negra :
de dia majar (7) esparto, — de noche moler (8) cibera,
y echóme un (9) freno á la boca,-^poíque no comiese de ella,
mi cabello retorcido,— y tornóme á la cadena (10).
Pero plugo á Dios del cielo— que tenia el alma buena :
cuando el moro se iba á caza— quitábame la cadena,
y echárame (11) en su regazo, — y espulgóme la cabeza (12);
(1) En la Roia de amores^ de
Timoneda, lleva este romance lasi-
crniente introducción :
Preguntando está Florida
á 8u esposo placentera
en un vergel asentada
junto á una verde ribera:
— Dígasme tü, esposo amado,
íde dónde eres? ¿de qué tierra?
¿y adonde te capti varón?
/libertad quién te la diera?
—Yo 08 lo diré, dulce esposa,
estad atenta siquiera»
(2) «Mi padre es cierto. > Tim.
(3) - Á Velez de la Gomera. >
<^anc. de Rom., 1550, y Tim.
(4) " En la moneda. > Canc. de
Rom-^ 8. a. y 1550.— «En el almo-
neda.» Tim.
(5) « Que por mi una blanca
diera. •> Tim.
i6) "^Que cien doblas ofreciera- >
Timoneda.
(7) «Majaba.» Tim.
(8) 'Molia.' Tim.
(9) «Y echóme freno. => Silva*—
«Echóme un freno.» Tim.
(10) É8te« y el verso que le ante-
cede, faltan en la Ro9a<^ de Tim.
( 11 } « Echábame. -> Suva y Tim .
(12) "Mil regalos me hiciera,
espulgábame, y limpiaba
mejor que yo mereciera. >
Timoneda.
246 LÍRICOS CASTELLANOS
por un placer que le hice — otro muy mayor me hiciera (1) :
diérame los cien doblones (2), — y enviárc^me á mi tierra;
y asi plugo á Dios del cielo — que en salvo me pusiera.
{Cnnc. de Rom. s. a. fol. 229. — Cauc. de Rom. 1550.
fol. 243. — Silva de 1550. t. T. fol. 152. — Timoneda,
Rosa de amores) (3'.
132.
■tomanee que dice s Yo me era mora
moralma*
Yo me era mora Moraima (4),— morilla (5) de un bel catar:
cristiano vino á mi puerta, — cuitada, por me engañar.
Hablóme en algarabía — como aquel que la bien sabe :
— Ábrasme las puertas, mora,— si Alá te guarde de mal.
— ¿Cómo te abriré, mezquina, — que no sé quién te serás?
— Yo soy el moro (6) Mazóte, — hermano de la tu madre,
que un cristiano dejo muerío; —tras mi venia (7) el alcalde (8)«
Si no me abres tú, mi vida, — aquí me verás matar. —
Cuando esto oí, cuitada, — comencéme á levantar»
vistiérame una almejía— no hallando mi bríal,
fuérame para la puerta — y abríla de par en par.
{Canchen, ed.de Valencia, 1511. fol. 1^5-— CaMC. de R&ui.
s. a. fol. 237. — Cauc. de Rom. 1550. fol. 251. — Siha
de 1550. t. I. fol. 160.)
(J) 'Otro mayor me ofreciera.» como de primero era.
Timoneda. (3) Sobre el mismo aiunto hay
(2) Desde este verso es todo otro un romance portugués, más cabal
en la Rosa de Timoneda, donde di- . pero mucho más moderno, que con
ce : el título de "O captivo* ha imerto
<^ Diérame casi cien doblas, , el Sr. Almeida (Jarrett en m Jto-
en libertad me pusiera, i manceiro^ tomo IIL pág. 77.
por temor que el moro perro (4) Moraina.» 5ütu.
quizá la muerte noá diera. (5) 'Monea.* Silva.
Así plugo al Rey del cielo (6) ■ Moro Mazóte.» Cañe- gen»
de quien mercedes se espera
^ue me ha vuelto en vuestros brazos
(7) '^ Viene.' Canc. gen..
(8 ) • Alcaide. • Gane, gen .
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 247
133.
■tomance de don García*
Atal anda don García — por una sala (1) adelante,
'Saetas de oro en la mano, — en la otra un arco t^ae,
maldiciendo á la fortuna — grandes querellas le da :
— Crióme el rey de pequeño,— hízome Dios barragají;
^ióme armas y caballo,— por do todo hombre mas vale,
<iiérame á doña María— por mujer y por igual,
<iiérame á cien doncellas— para ella acompañar,
dióme el castillo de Urueña (2)— para con ella casar;
diérame cien caballeros— para el castillo guardar,
basteciómele de vino, — basteciónlele de pan,
bastecióle de agua dulce — que en el castillo no la hay.
Oercáronmelo los moros — la mañana de sant Juan :
•siete años son pasados — el cerco no quieren quitar,
veo morir á los mios, — no teniendo que les dar,
pÓDgolos por las almenas, — armados como se están,
porque pensasen los moros— que podrían pelear.
En el castillo de Uruefía — no hay sino solo un pan,
«i le doy á los mis hijos, — la mi mujer ¿qué hará?
43i lo como yo, mezquino, — los mios se quejarán. —
Hizo el pan cuatro pedazos — y arrojólos al real :
-el uno pedazo de aquellos— á los pies del rey fué á dar.
— Alá, pese á mis moros, — Alá le quiera pesar,
«de las sobras del castillo— nos bastecen el real. —
Manda tocar los clarines — y su cerco luego alzar.
{Canc. de Rom. s. a. fol. 251. — Canc. de Rom. X550.
fol. 266. — Silva de 1550. t. I. fol. 176) (3).
(1) «Adarve. > Canc* de, Rom.,
1560.
(2) üreña» Las ed. post. del
danc de Rom.
&) Kl asunto de este romance es
del todo tradicional t y está quizá
fundado en el cantar de gesta fran-
cés de Ogier le Danois, quien supo
con semejante estratagema engañar
al Emperador Oarlomagno en el cer-
248
líricos castellanos
134.
Romance de don Aifetnael de Eieon« (1>
Ese conde don Manuel,— qae de León es nombrado,
hizo un hecho en la corte— que jamas será olvidado,
con dofía Ana de Mendoisa, — dama de valor y estado :
y es, que después de comer, — andándose paseando
por el palacio del,r©y, — y otras damas á su lado, '
y caballeros con ellas— que las iban requebrando,
á unos altos miradores — por descanso se han parado,.
y encima la leonera — la doña Ana ha asomado,
y con ella casi todos, — cuatro leones mirando,
cuyos rostros y figuras — ponian temor y espanto.
Y la dama por probar— cuál era mas esforzado,
dejóse caer el guante, — al parecer, descuidado :
dice que se le ha caldo, —muy á pesar de su grado.
Con una voz melindrosa— de esta suerte ha proposado :
— ¿Cuál será aquel caballero — de esfuerzo tan sefialado.
co lie Castelfort, sitiado también
por siete años. Véase La chevahrie
O^ier de Dantmarche, par Raim-
bert de París (París, 1842, tomo II,
pág. 339sg.)
(1) Sobre este caballero véase la
nota al romance fronterizo que di-
ce: «Cuál será aquel caballero*; y
sobre las varias versiones de la tra-
dición á que se refiere este roman-
ce, véase al Taschenbuck deutscher
Romanzen^ por Fr. G. V. Schmidt
(Berlín, 1827, en 8.^ págs. 376 á
382), y BldlUr für Lib. u. Kunat.
Beilage zur Wienerzeitung, núme-
ro 39, páfis. 225 y 226, *J)er Lbwen-
hof auf dem Prager Schlosse», por
F. B. Mikowec-
Garci Sánchez de Badajoz dice d**
nuestro héroe con referenoí& á iq:
hazaña de los leones, en sa obr».
llamada "Infierno de amor» (en al
Cañe, cen.^ ed. de 1557i fóls. 167 T
168):
"Y vi más, á don Manuel
de León, armado en blanoo»
y el Amor la hÍ8t(»ia del.
de muy esforzado, franoOi
pintado con nn pincel.
Entre las cuales pintnra»
vide las siete figuras
de los moros que mató,
los leones que domó,
y otras dos mil aventara»
que de vencido venció.»
ROMANGBS NOVELESCOS Y CABALLERESCOS
249>
que saque de entre leones — el mi guante tan preciado?
Qujp yo le doy mi palabra — que será mi requebrado;
será entre todos querido, — entre todos mas amado. —
Oido lo ha (1) don Manuel,— caballero muy honrado,
<]ue de la afrenta de todos — también su p&tte ha alcanzado».
Sacó la espada de cinta,— revolvió su manto al brazo;
entró dentro la leonera— al parecer demudado.
Los leones se lo miran, — ninguno se ha meneado :
salióse libre y exento— por la puerta do había entrado.
Volvió la escalera arriba,— el guante en la izquierda mano,
y antes que el guante á la dama (2)— un bofetón le hubo .da-
[do,
diciendo y (3) mostrando bien — su esfuerzo y valor sobrado :
— Tomad, tomad, y otro día, — por un guante desastrado
no porneis en riesgo de honra — á tanto buen fijo- dalgo;
y á quien no le pareciere — bien hecho lo ejecutado,
á ley de buen caballero — salga en campo á demandalla —
La dama le respondiera — sin mostrar rostro turbado :
— No quiero que nadie salga, — basta que tengo probado
que sedes vos (4), don Manuel, — entre todos mas osado;
y si de ello sois servido (6)— á vos quiero por velado : •
marido quiero valiente,— que ose castigar lo malo.
En mi el refrán que se canta — se ha cumplido, ejecutaldo (6),.
que dice : «El que bien te quiere,— ese (7) te habrá castiga-
De ver que á virtud y honra — el bofetón ha aplicado, [do.» —
y con cuánta mansedumbre — respondió, y cuan delicado,
muy contento y satisfecho — don Manuel se lo ha otorgado:
y alli en presencia de todos, — los dos las manos se han dado»
(Códice del siglo xvi, en el Rom. gen. del señor Duran. —
Timoneda, Kosa gentil.)
(1) ^ Oyólo • Tím., Rota gentil.
(2) "El guante le diera. »'Tim.
(3) -Do dijo. ' Tim.
(4) Vos sois.- Tira.
(5) « Y 8Í servido seréis- » Tim .
(6) «Efectuado.» Tim.
(7) "Aquel." Tim.
350 LÍRICOS C4STBLL1N0S
135.
El conde Sol.
Grandes guerras se publican— entre España y Portugal :
pena de la vida tiene — quien no se quiera embarcar.
Al conde Sol le nombran— por capitán general;
del rey se fué á despedir,— de su esposa otro que tal.
La condesa que era niña, — todo se le va en llorar.
— Dime, conde, ¿cuántos años— tienes de echar por allá?
— Si á los seis años no vuelvo,— condesa, os podéis casar. —
Pasan los seis, y los ocho,— pasan diez, y pasan mas,
y el conde Sol no torríaba— ni nuevas suyas fué á dar.
Estando en su estancia sola,— fuéla el padre á visitar :
— ¿Qué tienes, hija querida, - que no cesas de llorar?
— Padre de toda mi alma, — por la santa Trinidad,
que me queráis dar licencia — para al conde ir á encontrar.
— Mi licencia tenéis, hija, —haced vuestra voluntad. —
La condesa al otro dia— al conde se fué á bascar,
triste por Italia y Francia, — por la tierra y por la mar.
Ya estaba desesperada,— ya se torna para acá,
cuando gran vacada un dia — devisó allá en un pinar.
— Vaquerito, vaquerito, — por la santa Trinidad,
que me niegues la mentira — y me digas la verdad :
¿de quién son estas vaquitas — que en estos montes están?
— Del conde Sol son, señora, — que manda en este lagar.
— ¿Y de qílién son esos trigos— que cerca están de segar?
—Señora, del mismo conde, — porque los hizo sembrar.
—¿Y de quién tantas ovejas— que á corderos dan mamar?
— Señora, del conde Sol,— porque los hizo criar.
—¿De quién, dime, esos jardines — y ese palacio real?
— Son del mismo caballero;— porque allí suele habitar.
• -¿De quién, de quién los caballos— que se oyen relinchar?
— Del conde Sol, que suele — sobre ellos ir á cazar.
— ¿ V quién es aquella dama — que un hombre abrazando está?
fiOMANGES I«OVBLBáGOS T OABALLEaBSGÓS 251
— La desposada señora — con que el conde va á casar.
— ^Vaquerito, vaquerito,— por la santa Soledad,
toma mi ropa de seda, — y vísteme tu sayal,
que ya hallé lo que buscaba,— no lo quiero, no, dejar;
agárrame de la mano— y á su puerta me pondrás,
que á pedirle voy limosna, — por Dios, si la quiere dar.-^
Desque estuvo la condesa— del palacio enél umbral,
nna limosnica pide— que se la den por piedad,
y fué tanta su ventura, —aun mas que era de esperar,
que la limosna demanda — y el conde se la fué á dar.
— ¿De dónde eres, peregrina?— Soy de España natural.
— ¿Cómo Uegastes aquí?— Vine mf esposo á buscar,
por tierra pisando abrojos, — pasando riesgos en mar,
y cuando le hallé, señor, — supe que se iba á casar,
supe que olvidó á su esposa,— su e8po?a que fué leal,
6u esposa que por buscalle— cuerpo y alma fué á arriesgar.
— {Homérica, romericá,— calledes, no digas tal, -
que eres el diablo sin duda— que me vienes á tentar!
— No soy el diablo, bwen conde,— ni yo te quiero enojar;
soy tu mujer verdadera, — y asi te vine á briscar, —
El conde cuando esto oyera, — sin un punto más tardar,
un caballo muy lijero — ha mandado aparejar
con cascabeles de plata — guarnido todo, el pretal;
•con los estribos de oro, — las espuelas otro tal,
y cabalgando de un salto, — á su esposa fué á tomar,
que de alegría y contento — no cesaba de llorar.
Corriendo iba, corriendo, — corriendo va sin parar,
hasta que llegó al castillo— donde es señor natural.
Quedádose ha la novia — vestidica y sin casar,
que quien de lo ajeno viste,— desnudo suele quedar.
(Tradicional, impreso por el señor Duran, en su Rom. gen.) (x).
(1) £n la nota dice : «Este romance aun se conserva y pasa de boca en
boca en Andalucía y tierra de Ronda.» Claro está que este romaiice ira:
dicional tiene rasgos del cuento de Perrault Le ekat boété.
\ ■■".
/
^■. . • •<*.'.
252 LÍRICOS CASTELLANOS
136.
(De Blanca-Niña.)
Blanca sois, señora mía, — mas que el rayo del sol :
¿si la dormiré esta noche — desarmado y sin pavor?
que siete años, habia, siete, — que no me desarmo, no^
Mas negras tengo mis carnes — qiTe un tiznado carbón.
— Dormilda, señor, dormilda,— desarmado sin temor,
que el conde es ido á la ca¿a— á los montes de León.
— Rabia le mate los perros, — y águilas el su halcón,
y del monte hasta casa, — á él arrastre el morón. —
Ellos en aquesto estando — su marido que llegó :
— ¿Qué hacéis, la Blanca-niña, — hija de padre traidor?
— Señor, peino mis cabellos, — peinólos con gran dolor,,
que me dejéis á mi sola — y á los montes os vais vos.
— Esa palabra, la niña, — no era sino tr^iicion :
¿cuyo es aquel caballo— que allá bajo relinchó?
—Señor, era de mi padre, — y envióoslo para vos.
— ¿Cuyas son aquellas armas— que están en el corredor?
— Señor, eran de mi hermano, — y hoy os las envió.
— ¿Cuya es aquella lanza, — desde aquí la veo yo?
— Tomalda, conde, tomalda, — matadme con ella vos,
(jue aquesta muerte, buen conde, — bien os la merezco yo*
t
(Canc. de Rom. iie rjjo. fol. 288.)
BOHANGES NOVELESCOS T*^ CABALLERESCOS 253
136 a.
Romanee del conde Eiombardo (1).—- 1.
lAy cuan linda qae eres, Alba, — mas linda qae no la flor!
^Quién contigo la durmiese— una noche sin temor!
Que no lo supiese Albertos, — ese tu primero amor.
— A caza es ido (2), á caza— á los montes de León.
— Si á caza es ido, señora, — cáigale (3) mi maldición,
rabia le mate los perros, — aguilillas el falcon,
lanzada de moro izquierdo— le traspase (4) el corazón.
— Apead, conde don Grifos, — porque hace gran calor,
i Lindas manos tenéis conde!— ¡Ay cuan flaco estáis, señor!
— No os maravilléis, mi vida, — que muero por vuestro amor,
y por bien que pene y muera — no alcanzo ningún favor. —
En aquesto estando, Albertos — toca á líi puerta mayor»
— ¿Dónde os pondré yo, don Grifos,— por hacer salvo mi ho-
Tomáralo de la mano— y subióle á un mirador, [ñor? —
y bajóse á abrir (6) á Albertos — muy de presto y sin sabor (6).
— ¿Qué es lo que tenéis, señora?— ¡Mudada estáis de color!
lO habéis bebido del vino (7),— ó tenéis celado amor!
— En verdad, amigo Albertos, — no tengo de eso pavor,
sino que perdí las llaves, — las llaves del mirador.
(1) En la llosa de amores de Ti-
moneda se intitula este romance
"De Albertos.
(2) «Es se fiera. » Tiro oneda {»ic:
lo que es equivocación; debió de*
cir «señor. )
El erudito Sr. Edélestand Du , (3) -^ Gáyale.» Tim.
Meril ha publicado en su excelente
obra intitulada Jlistoire de la poé-
8ie scandinave. Prolegomenes (Pa-
(4) Que le pase» Tim.
(5) Abajara abrir.» Tim.
(6) Después de este verso lleva
rís, 1839, pags. 46t> y 467 j, una tra- | Timoneda intercalados los dos ver-
ducción francesa (en prosa) de este ' sos siguientes :
romance, y alejzado los cantos po- «Albertos, como la vido,
pulares« tratando del mismo asun- I dijole con gran rigor:»
-to, de los suecos, daneses y escoce- • (7) Perdiste.^ alguna joya.» Ti-
.ses. i moneda. . . * «" "!
•< ii
254 LÍRICOS CASTELLANOS
— No toméis enojo, Alba, — de eso no toméis rancor,
que si de plata eran ellas,— de oro las haré mejor (1).
¿Cuyas son aquellas armas — que tienen tal resplandor? —
— Vuestras, que hoy, señor Albertos, — las limpié de ese te-
— ¿De quién es aquel caballo— que siento relinchador? — [ñor;
Cuando Alba aquesto oyera— cayó muerta de temor.
{Canc, Flor de enamorados. — Tim., Rosa de atnores^
137.
Romance del conde l^ombardo (2). — U.
En aquellas peñas pardas, — en las sierras-de Moncayo
fué do el rey mandó prender — al conde Grifos Lombardo,.
porque forzó una doncella — camino de Santiago,
la cual era hija de un duque, — sobrina del Padre Santo.
Quejábase ella del fuerzo;— quéjase el conde del grado :
allá van á tener pleito — delante de Cario Magno,
y mientras que el pleito dura— al conde han encarcelado
con grillones á los pies, — sus esposas en las manos,
una gran cadena al cuello— con eslabones doblados :
la cadena era muy larga,— rodea todo el palacio;
allá se abre y se cierra— en la sala del rey Carlos.
Siete condes le guardaban, — todos han juramentado
que si el conde se revuelve — todos serán á matallo.
Ellos estando en aquesto, — cartas habian llegado
para que casen la infanta — con el conde encarcelado,
(Cancionero, Flor de enamorados^
(1) Y mejor. Tim.
^2) Se echa de ver que este romance debe ser fragmento de alguno má»
completo; y en efecto, existe todavía una versión mis cabal en portngnéi,
la cual, con el título Ju.sti^a de beus , inserta el Sr. Almeida-Qarrett ea
?ji 2iomanc€Íro. tomo 11, pág. 285.
ROMANCES NOVELESCOS T GAtoALLSaBSCOS
255^
138.
■tomanee de C^allarda.— I.
r
— iGaliarda, Galiardal— ¡Oh quién contigo holgase, y
y otro dia de mañana (l)~con los cien moros pelease!
Si á todos no los venciese — laego matarme mandases,
porqne con tan gran favor— grande esfuerzo tomaría (2).
— De dormir, dices (3) Florencios, — de dormir; sí dormiréis^
mas sois niño y mochacho, — laego vos alabaréis. —
Miró hacia el cielo Florencios, — y la su espada sacó :
— A esta muera yo, señora, — si de tal me alabe yo.-r-
Aquella noche Florencios— con Galiarda dormió.
Otro dia de mañana—en las cortes se alabó.
(Aquí se contienen cinco rom., y unas canciones muy gra*
ciosas. El primero es : Angustiada está la reina, etc.—
Pliego suelto del siglo xvi.) (4)
(1) Este verso, y los tres que le
siguen, se hallan también en el ro-
mance del Conde Claros que dice:
"Media noche era por hilo.»
(2) SiC', falta la asonancia.
(3) El texto lleva por equivoca-
ción ,'dice »
(4) En otro pliego suelto, que
lleva por título > Aqui comien^aii
cinco romances, con una glosa... de
AUardas el texto de nuestro ro-
mance, entresacado de aquella glo-
sa, dice asi :
•Ya se salia Aliarda
de los baños de bañar:
le vi sacar su rostro
como la leche y la sangre-
Topara al conde FlorenoioB*
y comenzó de hablar :
—¡Aliarda, Aliarda!
¡Oh quién contigo holgase*
y otro dia en la mañana
con dos mil moros lidiar!
Si á todos no los yenciese
me mandéis luego matar.
—De holgar, conde» conmigo^,
bien podrías tú holgar;
mas eres muchacho y niño,
irte has luego alabar.—
• ••«••••••••
Y otro dia en la mañana
á las cortes se fué á alabar-
/ • "
^56
LÍRICOS CASTELLANOS
139.
Oallarda.— U.
r-Esta noche, caballeros, — dormí con una doncella,
•que en los días de mi vida— yo no vi cosa mas bella. —
Todos dicen á una voz : — ¡Cierto, Gallarda (1) es esal —
Oí dolo habia un su hermano,— un su hermano que era de ella:
— [Por Dios! te ruego, Florencios, — que te cases con ella (2).
— No quiero hacer, caballeros, — para mí cosa tan fea,
en tomar yo por mujer— la que tuve por manceba. —
Aun bien no acabó Florencios— de decir aquella nueva,
cuando todos á una voz (3)— dicen luego : — iMuera, mneral
¡muera el (4) que ha deshonrado — á Gallarda (6) la mas be-
Desque Galiarda lo supo (6) — gran enojo recibiera (7): [lia! —
— Pésame, mis caballeros, — hagáis (8) cosa tan mal hecha*
lo que aquel (9) loco decia — no era cosa creedera.
Hasta saberlo de cierto — no le habiades (10) de dar pena.
(El mismo pliego suelto. — Tim. Rosa de amores) (ii).
(1) Aliarda.» Timoneda, Rosa \ neda ha intercalado los dos aigaien-
•de amores.
(2) ' Oídolo habia su hermano,
un hermano carnal de ella.
Dijéronle allí :- Florencios,
bien es casarte con ella.»-
Tim., Rosa de amores^
(3) Prontamente.' Tira.
(4) «Aquel. ' Tim.
(5) ' Aliarda.»^ Tim.
(6) En saber esto Aliarua.
Timoneda.
(7) Después de este verso. Timo-
tes:
' envióles á decir
en breve de e»tH manera: >■ .
(S) J)e hacer - Tim.
(9> ■ Que lo que 61^ Tim-
00) ' Habian.»' Tim.
(11) Hay rasso aparecidos áesiOH
dos romancea en el lindo portagQ¿.4
que ha publicado el Sr. Almeid-i-
ÍTurret en su Romanceiro^ t. III.
pág. 15, con el título de «Alba-
ninha. -
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 257
140.
Romance donde se queja á su amigo
' de que se 0£só su amiga*
— Compañero, compañero, — casóse mi linda amiga,
■casóse con un villano — que es lo que mas me dolia.
Irme quiero á tornar moro — allende la morería :
cristiano que allá pasare — yo le quitaré la vida.
— No lo hagas, compañero, — no lo hagas por tu vida,
de tres hermanas que ten^o — darte he yo la mas garrida,
si la quieres por mujer, — si la quieres por amiga.
— Ni la quiero por mujer, — ni la quiero por amiga,
pues que no pude gozar — de aquella que mas quería.
(Canc. de Rom. de tS5^' ^ol- 170)
141.
(Komance de Catalina.)
Yo me adamé una amiga — dentro en mi corazón;
Catalina había por nombre, — no la puedo olvidar, no.
Rogóme que la llevase— á las tierras de Aragón.
— Catalina, sois mochacha (1),— no podréis caminar, no.
— Tanto andaré, el (2) caballero, — tanto andaré como vos ;
si lo dejais por dineros, — llevaré para los dos,
ducados para Castilla, — florines para Aragón. —
Ellos en aquesto estando,— -la justicia que llegó.
(Canc. de Rovi. s. a., fol. 252. — Canc.de Rom. ^ 1550, fol. 267.-
Silva de 1550, t. I, fol. 178.)
<1) «Pequeña." *Síi7ra. | (2) -El- falta en la ^¿íra.
Tomo VII. 23
258 LÍRICOS CASTELLANOS
142.
Romance de la bella mal maridada»
— La bella mal maridada, — de las lindas que yo vi,
véote tan triste enojada;— la verdad díla tú á mí.
Si has de tomar amores— por otro, no dejes á mí,
que á tu marido, señora, — con otras duefías lo vi,
besando y retozando : — mucho mal dice de ti;
juraba y perjuraba— que te habla de ferir.—
AUi habló la señora, — alli habló, y dijo así :
— Sácame tú, el caballero,— tú sacásesme de aquí;
por las tierras donde fueres — bien te sabría yo servir :
yo te haria bien la cama— en que hayamos de dormir,
yo te guisaré la cena — como á caballero gentil,
de gallinas y de capones— y otras cosas más de mil;
que á este mi marido — ya no le puedo sufrir,
que me da muy mala vida — cual vos bien podéis oir. —
Ellos en aquesto estando— su marido helo aqui :
— ¿Qué hacéis, mala traidora? — ¡Hoy habedes de morir!
— ¿Y por qué, señor? ¿por qué? — que nunca os lo merecL
Nunca besé á hombre, — mas hombre besó á mí;
las penas que él merecía, — señor, daldas vos á mi :
con riendas de tu caballo,— señor, azotes á mí;
con cordones de oro y sirgo — viva ahorques á mí.
En la huerta de los naranjos — viva entierres tú á mí,
en sepoltura de oro— y labrada de marfil;
y pongas encima un mote, — señor, que diga así :
«Aquí está la flor de las flores, — por amores murió aquí;
» cualquier, que muere de amores— mándese enterrar aquí,
xque así hice yo, mezquina, — que por amar me perdí.»
(Sepiílveda, Rom, ni*ev. sacados, etc. — Aqui comieni^a]»
tres romances glosados, y este primero, etc. — Pli^o
suelto del siglo xvi.) (i).
(1) El Sr. J)urán, cuyo texto hemos copiado, anota á este romanoe:
*£ste romance se ha corregido por la glosa que de él hizo Quesada, y
ROMANCES nOVELESCOS T CABALLERESCOS 259
143.
(La ermita de San Simón.)
En Sevilla está una hermita— cual dicen de San Simony
adonde todas las damas —iban á hacer oración.
Allá va la mi señora, — sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya, — mantillo de un. tornasol,
en la su boca muy linda— lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca— lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos — lleva un poco de alcohol,
á la entrada de la hermita — relumbrando como el sol.
El abad que dice la misa — no la puede decir, non,
monacillos que le ayudan— no aciertan responder, non,
por decir : amen, amen, — decian : amor, amor.
(Romance nuevamente compuesto por Antonio Ruyz de
Santillana : con su glosa. E otra glosa al romance que
dice : «En Sevilla está una hermita, etc. — Pliego suelto
del siglo xvi) (i). *
144.
(Romance de la guirnalda de rosas.)
— Esa guirnalda de rosas, — hija, ¿quién te la endonara?
— Donómela un caballero— que por mi puerta pasara,
tomárame por la mano, — á su casa me llevara,
en un portalico escuro— conmigo s^ deleitara,
echóme en cama de rosas— en la cual nunca fui echada,
se publicó en uu pliego suelto. Es el verdadero romanee yiejo, y tan céle-
bre, que dio motivo á mil glosas é imitaciones.»
(1) El lomance catalán que lleva por título «La dama de Aragón (en la
obra citada del Sr. Milá y Fontanals, pág. 140), es casi una versión de este
romance, que se ha entresacado de la glosa citada.
260 LIRIGOS CASTELLANOS
hízome— no sé que hizo — que dól vengo enamorada :
traigo, madre, la camisa— de sangre toda manchada.
— ¡Oh sobresalto rabiosol — iQue mi ánima es turbada!
Si dices verdad, mi hija, — tu honra no vale nada :
que la gente es maldiciente, — luego serás deshonrada.
— Calledes, madre, callede8,-~callei8, madre muy amada,
que mas vale un buen amigo — que no ser mal maridada.
Dame el buen amigo, madre, — buen mantillo y buena saya :
la que cobra mal marido — vive malaventurada;
— Hija, pues queréis asi, — tú contenta, yo pagada.
(Sigúese un romance que dice : Tiempo es el cavallero :
glosado nuevamente. £ otro que comienza : essa ^ír-
nalda de rosas, etc. — Pliego suelto del siglo xvi.)
145.
Romaiice de una gentil dama, y un rústieo
pastor.
— Estáse la gentil dama— paseando en su vergel,
los pies tenia descalzos— que era maravilla ver;
desde lejos me llamara (1),— no le quise responder.
Respondí le con gran saña : — «¿Qué mandáis, gentil mujer?»
Con una voz amorosa— comenzó de responder :
«Ven acá (2) el pastorcico, — si quieres tomar placer;
> siesta es de mediodía (3), — que ya es hora de comer;
»8i querrás tomar posada — todo es á tu placer.»
— Que no era tiempo, señora,— que me haya de detener;
que tengo mujer y hijos, — y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra— (^ue se me iba á perder,
y aquellos que me lo guardan — no tenían qué comer.
(1) «Hablábame desde lejos- (3) Éste, y los tres versos aae le
Canc- de obras de burlas. j signen, faltan en el Canc» de obra»
(2) 'Ven acá tú.» Canc. de obras • de burlas,
de burlas. ,
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 264
— «Vete con Dios, pastorcillo, — no te sabes entender,
» hermosuras de mi cuerpo— yo te las hiciera ver :
ídelgadica en la cintura,— blanca soy como el papel,
»la color tengo mezclada — como rosa en el rosel,
»el cuello tengo de garza, — los ojos de un esparver,
>las teticas agudicas — que el brial quieren romper (1),
>pue8 lo que tengo encubierto — maravilla es de lo ver.»
— Ni aunque mas tengáis, señora, — no me puedo detener.
(Aquí comienzan tres romances glosados y este primero
dize ; Estasse la gentil dama, etc. — Pliego suelto del si-
glo XVI. — Cancionero de obras de burlas provocantes á
risa. ed. de Londres, 1841, tn 8. o, pág. 239.)
146.
Romance de doo Vrlstan»— I.
Ferido está don Tristan — de una mala lanzada,
diérasela el rey su tio— por zelos que dól cataba.
El fierro tiene en el cuerpo, — de fuera le tembla el asta :
valo á ver la reina Iseo— por la su desdicha mala.
Júntanse boca con boca— cuanto una misa rezada,
llora el uno, llora el otro, — la cama bañan en agua :
allí nace un arboledo— que azucena se llamaba, .
cualquier mujer que la come— luego se siente preñada :
comiérala reina Iseo — por la su desdicha mala.
(Canc. de Rom. s. a. fol. 192. — Cauc. de Rom. ijjo. f. 202.)
(1) ' Hender. » Canc. de obras de burlan; y aquí los dos últimos versos
van antepuestos al que dice: «el cuello, etc.» .
262 líricos castellanos
146 a.
Romaoce de doo Trlstan.— p.
Herido está don Tristan— de una muy mala lanzada,
diérasela el rey su tio— con una lanza arbolada (1),
diósela desde una torre; — que de cerca no osaba :
que el hierro tiene en el cuerpo, — de fuera le tiembla el asta.
Tan malo está don Tristan, — que á Dios quiere dar el alma.
Valo á ver la reina Iseo (2), — la su linda enamorada,
cubierta de un paño (3) negro — que de luto se llamaba.
Viéndole tan mal parado,— dice así la triste dama (4) :
— Quien vos hirió, don Tristan, — heridas tengo de rabia,
que no hallase maestro — que sópiese (6) de sanallas.-»
Tanto están de boca en boca (6)— como una misa rezada :
llora el uno, llora el otro, — toda la cama se baña;
el (7) agua que de ellos sale — una azucena regaba;
toda mujer que la bebe — luego se siente (8) preñada.
Así hice yo, mezquina, — por la mi ventura mala (9).
(Códice de mediado el sig:lo xvi, en el Rom. gen. d^I se-
ñor Duran. — No. i. Glosa del romance de don Tristan.
Pliego suelto del siglo xvi. — No, 2. Romance de don
Tristan nuevamente glosado por Alonso de Sálaya. Plie-
jro suelto del siglo xvi. (Véase Geíbel VolksUeder u.
Rom. der Spatiier. Berlin, 1843, pág. 193.)
(1) <Con la lanza enerbolada. (6) 'Boca con boca.» Piie¿;08
Pl. s. n.o 2. sueltos núms 1 y 2.
(2) Vaselo á ver doña Iseo. (7) ' Del. Pliegos sueltos núme<
Pl. s. núm. 2. ros 1 y 2.
(3) Manto.=> Pl. s. n.°2. ■ (8) «Hace.» Pliegos sueltos nd-
(4) Éste, y el verso que le ante- ' meros 1 y 2.
cede, faltan en los pliegos sueltos (9) Los dos últimos tersos faltan
núms. 1 y 2- ' en el pliego suelto n.® %
(6) O viese.* Pliegos sueltos nú-
meros 1 y 2.
BOMANGES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 263
147.
Romanee de EiaiUEarote*— I.
Tres hijuelos había el rey, — tres hijuelos, que no mas;
por enojo que hubo (jLe ellos— todos maldito los ha.
El uno se tornó ciervo,— el otro se tomó can,
•él otro se tomó moro, — pasó las aguas del mar.
Andábase Lanzarote — entre las damas holgando,
grandes voces dio la una : — Caballero, estad parado :
€i fuese la mi ventura, — cumplido fuese mi hado
que yo casase con vos, — y vos oomigo de grado,
y me diésedes en arras — aquel ciervo del pié blanéo.
— Dároslo he yo, mi señora,— de corazón y de grado.
y supiese yo las tierras— donde el ciervo era criado. —
Ya cahalga Lánzarote, — ya calTalga y va su via,
delante de si llevaba — los sabuesos por la trailla.
Llegado había á una ermita, — donde un ermitaño habia :
— Dios te salve, el hombre bueno. — Buena sea tu venida :
cazador me parecéis— en los sabuesos que traia.
— Dígasme tú, el ermitaño, — tú que haces santa vida,
-ese ciervo del pió blanco — ¿dónde hace su manida?
— Quedáis os aquí, mi hijo,— hasta que sea de día,
contaros he lo que vi,— y todo lo que sabia.
Por aquí pasó esta noche— dos horas ántes.del día,
«iete leones con él — y una leona parida.
Siete condes deja muertos,— y mucha caballería.
Siempre Dios te guarde, hijo, — por doquier que fuer tu ida,
que quien acá te envió— no te quería dar la vida.
jAy dueña de Quintañones, — de mal fuego seas ardida,
que tanto buen caballero — por tí ha perdido la vida! —
{Canc, d€ Rom» 'Jjo, fol. 242.)
264 LÍRICOS CASTELLANOS
148.
Romance de Ejanzarote*— lí.
íínnca fuera caballero— de damas tan bien servido»
como fuera Lanzarote — cuando de Bretaña vino,
que dueñas curaban del, — doncellas del su rocino.
Esa dueña Quintañona,— esa le escanciaba el vino,
la linda reina Ginebra — se lo acostaba consigo;
y estando al mejor sabor,— que sueño no babia dormido^
la reina toda turbada — un pleito ha conmovido.
— Lanzarote, Lanzarote, — si antes hubieras venido
no hablara el orgulloso — las palabras que había dicho,
(jue á pesar de vos, señor, — se acostaria comigo. —
Ya se arma Lanzarote — de gran pesar conmovido,
despídese de su amiga, — pregunta por el camino,
topó con el orgulloso— debajo de un verde pino,
combátense de las lanzas, — á las hachas han venido.
Ya desmaya el orgulloso,- ya cae en tierra tendido,
cortárale la cabeza,— sin hacer ningún partido;
vuélvese para su amiga— donde fué bien recibido.
[Canc. de Rom. s. a. fol. 228. — Canc. de Rom, ¡SSO, f. 348.)
149.
Romance de don Rernaldlno (1).
Ya piensa don Bernaldino— su amiga visitar,
da voces á los sus pajes,— de vestir le quieren dar.
Dábanle calzas de grana, — borceguís de cordobán,
un jubón rico broslado,— que en la corte no hay su par,
(1) «Berlandino. ' Silva-
ROMANCES NOVELESCOS T GABALLEBESGOS
265
dábanle una rica gorra,-— que no se podría apreciar, ^
con una letra que dice : — cMi gloria por bien amari»
La riqueza de su manto— no vos la sabría contar;
sayo de oro de martillo — que nunca se vio su igual.
Una blanca hacanea— mandó luego ataviar,
con quince mozos de espuelas — qvh le van acompañar.
Ocho pajes van con ól, — los otros mandó tornar,
de morado y amarillo— es su vestir y calzar.
Allegado han (1) á las puertas — do su amiga solía estar,
fallan (2) las puertas cerradas, — empiezan de preguntar :
— ¿Dónde está doña Leonor — la que aquí solía morar?
Bespondió un maldito viejo, — que él luego mandó matar :
— Su padre se la llevó— lejas (3) tierras habitar. —
Él rasga sus vestiduras— con enojo y gran pesar,
y volvióse á los palacios — donde solía reposar.
Puso una espada á sus pechos — por sus días acabar.
Un su amigo que lo supo— veníalo á co^1S6lar,
y en eíitrando por la puerta— vldolo tendido estar.
Empieza á dar tales voces,— que al cíelo quieren llegar;
vienen todos sus vasallos, — procuran de lo enterrar
en un rico monumento — todo hecho de cristal,
en tomo del cual se puso— un letrero singular :
«Aquí está don Bernaldíno— que murió por bien amar.»
(Canc. de Rom, s. a. fol. 258. — Canc. de Rom. X5501
fol. 273. — Silva de 1550. 1. 1, f. 183.)
150.
Romance del Infante vengador.
iHólo, helo por do viene— el infante vengador,
caballero á la gineta — en un caballo corredor,
(1) «Han» falta en la Silva.
(2) «FaUó.» iSiiva.
(8) La Suva y todas las ed. del
Canc. de Rom. dicen «lejos».
266 LÍRICOS CASTELLANOS
«u manto revuelto al brazo, — demudada la color,
y en la su mano derecha-— un venablo cortador.
Con la punta del venablo — sacarían un arador.
■Siete veces fué templado — en la sangre de un dragón,
y otras tantas fué afilado — porque cortase mejor :
«1 hierro fué hecho en Francia, — y el asta en Aragón :
perfilándoselo iba— en las alas de su halcón.
Iba buscar á don Cuadros, — á don Cuadros el traidor, .
allá le fuera á hallar — junto el (1) emperador.
La vara tiene en la mano, — que era justicia mayor.
Siete veces lo pensaba, — si lo tiraría ó no,
y al cabo de las ochó —el venablo le arrojó.
Por dar al dicho don Cuadros^ dado ha al emperador :
pasado le ha manto y sayo— que era de un tornasol :
por el suelo ladrillado— más de un palmo le metió.
Allí le habló el rey— bien oiréis lo que habló ;
— ¿Por qué me tiraste, infante? — ¿por qué me tiras, traidor?
— Perdóneme tu Alteza, — que no tiraba á ti, no :
tiraba al traidor de Cuadros,— ese falso engañador,
que siete hermanos tenia, — no ha dejado, si á mí no :
por eso delante de (2) ti, — buen rey, lo desafio yo. —
Todos fian á don Cuadros,— y al infante no fian, no,
€i no fuera una doncella, — hija es del emperador,
que los tomó por la mano, — y en el campo los metió.
A los primeros encuentros — Cuadros en tierra cayó.
Apeárase el infante,— la cabeza le cortó,
y tomárala en su lanza, — y al buen rey la presentó.
De que a(iuesto vido el rey— con su hija le casó.
(Canc, de Rom., s. a., fol. J87. — Canc, de Rout.^ 1550.
fol. luy. — Silz'a de 1550, t. 1, fol. 110.)
(1) k\.^ Silva. I (2) ^De>£altaenla5¿?ra.
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 267
151.
Romance de la lofantlna»
A cazar va el caballero, — á cazar como solia;
los perros lleva cansados, — el falcon perdido había,
arrimárase á un roble, — alto es á maravilla.
En una rama más alta,— viera estar una infantina;
cabellos de su cabeza — todo el roble cobrian.
— No te espantes, caballero, — ni tengas tamaña grima.
Fija soy yo del buen rey — y de la reina de Castilla :
siete fadas me fadaron — en brazos de una ama mía,
que ándase los siete años — sola en esta montiña.
Hoy se cumplían los siete años,— ó mañana en aquel dia:
por Dios te ruego, caballero, — Uóvesme en tu compañía,
si quisieres por mujer, — si no, sea por amiga.
— Esperéisme vos, señora,— fasta mañana, aquel dia,
iré yo tomar consejo— de una madre que tenia. —
La niña le respondiera — y estas palabras decia :
—¡Oh mal haya el caballero— que sola deja la niña!
El se va á tomar consejo,— y ella queda en la montiña (1).
Aconsejóle su madre — que la tomase por amiga.
Cuando volvió el caballero — no la hallara en la montiña (2) :
vldola que la llevaban — con muy gran caballería.
El caballero desque la vido— en el suelo se caía :
desque en sí hubo tornado— estas palabras decia :
— Caballero que tal pierde, — muy gran pena merecía :
yo mesmo seré el alcalde, — yo me seré la justicia :
que le (3) corten pies y manos — y lo (4) arrastren por la villa.
(Canc. de Rom. s. a. f. 192. — Canc. de Rom. ed. de 1550.
fol. 203 (5).
(1) Con este verso concluye el
romance en el Carui. de Rom., a. a.
(2) En todas las ed- del Canc. de
Rom.y este yei:fio está impreso así:
<No hallara la montiña .-Hemos,
pues, suplido lo necesario para re-
integrar la frase.
(3 y 4) «Me» en las ed. post. del
CanC' de Rom.
(5) La más antigua versión de
268
LÍRICOS CASTELLANOS
152.
Romance de Espínelo*
Muy malo estaba (1) Espínelo,— en una cama yacía,
los bancos eran de oro, — las tablas de plata fina,
este romance, muy viejo y muy po-
pular, aunque probablemente de
origen francés, es la que se ha con-
servado en la boca del pueblo en
Portugal, y la cual lleva publicada
el Sr. Almeida-Garrett en su exce-
lente Romanceiro (Lisboa, 1851, to-
mo II, págs. 21—24); por eso, y por
ser muy linda esta versión, la re-
imprimimos aquí:
O calador.
O ca9ador foi á caga,
á cara, como sohia:
os cues ja leva can9ados,
o falcáo perdido havia.
Andando se Ihe fez noite
por üa mata sombria,
arrimón -se a uma azinheira,
a mais alta que alli via.
Foi a levantar os olhos,
viu coisa de maravilha*.
no mais alto da ramada
uma donzella tan linda!
Dos cabellos da cabe9a
a mesma arvore vestía,
da luz dos olhos tam viva
todo o bosque se aMumia.
Alli fallou a donzella,
ja veréis o que dizia :
—Nao te assustes, cavalleiro,
nuo tenhas tammanha frima-
Sou filha de um rei c'roado,
<Ie uma benditta rainba.
Sette fadas me f adaran,
nos bracos de mi' madrinha.
que estivesse aquí sette annos,
sette annos e mais um dia :
hoje se acabam n'os annos»
ámanhan se conta o día.
Leva-me, por Deiig t'o pe90,
leva em tua oompanhia.
— Espera-me aquí, donzella,
té ámanhan, que é o dia:
(lue eu vou a tomar conselho,
conselho com minha tía. —
Responde agora a donzella.
(lue bem que Ihe respondía!
—Oh, mal haia o caTalleiro
que nüo teve cortezía:
deixa a menina no sonto
sem Ihe íazer oompanhia! —
Ella ñcou no sen ramo,
elle foi-se a ter co'a tía...
Ja voltava o cavalleiro
apenas que rompe o dia;
corre por toda essa mata,
a enzinha nao desonbría.
Vai correndo e vaí chamando»
donzella nao respondía;
deitou 08 olhos ao longe»
viu tanta cayallaria»
de senhores e fídalgos
multo grande tropelía.
Levavam n'a linda íníantat
que era ja contado o dia.
O triste do cavalleiro^
por morto no chao cahia;
mas ja tomava aos sentidos
e a mao a espada mettia :
—Oh, quem perdea o qae en
ínrande penar merecía! ^peroa
Ju9ti9a fa^o em mím mesmo
e aquí me acabo co'aTÍda.
(1) 'Está ^ Cañe '.y Flor de ena-
morados.
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 269
los colchones en que duerme— eran de holanda muy rica (1),
las sábanas que le cubren — en el agua no se vían,
la colcha que encima tiene (2) — sembrada de perlería;
á su cabecera asiste (3)— Mataleona su amiga (4) :
con las plumas de un pavón — la su cara le resfria.
Estando en este solaz— tal demanda le hacia :
— Espínelo, Espínelo, — icómo naciste en buen dia!
El día que tú naciste — la luna estaba crecida,
que ni punto le faltaba, — ni punto le fallecía.
Contásesme tú. Espínelo, — contásesme la tu vida (5).
— Yo te la diré, señora,— con amor y cortesía :
mi padre era de Francia, — mi madre de Lombardía;
mi padre con su poder — á toda Francia regia.
Mi madte como señora— una ley introducía (6) :
que (7) muger que dos pariese — de un parto, y en un dia,
que la den por alevosa, — y la quemen por justicia,
ó la echen en la mar— porque adulterado había.
Quiso Dios y mi (8) ventura, — que ella dos hijos paria
de un parto, y en una hora,— que por deshonra tenia.
Fuéráse á tomar consejo — con tan loca fantasía
á una captiva mora, — sabia en (9) nigromancía.
— ¿Qué me aconsejas tú, mora, — por salvar la honra mía? —
Respondiérale : —Señora, — yo de parecer seria,
que tomases á tu hijo, — el que se te antojaría,
y lo eches en la mar— en una arca de valía
bien embetunada toda. — con mucho oro y joyería (10),
porque quien al niño hallase — de^ criarlo holgaría. —
(1) «Son de una holanda muy i (7) Lb..'' Flor de enam.
fiñíL.» Flor de enarri. (8) < Su.» Flor de énam.
(2) «Pone»' Flor de enam.
(3) « Tiene . » Flor de enam .
(4) <■ Querida- » Flor de enam .
(6) «Contádesme, Espínelo,
contádesme vuestra vida»
Flor de enam.
(6) '■ Hecho tenia . » Flor de ena-
morados >
(9) «Que sabia de.» Flor de ena
morados.
(10) «Que mas segura seria,
y pongas también en ella
mucho oro y joyería.
Flor de enam-
270 LÍRICOS CASTELLANOS
Cayera la suerte en mi, — y en la gran mar me ponia,
la cual estando muy brava — arrebatado me habia^
y púsome en tierra firme— con el furor que traía (1),
á la sombra de una mata — que por nombre Espino había,
que por eso me pusieron —de Espínelo nombradla.
Marineros navegando — halláronme en aquel día :
lleváronme á presentar— al gran soldán de Suría.
El soldán no tenia hijos (2) —por su hijo me tenia;
el soldán agora es muerto. — Yo por el soldán regía.
(Timoneda, Rosa de amores. — Cancionero 'llamado Flor
de enamorados.
153.
Romaoce del conde Arnaldos (8).
¡Quién hubiese tal ventura— sobre las aguas de mar,
como hubo el conde (4) Arnaldos — la mañana de San Joanf
Con un falcon en la mano — la caza iba cazar (6),
vio venir una galera— que á tierra quiere llegar (6).
r.as velas traía de seda, — la ejercía de un cendal (7),
marinero que la manda (8) — diciendo viene un cantar (9)
que la mar facía en calma (10), — los vientos hace amainar, '
J) '■ Con la sabor que había. ' f6) ^ Que venia en alta mar. »
Flor de enara. Pl. s.
(2) - No tiene hijo. FUtr deena- i (7) 'Las áncoras tiene de orot
morados-
(3) 'Romance del infante Ar-
naldos. Pl. s.
y las velas de un cendal. »
. Pl. 8.
(8) -Guia.'Pl.s.
(í) Infante. Pl- s. ¡ (9) Va diciendo este cantar.»
^5) Andando á bu.scar la caza * Pl. s.
]>arasu halcón cebar. Pl. s. | (10) Éste, y los cinco venns qae
. le signen, faltan en el pl. suelto.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
271
los peces que andan 'nel (1) hondo — arriba los hace andar,
las aves que andan volando — en el mástel las face posar (2]»
Alli fabló el conde Arnaldos, — bien oiréis lo que dirá ;
— Por Dios te ruego, marinero, — dígasme ora ese cantar. —
Respondióle el marinero,— tal respuesta le fué á dar :
— Yo no digo esta canción— sino á quien conmigo va.
fCanc. de Rom. s. a., f. 192, y ed. de 1550. fol. 203. —
Glosa agora nuevamente compuesta a un romance muy
antiguo que comienza : «quan traydor eres Marquillos»
etcétera. — Pliego suelto del siglo xvi (3).
(1) Hemos conservado esta for-
ma notable del Canc- di rom. s. a.
nel , anteponiendo solamente el
apóstrofo; en la ed. de 1550 hay «en
el ', y en las posteriores «al».
(2) Después de este verso, la ed.
de 1550 y las posteriores del Canc-
de Rom. llevan intercalados los
siguientes :
—Galera, la mi galera,
Dios te me guarde de mal,
de los peligros del mundo
sobre aguas de la mar,
de los llanos de Almería,
del estrecho de Gibraltar,
y del golfo de Venecia,
y de los bancos de Flandes»
y del golfo de León,
donde suelen peligrar.—
También el pliego suelto ha in-
terpuesto este pasaje, pero de mo-
do algún tanto diferente, y acaba
el romance con él, diciendo así:
—Galera, la mi galera,
Dios te me guarde de mal,
de los peligros del mundo,
de fortunas de la mar,
de los golfos de León,
y estrecho de Gibraltar,
de las fustas de los moros
que andaban á saltear.
(3) El Sr. Delius ha publicado
en el Archivfür das Studium dtr
neiieren Sprachen, Jierausgegebert
von Herrig (tomo XII, pág. 285),
otra versión de este romance^
sacada de un manuscrito, 8egún<
<lice, del «British Museum» (Ms.
Add. 10341 }. £1 texto de este ma-
nuscrito parece ser muy corrupto*
pero, por no haberse podido hallar,,
á nuestra demanda, el citado ma-
nuscrito en el «British Museum» lo<
reimprimimos aquí según la lec-
ción del Sn Delius, corrigiendo tan-
sólo los yerros palpables, y trans-
cribiéndolo conforme á nuestro sis-
tema de ortografía y prosodia,
i Quién tuviese tal ventura
con sus amores folgar,
como el infante Ama! dos
la mañana de San Juan!
Andando á matar lagartos
por riberas de la mar,
vido venir un navio
navigando por la mar,
marinero que dentro viene,
diciendo viene este cantar :
—Galera, la mi galera.
Dios te me guarde de mal^
de los peligros del mandor
de las ondas de la mar,
y del golfo de Leen,
del puerto de Gibraltar^
'272 LÍRICOS CASTELLANOS
154.
íDe la hija del rey de Francia.)
Romance que dicen: De Francia partió
la nina.
De Francia partió la niña, — de Francia la bien guarnida .-
Ibase para París,~do padre y madre tenia.
Errado lleva el camino, — errada lleva la gaia ;
arrimárase á un roble — por esperar compañía.
Vio venir un caballero, — que á París lleva la guia.
La niña desque lo vido—de esta suerte le decia ;
— Si te place, caballero, — llévesme en tu compañía.
— Pláceme, dijo, señora,— pláceme, dijo, mi vida. —
Apeóse del caballo— por hacelle cortesía;
puso la niña en las ancas — y él subiérase en la silla.
En el medio del camino— de amores la requería.
La niña desque lo oyera — di jóle con osadía :
— ^Tate, tate, caballero,— no hagáis tal villanía :
hija soy de un malato — y de una malatía;
el hombre que á mí llegase— malato se tomarla. —
El caballero con temor — palabra no respondía.
A la entrada de París — la niña se sonreia.
— ¿De qué vos reis, señora?— ¿de qué vos reis, mi vida?
— Rióme del caballero, — y de su gran cobardía,
^ de los castillos de moros que non era sino Amaldos,
que combaten con la mar.- - Amaldos era el infante,
Oídolo ha la princesa que por mí muere de amores*
en los palacios do está : que le queria frustrar (*)•
—Si saliredes, mi madre, ¡Quién le pudiese valer,
si saliredes de mirar: que tal pena no pagase!
y veredescorao canta '
la sirena de la mar. !
—Que non era la sirena, (*) El texto dice <:früare»; el señor
la sirena de la mar, ; Delius lee «fírmare».
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 273
jtener la niña en el campo, — y catarle cortesíal —
Caballero con vergüenza — estas palabras decía :
— Vuelta, vuelta, mi señora, — que una cosa se me olvida. —
La niña como discreta — dijo : — Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese, — en mi cuerpo tocaría :
hija soy del rey de Francia — y de la reina Constantina,
el hombre que á mí llegase — muy caro le costaría. —
(Canc. de Rom. s. a. fol. 259. — Canc, de Rom. 1550-
fol. 374. — Silva áe 1550. t. I. fol, 184.)
154 a.
(Al mismo asunto.)
De Francia salió la niña, — de Francia la bien guarnida :
perdido lleva el camino, — perdida lleva la guia :
arrimádose ha á un roble— por atender compañía.
Vido venir un caballero, — dispuesto es á maravilla :
comiénzale de fablar, — tales palabras decia :
— ¿Qué hacéis aqui, mi alma? — ¿Qué hacéis aqui, mi vida? —
Alli fabló la doncella, — bien veréis lo que diria :
— Espero compañía, señor, — para Francia la bien guarnida. —
Respóndele el caballero,— tales palabras decia :
— Si te pluguiere, señora, — conmigo te llevaría ;
fli quieres por mujer, — si quieres por amiga. —
La niña, que sola estaba, — estas palabras decia :
— Pláceme, dijo, señor, — pláceme, dijo, mi vida :
diésesme luego la mano — y luego cabalgaría. —
El caballero le da la mano, — la niña cabalgado habia.
Andando por su camino - de amores la requería.
Alli habló la doncella, — bien oiréis lo que decia :
— Está quedo, caballero,— non fagáis tal villanía,
fija soy de un malato — que tiene la malatia,
y quien á mí llegare— luego se le pegaría,
Tomo VII 24
^74 LÍRICOS CASTELLANOS
que si vos á mí llegadas — la vida vos costaría.
Mucho 08 ruego, señor, — que me catéis cortesía. —
Y á la salida de un monte— y asomada de una montiña
el caballero iba seguro, — la niña se sonreia.
AHÍ fabló el caballero, — bien oiréis lo que decía :
— ¿De qué vos reis, mí alma? — ¿De qué vos reís, mi vida? —
La niña, que estaba en salvo,— aquesto le respondía :
— Rióme del caballero — y de su gran cobardía,
que tenia niña en el monte, — y usaba de cortesía. —
El caballero que esto oyó — ahorcarse quería :
con gran enojo que tiene— estas palabras decía :
— Caballero que tal pierde— ¿qué pena merescia?
El se era el alcalde, — él se era la justicia,
que le corten pies y manos — y lo cuelguen de una encina. —
Y él estándose en aquesto — y que hacerlo quería,
si no fuera por una fada— que á fablarle venia :
las palabras que le dice— quien quiera se las sabía :
— No desesperes, caballero, — no desesperes de tu vida :
darte ha Dios grande Vitoria — en arte de caballería,
que con los vivos se sirve á Dios— y su madre Santa María. —
Desliedla del caballero, que diee con enojor
— Plega á Dios que á alguno améis — como yo, señora, á vos,
porque rabiéis y penéis,— sin ser conformes los dos :
él se goce, y vos rabiéis, — él que diga : —¿vos que habéis? —
vos á él : — ¿no me queréis? — responda : no puedo veros.
(Comienza un razonamiento por coplas, etc. Pliego suelto
del siglo XVI. — En el Romancero del Sr. Duran, donde
dice que este romance se halla inserto en el pU^o suelto
á nombre de Rodrigo de Reinosa (i).
(1) Claro está que Reinosa, caso que sea el autor de esta trovaí ha to-
mado por base'el asunto del romance antecedente, amalgamándolo con el
del romance que dice: «A cazar va el caballero% y poniéndole nn final de
sn cosecha.
De esta tradición, sin género de dnda de origen francés, hay una ver-
sión portn^esa conservada en el lindo romance qne con el título de «Ain-
nOMiNCES IIOVEÍLESCOS V CABALLERESCOS 275
155.
(De las señas del esposo.)
Caballero, si á Francia ides — por mi señor preguntad,
y porque le conozcáis— con poca dificultad,
daros he las señas del— sin ninguna falsedad :
él es dispuesto de cuerpo, — y de mucha gravedad,
blanco, rubio y colorado, — mancebo y de poca edad,
el cual por ser tan hermoso — temo de su lealtad.
Hablaréisle con crianza, — porque en él suele morar;
decidle que su señora— se le envía á encomendar,
que ya me parece tiempo — de venirme á libertar
de esta prisión en que vivo,~mttriendo de (1) soledad;
y se acuerde que me deja— sin ninguna libertad,
que me la llevó consigo— de mi propia voluntad;
y las justas y torneos — yo las supe de verdad;
la divisa que sacó — en señal de desamar.
Y si acaso amores tiene — y no los quiere dejar,
decidle de parte mia, — sin ningún temor mostrar :
que ausentes, por los presentes— lijeros son de olvidar.
(Códice del siglo xvi, en el Rom. gen. del señor Duran.—
Timoneda, Rosa de amores (2).
feiti^ada ha inserto el Sr. Almeida-Garrett en su Romanceiro (tomo II»
pág. 82 ) La versión portuguesa contiene algunos rasgos notables que ya
faltan en la castelLona; por ejemplo, cuando la ñifla dice :
' Que, antes que me baptisassem
me deram feiti(;aria :
sette bruxas me imbruxaram
antes que eu f osse a pía :
o homem que a mim se chegasset
malato se tomaría».
Y en el desenlace, reconociendo el caballero á la niña por su hermana:
Cuidei de levar amante,
levo uma irman minha».
Con que se asemeja esta tradición á la del romance asturiano de don
Bueso publicado según la tradición oral por el Sr. Duran (1. c Tomo I,
pág. LXV).
(1) ' Do muero con. » Timoneda.
(2) Es más bien este romance un fragmento* con algunas adiciones, con-
^74 LÍRICOS CASTELLANOS
que si vos á mi llegades — la vida vos costaría.
Mucho os ruego, señor, — que me catéis cortesia. —
Y á la salida de un monte— y asomada de una montlña
el caballero iba seguro, — la niña se sonreía.
AUi fabló el caballero, — bien oiréis lo que decía ;
— ¿De qué vos reis, mi alma?— ¿De qué vos reis, mi vida? —
La niña, que estaba en salvo,— aquesto le respondía :
— Rióme del caballero — y de su gran cobardía,
que tenia niña en el monte, — y usaba de cortesia. —
El caballero que esto oyó — ahorcarse quería :
con gran enojo que tiene — estas palabras decia :
— Caballero que tal pierde— ¿qué pena merescia?
El se era el alcalde, — él se era la justicia,
que le corten pies y manos — y lo cuelguen de una encina.—
Y él estándose en aquesto — y que hacerlo quería,
si no fuera por una fada— que á fablarle venía :
las palabras que le dice— quien quiera se las sabia :
— No desesperes, caballero, — no desesperes de tu vida :
darte ha Dios grande Vitoria — en arte de caballería,
que con los vivos se sirve á Dios— y su madre Santa María. —
Deshecha del caballero, que di<^ con enojor
— Plega á Dios que á alguno améis — como yo, señora, á VOB,
porque rabiéis y penéis,— sin ser conformes los dos :
él se goce, y vos rabiéis, — él que diga : —¿vos que hij)ei8? —
vos á él : — ¿no me queréis? — responda : no puedo veros.
(Comienza un razonamiento por coplas, etc. Pli^;o suelto
del siglo XVI. — En el Romancero del Sr. Duran, donde
dice que este romance se halla inserto en el pli^o luelto
á nombre de Rodrigo de Reinosa (i).
(1) Claro está que Reinosa, caso que sea el autor de esta troTa, ha to-
mado por base el asunto del romance antecedente, amalgamándolo con el
del romance que dice: «A cazar va el caballero ^ y poniéndole on final de
su cosecha.
De esta tradición, sin género de duda de origen francés, hay mía ver-
sión portagruesa conservada en el lindo romance que con el título de «Ain-
ROMiNCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 275
155.
(De las señas del esposo.)
Caballero, si á Francia ides — por mi señor preguntad,
y porque le conozcáis— con poca dificultad,
daros he las señas del — sin ninguna falsedad :
él es dispuesto de cuerpo, — y de mucha gravedad,
blanco, rubio y colorado, — mancebo y de poca edad,
el cual por ser tan hermoso— temo de su lealtad.
Hablaréisle con crianza, — porque en él suele morar;
decidle que su señora— se le envía á encomendar,
que ya me parece tiempo — de venirme á libertar
de esta prisión en que vivo,— muriendo de (1) soledad;
y se acuerde que me deja — sin ninguna libertad,
que me la llevó consigo— de mi propia voluntad;
y las justas y torneos — yo las supe de verdad;
la divisa que sacó — en señal de desamar.
Y si acaso amores tiene — y no los quiere dejar,
decidle de parte mia, — sin ningún temor mostrar :
que ausentes, por los presentes— lijeros son de olvidar,
(Códice del siglo xvi, en el Rom. gen. del señor Duran.—
Timoneda, Rosa de amores (2).
feiticada^ ha inserto el Sr. Almeida-Grarrett en sn Romanceiro (tomo II,
pág. 32 ) La vei-sión portuguesa contiene algunos rasgos notables que ya
faltan en la castellana; por ejemplo, cuando la niña dice :
<■ Que, antes que me baptisassem
me deram feitÍ9aria :
sette bruxas me imbruxaram
antes que eu f osse a pia :
o homem que a mim se chegasse,
malato se tomaría».
Y en el desenlace, reconociendo el caballero á la niña por su hermana:
Cuide! de levar amante,
levo uma irman minha».
(Jen que se asemeja esta tradición á la del romance asturiano de don
Bueso publicado según la tradición oral por el Sr. Duran (1. c Tomo I,
pág. LXV).
(1) ' Do muero con. » Timoneda.
(2) Es más bien este romance un fragmento* con algunas adiciones, con-
276 LÍRICOS CASTELLANOS
156. '
(Al mismo asunto.)
— Caballero, de lejas tieiTas,— llegaos acá, y paréis,
hinquedes la lanza en tierra (1), — vuestro caballo arrendéis,
preguntaros he por nuevas — si mi esposo conocéis.
— Vuestro marido, señora, — decid ¿de qué señas esV
— Mi marido es mozo y blanco, — gentil hombre y bien cortes,
muy gran jugador de tablas, — y también del ajedrez.
En el pomo de su espada — armas trae de un marques,
y un ropón de brocado — y de carmesí al envés :
cabe el fierro de la lanza— trae un pendón portugués,
que ganó en unas justas— á un valiente francés.
— Por esas señas, señora,— tu marido muerto es :
en Valencia le mataron — en casa de un ginoves;
sobre el juego de las tablas — lo matara un milanos.
Muchas damas lo lloraban, — caballeros con ames,
sobre todo lo lloraba — la hija del ginoves;
todos dicen á una voz— que su enamorada es;
si habéis de tomar amores, — por otro á mi no dejéis.
— No me lo mandéis, señor, — señor, no me lo mandéis,
que antes que eso hiciese, — señor, monja me veréis.
— No os metáis monja, señora, — pues que hacello no podéis,
([ue vuestro marido amado — delante de vos lo tenéis (2).
(Juan de Ribera, Nuevos romances, s. \. 1605. co 4.°)
servando todavía versos enteros de aquel romance viejo que empieza:
' Asentado está Gaiferos», deade el verso que en él dice :
Caballero, si á Francia ides,
por (iaiferos preguntad.
(1) íüste, y los dos versos que le siguen, están tomados del romance de
Valdovinos que dice *. «Ñuño vero, Ñuño vero», como en general este ro-
mance parece ser más bien una trova moderna de aquel viejo romance-
(2) El Sr. Duran ha puesto á este romance la siguiente nota (en su Ro-
vían cero general, I, pág. 175):
Aun se conserva entre nosotros tradicionalmente una trova de este ro-
mance» aplicada á las circunstancias de la guerra de sucesión en tiempo de
Felipe V, el cual dice así:
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS
277
157.
Romance de las reales bodas que se fiaeían
en Francia (1).
Bodas hadan (2) en Francia— allá dentro en París;
;cuán bien que guia la danza — esta (8) doña Beatrizl
Oiga, oiga, buen soldado»
si sois lo que parecéis,
¿á mi marido habéis visto
por la guerra alguna vez'.
—No lo sé, señora mia,
dadme algunas señas del.
—Mi marido es gentil hombre,
gentil hombre y muy cortés;
monta un potro pelicano
más lijero que uno inglés,
y en el arzón de la silla
lleva las armas del rey,
con la su espada ceñida
con cinturon de morles.
-Ese hombre que decis
habrá ya que murió un mes,
y manda en el testamento
que conmigo vos caséis.
—No permita Dios del cieloi
ni mi madre santa Inés,
que fembra de mi linaje
se case más de una vez:
de tres hijas que me deja
la primera casaré.
la mediana será monja,
la tercera guardaré,
que me cuide y me acompaf^e,
que me guise de comer,
y rae lleve de la mano
en casa del coronel-
—No vos acuitéis, señora,
señora, no os acuitéis,
miradme, miradme el rostro
por Ver &i me conocéis. 'so>
—Vos sois Mambrú, dulce espo-
vos sois mi dueño y querer,
vos sois..— Cayó desmayada
en los brazos de su bien
la dama desfallecida
con tanto gusto y placer.
Después que hubo vuelto en sí,
f uéronse juntos al rey,
que los recibió en sus brazos
al ir á echarse á sus pies.
Este es el Aíambrú, señores,
que se canta del revés,
y una gitana lo canta
en la plaza de Aranjuez.
La versión más antigua parece estar conservada en el romance portu-
gués (lue ha publicado el Sr. Almeida-Garrett en su Romancei/ro, i, II,
Romances cavalharescos antigos > (Lisboa, 1861, p. 7 8ig?, bajo el título de
La bella infanta", que dice :
Estava a bella infanta
no seu jardim assentada, etc.
Hay también dos romances catalanes muy semejantes á éste, es á sñ,-
ber: los intitulados de Blancaflor* y de «La vuelta del peregrino-» en la
colección del Sr. D. Manuel Milá y Fontanals {Obtervaciones sobre la poc
sia popular, etc. liarcelona, 1853, págs. 110 y 111).
(1) En la Rosa de amores, de Timoneda, lleva el título de «Romance de
doña Beatriz".
(2) - Se hacen. ' Tim. (3) «Tal.» Tím.
278 LÍRICOS CASTELLANOS
]Cuán bien que (1) se la miraba — el baen (2) conde don Mar-
[tin
— ¿Qué miráis aquí, buen conde? — conde, ¿qué miráis aquí?
¿decid, si miráis la danza, — ó si me miráis (3) vos á mí?
— Que no miro yo á la danza, — porque muchas danzas yí,
miro yo vuestra lindeza - que me hace penar á mí (4).
— Si bien os parezco, conde, — conde, saquéisme de aquí,
que el marido tengo viejo— y no puede ir atrás mí (6).
(Canc. de Rom., 1550. fol. 294. — Timoneda, Rosa de
amores.)
158.
(De la infanta y el hijo del rey de Francia.)
Tiempo es, el caballero, — tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pié, — ni al emperador servir,
que me crece la barriga— y se me acorta el vestir :
vergüenza he de mis doncellas, — las que me dan el vestir;
mírense unas á otras, — no hacen sino reir :
vergüenza he de mis caballeros, — los que sirven ante mi
— Parildo, dijo, señora, — que así hizo mi madre á mí;
hijo soy de un labrador — y mi madre pan vendí (6). —
La infanta desque esto oyera^omenzóse á maldecir :
— ijMaldita sea la doncella — que de tal hombre fué á parir!
— No vos maldigáis, señora,— no vos queráis maldecir.
(1)
'Mas también.' Tim.
(5) «Y no nos podrá segoir-'
(2)
Eae.' Tim.
Timoneda.
(3)
< Mirades. » Tim.
(6) Sic. Las ediciones postenoies
a)
' Que ver no la merecí t
del CanC' da Bom- enmiendan este
la cual me mata de amores,
verso así :
y á ser vuestro me rendí. •
-Mi madre y yo pan vendí.»
Timoneda.
•
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 279
que hijo soy del rey de Francia, — mi madre es doña Beatriz :
cien castillos tengo en Francia, — señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,— señora, para os servir.
(Canc. de Rom., 1550. fol. 289 (i).
159.
(De la infanta y don Galvan.)
Romanee que dicen: Dlen se pensaba
la reina.
Bien se pensaba la reina — que buena hija tenia,
que del conde don Galvan— tres veces parido habia,
que no lo sabia ninguno — de los que en la corte habia,
sino fuese una doncella— que en su cámara dormia;
(1) De este romance llevan los pliegos sueltos diferentes versiones, ó
más bien fragmentos de tales, con ó en glosas, como el publicado por los
señores Bohl de Faber» •, núm. 144, y Duran, núm. 306, y otro casi
idéntico con aquél, que publicamos aquí tomado también de un pliego
suelto del siglo xvi, que lleva por titulo: «Sigúese un romance que dice:
Tiempo es el cavallero, glosado nuevamente, etc.», y dice asi:
—Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aqui,
<iue me crece la barriga>
y se me acorta el vestir.
Vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas á otras,
y no hacen sino reir.
Si tenéis algún castillo
donde nos podamos ir.
—Paridlo vos, mi señora,
^ que asi hizo mi madre á mí.
hijo soy de un labrador
que de cavar es su vivir.
—¡Maldita sea yo princesa
á la hora en que nací!
¡Antes reventases, vientre,
que de tal hombre parir!
—Calléis, infanta, calléis,
no vos queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia
y de la reina emperatriz,
villas y castillos tengo
donde vos pueda encobrir.
280
líricos castellanos
y por un (1) enojo que hubiera—» la reina lo decía.
La reina se la llamaba — y á su cámara la metía,
y estando en este cuidado — de palabras la castiga :
— Ay, hija, si virgo estáis, — reina seréis de Castilla :
hija, si virgo no estáis— de mal fuego seas (2) ardida.
— ^Tan virgo estoy, la mi madre^ — como el dia que fui nasci-
por Dios os ruego, mi madre, — que no me dedes marido; [da;
doliente soy del mi cuerpo, — que no soy para servillo (3). —
(Canc. de Rom, s. a. fol. 227. — Canc. de Rom. 1550»
fol. 240. — Silva de 1550. t. I. fol. 151.)
160.
(De cómo la infanta, casada á hurto del rey con el conde, parió, y
este fué sorprendido al sacar de palacio la ciiatara; y de cómo
el rey aplacado los perdonó.)
>
Parida estaba la infanta,— la infanta parida estaba;
para cumplir con el rey — decia que estaba mala.
Envió á llamar al conde— que viniese á la su sala ;
el conde siendo llamado — no tardó la su llegada.
— ¿Qué me queredes, mi vida? — ¿qué me queredes, mi alma?
— Que toméis esta criatura, — é la deis á criar á un ama. —
Ya la tomaba el buen conde— en los cantos de su capa;
(1) ün- falta en la Silva.
(2) • Seáis.- /Siíva.
(3) En la edición de 1560 y las
posteriores del Canc. de Rom. se
añaden los versos siguientes :
Subiérase la infanta
a lo alto de una torre;
si bien labraba la seda,
mejor labraba el retros (*);
(*) Las ed. post. dicen «el oro.»
vido venir á Galvan
telas de su corazón.
Ellas en aquesto estando
el parto le (*) tomó.
— ;Ay por Dios! ¡ay mi sefior!
alleguéisos á esa torre,
recogedme este mochacho
en cabo de vuestro manto:
dédesmelo á criar
á la madre que os parió.
(*) tQuele.^ Ed. post.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 884
mas de la sala saliendo— con el buen rey encontrara.
— ¿Qué lleváis, el buen conde, — en cantos de vuestra capa?
— Unas almendras, señor, — que son para una preñada.
— Dédesme de ellas, el conde, — para mi hija la infanta.
— Perdonedes vos, el rey,— porque las traigo contadas.—
Ellos en aquesto estando, — la criatura lloraba.
— Traidor me sois vos, el conde, — traidor me sois en mi casa.
— Yo no soy traidor, el rey,— ni en mi linaje ee halla :
hermanos y primos tengo — los mejores de Granada. —
Revolvió el manto al brazo- y arrancó de Ja su espada;
el conde, por la criatura,— retiróse por la sala.
El rey decia : — Prendeldo; — mas nadie prenderlo osaba.
La infanta, que luego oyera— rencilla tan grande ó brava^
á una de las damas suyas— lo que era preguntaba.
— Es que el rey, señora, al conde— de traidor lo disfamaba
porque en la su falda un niño— del palacio lo sacaba,
creyendo que á vos, señora,— el conde vos deshonrara.—
Sale la infanta de prisa — adonde su padre estaba,
y la espada de la mano — de presto se la quitara,
diciendo : — Oidme, señor, — una cosa que os contara. —
El rey, que la queria bien,— que dijese le mandaba.
— Mia es la criatura— que el conde, señor, llevaba,
y el conde es mi marido, — yo por tal lo publicaba. —
El rey, que aquello oyera, — triste y espantado estaba :
por un cabo queria vengarse,- é por otro non osaba;
al fin al mejor consejo— como cuerdo se allegaba :
con voz alta é amorosa — dijo que les perdonaba.
Mándales tomar las manos— á un cardenal que allí estaba,
ó hacer bodas sumptuosas — de que todo el mundo holgaba,
y así el pesar pasado — en gran gozo se tornaba.
(Siguense ocho romances viejos. £1 primero de la presa de
Túnez, etc. Pliego suelto del siglo xvi. (Valladolid, 1572,
en el Rom. gen. del señor Duran.)
^8^ LÍRICOS CASTELLANOS
161.
Romance de Grerlneldo.— L
Levantóse Gerineldo — que al rey dejara dormido :
fuese para la infanta— donde estaba en el castillo.
— Abráisme, dijo, señora,— abráisme, cuerpo garrido.
— ¿Quién sois vos, el caballero, — que llamáis á mi postigo?
— Gerineldo soy, señora, — vuestro tan querido amigo. —
Tomárala por la mano, — en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando — Gerineldo se ha dormido.
Recordado habia el rey — de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado, — ninguna le ha respondido.
—Gerineldo, Gerineldo, — mi camarero polido,
si me andas en traición, — trátasme como á enemigo.
O dormías con la infanta, — ó me has vendido el castillo. —
Tomó la espada en la mano, — en gran saña va encendido :
fuórase para la cama — donde á Gerineldo vido.
El qüisióralo matar; — mas crióle de chiquito.
Sacara luego la espada,— entre entrambos la ha metido,
porque desque recordase — viese cómo era sentido.
Recordado habia la infanta, — ó la espada ha conocido.
—Recordados, Gerineldo, — que ya érades sentido,
que la espada de mi padre — yo me la he bien conocido.
(Desesperaciones de amor, Pliego suelto s. 1. 1537, ea
el Rom. gen. del señor Duran.)
161.
Romanee de Grerlneldo*— IL
— Gerineldo, Gerineldo, — el mi paje mas querido,
quisiera hablarte esta noche— en este jardin sombrío.
— Como soy vuestro criado,— señora, os burláis oonmigo.
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS 283
- — No me burlo, Gerineldo,— que de verdad te lo digo.
— ¿A qué hora, mi señora, — comprir heis lo prornetído?
— Entre las doce y la una,— que el rey estará dormido. —
Tres vueltas da á su palacio — y otras tantas al castillo;
el calzado se quitó— y del buen rey no es sentido :
y viendo que todos duermen— do posa la infanta ha ido.
La infanta que oyera pasos — de esta manera le dijo :
— ¿Quién á mi estancia se atreve? — ¿Quién á tanto se ha
[atrevido?
— No vos turbéis, mi señora, — yo soy vuestro dulce amigo,
que acudo á vuestro mandado— humilde y favorecido. —
Enilda le ase la mano— sin mas celar su cariño;
cuidando que era su esposo — en el lecho se han metido,
y se hacen dulces halagos —como mujer y marido.
Tantas caricias se hacen — y con tanto fuego vivo,
que al cansancio se rindieron — y al fin quedaron dormidos.
El alba salia apenas— á dar luz al campo amigo, [dos :
cuando el rey quiere vestirse.—mas no encuentra .sus vesti-
— Que llamen á Gerineldo — el mi buen paje querido. —
Unos dicen: — No está en casa. — Otros dicen:— No lo he vis-
Salta el buen rey de su lecho — y vistióse de proviso, [to. —
receloso de algún mal — que puede haberle venido.
Al cuarto de Enilda entrara, — y en su lecho halla dormidos
á su hija y á su paje — en estrecho abrazo unidos.
Pasmado quedó y parado — el buen rey muy pensativo :
pensándose qué hará — contra los dos atrevidos.
— ¿Mataré yo á Gerineldo, — al que cual hijo he querido?
i Si yo matare la infanta — mi reino tengo perdido! —
En tal estrecho el buen rey, — para que fuese testigo,
puso la espada por medio — entre los dos atrevidos.
Hecho esto se retira — del jardin á un bosquecillo.
Enilda al despertarse,— notando que estaba el filo
de la espada entre los dos,— dijo asustada á su amigo :
— Levántate, Gerineldo, — levántate, dueño mió,
(i[ue del rey la fiera espada — entre los dos ha dormido.
— ¿Adonde iré, mi señora? — ¿Adonde me iré, Dios mió?
284 LÍRICOS CASTELLANOS
¿Quién me librará de muerte, — de muerte que he merecido?
— No te asustes, Gerineldo, — que siempre estaré contigo :
márchate por los jardines — que luego al punto te sigo. —
Luego obedece á la infanta, — haciendo cuanto le ha dicho :
pero el rey, que está en acecho, — se le hace encontradizo.
— ¿Dónde vas, buen Gerineldo?— ¿Cómo estás tan sin sentí-
— Paseaba estos jardines — para ver si han fíorecido, [do?
y vi que una fresca rosa— el calor ha deslucido. [do. —
— Mientes, mientes, Gerineldo,— 'que con Enilda has dormi-
Estando en esto el sultán, — un gran pliego ha recibido :
ábrelo luego, y al punto— todo el color ha perdido.
— Que prendan á Gerineldo,— qile no salga del castillo. —
En esto la hermosa Enilda— cuidosa llega á aquel sitio.
De lo que pasa informada, — y conociendo él peligro,
sin esperar á que tome— el buen rey enfurecido,
salta las tapias lijera — en pos de su amor querido.
Huyendo se va á Tartaria— con su amante y fiel amigo,
que en uq brioso caballo— la atendía en el egido.
Allí antes de casarse— recibe Enilda el bautismo,
y las joyas que lleva — en dos cajas de oro fino
una vida regalada— á su amante ha prometido.
fEste es un romance de Gerineldo el Paje del rey nue»
Tiiinente compuesto. Pliego suelto del siglo xvi en el
Rom. gen. del señor Duran (i).
(1) El Sr. Darán pone este romance la nota que sigae (1. c I, p. 177) :
Con algunas variantes se conserva é imprime este romancd y es ano
de los vulgares que venden los ciegos. Todavía en Andaluciai con el nom-
bre de -^Corrio» ó «^Corrido ' ó «Carrerillas que asi llama la gente del cam-
po á los romances que conserva por tradición, se recita ó cuenta el siguien-
te, que trata también de Gerineldo • :
Carrerilla de Gerineldo.
¿Dónde vienes, Gerineldo, el que te pondrá esta noche
tan triste y tan añigido.^ tres horas á mi servicio.
—Vengo del jardín, señora, —Como soy vnestrolcriado»
dé coger flores y lirios. señora, os burlus conmigo.
—Gerineldo, Gerineldo, —No me burlo, Gerineldo,
mi camarero es Pulió, que de veras te lo digo :
ROMANCES NOVELESCOS Y CABALLERESCOS
285
162.
Romaiice de cómo el conde don Ramón de
Barcelona libró á la emperatriz de Alema-
ña (1) que la tenían para quemar.
En el tiempo que reinaba — y en virtudes florecía
ese conde don Ramón, «-ñor de la caballería,
en Barcelona la grande, — que por suya la tenia,
nuevas ciertas de dolor — de un extranjero sabia,
que allá en Alemana— grande llanto se hacia
l)or la noble emperatriz — que en virtud resplandecía,
que dos malos caballeros — la acusan de alevosía
ante el gran emperador — que mas que á sí la quería,
diciendo : —Sepa tu Alteza, — gran señor, si te placía,
que nosotros hemos visto — á la emperatriz un día
holgar con su camarero, — no mirando que hacia
traición á tí, señor, — y á su gran genealogía (2). —
á la una de la noche
has de venir al castillo,
con zapatitos de seda
para que no seas sentido.—
Esto le dijo la infanta,
y al punto se ha despedido,
diciéndole Gerineldo:
—Señora, será cumplido.
Hállale también una versión portuguesa de este romance, publicada
por primera vez por el Sr. Almeida-Garrett en su JRomanceiro, tomo II,
pág. 158. En ella el héroe lleva el nombre de Reginaldo, pero en algunas
versiones también el de Eginaldo, Gteneraldo ó Girinaldo ó atrevido.— La
versión portuguesa coincide en lo esencial con la primera castellana, que
es la más antigua; las adiciones de la portuguesa (como el llanto de la ma-
dre de (jrerineldo, y el cantar de éste en su prisión) son más bien interpo-
laciones, de las cuales carece todavía la lección de Alemtejo, y por eso es
la más castiza-
(1) Aquí acaba el epígrafe en la
Rosa gentil^ de Timoneda.— En la
Silva le antecede el siguiente títu-
lo general: Síguense los romances
(lue tratan de historias españolas,
y este primero es de cómo, etc.»
Por ser el asunto del todo fabuloso,
hemos colocado aquí este romanee.
(2) «No mirando lo que hacia,
y que hacia traición
á su gran genealogía.»
Tira,, Rosa gentil.
286 LÍRICOS CASTELLANOS
L' emperador muy turbado (1)— de esta suerte respondía :
— Si es verdad, los caballeros,— esa tan gran villanía,
yo haré un tal castigo — cual conviene á la honra mia (2). —
Mandóla luego prender— y en prisiones la ponia (a),
hasta ser cumplido el plazo — que (á) la ley lo disponía ;
buscase dos caballeros — que defiendan la su vida
contra los acusadores, — que en el campo se veria
la justicia cuya era, — y á quién Dios favorecía.
Pues sabida por el conde — esta nueva dolorida,
determina de partir— á librarla si podia,
con no mas de un escudero, — de quien él mucho se fia.
Andando por sus jornadas — sin parar noche ni dia,
llegado es á las Cortes— que el emperador tenia
para dar la gran sentencia — de allí á (5) tercero dia
de quemar la emperatriz,— ¡cosa de muy gran mancilla!
pues no habla caballero— en tan gran caballería
que por una tal señora — quiera aventurar su vida,
por ser los acusadores — de gran suerte y gran valía.
Pues el conde ya llegado,— preguntó si ser podría
hablar con la emperatriz— por cosa que le cumplía.
Supo que ninguno entraba— do estaba su Señoría (6),
sino es su confesor, — fraile de muy santa vida.
Vase el Conde para él, — de esta suerte le decia :
— Padre, yo soy extranjero;— de lejas tierras venia
á librar, si Dios quisiese, — ó morir en tal porfía,
á la gran emperatriz — que es sin culpa, yo creía;
mas primero, si es posible, — gran descanso me seria
hablar con su Majestad (7), — si esto (8) hacerse podia.
— Yo daré orden, señor, — el buen fraile respondía :
tomará vuestra merced— á un hábito que yo tenia,
(1) ' El emperador turbado. • Ti-
moneda.
(2) 'Cual á mi honra convenía.»
Timoneda.
(3) Metía.» Tim. ¡ (8) - Aquesto.» Tím.
(4) Cual.- Tim.
(5) «Dentro del.=> Tim.
(6) «Adonde ella residía.» Tim.
(7) «Hablar con ella primero.»
Timoneda.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 2S7
y vestirse ha como fraile — y irá (1) en mi ocHnpañia.-*
Ya se parte el buen conde—con éi fraile que lo guia.
Llegados que fueron dentro — en la cárcel do yaeia,
las rodillas por el suelo — el buen conde así decía : .
— Yo soy, muy alta señora, — de España la noblecida (2),.
y de Barcelona conde, — ciudad de gran nombradía.
Estando (3) ^n la mi corte — con solaz (4) y alegría, ,
por muy cierta nueva supe — la congoja que tenia
vuestra real (5) Majestad, — de la cual yo me dolía,
y por eso yo partí (6) — á poner por vos la vida. —
La emperatriz que esto oyera— de gozosa (7) no cabia;
lágrimas de los sus ojos— por su linda faz vertia;
tomárale por las manos,— de esta suerte le decia :
— Bien seáis venido, conde, — buena sea vuestra venida :
vuestra nobleza y valor,— vuestro esfuerzo y valentía
ya me hacen ser muy cierta — de mi honra y vuestra vida;
mi innocencia os librará,— pues que Dios bien la sabia,
de la falsa acusación— que contra mí se ponía. —
Ya se despide el buen conde, — ya las manos le pedía
para haberlas de besar, — mas ella no consentía.
Vase para su posada;— ó ya que el plazo se cumplía,
armado de todas armas — bien á punto se ponia,
y él como era muy dispuesto — |oh cuan bien que parecían
su escudero iba con él (8) — bien armado, que salia (9)
en un caballo morcillo — muy rijoso en demasía.
Yendo para la grande plaza— con el orgullo (10) que traia,
encontró con un mochacho— que de vello era mancilla,
en ver que luego murió— sin remedio de su vida.
(1) «Y entrará.» Tina.
(7) «De contenta.» Tim.
(2) -Ennoblecida.» Tim.
(8) «Su escndero con él.» Tim.
(3) «Estando allá.» Tim.
(9) «También armado salia.» Ti-
(4) «Con descanso.» Tim.
moneda.
(5) "^ Sacra.» Tim.
(10) «Conlafnria.»Tim.
(6) -^Por eso me partí presto.»
Timoneda.
288 LÍRICOS CASTELLANOS
L'escudero que esto vido (1),— con temor que en él había,
comenzó luego á huir— cuanto el caballo podía,
y quedó el conde solo,— mas no de esfuetzo y valentía»
y como era valeroso — no dejó de hacer su vía;
puesto ante los jueces — dijo que él defendería
ser maldad y traición, — ser envidia y ser falsía (2)
la acusación que le ponen — á su alta Señoría;
y que salgan uno á uno — pues está sin compañía.
Estas palabras diciendo, — ya el acusador venia
con trompetas y atabales, — con estruendo y gallardía.
Parten el sol los jueces, — cada cual tomó (3) su vía,
arremeten los caballos,— gran encuentro se Hacia;
del acusador la lanza— en piezas volado había
sin herir á don Ramón — ni menearlo de la silla :
don Ramón á su contrario— de tal encuentro lo hería,
que del caballo abajo (4) — derribado lo habia (6).
El conde que así lo vido, — del caballo descendía :
va para él con denuedo — donde le quitó la vida (6).
El otro (7) acusador — que vio tanta valentía
en l'extraño caballero (8), — gran temor en sí tenia (9)
y viendo que falsamente— el acusación hacia,
demandó misericordia— y al buen conde se rendía.
Don Ramón con gran nobleza — de esta suerte respondía :
— No soy parte, caballero, — para yo daros la vida (10),
pedilda (11) á su Majestad — que es quien dárosla podía (l2).
Y preguntó á los jueces — si mas hacer se debía
(1)
■■ Dio el compañero á huir
(7) «El segundo.» IRm.
cuanto el caballo podía,
(8) 'En el caballero extrafio.^
y quedóse el conde solo»
Timoneda.
Timoneda.
(9) «Muy gran temor concebía. •
(2)
«Y rebeldía.» Tim.
Timoneda.
(3)
^Toma.^ Tim.
(10) ^Para yo darte la rída.- Ti-
(4)
«Que de encima del caballo. >
moneda.
Timoneda.
(11) -Pídela.» Tim.
(5)
Tenia." Tim.
()2) < Que es el que darla podía. •
(6)
<-Y cortóle la cabeza
Timoneda.
privándole de la vida.» Tim.
ROMANCES nOVBLESGOS T GáBALLBRESGOS 289
por librar la emperatriz — de lo que se le imponia :
/espondieron que la honra — él ganada la tenia,
que en su libertad estaba — de hacer lo que quería.
Desque aquesto oyera el conde,— del palenque se salía :
vase para su posada,— no reposa hora ni dia,
mas encima su caballo — desarmado se salia :
el camino de su tierra— en breve pasado habia.
Tornando al emperador, — grande fiesta se hacia;
sacaron la emperatriz— con muy grande (1) alegría,
con los juegos y las fiestas— toda la ciudad se hundía.
Todos iban muy galanos, — cada cual quien mas podía.
L'emperador muy contento — por el vencedor pedia,
para hacerle aquella honra — que su bondad merecía.
Desque supo que era ido— gran dolor en sí sentía;
á la emperatriz pregunta— le responda por su vida (2)
quién era su (3) caballero— que tan bien la defendía (4).
Kespondiérale : — Señor, — yo jurado le tenia
no decir quién era él (6) — hasta el tercero día (6). —
]\Ia8 después de ser pasado — ante muchos lo decía,
como era el gran conde — fior de la caballeríaj*
señor de Cataluña— y de toda su valía (7).
L'emperador que lo supo — de contento no cabía
viendo que tan gran señor— de su honra se dolía.
La emperatriz determina,— y l'emperador lo quería (8),
de partirse para España, — y así luego se partía
para ver su caballero — á quien tanto ella debía.
Con trescientos de caballo — comenzó hacer su vía (9);
dos cardenales con ella,— por tenerle compañía;
muclios duques, muchos condes,— con muy gran caballería.
(1) Con muy sobrada- ' Tim. (6) «Sino es al tercero dia. » Tini.
(2) Le responda si sabia.» Tim. , (7) «Como aquel era el buen con-
(3) Aquel. ' Tim. de— de Barcelona la rica.» Tim.
(4) «Que defendido la había- ^ ' '8) -La emperatriz muy conten-
Tiraoneda- ! ta,— el emperador lo quería.» Tim.
5) 'De ño decir quién es él Ti- (9) «Luego empezaron su vía.»
moneda. . Timoneda.
Tomo VII. 25
290
líricos GáSTELLANOS
El buen conde que lo supo— gran aparato (1) bacía,
y cerca de Barcelona— á recibirla salia
acompañado de los grandes— de su grande (2) Señoría;
y una legua de camino,— y otros mas dicen que habia,
mandó poner grandes mesas — de comer muy bastecidas (3).
Pues, recebida que fué— con muy grande cortesía (4),
entraron en Barcelona, — la cual estaba guarnida
de muy ricos paramentos— y de gran tapicería.
Hacen justas y torneos— y otras fiestas de alegría.
De esta manera el buen conde -á la emperatriz servia,
hasta que para su tierra— de tornarse fué servida.
{Si¿va de ijjo. t. II. fol. 40. — Timoneda, Rosa g-entíl(s)-
163.
Romanee del eonde JLlareos y de la Infanta
Solisa (6).
Retraida está la infanta, — bien así como solía,
viviendo muy descontenta— de la vida que tenia.
(1) < Aparato grande.» Tim.
(2) ^ Noble. 'Tim.
(3) <=Para quien comer querria,
bastecidas de viandas
que nada no fallecía. > Tim.
(4) <La reina y su compañía •>
Timoneda.
(5) Véase sobre el origen y la pro-
pasaci m de esta tradición caballe-
resca Fern. Wolf, Veher die Lais,
pág. 217, nota 60. Hay otra ver.^ion
castellana en el romance que dice:
<En la ciudad de Toledo-, con el
epígrafe <- Romance de la duquesa
de Lorayna, sacado de la historia
del rey don Rodrigo que perdió á
España (en la Silva, ed. de 1550, to-
mo I, fol. XL, en el Canc- di rom.,
8 a., fol. 122, y también en el Ro-
mancero de Sepúlveda), el cual,
aunque fondado en una yenióii
mis antigua de aquella tradición,
está, en verdad, ya « sacado de la
fabulosa Crónica del rey don Rodri-
go» (Parte I, c- 37), y ea no más^qae
prosa rimada, obra probablemente'
del mismo Sepúlveda; por eso lo
hemos excluido de nuestra colec-
ción. La tradición de que tratamos
tiene rasgos comunes con la del
conde (^ros en el romance que di-
ce: A caza va el Emperador* .
(6) Lo.s pliegos sueltos que Ueyan
este romance, dicen : « hecho por
Pedro de Riaño^.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS 294
viendo que ya se pasaba— toda la flor ds su vida,
y que el rey no la casaba,--ni tal cuidado t^iia.
Entre sí estaba pensando — á quien se descubriría,
acordó llamar al rey— como otras veces solía,
por decirle 'su secreto— y la intención que tenia.
Vino el rey siendo llamado, — que rio tardó su venida :
vídola estar apartada,— sola está sin compafLía;
su lindo gesto mostraba— ser mas triste que solía.
Conociera luego el rey— el enojo, que tenia.
— ¿Qué es aquesto, la infanta?— ¿qué es aquesto, hija mía?
Contadme vuestros enojos,— no toméis malenconía,
que sabiendo la verdad— to Jo se remediaría.
— Menester será, buen rey, — remediar la vida mía,
que á vos quedé encomendada— de la madre que tenia.
Dédesme, buen rey, marido,- que mi edad ya lo pedia :
con vergüenza os lo demando, — no con gana que tenia,
que aquestos cuidados tales— á vos, rey, pertenecían. —
Escuchada su demanda,— el buen rey le respondía :
— Esa culpa, la infanta, — vuestra era, que no mía,
que ya fuérades casada— con el príncipe de Hungría.
No quesistes escuchar— la embajada que os venia,
pues acá en las nuestras cortes, — hija, mal recaudo había,
porque en todos los mis reinos — ^vuestro par igual no había^
sino era el conde Alarcos, — hijos y mujer tenia.
— Convidaldo vos, el rey,— al conde Alarcos. un día,
y después que hayáis comido — decílde de parte mía,
decilde que se acuerde— de la fe que del tenía,
la cual él me prometió,— que yo no se la pedia,
de ser siempre mi marido,— yo (1) que su mujer seria. .
Yo fui de ello muy contenta— y que no me arrepentía.
Si casó con la condesa (2). — que mírase lo que hacia,
que por él no me casó— con el príncipe de Hungría :
(1) -Y yo.> Canc. de Rom. s. a, I 42) «Si la 0(»idesa ea borlada.»
y 1550. Flor. . I Pliego suelto.
292 LÍRICOS CASTELLANOS
si casó con la condesa,— -del es culpa, que no mía (1), —
Perdiera el rey en oírlo— el sentido que tenia,
mas después en si tornado (2) — con enojo respondía:
— |No son estes los consejos, — que vuestra madre os decial
¡Muy mal mirastes, infanta,— do estaba la honra mia!
Si verdad es todo eso — vuestra honra ya es perdida :
no podéis vos ser casada— siendo la condesa viva.
Sí se hace el casamiento —por razón ó por justicia,
en el decir de las gentes— por mala seréis tenida.
Dadme vos, hija, consejo,— que el mío no bastaría,
que ya es muerta vuestra madre — á quien consejo pedía.
— Yo 08 lo daré, buen rey,— de este poco que tenía :
mate el conde á la condesa,— que nadie no lo sabría (3),
y eche fama que ella es muerta— de un cierto mal que tenia,
y tratarse ha el casamiento —como cosa no sabida.
De esta manera, buen rey, — mi honra se guardaría. —
De allí se salia el rey, — no con placer que tenia;
lleno va de pensamientos — con la nueva que sabia;
vido estar al conde Alarcos— entre muchos, que decía :
— ¿Qué aprovecha, caballeros, — amar y servir amiga,
que son servicios perdidos— donde firmeza no hftbia?
No pueden por mí decir — aquesto que yo decía,
que en el tiempo que yo serví— una que tanto quería,
si muy bien la quise entonces, —agora más la quería;
mas por raí pueden decir — quien bien ama tarde olvida. —
Estas palabras diciendo- vido al buen rey que venía,
y hablando con el rey — de entre todos se salia.
Dijo el buen rey al conde— hablando con cortesía :
— Convidaros quiero, conde, — por mañana en aquel día,
que queráis comer conmigo — por tenerme compañía.
— Que se haga de buen grado — lo que su Alteza decía;
<l) Si la condesa es burlada, y Silva' Esta lección, como la máa
del es la culpa, y no mia. antigua) seria de conservar y de in-
Flor. terpretar: «que nadie sabia que el
{2) ToTnsjiáo.^ Suva. conde le prometió la fe? -
(3) 'SahÍBí.-' Canc- de ü^m-s. 3l. i
BOMANGES NOVBLBSOOS T CABALLERESCOS
293 .
beso sus reales manos — por la buena cortesía (1) :
detenerme he aquí mañana, — ;aunque estaba de partida,
que la condesa me espera— según ia carta me envía. —
Otro dia de mañana— el rey de misa salía;
asentóse luego á comer (2), —no por gana que tenia,
sino por hablar al conde — lo que hablarle quería.
Allí fueron bien servidos — como á rey pertenecía.
Después que hubieron comido, — toda la gente salida,
quedóse el rey con el conde —en la tabla do comía.
Empezó (3) de hablar el rey — la embajada que traía :
— Unas nuevas traigo, conde, — que de ellas no me placía,
por las cuales yo me quejo (4)<^de vuestra descortesía.
Prometistes á la infanta— lo que ella no vos pedía,
de siempre ser su marido, — y á ella que le piada.
Si otras cosas pasastes— no entro en esa porfía (5).
Otra cosa os digo, conde,— de que. mas os pesarla :
que matéis á la condesa — que cuniple á la honra mía :
echéis fama que ella es muerta— de cierto mal que tenia,
y tratarse ha el casamiento — como cosa no sabida,
porque no sea deshonrada — hija que tanto quería. —
Oídas estas razones— el buen conde respondía :
—No puedo negar, el rey,— lo que la Infanta deda,
sino que otorgo ser verdad— todo cuanto me pedía.
Por miedo de vos, el rey, — no casó con quien debía,
no pensé que vuestra Alteza— en ello consentiría :
de casar con la infanta— yo, señor, bien casaría;
mas matar á la condesa,— señor rey, no lo haría,
porque no debe morir — la que mal no merecía.
(1) «Por la merced que me ha-
«cia.» Silva.
(2) «Sentóse.» ^«/t;».— «Luego se
asentó á comer.» Las ed. post. del
iJanc. de /2om.— « Asentóse á co-
mer» Flor.
(3) •Comenzó.'- Silva y Flor^
(4) <^üna nueva os traigo, conde,
que de ella no me placía,
por la cual estoy quejoso »
Suva-
«Sabed qne estoy muy quejoso.»
Flor»
(5) Después de este verso inter-
cala la Moregta los dossiguíentes:
«Que no lo he demandado»
ni se lo demandaría.»
294
líricos castellanos
— De morir tiene, el buen conde, — por salvar la honra mia>
pues no mirastes primero— lo que mirar se debía.
Si no muere la condesa— á vos costará la vida.
Por la honra de los reyes— muchos sin culpa morían,
por que muera (1) la condesa — no es mucha maravilla.
— Yo la mataré, buen rey, — mas no será la culpa mía :
vos os avendréis con Dios— en fin de vuestra vida,
y prometo á vuestra Alteza, — á fe de caballería,
que me tengan (2) por traidor — si lo dicho no cumplía
de matar á la condesa, — aunque mal no (3) merecía.
Buen rey, si me dais licencia — yo luego me partiría. '
— Vayáis con Dios, el 'buen conde,— ordenad vuestra partí-
Llorando se parte el conde, — llorando sin alegría; [da.—
llorando por la condesa, — que mas que á si la quería.
Lloraba también el conde — por tres hijos que tenía,
el uno era de teta, — que la condesa lo cria,
que no quería mamar — de tres amas que tenia
sino era de su madre— porque bien la conocía;
los otros eran pequeños, — poco sentido tenían.
Antes que llegase el conde — estas razones decía :
— ¡Quién podrá mirar, condesa, — vuestra cara de alegría^
que saldréis á recebirme — á la fin de vuestra vldal
Yo soy el triste culpado, — esta culpa toda es mía. —
En diciendo estas palabras — la condesa ya salía,
que un paje le habia dicho — como el conde ya venia.
Vido la condesa al conde — la tristeza que tenia,
viole los ojos llorosos— que hinchados los tenia
de llorar por el camino— mirando el bien que perdía.
Dijo la condesa al conde: — jBien vengáis, bien de mi vida?
¿Qué habéis, el conde Alarcos? — ¿por qué lloráis, vida mia^
que venís tan demudado— que cierto no os conocía?
No parece vuestra cara — ni el gesto que ser solía;
(1) «Pues que maera.* Flor.—
•Que maera pues.- Pl. s.
(2) «Que me escriba.* Flor.
Pliego suelto.
(3) «Nolo.» iSiíro.
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
295
dadipe parte del enojo— como dais de la alegría.
] Decídmelo luego, conde,— no matéis la -vida mial
—Yo vos lo diré, condeSia,— cuando la hora seria.
— Si no me lo decís, conde,— cierto yo reventaría.
— No me fatiguéis, señora (1),— que no es la hora venida.
Cenemos luego (2), condesa, — de aqueso que en casa habia.
— Aparejado está, conde, — como otras veces solia.—
Sentóse el conde á la mesa,— no cenaba ni podía,
con sus hijos al costado,— que muy mucho los quería.
Echóse sobre los hombros;— hizo como que dormía;
de lágrimas de sus ojos— toda la mesa cubría (8).
Mirándolo (4) la condesa;— que la causa no sabia;
no le preguntaba nada, — que no osaba ni podia.
Levantóse luego el conde,— dijo que dormir quería;
dijo también la condesa— que ella también dormidla;
mas entre ellos no habia sueño, — si la verdad se decia.
Vanse el conde y la condesa — á dormir donde soUan :
dejan los niños de fuera — que el conde no los quería :
lleváronse el mas chiquito, — el que la condesa cria :
cierra el conde la puerta, — lo que hacer no solia. ^
Empezó de hablar el conde — con dolor y con mancilla :
— lOh desdichada condesa,— grande fué la tu desdicha!
— No 80 desdichada, el conde,-^por dichosa me tenia
solo en ser vuestra mujer : — esta fué gran dicha mia.
— jSi bien lo sabéis (6), condesa,^sa fué vuestra desdicha!
Sabed que en tiempo pasado— yo amé á quien servia (6),
la cual era )a infanta. — Por desdicha vuestra y mia
prometí casar con ella; — y á ella que le {^acia,
demándame por marido ~ por la fe que me tenia.
Puédelo muy bien hacer — de razón y de justicia :
di jómelo el rey su padre — porque de ella lo sabia.
Otra cosa manda el rey — que toca en el alma mia :
(1) •'Conáeas^» Silva.
(2) «Presto.» áftZra.
(3) «Coma.» Flor. Pl s.
(4) «Mirábalo.» Fíor. Pl. 8.
iSj «Miráis.» Pl. s.— «Cuando lo
entendáis-.» Flor»
(6) «Á quien no debía.» Flor*
"Á quien bien servia.» Pl. &
296 LÍRICOS CASTELLANOS
manda que muráis, condesa, — á la fín de vuestra vida (1),
<iue no puede tener honra— siendo vos, condesa, viva, —
Desque esto oyó la condesa— cayó en tierra amortecida :
mas después en sí tornada— estas palabras decía :
— iPagos son de mis servicios, — conde, con que yo os servia!
si no me matáis, el conde, — yo bien os consejaría :
enviédesme á mis tierras— que mi padre me temía;
yo criaré vuestros hijos— mejor que laque vemia,
yo os mantendré castidad— como siempre os mantenía.
— De morir habéis, condesa, — en antes que venga el día.
— iBien parece, el conde Alarcos,— yo ser sola en esta vida;
porque tengo el padre viejo, — mi madre ya es fallecida,
y mataron á mi hermano— el buen conde don García,
que el rey lo mandó matar — por miedo que del tenia'.
No me pesa de mi muerte, — porque yo morir tenia,
mas pésame de mis hijos,— que pierden mi compañía :
hacémelos venir, conde,— y verán mi despedida.
— No los veréis mas, condesa,— en dias de vuestra vida :
abrazad este cliiquito, — que aqueste es el que os perdía.
Pésame de vos, condesa, — cuanto pesar me podia.
No os puedo valer, señora, — que mas me va que la vida;
encomendaos á Dios — que esto hacerse tenia.
— Dejéisme decir, buen conde, — una oración que sabia.
— Decilda presto, condesa, — enantes que venga el día.
—Presto la habré dicho, conde, — no estaré un Ave María. —
Hincó las rodillas en tierra — esta oración decía :
<En las tus manos. Señor,— encomiendo el alma mía :
^no me juzgues mis pecados — según que yo merecía,
>mas según tu gran piedad — y la tu gracia inñnita.»
— Acabada es ya, buen conde, — la oración que sabía;
encomiéndoos esos hijos— que entre vos y mí había,
y rogad á Dios por mí — mientra tuvierdes vida,
que á ello sois obligado — pues que sin culpa moría,
Dédesme acá ese hijo (2), — mamará por despedida.
(1) ' Y que se os quite la YÍda.» I (2) «=Niño.^ F^or.— «Chiquito.'
Flor» I Pliego suelto.
BOMANGES NOVELESCOS T CABiULLBRBSGOS
297
— No lo despertéis, condesa, — dejiüdo estar, qae dormía,
sino que os demando (1) perdón — porqae ya viene (2) el día.
— A vos yo perdono^ conde, -»-por el amor que os tenia;
mas yo no perdono al rey,— ni á la infanta su hija,
sino que queden citados— delante la alta jasticia,
que allá vayan á juicio — dentro de los treinta diaS. ^
Estas palabras diciendo— el conde se apercebia :
echóle por la garganta— una toca que tenia,
apretó con las dos manos-^con la fuerza que podía :
no le aflojó la garganta — ^mientra qub vida tenia.
Cuando ya la vido el conde— traspasada y fallecida,
desnudóle los vestidos— y las ropas que tenia :
echóla encima la cama, — cubrióla como solía;
desnudóse á su costado, — obra de un Ave María :
levantóse dando voces— á la gente que tenia :
— iSocorré, mis escuderos (3), — que la condesa se final —
Hallan la condesa muerta — los que á socorrer venían.
Asi murió la condesa, — sin razón y sin justicia;
mas también todos murieron — dentro de los treinta días.
Los doce días pasados— la infanta ya moría;
el rey á los veinte y cinco,— <el conde al treinteno día,
allá fueron á dar cuenta — á la justicia divina.
Acá nos dé Dios su gracia,— y allá la gloria cumplida.
I -!
{Cattc. de Rom, s. a. fol. 107. — Ca«¿r..<¿f J?tf«r. 1550.
fol. 107. — Stiva de 1550. t. II. fol. igi^ — Floresta de
var. rom. — Romance del conde Alar eos, — Pliego suel-^
to del siglo xvi) (4).
(1) Pido.* Silva y las ed. post.
del Canc. de i2om.— 'Sino que me
perdonéis.» Flor.
(2) 'Se viene.» Flor» yPl. s.—
«Llegaba.» Lased. post. del Canc,
(3) <^ Socorred, mis caballeros.»
Flor, y Pl. s.
(4) De este romance tan célebie.
hay versiones en las lenguas catala-
na y portuguesa, y, lo que es bien
de notar, siempre con la misma
asonancia (en i^). La catalana de
<B1 conde Floriss se halla en la
obra citada del Sr. Milá y Fonta-
nals (págs. 118 y 119). La portugne*
sa, que dicen también del conde
Alarcos, pero en lo^ districtos menos
próximos al contacto castellano <do
conde Yanno^.'va impresa con este
título en el Romaneeiro del Sr. Al^
■V
298
LÍRICOS CASTELLANOS
meida-Garret vTomo II, págs. 44 y
siguientes), y es tan linda, tan sen-
cilla y verdaderamente popular,
que creemos servir bien á los aficio-
nados reimprimiendo aquí entero
este romance portugués del
Conde Yanno.
Ohorav^ a infanta Solisa,
choraba e razüo havia,
vi vendo tam descontente;
F.eu pae por casar a tinha.
Acordou elrei da cama
com o pranto que fazia:
—Que tens tu, querida infanta,
que tens tu, ó fílha mia?
— Senhor pae, o que heide eu ter
se nüo que me pesa a vida?
j)e tres irmans que nos eramos,
Bolteira eu só fícaria.
—Que queres tu que te eu fa9a?
Mas a culpa nao é minha.
Oa vieram embaixadas
De Guitaiua e Normandia:
uem ouvilas nao quizeste,
nem fazer-lhes cortezia ..
Na minha corte nüo vejo
marido (lue te daria-..
Só se fosse o conde Yanno,
e esse ja mulher havia-
—Ai! ricco pae da minha alma,
pois esse é que eu quería.
Se elle tem mulher e fílhos,
a mim multo mais devia,
que me nüo soube guardar
a fé que me promettia —
Manda elrei chamar o conde,
sem saber o que faria :
<iue Ihe viesse fallan-
era saber que Ihe diría.
- Inda agora vim do pa9o,
ja elrei lá me quería!
Ai! será para meu bem?
Ai! para meu mal sería?—
Conde Yanno que chegava,
I
elrei que a buscar o vinha:
— Beijo a máo a vcssa Alteza;
que quer vossa senhoria? —
Responde-lhe agora o reí
con grande merencoria :
— Beijae, que mercé vos fa^o:
casareis com minha filha^—
Ouidou de cahir por morto
o conde que tal ouvia :
- Senhor rei. que bou casado
ja passa mais de anno e día!
— Mattareis vossa mulher,
casareis con minha filha.
—Senhor, como hei de mattá-la
se a morte me nao mer*cia?
— Callae-vos, conde, ca]lae*T08,
nao vos quero demazia;
fílhas de reis nao se inganham
como una mulher captiva.
—Senhor, que é mnita tazao»
mais razáo que ser devia,
para me mattar a mim
que tanto vos offendia;
mas mattar urna innocente
com tamanha aleivozial
N'esta vida nem na outra
Deus m'o nao perdoaria.
— A condesa hade morrer
pelo mal que ca facia»
Quero ver sua cabe9a
n'esta doirada bacia.
Foi-se embora o conde Yanno»
muito triste que elle ia.
Adeante um pagem d'elrei
levava a negra bacia.
O pagem ia de lutto,
de lutto o conde vestía:
mais dó levava no peito
c'os appertos da agonia.
A condesa, que o esj^rava,
de muito longe que o vía,
com o fílhinho nos bra9oe
para abra9á-lo corría.
—Bem vindo sejais, meo conde»
bem vinda minha alegría!—
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
299
IQle sem dizer palavra
pelas escadas subía.
Mandón f ecliar sen palacio^
«oisa que nunca fazia:
mandou logo.pdr a cea
como qnem Ihe appetecía.
Sentaramse ambos a mesa,
nem um nem outro comia;
as lagrrymas era um rio
que pela mesa corría.
Foi a beijar o fílhinho
que a mae aos peitos trazía,
largou o seio o innocente,
como um anjo Ihe^surria.
Quando tal viu a condesa,
o cora9¿o ihe partía;
desata en tammanho choro
que em toda a casa se onvia:
—Que tena tu, querido conde,
que tens tu, ó vida minha?
Tírame ia d'estas áncias,
eireí o que te quería?—
Elle affogava em solutos,
responder le nao podía:
ella« apertando-o nos bracos,
com muito amor Ihe dizia :
— Abre-me o teu corafáo,
desaffoga essa agonía,
dame da tua trifitesa,
dar te heí da minha alegría.—
Levantouse o conde Yanno,
a condesa que o seguía. ,
Deitaram-se ambos no leíto;
nem um nem outro dormía.
Ouvíreis a desgra9ada,
ouvide ora o que dizia:
— Pe9o-te por Deus do ceo
e pela Virgem María,
autes me mattes, meu conde,
que cu ver te n[essa agonía.
— Morto seja quem tal manda,
mais a sua tyrannia'
—Ai I mío te íntendo, meu conde,
dize-me, por tua vida,
que negra ventura é ésta
que entre nos esta mettida?
—Ventura da sem ventura,
grande foi tna mofina!
Mañda-me elrei que te matte,
que case com sna filha. —
Patarras n&o eram dittas,
inda mal Ih'as ouviria,
a de8£ra9ada condessa
por morto no chao cahia.
Nao quíz Deus que allí morrese..<
Triste que allí nao morria!
Maíor dor do que a da morte
a toma a chamar á vida.
—Calla, calla, conde Yanno,
que inda remedio haveria;
ai! nao me mattes, meu conde,
e um alvitre te daría:
á meu pae rae mandarás,
pae que tanto me quería!
Ter-me-háo por filha donzella.
e eu a fe te guardaría.
Criarei este innocente
que a otra nao criaría;
manter-te-hei castidade
como sempre t'a mantía.
— AiWcomo pode isso ser,
condesa minha querida,
si elrei quer tua cabera
n'esta doírada bacía?
— CaUa, calla, conde ^anno,
que inda remedio teria.
metter-me-has n'um convento
da orden de freíraria;
dar-me-hfto o pSo por on9a
e a agua por medidaí
eu lá morrerei de pena,
e a infanta o n&o saberia.
—Ai! como pode isso ser,
condessa minha querida^
se quer ver tna cabe9a
n'esta malditta bacía?
— Fecháras-me n'uma torre,
nem sol, nem Ina vería,
as horas de minha vida
por meus ais as contaría. .
298
LÍRICOS CASTELLANOS
meida-Garret vTomo II, págs. 44 y
siguientes), y es tan linda, tan sen-
cilla y verdaderamente popular,
que creemos servir bien á los aficio-
nados reimprimiendo aquí entero
este romance portugués del
Conde Yanno.
Chorav^ a infanta Solisa,
choraba e razáo havia,
vi vendo tam descontente;
seu pae por casar a tinha.
Acordou elrei da cama
com o pranto que fazia:
—Que tens tu, querida infanta,
que tens tu, ó fílha mia?
— Senhor pae, o que heide eu ter
se nüo que me pesa a vida?
j)e tres irmans que nos eramos,
solteira eu só fícaria.
—Que queres tu que t« eu fa9a?
Mas a culpa nao é minha.
(Ja vieram embaixadas
De Guitaiua e Normandia;
uem ouvilas nao quizest^,
nem fazer-lhes cortezia ••
Na minha corte nao vejo
marido que te daria-..
Só se fosse o conde Yanno,
e esse ja mulher havia-
—Ai! ricco pae da minha alma,
pois esse é que eu quería.
Se elle tem mulher e fílhos,
a mim muito mais devia,
<iue me nao soube guardar
a fé que me promettia —
Manda elrei chamar o conde,
sem saber o que faria :
que Ihe viesse fallan-
era saber que Ihe diria.
-Inda agora vim do pa9o,
Ja elrei lá me quería!
Ai! será para meu bem?
Ai! para meu mal seriad-
Conde Yanno que chegava,
I
elrei que a buscar o vinha:
— Beijo a máo a vcssa Alteza;
que quer vossa senboria?—
Responde-lhe agora o reí
con grande merencoria :
— Beijae, que mercé ros fa^o:
casareis com minha filha* —
Ooidou de cahir por morto
o conde que tal ouvia :
- Senhor reí, que son casado
ja passa mais de anno e dia!
— Mattareis vossa mnlher,
casareis con minha fílha.
—Senhor, como hei de mattá-la
se a morte me nao mer'cia?
— Callae-vos, conde, callae-.voe,
nao vos quero demazia;
fílhas de reis nao se inganham
como una mulher captiva.
—Senhor, que é muita tBzdo,
mais razáo que ser devia,
para me mattar a mim
que tanto vos offendia:
mas mattar urna innocente
com tamanha aleivozia!
N'esta vida nem na oatra
Deus m o nao perdoaria.
—A condesa hade morrer
pelo mal que ca facia»
Quero ver sua cabe9a
n'esta doirada bacía-
Foi-se embora o conde Yanno»
muito triste que elle ia-
Adeante um pagem d'elrei
levava a negra bacia.
O pagem ia de lutto,
de lutto o conde vestía:
mais dó levava no peito
c'os appertos da agonía.
A condesa, que o esjerava,
de muito longe que o vía,
com o fílhinho nos bra9oe
para abra9á-lo corría.
—Bem vindo se jais, meo conde»
bem vinda minha alegría! ~
ROMANCES NOVELESCOS T CABALLERESCOS
299
Elle sem dizer palarra
pelas escadas subía.
Mandón fechar seu palacio,
«oisa que nunca fazia;
mandou logo.pdr a cea
como quem Ihe appetecia»
Sentaramse ambos a mesa,
nem nm nem outro comia;
as lagrrymas era um rio
que pela mesa corría.
Foi a beíjar o fílhinho
que a mae aos peitos trazia,
largou o seio o innocente.
comoum anjo Ihe^surria*
Quando tal viu a condesa,
o cora9áo Ihe partía;
debata en tammanho choro
que em toda a casa se onvia:
—Que tena tu, querido conde,
que tens tu, ó vida minha?
Tira*me ja d'estas áncias,
eireí o que te quería?—
Elle affogava em solutos,
responder le nao podía:
ella« apertando-o nos bra9os,
com muito amor Ihe dizia :
—Abre -me o teu cora9ao,
desaff oga essa agonía,
dame da tua trÍBtesa,
dar te hei da minha alegría.—
Levantouse o conde Yanno,
a condesa que o seguía. ,
Deitaram-se ambos no leíto;
nem um nem outro dormía.
Ouvíreis a dcsgra9ada,
ouvide ora o que dizia:
— Pe9o-te por Deus do ceo
e pela Virgem María,
antes me mattes, meu conde,
que eu ver te n|essa agonía.
— Morto seja quem tal manda,
mais a sua tyrannía!
—Ai! nüo te intendo, meu conde,
dizeme, por tua vida,
que negra ventura é ésta
que entre nos esta mettida?
—Ventura da sem ventura,
grande foi tua mofina!
Mañda-me elrei que te matte,
que case com sua filha- —
Palavras nao eram dittas,
inda mal Ih'as ouviria,
a de8gra9ada oondessa
por morto no chao cahia.
Nao quiz Deus que allí morrese...
Triste que allí nao morría!
Maíor dor do que a da morte
a toma a chamar á vida.
—Calla, calla, conde Yanno,
que inda remedio haveria;
ai! nao me mattes, meu conde,
e um alvítre te daría:
á meu pae rae mandarás,
pae que tanto me quería!
Ter-me-háo por filha donzella,
e eu a fe te guardaría.
Criarei este innocente
que a otra nao criaría;
manter'te-heí castidade
como sempre t'a mantia.
— AiWcomo pode isso ser,
condesa minha querida,
si elrei quer tua cabera
n'esta doirada bacía?
—Calla, calla, conde ^anno,
que inda remedio teria,
metter-me-has n'um convento
da orden de freiraría;
dar-me-hao o pao por on9a
e a agua por medida)
eu lá morrerei de pena,
e a infanta o nao saberia.
—Ai! como pode isso ser,
condessa minha querida^
se quer ver tua cabe9a
n'esta malditta bacía?
— Fecháras-me n'uma torre,
nem sol, nem lúa vería,
as horas de minha vida
por meus ais as contaría- .